Nuestra Palabra Dominical

6 de marzo de 2011 - TO - DOMINGO IX - Ciclo A

No son los que me dicen: "Señor, Señor"

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Deuteronomio 11, 18. 26-28. 32

Moisés habló al pueblo y le dijo:
Graben estas palabras en lo más íntimo de su corazón. Atenlas a sus manos como un signo, y que sean como una marca sobre su frente.
Yo pongo hoy delante de ustedes una bendición y una maldición.
Bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, que hoy les impongo.
Maldición, si desobedecen esos mandamientos y se apartan del camino que yo les señalo, para ir detrás de dioses extraños, que ustedes no han conocido.
Cumplan fielmente todos los preceptos y leyes que hoy les impongo.
Palabra de Dios.

SALMO Sal 30, 2-3a. 3b-4. 17 y 25 (R.: 3b)
R. Señor, se para mí una roca protectora.

Yo me refugio en ti, Señor,
¡que nunca me vea defraudado!
Líbrame, por tu justicia;
inclina tu oído hacia mí
y ven pronto a socorrerme. R.

Sé para mí una roca protectora,
un baluarte donde me encuentre a salvo,
porque tú eres mi Roca y mi baluarte:
por tu Nombre, guíame y condúceme. R.

Que brille tu rostro sobre tu servidor,
sálvame por tu misericordia.
Sean fuertes y valerosos,
todos los que esperan en el Señor. R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 3, 21-25a. 28

Hermanos:
Pero ahora, sin la Ley, se ha manifestado la justicia de Dios atestiguada por la Ley y los Profetas: la justicia de Dios, por la fe en Jesucristo, para todos los que creen.
Porque no hay ninguna distinción: todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la redención cumplida en Cristo Jesús. El fue puesto por Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, gracias a la fe.
Porque nosotros estimamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la Ley.
Palabra de Dios.

EVANGELIO
XLectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 21-27

Jesús dijo a sus discípulos:
«No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no
profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?"
Entonces yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal."
Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.
Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede
compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande.»
Palabra del Señor.

