17 de julio de 2022

 17 de julio de 2022 – TO - DOMINGO XVI – Ciclo C

 

Una cosa es importante

 

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Génesis    18, 1-10ª

 

El Señor se apareció a Abraham junto al encinar de Mamré, mientras él estaba sentado a la entrada de su carpa, a la hora de más calor. Alzando los ojos, divisó a tres hombres que estaban parados cerca de él. Apenas los vio, corrió a su encuentro desde la entrada de la carpa y se inclinó hasta el suelo, diciendo: «Señor mío, si quieres hacerme un favor, te ruego que no pases de largo delante de tu servidor. Yo haré que les traigan un poco de agua. Lávense los pies y descansen a la sombra del árbol. Mientras tanto, iré a buscar un trozo de pan, para que ustedes reparen sus fuerzas antes de seguir adelante. ¡Por algo han pasado junto a su servidor!»

Ellos respondieron: «Está bien. Puedes hacer lo que dijiste.»

Abraham fue rápidamente a la carpa donde estaba Sara y le dijo: «¡Pronto! Toma tres medidas de la mejor harina, amásalas y prepara unas tortas.»

Después fue corriendo hasta el corral, eligió un ternero tierno y bien cebado, y lo entregó a su sirviente, que de inmediato se puso a prepararlo. Luego tomó cuajada, leche y el ternero ya preparado, y se los sirvió. Mientras comían, él se quedó de pie al lado de ellos, debajo del árbol.

Ellos le preguntaron: «¿Dónde está Sara, tu mujer?»

«Ahí en la carpa», les respondió.

Entonces uno de ellos le dijo: «Volveré a verte sin falta en el año entrante, y para ese entonces Sara habrá tenido un hijo.»

Palabra de Dios.

 

SALMO         Sal 14, 2-3b. 3c-4b. 5 (R.: 1a)

R.      Señor, ¿quién se hospedará en tu Carpa?

 

El que procede rectamente

y practica la justicia;

el que dice la verdad de corazón

y no calumnia con su lengua.  R.

 

El que no hace mal a su prójimo

ni agravia a su vecino,

el que no estima a quien Dios reprueba

y honra a los que temen al Señor. R.

 

El que no presta su dinero a usura

ni acepta soborno contra el inocente.

El que procede así, nunca vacilará.  R.

  

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Colosas       1, ,24-28

 

Hermanos:

Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia. En efecto, yo fui constituido ministro de la Iglesia, porque de acuerdo con el plan divino, he sido encargado de llevar a su plenitud entre ustedes la Palabra de Dios, el misterio que estuvo oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar a sus santos. A ellos les ha revelado cuánta riqueza y gloria contiene para los paganos este misterio, que es Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria.

Nosotros anunciamos a Cristo, exhortando a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo.

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas     10, 38-42

 

Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra.

Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.»

Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas y, sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada.»

Palabra del Señor.

 

PARA REFLEXIONAR

 

En la primera lectura nos encontramos con un relato que tiene todas las connotaciones de leyenda sagrada, pero que expresa el misterio de la vida de Abraham. El que se lo jugó todo apoyado en la palabra de Dios. En su promesa pone en funcionamiento la sagrada ley de la hospitalidad. La gran Misión se jalona en actitudes sencillas, humanas, profundas y concretas.

***

La segunda lectura pone de manifiesto que el misterio de Dios se ha revelado a los suyos, a la Iglesia y se ha hecho presente en Cristo. De alguna manera ha dejado ya de estar velado y de ser algo imposible para los hombres. Sigue siendo un misterio, pero está humanizado en Cristo y está humanizado en el servicio de proclamarlo a los hombres

***

En el camino de fe del hombre, Dios se deja encontrar y se hace huésped. Abraham ofrece hospitalidad a Dios, que se le muestra bajo las apariencias de tres extranjeros que van de paso. La casa de Marta y María es uno de estas casas donde Jesús se sabe bien recibido. Estas mujeres que reciben y acogen a Jesús forman parte de aquellos que han estado en contacto con Jesús, que lo han amado y seguido. En el Evangelio Jesús se detiene para descansar en casa de sus amigos de Betania.

En la figura de las dos hermanas se hacen visibles dos modos de recibir a Jesús. Marta es una típica ama de casa: siempre haciendo algo, no se detiene un instante. No descubre que lo importante es sentarse, dejar la limpieza de la casa, y atender al amigo. María sentada a los pies del Maestro, en la postura clásica del discípulo lo escucha con atención. Era la forma común de comportamiento entre los alumnos de los rabinos.

Marta se queja ya que su hermana la dejó sola para el trabajo y lo único que hace es estar sentada a los pies de Jesús.  Cristo responde juzgando ambas actitudes. Su respuesta no es de condenación a la preocupación que anima a Marta sino que esclarece la situación y le da su verdadera dimensión.

Marta y María representan dos dimensiones del seguimiento de Jesús. Marta se entrega en múltiples tareas, es una mujer servicial, incansable, atenta seguramente a todo lo que pudiera necesitar Jesús y cualquiera de los que iban con él. Jesús no desautoriza la acción. Incluso una mística como santa Teresa dice, que, si todos hiciésemos como María, Jesús se quedaría sin comer. Para Jesús no hay oposición entre acción y contemplación: pero todo debe tener su raíz profunda en esa escucha atenta de la Palabra de Dios. Así, podemos llegar a ser «contemplativos en la acción» o «activos en la contemplación».

María «ha escogido la parte mejor, y ésa no se le quitará», dice Jesús: María centrada en las palabras de Jesús, en la Buena Noticia simboliza la escucha de la palabra de Dios que no excluye las demás ocupaciones, pero sí debe ser lo primero. De esa escucha debe surgir la verdadera acción por el reino. Para que la acción del creyente sea auténtica tiene que estar fundamentada en la escucha de la vida que se manifiesta en Jesús de Nazaret.

Sólo uniendo la acción y la contemplación viviremos a fondo nuestra vida, sabremos mirar con ojos serenos lo que verdaderamente merece la pena, podremos descubrir la presencia de Dios en nuestra vida y en la vida de cada ser humano.

Los cristianos que glorifican la oración, la alabanza, la vida interior, la gracia, los carismas no pueden hacerlo llegando al olvido de la fe en todo su compromiso histórico de transformación del mundo. Por otro lado, los cristianos entregados con generosidad al trabajo solidario por la justicia, a la acción social y humanizadora en todas sus formas no pueden olvidar la oración, la liturgia, la vida interior sin caer en el riesgo de adulterar la Buena Noticia.

Somos discípulos recibiendo a Jesús como huésped de nuestra vida en la verdad misteriosa de su Palabra. En cada Eucaristía siempre se nos brinda la ocasión de dar hospitalidad como discípulos del Maestro a la Palabra de verdad que fortalece la fe, centra la esperanza y purifica el amor. Lucas hace de María un modelo de discípulo de Jesús en razón de la escucha de la Palabra y nos presenta a Marta como discípula que es capaz de servir desde el amor.

Marta y María. Una síntesis. No una contraposición ni una competición que nos marca una senda en nuestra vida de discípulos misioneros: hombres de a la escucha atenta y comprometidos en el trabajo generoso por el Reino.

“Una cosa es necesaria”, escuchar y hospedar progresivamente el proyecto de Dios para cada uno respondiendo con generosidad y entrega.

 

PARA DISCERNIR

 

¿Qué lugar le doy a la oración?

¿Descubro la necesidad ponerme a la escucha del Señor?

¿En que modifica mi oración mi modo de vivir mi apostolado?

 

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

 

Ayúdame a elegir la mejor parte

 

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 

Se presentó durante mucho tiempo a Marta y María como los dos polos de la vida cristiana: la acción y la oración, como si ambas fueran excluyentes. Esta perspectiva no parece exacta. No olvidemos que son hermanas. Hemos de terminar con la separación de la acción y de la contemplación. Marta representa únicamente aquella acción que no se basa en la palabra de Jesús. María simboliza la escucha de la palabra que se traduce necesariamente en servicio al prójimo. La escucha de la palabra de Dios no excluye las demás ocupaciones, pero sí debe ser lo primero. De esa escucha debe surgir la verdadera acción humana. Para que la acción del creyente sea auténtica tiene que estar fundamentada en la escucha de la vida que se manifiesta en Jesús de Nazaret. El auténtico hombre activo es contemplativo, y al contrario. Sólo uniendo la acción y la contemplación viviremos a fondo nuestra vida, sabremos mirar con ojos tranquilos lo que verdaderamente merece la pena, atinaremos a descubrir la presencia de Dios en nuestra vida y en la vida de cada ser humano.

El hombre de fe está siempre alerta. Sabe que en cualquier momento y de cualquier forma Dios le puede hablar. Y que cuando llegue ese momento hay que escucharlo, porque viene como un amigo, de paso, y no se puede desperdiciar esa oportunidad. Vivimos en medio de ruidos, de proyectos, de cachivaches, de preocupaciones, de propagandas. Estemos atentos para no perder lo único necesario. Podremos, de esa forma, ir comprendiendo lo que significa orar: descubrir el rostro y la obra de Dios en nuestra misma vida.

No podemos rezar apartándonos de la vida. Pero de nada vale intentar vivir sin el alimento del espíritu. La oración surge desde nuestro yo más íntimo. No comienza con un montón de peticiones, sino como María: «a los pies del Señor», para escuchar una palabra nueva.

En Dios está el amor, la vida, la libertad… porque Dios es todo eso. Rezar es abrirse a ese amor, a esa vida, a esa libertad…

Hagamos frecuentemente un alto en nuestro camino para preguntarnos, como María, por nosotros mismos, por cómo nos sentimos y cómo vamos respondiendo a nuestras ilusiones. Si la fe no nos sirve para encontrar el sentido y el gozo de vivir, ¿para qué la queremos? Sólo una cosa es necesaria: vivir en plenitud, con poco o con mucho. Ese es el lenguaje de este pasaje evangélico, y para eso llega el Señor de improviso a nuestra casa: para indicarnos la forma de vivir de verdad.

 

Francisco Bartolomé González

 

PARA REZAR

 

Señor, buscarte a ti y buscar lo que tú quieres es lo mismo.

Cuando busco al Dios que llevo dentro, te busco a ti,

y al encontrarte, necesariamente te pregunto siempre lo mismo

¿qué quieres Señor que haga?

Y la respuesta que me das es indefectiblemente

una respuesta de amor manifestado en las obras.

Ponerse a tu disposición se traduce cada día

en hacer lo que tú quieres.

Y tú quieres siempre el amor a ti y a los hermanos.

Mal podría llamarme seguidor tuyo

si no fuera esa mi única pretensión.

Encontrarte es ponerse en actitud permanente de escucha.

Encontrarse contigo, Señor, es abrir el corazón a tus proyectos,

que son los proyectos de tu Reino universal y de amor.

Encontrarse contigo en la oración, en mi santuario interior,

es mirar al futuro, soñar contigo, con tu Iglesia,

con tu humanidad sedienta de ti.

Es animarse cada día a comenzar de nuevo,

desde la sencillez, despojándose de los propios planes

para ponerse bajo los planes programados por Dios.

Es aceptar tu voluntad, sin cálculos ni sentimientos.

Por eso es tan bello y tan duro al mismo tiempo

seguir tus huellas, ser tu seguidor.

Tu seguidor se define por la fe y el amor a ti.

Tú haces tuya la vida de tu seguidor,

si el seguidor se pone a disposición del Padre,

como hiciste tú: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LUNES XVI

El Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches

Lectura de la profecía de Miqueas            6, 1-4. 6-8

Escuchen lo que dice el Señor:

«¡Levántate, convoca a juicio a las montañas y que las colinas escuchen tu voz! ¡Escuchen, montañas, el pleito del Señor, atiendan, fundamentos de la tierra! Porque el Señor tiene un pleito con su pueblo, entabla un proceso contra Israel:

«¿Qué te hice, pueblo mío, o en qué te molesté? Respóndeme. ¿Será porque te hice subir de Egipto, porque te rescaté de un lugar de esclavitud y envié delante de ti a Moisés, Aarón y Miriam?»»

¿Con qué me presentaré al Señor y me postraré ante el Dios de las alturas? ¿Me presentaré a él con holocaustos, con terneros de un año? ¿Aceptará el Señor miles de carneros, millares de torrentes de aceite? ¿Ofreceré a mi primogénito por mi rebeldía, al fruto de mis entrañas por mi propio pecado? Se te ha indicado, hombre, qué es lo bueno y qué exige de ti el Señor: nada más que practicar la justicia, amar la fidelidad y caminar humildemente con tu Dios.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 49, 5-6. 8-9. 16b-17. 21 y 23 (R.: 23b)

R.        Al que va por el buen camino, le haré gustar la salvación de Dios.

«Reúnanme a mis amigos,

a los que sellaron mi alianza con un sacrificio.»

¡Que el cielo proclame su justicia,

porque el Señor es el único Juez!  R. 

No te acuso por tus sacrificios:

¡tus holocaustos están siempre en mi presencia!

Pero yo no necesito los novillos de tu casa

ni los cabritos de tus corrales.  R. 

«¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos

y a mencionar mi alianza con tu boca,

tú, que aborreces toda enseñanza

y te despreocupas de mis palabras?  R. 

Haces esto, ¿y yo me voy a callar?

¿Piensas acaso que soy como tú?

Te acusaré y te argüiré cara a cara.

El que ofrece sacrificios de alabanza,

me honra de verdad;

y al que va por el buen camino,

le haré gustar la salvación de Dios.»  R. 

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   12, 38-42

Algunos escribas y fariseos le dijeron a Jesús: «Maestro, queremos que nos hagas ver un signo.»

El les respondió: «Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.

El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás.

El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón.»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

El sábado pasado comenzamos la lectura de Miqueas, con una denuncia a las  clases dirigentes. Miqueas, el profeta, no puede quedar en silencio ante las injusticias que se cometen en su pueblo, y se presenta como el portavoz de Dios ante todo el país.

Dios tiene pleito judicial contra su pueblo, en el que no se presenta como juez, sino como parte querellante. Con frecuencia, las montañas han sido personificadas en la Biblia; en el texto de hoy, Dios las toma como testigo, para el juicio que quiere entablar contra su pueblo.

La protesta de Dios tiene fundamento, porque lo hizo subir de Egipto, lo rescató de la esclavitud sin abandonarlo nunca, le puso como guías a enviados suyos, y lo protegió hasta la posesión de la tierra prometida; ahora sólo recibe ingratitud.

El pueblo pretende calmar a Dios con holocaustos de animales, o sacrificando a sus propios primogénitos. El profeta les recuerda que lo que tienen que hacer, es cumplir la alianza pactada con Dios, respetando el derecho, amando la misericordia, siendo humildes con su Dios. Estas son las obras buenas que realmente pide Yahvé. Miqueas presenta, al final, a Yahvé que condena la impiedad, el fraude, la violencia, el engaño;  la fuente de la desventura del pueblo, son las injusticias que comete.

***

Jesús había realizado signos suficientes para mostrar no solamente que venía de Dios, sino que era Dios. Pero, aun así, a algunos maestros de la ley y fariseos no les alcanzaba y le piden que demuestre su procedencia divina con una señal prodigiosa. Le piden que les dé muestras palpables de que es el Hijo de Dios.  Sin embargo, por más milagros que hubiera hecho, no habrían creído.

El Señor, con tono profético, tomando una señal prodigiosa del Antiguo Testamento, anuncia su muerte, sepultura y resurrección. Jesús les recuerda el signo particular que Dios realizó en el profeta Jonás, cuando estuvo en el vientre de una ballena, durante tres días completos y luego lo arrojó. 

Esta figura del misterio pascual, es la única señal que se les dará. Allí el poder de Dios se manifestará con todo su esplendor. Frente a ella deberán optar.

Ellos no aceptan el mensaje salvador que les ha anunciado Jesús. Han cerrado su mente y su corazón a la novedad del Reino. Se sienten seguros en sus tradiciones, instituciones y códigos. Su sabiduría y elocuencia los hace soberbios y autosuficientes.

Existe en nuestra vida una tendencia permanente a pedir señales, milagros, signos, pruebas indiscutibles, para poder creer. Lo que produce beneficios entra dentro de nuestra escala de valores. El utilitarismo nos condiciona y  queremos experimentar ya los efectos de lo que pedimos.

Hemos perdido el  sentido de la gratuidad y de los procesos. Esto hace que la fe sea demasiado débil y atada a  resultados inmediatos.

La resurrección de Jesús es el único signo que se nos ha dado y se nos dará.  También nosotros, hemos sido sepultados con Cristo, y vivimos por Él y en Él, ahora y por siempre, habiendo dado un verdadero “paso pascual”: paso de muerte a vida, del pecado a la gracia. Liberados de la esclavitud del pecado, llegamos a ser hijos de Dios. Es “el gran prodigio”, que ilumina nuestra fe y  nos abre a la esperanza de vivir amando como Dios nos invita a hacerlo,  para poseer su Amor en plenitud.

La resurrección es el triunfo de la vida sobre toda forma de muerte. Por eso la Pascua de Jesús como la nuestra, por el bautismo, son el signo de vida por excelencia; causa de tantos “milagros cotidianos de la gracia”.

PARA DISCERNIR

¿Le pedimos a Jesús que nos dé un “signo”, una “prueba” de su presencia?

¿Qué busco en este tipo de pedido?

¿Cambia mi actitud de fe ante la ausencia de respuestas visibles?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Jesús,  bendito signo del Padre

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

..”Conozco dos tipos de creyentes. Los que necesitan milagros para creer y aquellos a quienes el milagro no añade ni una onza de fe; más aún, casi les supone una mortificación. No hace falta escarnecer a los primeros; están en buena compañía, puesto que el mismo san Agustín dice con ellos: «Sin los milagros no sería cristiano». A los segundos no les hace falta creer demasiado: si bajara a una plaza cualquiera, en una hora de tráfico o de mercado, gritando que a una milla de allí se había aparecido la Virgen, en un abrir y cerrar de ojos se quedaría desierta la plaza, estoy seguro de ello. Y los primeros en correr detrás de mí serían tal vez los materialistas, los llamados incrédulos, pero inmediatamente después, no menos jadeantes, vería a muchos de esos amigos que solían decirme: «El milagro es para mí algo superfluo, mi fe no necesita milagros».

La verdad para todos nosotros es sólo esta: que somos milagros, venimos del milagro y estamos hechos por milagros. Hasta el hombre que lo tiene todo invoca el milagro, porque el milagro, antes de ser un socorro benéfico, antes de ser un don útil y resolutivo contra la pena, es la exaltación de la infancia que vuelve a encantarnos, la revancha de aquella primera sabiduría inocente sobre la falaz sabiduría de después.

El Evangelio es el campo de los milagros. Sin embargo, hay una cosa que aparece clara de inmediato: que Cristo fue enemigo de los milagros. El milagro, para Él, es lo que debería brotar como consecuencia, algo para cuya obtención cedió a hacerse brujo y que, sin embargo, sólo en rara ocasión consiguió: la fe. «Más adelante vio a otros dos hermanos: Santiago, el de Zebedeo, y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeoreparando las redes. Les llamó también, y ellos, dejando al punto la barca y a su padre, le siguieron». Nosotros nos hemos quedado reparando las redes, aunque él nos ha mirado en más de una ocasión; tranquilos en la barca con nuestro padre y los mozos, hemos hecho fracasar el milagro rarísimo, ése ante el cual la resurrección de Lázaro es un juego. El milagro que le sale una vez de cada mil y que nadie ha sido capaz de contar. Seguirle”…

L. Santucci, Una vida de Cristo

PARA REZAR

Oración de san Francisco

Alto y glorioso Dios:
ilumina las tinieblas de mi corazón,
dame una fe recta,
esperanza cierta,
caridad perfecta
y humildad profunda.

Dame, Señor,
comprensión y discernimiento
para cumplir
tu verdadera y santa voluntad.
Amén.

MARTES XVI

Estos son mi madre y mis hermanos

Lectura de la profecía de Miqueas     7, 14-15.18-20

Apacienta con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu herencia, al que vive solitario en un bosque, en medio de un vergel. ¡Que sean apacentados en Basán y en Galaad, como en los tiempos antiguos! Como en los días en que salías de Egipto, muéstranos tus maravillas.

¿Qué dios es como tú, que perdonas la falta y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia? El no mantiene su ira para siempre, porque ama la fidelidad.

El volverá a compadecerse de nosotros y pisoteará nuestras faltas. Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos nuestros pecados. Manifestarás tu lealtad a Jacob y tu fidelidad a Abraham, como lo juraste a nuestros padres desde los tiempos remotos.

Palabra de Dios.

SALMO     Sal 84, 2-4. 5-6. 7-8 (R.: 8a)

R. ¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia!

Fuiste propicio, Señor, con tu tierra,

cambiaste la suerte de Jacob;

perdonaste la culpa de tu pueblo,

lo absolviste de todos sus pecados;

reprimiste toda tu indignación

y aplacaste el ardor de tu enojo. R.

¡Restáuranos, Dios, salvador nuestro;

olvida tu aversión hacia nosotros!

¿Vas a estar enojado para siempre?

¿Mantendrás tu ira eternamente? R.

¿No volverás a darnos la vida,

para que tu pueblo se alegre en ti?

¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia

y danos tu salvación! R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   12, 46-50

Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte.»

Jesús le respondió: « ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Esta última página de Miqueas es una mezcla de afirmaciones proféticas y de súplica ante Dios, ensalzando su misericordia. La confianza del profeta se basa en que Dios seguirá siendo fiel a las promesas que había hecho, ya desde Abraham, y que pastoreará al pueblo de su heredad. Pero, sobre todo, se basa en que Dios seguirá haciendo lo que sabe hacer mejor: perdonar.

Es un retrato entrañable: «¿qué Dios hay como tú, que perdonas el pecado?… se complace en la misericordia… arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos».

La última palabra de la historia no es nuestro pecado, sino, como nos dice Miqueas, el amor perdonador de Dios. Necesitamos oír esta buena noticia, porque todos somos débiles y nos alegramos del perdón de Dios.

Dios deja siempre abierta la puerta a la misericordia.

***

El rechazo del Reino por parte de los fariseos hecho en presencia de la multitud, ha puesto de relieve la profundidad que el Reino de Dios, produce en todo hombre. Jesús se dirigirá ahora a todos para invitarlos al discipulado y al seguimiento.

En este pasaje todavía Jesús estaba hablando a la gente, cuando su madre y sus hermanos se presentaron a, tratando de hablar con Él.

Con el término “madre y hermanos” se designa una realidad amplia, que puede englobar la pertenencia a la misma familia, pero también el parentesco entre los miembros de un clan o de una tribu.

Jesús dijo: «¿Quién es mi madre?, ¿Quiénes son mis hermanos?», sorprende la pregunta porque todos los que lo conocen, en efecto, saben  que la que está allí fuera es su madre.

La pregunta no significa un desprecio de Jesús hacia los suyos: nadie ha amado a su madre mejor que El con un amor fuerte. Pero Jesús quiso poner de relieve la ruptura, que el Reino de los cielos introduce en las relaciones humanas en general, y en la familia de sangre en particular. Aquellos con quienes lo ligan lazos familiares no son los que se hallan “fuera”, sino los que se encuentran con El, a los que puede señalar con la mano, “los discípulos”.

Frente a la familia de sangre, se presenta la verdadera familia. De esta forma Jesús señala que el vínculo de sangre derivado de la pertenencia a un mismo hogar, clan o pueblo debe ceder ante otro tipo de vínculo: el que surge del discipulado y del seguimiento. El discípulo es «familiar de Jesús». Jesús ofrece a los hombres la cálida intimidad de su familia. Entre Dios y los hombres ya no hay sólo relaciones de obediencia y sumisión como entre un amo y los subalternos. Con Jesús entramos en la familia de Dios, como sus hermanos y hermanas, como su madre.

Este nuevo vínculo se realiza en torno al Padre del cielo que es capaz de crear un nuevo tipo de unidad familiar. Esta nueva unidad surge de la participación en el mismo querer del Padre, en la asimilación de la propia vida al proyecto del Padre.

Se trata por tanto, de la constitución de una nueva familia universal de hermanos, hermanas, madre, que le ha sido dada a Jesús por el Padre del cielo.

Este es el lazo familiar que debe predominar en la vida del discípulo. La nueva familia de Jesús se realiza en todos aquellos que colocan por encima de todo el beneplácito del Padre, realizado en Jesús y en su mensaje. La característica esencial del discípulo de Jesús: es «hacer la voluntad de Dios».

Reconocer en Jesús, al Maestro, Hermano, Servidor y Mesías que implanta el derecho para todos y responde a las esperanzas de todo hombre; y poder descubrir de esta forma el verdadero rostro de Dios escondido en la cotidianeidad de la vida de los hombres, posibilita formar parte de la comunidad que constituye la verdadera familia de Jesús. Entrar en comunión con Dios, haciendo su voluntad es, al mismo tiempo, entrar en comunión con incontables hermanos y hermanas que tratan también, de hacer esa misma voluntad.

La invitación se dirige a todo hombre a lo largo del tiempo. El Señor, el Dios de la historia, que es Dios con nosotros hasta el fin de los tiempos, sigue dirigiéndola a todo aquel que está dispuesto a compartir su suerte, entrando en comunión con el Padre y su Palabra hecha carne, y asumiendo gozosamente sus exigencias.

PARA DISCERNIR

¿Tengo experiencia de Dios como salvador, la he compartido con otros?

¿Qué rasgos de mi ser “discípulo” me invita a revisar y convertir esta palabra?

¿Camino en comunión con otros hermanos, la construyo, discierno en comunidad la voluntad del Padre Dios?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Dame un corazón dócil a tu voluntad, Señor

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«El que cumple la voluntad de mi Padre… ese es mi hermano y mi hermana y mi madre»

…La Bienaventurada Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la Divina Providencia, fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor, y en forma singular la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, padeciendo con su Hijo mientras El moría en la Cruz, cooperó en forma del todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad en la restauración de la vida sobrenatural de las almas.

Por tal motivo es nuestra Madre en el orden de la gracia.  Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia… Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la Bienaventurada Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora…

Ninguna criatura puede compararse jamás con el Verbo Encarnado nuestro Redentor; pero así como el sacerdocio de Cristo es participado de varias maneras tanto por los ministros como por el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en formas distintas en las criaturas, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en sus criaturas una múltiple cooperación que participa de la fuente única…

Concilio Vaticano II  – Constitución dogmática sobre la Iglesia « Lumen Gentium » 61-62

PARA REZAR

Escuchar la Palabra

Señor de la Vida,
abre nuestro corazón a tu Palabra.
Queremos anunciar tu Reino
y construirlo con nuestras vidas.
Queremos ser testigos
de tu amor y tu proyecto
para todos.
Ayúdanos a escuchar tu Palabra,
a leer y rezar con la Biblia,
a contemplar la vida y la historia
para descubrir tu propuesta
y caminar hacia Tí.

Tu Señor, que aprendiste
de la mano de María,
la virgen fiel,
enséñanos a seguir su ejemplo.
Maestra de las cosas de Dios,
quien guardaba en su corazón
lo que vivía,
y meditaba en el silencio
lo que iba descubriendo.
María, mujer sencilla,
que no entendía todo
pero se animó a decir sí a todo.
Ella nos enseña
que para vivir la fe
hay que escuchar mucho,
hay que escuchar siempre… (…)

Marcelo A. Murúa

MIÉRCOLES XVI

Dieron fruto al ciento por uno

Lectura del libro del profeta Jeremías      1, 1. 4-10

Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín. La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:

«Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones.»

Yo respondí: « ¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven.»

El Señor me dijo: «No digas: «Soy demasiado joven», porque tú irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene. No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-.»

El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: «Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar.»

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 70, 1-2. 3-4a. 5-6b. 15ab y 17 (R.: cf. 15)

R.        Mi boca anunciará tu salvación, Señor.

Yo me refugio en ti, Señor,

¡que nunca tenga que avergonzarme!

Por tu justicia, líbrame y rescátame,

inclina tu oído hacia mí, y sálvame.  R.

Sé para mí una roca protectora,

tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,

porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.

¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío!  R.

Porque tú, Señor, eres mi esperanza

y mi seguridad desde mi juventud.

En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;

desde el seno materno fuiste mi protector.  R.

Mi boca anunciará incesantemente

tus actos de justicia y salvación.

Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud,

y hasta hoy he narrado tus maravillas.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   13, 1-9

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas.

Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Jeremías vivió algo más de un siglo después de Amós, Isaías, Miqueas, entre 625 y 586 a.C, fecha de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, precedida de varias deportaciones.

Este profeta es un hombre sensible, que a causa de su mismo sufrimiento, tiene una vida interior muy marcada. Su vida será un testimonio de la fidelidad, a pesar de que todo parezca venirse abajo.

A diferencia de Isaías, en el relato de la vocación de Jeremías, todo resulta más sencillo. No se describe ninguna teofanía y la investidura de la misión no es tan solemne. La vocación se da en el silencio interior, es una palabra íntima, es la convicción de que Dios ha sido el primero en amarlo, y lo ha hecho antes que estuviese en el seno de su madre.

Jeremías es tímido, confiesa su debilidad y su incapacidad pero el Señor calmará su miedo asegurándole  que está con él para salvarlo. Así como el Señor alargó su mano y le tocó la boca, de ese modo le asegura que ha puesto sus palabras en su boca.

Jeremías será, verdaderamente, el hombre de la «palabra». El será la lengua de aquella comunicación apasionada de Yahvé con su pueblo y con todos los hombres.

Le dará autoridad sobre los pueblos y sobre los reinos, para extirpar y destruir, para abatir y derrocar, para reconstruir y plantar.

Dios lo constituyó en profeta de las naciones, su misión es «universal», a pesar de haber fracasado durante su vida. Pero su influencia crecerá más tarde, y se convertirá en el padre del judaísmo que florecerá pasada la prueba del Exilio.

Vive la tensión de querer identificarse plenamente con el Señor dejándose conducir por su Espíritu y, al mismo tiempo, desea con fuerza convivir con los demás hombres y ayudarlos a vivir una existencia realmente buena y justa.

A Jeremías, con un corazón hecho para amar, le fue encargado el tremendo papel de derrocar para plantar, transmitiendo mensajes de desgracia y de dolor a los reyes, a los sacerdotes, a los falsos profetas y a todo el pueblo.

***

Comienza Mateo con el tercer gran discurso formativo de Jesús a sus discípulos. En este nuevo discurso, Jesús no sólo dice lo que hay que hacer, sino que también les enseña a discernir la voluntad de Dios en cada circunstancia de la vida. 

Jesús, en el lenguaje de las parábolas, nos revela su experiencia de Dios, su relación, su intimidad; a la vez que nos introduce en verdaderos ejercicios de discernimiento espiritual, que tratan de captar el acontecer silencioso del Reino, en medio de las circunstancias de la vida, e invitan a realizar una elección correcta de la voluntad de Dios.

Con la parábola del sembrador, desde una imagen muy conocida para la gente que lo rodea, revela algo de cada uno, en relación con la Palabra que es Él.

Así como el “sembrador” esparce la semilla en la tierra sin escatimar, así también, Jesús anuncia la Palabra confiada por el Padre  a todos, sin distinciones y sin reservas. No busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Él ha venido para que todos «tengan vida y la tengan en abundancia». Por eso, no escatima en desparramar puñados generosos de semillas, ya sea «a lo largo del camino», como «entre piedras», o «entre espinos.

La imagen del sembrador aparentemente inexperto, proclama la bondad de Dios, quien no tiene límites para ofrecer sus bendiciones.

La pequeña porción de semilla que cayó posiblemente en un rincón del terreno, en un trozo de tierra abonada, creció y dio mucho fruto. De modo semejante ocurre con la Palabra anunciada por Jesús, tendrá una fecundidad extraordinaria en quien reconoce en el Evangelio de Jesús, la voluntad del Padre y está dispuesto a acogerla y ponerla en práctica.

Dios se ha hecho Palabra, para que pudiéramos entrar en relación con Él, y sigue dirigiéndonos su Palabra a cada uno de nosotros, de manera personal.  Esto implica para cada uno, el hacerse a sí mismo “buena tierra”, desde la confianza en la fuerza de la palabra de Jesús, para que esta semilla pueda crecer y dé frutos de vida renovada en la justicia y la misericordia.

Aun cuando nos parezca que habla a la muchedumbre, Dios nos tiene presente a cada uno, con nuestra realidad personal; y tiene un proyecto salvífico para cada hombre.

Frente al desánimo que sentimos muchas veces cuando todo el esfuerzo que se realiza parece inútil, que se gastan demasiadas fuerzas y que son pocos los resultados, el relato de la parábola presenta una conclusión sorprendente: el terreno fértil, el que acoge generosamente la semilla, produce una cosecha que supera cualquier expectativa razonable. 

PARA DISCERNIR

¿Qué rasgos de Jeremías  me interpelan en mi seguimiento hoy?

¿Desde dónde hago mis opciones, mis elecciones en la vida? ¿Es la Palabra mi criterio de discernimiento?

¿A qué me invita hoy la generosidad del sembrador?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Tu Palabra alegra mi corazón.

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…”La alegría del Evangelio es propia de quien, tras haber encontrado la plenitud de la vida, queda suelto, libre, desenvuelto, sin temor, no cohibido. Ahora bien, ¿creéis acaso que quien ha encontrado la perla preciosa empezará a despreciar todas las otras perlas? En absoluto. Quien ha encontrado la perla preciosa se vuelve capaz de colocar las otras en una escala de valores justa, para relativizarlas, para juzgarlas en relación con la perla más bella. Y lo hace con extrema sencillez, porque, teniendo como piedra de toque la preciosa, es capaz de comprender mejor el valor de las otras.

A quien tiene la alegría del Evangelio, a quien tiene la perla preciosa, el tesoro, se le dará el discernimiento de los otros valores, de los valores de las otras religiones, de los valores humanos que hay fuera del cristianismo; se le dará la capacidad de dialogar sin timidez, sin tristeza, sin reticencias; más aún: con alegría, precisamente porque conocerá el valor de todo lo demás. Quien busca la alegría en seguridades humanas, en ideologías, en sutilezas, no puede encontrar esta alegría. La alegría del Evangelio es Jesús crucificado, que llena nuestra vida perdonando nuestros pecados, dándonos el signo de su amor infinito, llenándonos día y noche con su alegría profunda. Cuando carecemos de soltura, cuando estamos espantados, cuando somos perezosos, temerosos, cuando estamos preocupados por el futuro de la Iglesia y de nuestra comunidad, eso significa que no tenemos la alegría del Evangelio, sino sólo algunas sombras, algún eco lejano, intelectual, abstracto, del mismo. Acoger el Evangelio es acoger su fuerza y apostar por ella, confiarnos a Cristo crucificado, que quiere llenarnos de su alegría”…

Carlo Maria Martini, La Alegría del Evangelio.

PARA REZAR

Señor, enséñanos a orar, a abrir las manos ante ti.

Orar con limpio corazón, que sólo cante para Ti,

con la mirada puesta en Ti, dejando que hable, Señor.

Orar buscando la verdad, cerrar los ojos para ver.

Dejarnos seducir, Señor, andar por tus huellas de paz.

Orar hablándote a Ti, de tu silencio y de tu voz,

de tu presencia que es calor. Dejarnos descubrir por Ti.

Orar también en sequedad, las manos en tu hombro, Señor.

Mirarte con sinceridad: Aquí nos tienes, Señor.

C.N.

JUEVES XVI

A quien tiene, se le dará más todavía

Lectura del libro del profeta Jeremías      2, 1-3. 7-8. 12-13

La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:

«Ve a gritar a los oídos de Jerusalén: Así habla el Señor: Recuerdo muy bien la fidelidad de tu juventud, el amor de tus desposorios, cuando me seguías por el desierto, por una tierra sin cultivar. Israel era algo sagrado para el Señor, las primicias de su cosecha: todos los que comían de él se hacían culpables, les sobrevenía una desgracia -oráculo del Señor-

Yo los hice entrar en un país de vergeles, para que comieran de sus frutos y sus bienes; pero ustedes entraron y contaminaron mi país e hicieron de mi herencia una abominación. Los sacerdotes no preguntaron: «¿Dónde está el Señor?», los depositarios de la Ley no me conocieron, los pastores se rebelaron contra mí, los profetas profetizaron en nombre de Baal y fueron detrás de los que no sirven de nada.

¡Espántense de esto, cielos, horrorícense y queden paralizados! -oráculo del Señor- . Porque mi pueblo ha cometido dos maldades: me abandonaron a mí, la fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua.»

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 35, 6-7b. 8-9. 10-11 (R.: 10a)

R.        En ti, Señor, está la fuente de la vida.

Tu misericordia, Señor, llega hasta el cielo,

tu fidelidad hasta las nubes.

Tu justicia es como las altas montañas,

tus juicios, como un océano inmenso.  R.

¡Qué inapreciable es tu misericordia, Señor!

Por eso los hombres se refugian

a la sombra de tus alas.

Se sacian con la abundancia de tu casa,

les das de beber del torrente de tus delicias.  R.

En ti está la fuente de la vida,

y por tu luz vemos la luz.

Extiende tu gracia sobre los que te reconocen,

y tu justicia sobre los rectos del corazón.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   13, 10-17

En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: « ¿Por qué les hablas por medio de parábolas?»

El les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:

Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.

Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Empiezan en este capítulo los primeros oráculos de Jeremías entre los años 627 y 622 a. C., cuando tuvo lugar la reforma deuteronómica de Josías.

Como habíamos leído en Miqueas, ahora en Jeremías aparece una querella judicial de Yahvé contra su pueblo.

Le fue dirigida la palabra del Señor a Jeremías para que vaya y grite a los oídos de Jerusalén que recuerde su cariño juvenil, el amor de su noviazgo; aquel seguimiento por el desierto. Era el tiempo del primer amor, el fervor de los comienzos de Israel.

Tan enorme es lo que va a decir, que Jeremías esta vez, pone como testigos a los cielos, para que oigan su queja.

Yahvé había liberado al pueblo, lo había conducido con cariño inmenso a la tierra prometida. Al principio, Israel en el desierto, respondió amando a Dios con amor de novia y siguiéndolo. Pero al entrar en Canaán, el pueblo, profanó la Alianza; prefirió vivir a su antojo, abandonando al Dios liberador y promotor de la fraternidad humana, para seguir a dioses vanos,  que nada valen, cuyas exigencias son alienantes y apartan de la tarea humana.

Jeremías se atreve a atacar, a todas las categorías de responsables del pueblo. Los primeros acusados fueron los sacerdotes, los doctores de la ley, los pastores y los profetas, que tenían la misión de detectar las exigencias concretas de Yahvé en cada tiempo; pero no han exhortado al pueblo a obrar de acuerdo con el espíritu de la alianza. Cayeron en el peor desatino abandonando al Señor, “fuente de agua viva, y cavando aljibes agrietados, que no retienen el agua”.

El agradecimiento por las obras de Dios, los debía comprometer a obrar de acuerdo a la alianza, trabajando por su propia liberación y la de todos.

***

Los discípulos preguntan a Jesús porque a la gente le habla en parábolas y a ellos no. Jesús responde diciendo que ellos, son de los que han comprendido y asimilado la Palabra, y que los otros aun habiéndola escuchado, no se han dejado transformar por su novedad.

Esta aptitud para comprender la palabra no se trata de un privilegio ‘dado’ a algunos, y ‘negado’ a otros. El comprender o no, es fruto de una apertura de corazón a su palabra, de un camino de conversión, de acercamiento a Jesús, y requiere esfuerzo. No es un simple oír la Palabra y dejar que ésta pase exteriormente sin que toque y cuestione la vida.

Para quien ha hecho un camino serio de apertura y confrontación con la Palabra de Dios, todo lo que sucede es ocasión de crecimiento, por eso está en condiciones de recibir más. Pero para quien no ha recorrido este camino, lo poco que podría tener lo pierde.

La causa de tal cerrazón es el corazón endurecido que no deja penetrar la ‘buena nueva’ de Cristo.

Jesús termina dirigiendo una “alabanza” a quienes estaban junto a Él y declara dichosos sus ojos, porque lo ven, y sus oídos, porque lo oyen.

Con Él llega la plenitud de los tiempos, y esta alabanza también nos alcanza. Si bien no hemos visto a Jesús con nuestros ojos, sí lo hemos conocido y lo conocemos por la fe. No hemos escuchado su voz con nuestros oídos, pero sí hemos escuchado y escuchamos sus palabras. El conocimiento que la fe nos da, aunque no es sensible, es un auténtico conocimiento, nos pone en contacto con la verdad y, por eso, también nos hace felices

Que nuestro trato con Jesús sea tan cercano como el que tenían aquellos discípulos que estaban junto a Él, que lo vieron y oyeron. Estamos realmente en su tiempo, el tiempo de su gracia y salvación, un tiempo que no acaba. La oración y la Eucaristía nos aseguran esta cercanía y nos hacen realmente dichosos al mirarlo con ojos y oídos de fe.

PARA DISCERNIR

¿Qué realidades personales hemos dejado transformar por nuestra escucha de la Palabra de Dios?

¿Me animo a vivir cada día como tiempo de gracia y salvación?

¿Qué cerrazones y endurecimientos me impiden recibir “más”?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Que comprenda, tu Palabra.

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«Muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros»

…”Al emperador Adriano, Augusto César, y a Verísimo, su hijo filósofo, y a Lucio, filósofo, y al Senado y a todo el pueblo romano: yo, Justino de Neápolis [Naplouse] en Siria de Palestina, uno de los muchos hombres de toda raza que son injustamente odiados y perseguidos, dirijo este discurso a favor de todos ellos…

Se nos pone la objeción de que aquel a quien llamamos Cristo no es sino un hombre, que los prodigios que le atribuimos son debidos a arte de magia y que logró hacerse pasar por Hijo de Dios. Nuestra demostración no se apoyará sobre lo que se dice sino sobre unas profecías hechas antes del acontecimiento, a las cuales, necesariamente, hemos de creer porque hemos visto y todavía vemos que se realiza lo que estaba predicho…

Entre los judíos hubo profetas de Dios a través de los cuales el Espíritu profético anunció por adelantado los acontecimientos futuros. Estas profecías fueron cuidadosamente conservadas por los sucesivos reyes de Judea, tal cual  habían sido pronunciadas, en unos libros escritos en hebreo por la mano misma de los profetas….

Ahora bien, leemos en los libros de los profetas que Jesús, nuestro Cristo, ha de venir, que nacerá de una virgen, que llegará a la edad adulta, que curará toda clase de enfermedades y dolencias, que resucitará a los muertos, que será menospreciado y perseguido, será crucificado y morirá, que resucitará y subirá al cielo, que es y será reconocido Hijo de Dios, que enviará a algunos a anunciar estas cosas al mundo entero y que serán sobre todo los paganos los que creerán en él. Estas profecías fueron pronunciadas hace cinco mil, tres mil, dos mil, mil, ochocientos años antes de su venida porque los profetas se fueron sucediendo uno tras otro de generación en generación”…

San Justino (hacia 100-160), filósofo, mártir
Primera apología, 1.30-31

PARA REZAR

A pesar de todo

A pesar de todo…
Creo en la fuerza silenciosa y la oración
que viene de lo alto.

Creo en la serenidad, nobleza y comprensión.

Creo en la bondad espontánea,
en el gesto comunitario de quien sirve.

Creo en la luz radiante
reflejada en las manos que oran.

Creo en el sufrimiento
que habla de renuncia y donación.
Creo en la mirada comprensiva
de los que expresan paz interior
por su oración.

Creo en la flor de la gratitud
que florece en el fondo del alma.

Creo en el silencio y la oración
que todavía construyen islas de bienestar
en el barullo y la competencia.

A pesar de todo…y sobre todo,
creo en el Amor alimentado de oración,

silencio y reflexión
que puede trasformar la tierra colocándola
más cerca del cielo.
Dios es silencio,
palabra hecha oración.

VIERNES XVI

22 DE JULIO – SANTA MARÍA MAGDALENA (F)

¡He visto al Señor!

Lectura del Cantar de los Cantares          3, 1-4a

Así habla la esposa:

En mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré! Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!

Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: «¿Han visto al amado de mi alma?» Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma.

Palabra de Dios.

O bien:

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto 5, 14-17

Hermanos:

El amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto. Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no lo conocemos más así.

El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 (R.: 2b)

R.        Mi alma tiene sed de ti, Señor, Dios mío.

Señor, tú eres mi Dios,

yo te busco ardientemente;

mi alma tiene sed de ti,

por ti suspira mi carne

como tierra sedienta, reseca y sin agua.  R.

Sí, yo te contemplé en el Santuario

para ver tu poder y tu gloria.

Porque tu amor vale más que la vida,

mis labios te alabarán.  R.

Así te bendeciré mientras viva

y alzaré mis manos en tu Nombre.

Mi alma quedará saciada

como con un manjar delicioso,

y mi boca te alabará

con júbilo en los labios.  R.

Veo que has sido mi ayuda

y soy feliz a la sombra de tus alas.

Mi alma está unida a ti,

tu mano me sostiene,  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Juan     20, 1-3. 11-18

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?»

María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»

Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.

Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?»

Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.»

Jesús le dijo: «¡María!»

Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!»

Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes».»

María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

María de Magdala fue la primera testigo de la resurrección del Señor. Va al sepulcro muy temprano, siente dolor y tristeza y por eso llora. Corrió hacia el sepulcro para terminar los ritos de la sepultura; pero sobre todo quería reencontrarse con lo que estaba aparentemente perdido. Buscaba, aferrada al recuerdo que la mantiene, sentir la presencia de Aquel a quien había amado. La piedra había dicho la última Palabra sellando la puerta del sepulcro, y ahora la encuentra corrida. Se estremece al oír aquella voz familiar y tan querida, y  su corazón, responde con palabras que la razón se niega todavía a pronunciar.

El Espíritu revela el único lugar donde Dios habita para siempre, y donde Dios ha elegido tener su morada: el corazón que ama. Ahí se busca a Dios y ahí se le encuentra.

María Magdalena nos enseña que el amor es el único camino de la fe. La inolvidable aparición de esa mañana nueva, no atiende más que a esta llamada, y la fe está toda ella en esta respuesta.

María se siente transformada por la presencia del Resucitado. Del dolor y del llanto pasa a la alegría. La resurrección debe ser una experiencia que nos transforme, nos haga sentir personas, nos convoque y nos envié a llevar esta buena noticia de vida a todas partes.

Confesar que Él es Señor y Dios, es entrar en comunión con Él, y dejar que la Vida, asuma nuestras muertes, nuestras pequeñas muertes de cada día y la muerte última y definitiva. Muertes que por Él, llevan en sí la semilla de una vida sin fin.

PARA DISCERNIR

¿Cómo es mi experiencia de encuentro con el Resucitado?

¿Experimento que me llama por mi nombre a una vida nueva?

¿Siento el impulso  de anunciar su presencia en medio nuestro?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Encontré al amor de mi alma

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Ardía en deseos de Cristo, a quien pensaba que se lo habían llevado

…María Magdalena, cuando llegó al sepulcro y no encontró allí el cuerpo del Señor, creyó que alguien se lo había llevado, y así lo comunicó a los discípulos. Ellos fueron también al sepulcro, miraron dentro y creyeron que era tal como aquella mujer les había dicho. Y dice el evangelio acerca de ellos: Los discípulos se volvieron a su casa. Y añade a continuación: Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando.

Lo que hay que considerar en estos hechos es la intensidad del amor que ardía en el corazón de aquella mujer, que no se apartaba del sepulcro, aunque los discípulos se habían marchado de allí. Buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y, encendida en el fuego de su amor, ardía en deseos de aquel a quien pensaba que se lo habían llevado. Por esto, ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en ellas, tal como afirma la voz de aquel que es la Verdad en persona: El que persevere hasta el final se salvará.

Primero lo buscó, sin encontrarlo; perseveró luego en la búsqueda, y así fue como lo encontró; con la dilación, iba aumentando su deseo, y este deseo aumentado le valió hallar lo que buscaba. Los santos deseos, en efecto, aumentan con la dilación. Si la dilación los enfría, es porque no son o no eran verdaderos deseos. Todo aquel que ha sido capaz de llegar a la verdad es porque ha sentido la fuerza de este amor. Por esto dice David: Mi alma tiene sed de Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Idénticos sentimientos expresa la Iglesia cuando dice, en el Cantar de los cantares: Estoy enferma de amor; y también: Mi alma se derrite.

Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas? Se le pregunta la causa de su dolor con la finalidad de aumentar su deseo, ya que, al recordarle a quién busca, se enciende con más fuerza el fuego de su amor.

Jesús le dice: « ¡María!» Después de haberla llamado con el nombre genérico de «mujer», sin haber sido reconocido, la llama ahora por su nombre propio. Es como si le dijera:

«Reconoce a aquel que te reconoce a ti. Yo te conozco, no de un modo genérico, como a los demás, sino en especial».

María, al sentirse llamada por su nombre, reconoce al que lo ha pronunciado, y, al momento, lo llama: «Rabboni», es decir: «Maestro», ya que el mismo a quien ella buscaba exteriormente era el que interiormente la instruía para que lo buscase.

San Gregorio Magno, Homilía 25 sobre los evangelios (1-2.4-5: PL 76, 1189-1193)

PARA REZAR

Liturgia de las horas

Estaba al alba María,

llamándole con sus lágrimas.

Vino la gloria del Padre

y amaneció el primer día.

Envuelto en la blanca túnica

de su propia luz divina,

la sábana de la muerte

dejada en tumba vacía,

Jesús, alzado, reinaba;

pero ella no lo veía. 

Estaba al alba María,

la fiel esposa que aguarda.

Mueva el Espíritu al aura

en el jardín de la vida.

Las flores huelan la Pascua

de la carne sin mancilla,

y quede quieta la esposa

sin preguntas ni fatiga.

¡Ya está delante el esposo,

venido de la colina! 

Estaba al alba María,

porque era la enamorada.

Amén.

SÁBADO XVI

Dejen que crezcan juntos hasta la siega

Lectura del libro del profeta Jeremías      7, 1-11

Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor, en estos términos: «Párate a la puerta de la Casa del Señor, y proclama allí esta palabra. Tú dirás: Escuchen la palabra del Señor, todos ustedes, hombres de Judá que entran por estas puertas para postrarse delante del Señor.

Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Enmienden su conducta y sus acciones, y yo haré que ustedes habiten en este lugar. No se fíen de estas palabras ilusorias: «¡Aquí está el Templo del Señor, el Templo del Señor, el Templo del Señor!»

Pero si ustedes enmiendan realmente su conducta y sus acciones, si de veras se hacen justicia unos a otros, si no oprimen al extranjero, al huérfano y a la viuda, si no derraman en este lugar sangre inocente, si no van detrás de otros dioses para desgracia de ustedes mismos, entonces yo haré que ustedes habiten en este lugar, en el país que he dado a sus padres desde siempre y para siempre.

¡Pero ustedes se fían de palabras ilusorias, que no sirven para nada! ¡Robar, matar, cometer adulterio, jurar en falso, quemar incienso a Baal, ir detrás de otros dioses que ustedes no conocían! Y después vienen a presentarse delante de mí en esta Casa que es llamada con mi Nombre, y dicen: «¡Estamos salvados!», a fin de seguir cometiendo todas estas abominaciones.

¿Piensan acaso que es una cueva de ladrones esta Casa que es llamada con mi Nombre? Pero yo también veo claro -oráculo del Señor-.»

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 83, 3. 4. 5-6a y 8a. 11 (R.: 2)

R.        ¡Qué amable es tu Morada, Señor del universo!

Mi alma se consume de deseos

por los atrios del Señor;

mi corazón y mi carne claman ansiosos

por el Dios viviente.  R.

Hasta el gorrión encontró una casa,

y la golondrina tiene un nido

donde poner sus pichones,

junto a tus altares, Señor del universo,

mi Rey es mi Dios.  R.

¡Felices los que habitan en tu Casa

y te alaban sin cesar!

¡Felices los que encuentran su fuerza en ti!

Ellos avanzan con vigor siempre creciente.  R.

Vale más un día en tus atrios

que mil en otra parte;

yo prefiero el umbral de la Casa de mi Dios

antes que vivir entre malvados.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   13, 24-30

Jesús propuso a la gente otra parábola:

«El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: «Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?»

El les respondió: «Esto lo ha hecho algún enemigo

Los peones replicaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?»

«No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero.»»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Hacia el año 608 a. C., a principios del reinado de Joaquín y teniendo en cuenta que la reforma de Josías no había calado demasiado hondo, Jeremías pronunció un discurso en la puerta del templo, que tuvo graves consecuencias.

Se enfrenta abiertamente al culto formalista del templo de Jerusalén y será detenido y acusado por haber blasfemado. Jeremías, duda de la calidad de la presencia de Dios en el templo, mientras el pueblo se entrega al pecado y ejerce un culto formalista. De la idea de Isaías, de que Jerusalén no podía ser destruida, porque era el lugar de la presencia divina, se deducía la seguridad de que esa protección existiría de modo incondicional.

Jeremías reacciona contra una falsa seguridad que el Templo, suscitaba en el pueblo, eximiéndolo de toda búsqueda y de todo conocimiento verdadero de Yahvé. De nada les servirá tener entre ellos la casa de Yahvé, si el pueblo continúa hurtando, matando, cometiendo adulterio, jurando en falso, quemando incienso a Baal,  y yendo detrás de dioses extranjeros. No se opone al templo, pero critica el uso que se hace de él, ni tampoco la función sacerdotal, sino el modo en que se realiza.

La clave de la seguridad no consiste en afirmar que Yahvé está en medio de ellos, protegiéndolos desde su templo, sino en obrar de acuerdo con esta presencia de Yahvé; haciendo valer la justicia entre los hombres, no oprimiendo ni al peregrino, ni al huérfano y a la viuda, no derramando sangre inocente, no actuando de manera idolátrica.

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Jesús compara el Reino de Dios y por consiguiente, la Iglesia y  toda la humanidad con este campo en el que conviven el trigo y la cizaña.

En la vida de la comunidad se mezclan, continuamente, el bien y el mal, la gracia y el pecado. La justicia crece en medio de la corrupción y la opresión. La paz va floreciendo aún en medio de la violencia. El amor vive en medio del egoísmo. El Reino de Dios va surgiendo en un ambiente hostil. Creemos que al final, será el Reino quien derrote a las fuerzas de las tinieblas y la maldad. Si las cosas no fueran así, no tendría sentido nuestro trabajo por la causa de Jesús. Por eso, para el creyente, no hay lugar  para el desánimo y la derrota, si tiene su mirada puesta en el Padre, que resucitó a Jesús y nos envía permanentemente la luz de su Espíritu, para confirmarnos en la fe y fortalecernos en el compromiso.

Frente a la presencia del mal, el instinto de los criados, los lleva a querer eliminar de inmediato el elemento nocivo y  acabar con esta situación.

Jesús nos presenta, en la lógica del dueño del campo, el corazón del Padre que espera hasta el último momento,  la posibilidad del cambio.

Es difícil aceptar que en una realidad ambigua y mediocre,  crezca el Reino de Dios, y a veces nos desanimamos porque es tan fuerte el poder de la maldad, la corrupción y la violencia en el mundo, que sentimos la tentación de desistir de la misión. Lo importante es tratar de descubrir las señales del Reino, para potenciarlo; y no favorecer nada que ayude a contentarnos en la mediocridad. No obstante, el hecho de vivir sumergidos en una mezcla de bien y mal, no debe impedir el avance de nuestra vida espiritual; lo contrario sería convertir nuestro trigo en cizaña.

Es imposible crecer de otro modo, ni podemos buscar el Reino en ningún otro lugar que en este mundo y en esta sociedad en la que estamos. Nuestra tarea será hacer que crezcan en ella, los signos del Reino de Dios.

El Evangelio nos llama a no dar crédito a los que se creen salvados. Siempre estará la tentación de pensar que unos ya han alcanzado la meta, y que otros están lejos. Jesús constata que todos estamos en camino, absolutamente todos.

Estemos atentos para no dejar que el maligno se filtre en nuestras vidas, cosa que ocurre cuando nos instalamos, nos creemos seguros y más que los otros.

PARA DISCERNIR

¿Cuál es mi actitud ante  la presencia del mal en el mundo?

¿Cuál es mi actitud ante la presencia del pecado en mi vida?

¿Descubro el bien presente en medio de las dificultades y adversidades?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Dame paciencia en las dificultades

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…”En Cristo, Cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (Col 1,18), todos los cristianos forman «la raza elegida, el sacerdocio real, la nación consagrada, el pueblo adquirido por Dios para anunciar sus hazañas» (1P 2,9). La eucaristía, como misterio para vivir, se ofrece a cada uno de nosotros en la situación en que se encuentra, haciendo de esta situación existencial el lugar en el que se debe vivir cotidianamente la novedad cristiana. Si el sacrificio eucarístico alimenta y hace crecer en nosotros lo que se nos dio ya en el bautismo, por el cual somos llamados a la santidad, eso debe, pues, aparecer y manifestarse precisamente en las situaciones o en los estados de vida en las que se encuentra cada cristiano. Así día tras día, viviendo la vida como una llamada, nos convertimos en un culto agradable a Dios. Si partimos de la convocatoria  a la que somos llamados por la liturgia, es el mismo sacramento de la eucaristía el que nos compromete en la realidad cotidiana para que todo sea hecho para la gloria de Dios.

Y puesto que el mundo es «el campo» en el que Dios pone a sus hijos como buen grano, los cristianos laicos, en virtud de su bautismo y de su confirmación, y fortificados por la eucaristía, son llamados a vivir la radical novedad traída por Cristo, precisamente, en medio de las condiciones comunes de la existencia. Deben alimentar el deseo que la eucaristía marque cada vez más profundamente su vida cotidiana, conduciéndolos a ser testigos identificables en su medio de trabajo y en la sociedad toda entera.

Quiero dar un ánimo particular a las familias a fin de que saquen inspiración y fuerza de este sacramento. El amor entre el hombre y la mujer, la acogida de la vida, la tarea educadora, se revelan como lugares privilegiados en los que la eucaristía puede manifestar su capacidad de transformar y dar plenitud de sentido a la existencia. Los pastores no dejarán nunca de sostener, educar y dar ánimo a los fieles laicos a que vivan plenamente su vocación a la santidad en el mundo al que tanto ha amado Dios que le ha dado su Hijo para que en él tenga la salvación (Jn 3,16)”…

Papa Benedicto XVI – Sacramentum caritatis, 79

PARA REZAR

Señor, todo lo espero de ti, confío total y exclusivamente en ti:

confío en la inmensidad de tu bondad, poder y sabiduría.

Nada me hará temer: frente a los enemigos más poderosos,

frente a los más grandes males, frente a los infortunios más graves,

estaré seguro de ti, confiaré totalmente en ti.

Cuanto mayor sea el apremio, cuanto mayor sea el peligro,

tanto más esperaré todo de ti; y si no viera tu mano providente,

más y más confiaré en ti, me aferraré a la seguridad

de que tu amor por mí es incalculable, ilimitado…
 
Inflámame en tu amor para que me confunda contigo,

que eres el Amor mismo: purifica mi miseria

y quema todas mis impurezas con ese Amor ardiente,

para que ya no tenga apegos por las criaturas

y te ame exclusivamente a ti, el Creador.

Así te amaré como tú mereces ser amado y viviré buscando

únicamente tu Reino de Amor, de paz y de alegría,

despreocupado de todo lo demás…

Señor, creo en ti, pero aumenta mi Fe.
Señor, lo espero todo de ti, pero aumenta mi Esperanza.
Señor, te amo, pero aumenta mi Caridad.