Para reflexionar

• Hubo un tiempo en que los tratos se sellaban con un apretón de manos y bastaba la palabra. La palabra no era sólo un fonema, era una garantía. Toda la persona sostenía, avalaba y llenaba la palabra. Para reafirmar la verdad con la que alguien vivía se acostumbraba a decir: "es hombre de palabra".
• Hoy, como casi todo, las palabras se han comercializado y se han deshumanizado. El hombre ya no sostiene la palabra sino que se esconde o se justifica detrás de ella. Cuando la palabra ya ha producido el efecto buscado ya puede desaparecer el dicente.
• Así se explica la soltura con la que se multiplican los discursos pronunciados por cualquier motivo sin una consecuencia verdadera. Es triste comprobar como la palabra se ha prostituido y se ha convertido en un instrumento más de manipulación. Hablar, escribir, anunciar, prometer son parte de una táctica.
• Los hechos son la corroboración más evidente de la vaciedad de la palabra de hoy. Se habla de paz, pero se justifica la guerra para alcanzarla. Se habla de justicia, pero se quiere llegar a ella a costa de injusticias y deshonestidades. Se elogia la igualdad, pero conmigo y depende del lado que se esté. Se habla de corresponsabilidad, pero se exige la sumisión ciega so pena de exclusión. Se habla de dignidad en el trabajo, pero se explota sin descaro. Se habla de participación de las bases, pero estas nunca llegan a ser escuchadas.
X X X
• En la primera lectura nos encontramos con que la Ley sella la Alianza y garantiza su estabilidad y solidez, a la vez que recuerda constantemente el deber de fidelidad. Obedeciendo a la ley, el Pueblo de Dios se va construyendo progresivamente. Se hace responsable de lo que es y de lo que llegará a ser.
X X X
• Esta promesa se cumplirá en la obediencia de Cristo hasta la muerte y muerte de cruz, en la cual el hombre Jesús ha respondido plenamente a la invitación del amor de Dios. En Cristo y por Cristo nos ha sido dada la posibilidad de un amor semejante para responder a la palabra de Dios, y así la Ley ha adquirido su perfección en el Evangelio. Por eso dice San Pablo que es la fe en Cristo la que salva, porque sólo en Él y por Él es posible cumplir las exigencias del amor de Dios al que hemos sido llamados.
• Pero la salvación por la fe es independiente de las obras de la ley, la salvación se manifiesta como una gracia para el creyente y no como un premio a sus obras, a su esfuerzo. Así todo, el amor que Dios derrama en nuestros corazones tiene también sus exigencias.
• El tema de los dos caminos tan antiguo en la sagrada escritura se retoma en el nuevo testamento, más espiritualizado pero no menos exigente. El evangelio de este domingo es la conclusión del discurso de la montaña, con una parábola en dos imágenes ilustra y confirma Jesús su enseñanza. El primer caso, el que oye y practica es el "hombre prudente" que edificó su fe sobre su vida. Cuando llegan las horas de prueba y se hace necesario comprometerse a fondo; cuando se llega al momento de la opción sin poder prever las consecuencias, es cuando se descubre la fe verdadera.
• Lo que da unidad a la vida y a la fe está formulado con la palabra “hacer”, “poner en práctica”. Sólo el que lo escucha y practica lo escuchado, ha creído de verdad, alcanza la salvación y se anticipa la "gloria de Dios" que se ha de manifestar plenamente cuando el Señor vuelva a juzgar sobre el amor.
• La verificación de la verdad de una vida de fe no viene desde el plano de las palabras o de las buenas, pero estériles intenciones que nunca llegan a concretarse. La sola palabra no es suficiente y puede ser tramposa: embelesa y esconde, fascina e ilusiona. La medida de veracidad está en el hacer. La acción es más fácilmente controlable, se revela inevitablemente con las cosas y en los acontecimientos, pone al descubierto, revela a la persona que la dice. Las acciones pueden fallar, pero difícilmente pueden esconder la propia falla.
• Jesús quiere dejar en claro frente a tanta charlatanería hipócrita de los hombres religiosos de ese momento -y de este- que no basta con escuchar y recordar sus palabras, si después esas mismas palabras no determinan la conciencia ni marcan el camino de la vida. No basta confesar con los labios que Jesús es el Señor, si no vivimos fielmente lo que nos dice. Para ser hombres de fe, necesitamos ser hombres de palabra.
• Realizar el proyecto del reino es edificar la vida, pacientemente, en la experiencia viva y concreta de la fe escuchada y rumiada. La fe sin obras es fe muerta que conduce a la muerte, como dirá la carta de Santiago.
• Vivir la propuesta del Señor es construir la Alianza, es caminar por sus caminos. Se trata por tanto de una actitud positiva y no solamente de una obligación pasiva. El cristiano de hoy se realiza, y construye con el Señor la salvación en medio de su Pueblo, siguiendo la voluntad del Padre.
• No hay seguimiento auténtico del Señor sin una elección concreta y no se elige concretamente sin un trabajo activo.
• Que la sentencia del Señor aparezca a continuación de las Bienaventuranzas no es un capricho del autor. Sólo cuando la fe se asienta en la escucha sincera de la palabra, y en su ardua pero fiel realización ajena a todo triunfalismo humano, podemos tener la garantía de que el edificio está sólidamente edificado.
• Esto hay que tenerlo en cuenta especialmente hoy cuando todo es medido con el criterio de la eficiencia, del crecimiento, del desarrollo, del avance en la carrera. En esto hay un hacer que no es evangélico. El “hacer” del evangelio nunca tiene que ver con el concepto de eficiencia, es un hacer, que desde el punto de vista humano, está paradójicamente coronado con el fracaso y la derrota. Cristo no concluye con el éxito sino con el más humillante fracaso, la condena, el abandono de los discípulos, la muerte más infamante en la cruz. Pero es en este fracaso que aflora su raíz, el misterio de la salvación y el triunfo de la Pascua.
• Tampoco es un “hacer” para tener fe o para alcanzar la gracia de Dios, que sería buscar la recompensa merecida. Pero sí las obras que vienen de la fe, las obras que hacemos con el impulso del espíritu de Cristo y dejándonos llevar de ese espíritu. De ese modo las obras serán la manifestación y la realización de la fe. La fe sin obras es fe muerta y las obras sin fe son estériles.
• Nuestra fe no puede ser reducida al “decir”, a una oración sacada de la vida, y a su vez nuestro “hacer” debe brotar de las entrañas del evangelio y debe dejarse transformar constantemente por él. Somos cristianos en la medida en que ponemos en acto lo que creemos, cuando nuestro estilo de vida es un verdadero reflejo de lo que creemos. Y este es un ejercicio de todos los días, porque en la medida en que ponemos en acto aprendemos a actuar, la repetición crea el estilo y lo hace sólido; como la roca que resiste hasta las más fuertes embestidas.
• La ilusión de pensar que basta con hablar de Dios y cumplir una serie de ritos religiosos para estar en el camino del reino de Dios es una nefasta desviación contra la que nos pone en alerta Jesús. Siempre está latente la tentación vanidosa de creernos ya en el reino por estar bautizados, haber recibido la primera comunión o “cumplir” de cuando en cuando.
• La mera fe, la devoción, incluso la confianza en el Señor, no bastan. Las prácticas de piedad, las celebraciones litúrgicas, hasta la frecuencia de sacramentos podrían crearnos ilusiones engañosas sobre la rectitud de nuestra vida de fe si no se apoyan en el deseo y búsqueda de la voluntad del Padre que está en el cielo y nos habla en Jesús, su Palabra hecha carne. Apoyarnos en el cumpli-miento (cumplo y me miento) puede transformarse en un tranquilizante para la conciencia. Sin embargo, hay signos que no pueden engañarnos y que nos brindan una claridad decisiva. La religión es evasión si están ausentes las obras.
• El Señor que nos llama a ser discípulos, nos invita a el encuentro vivo con Él, con su palabra. La experiencia del encuentro crea misioneros; porque el misionero no es aquel que da una lección, sino aquel que muestra con su vida la experiencia del encuentro con Jesús y la propone como lo mejor que nos puede pasar.

Para discernir

• ¿Dónde radica la debilidad más grande en mi vida de fe?
• ¿Escucho la palabra para que oriente mi vida o simplemente escucho?
• ¿Pido la gracia de poder vivir lo que creo?

Repitamos y vivamos hoy la Palabra:

…Tu palabra es la roca en que me apoyo…

Para la lectura espiritual

…«Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo»
Un rey no reside en una casa vacía de todo; de ninguna manera habitará en ella. Sino que se necesita una buena ornamentación para la casa del rey, de modo que no falte nada en ella... Así ocurre también en el hombre que se convierte en una casa para que resida en ella Cristo, el Mesías: provee todo lo que conviene para el servicio del Mesías que reside en ella, todas las cosas que le placen.
En efecto, primero de todo: construye su edificio sobre piedra, es decir, sobre el mismo Mesías. Sobre esta piedra pone la fe, y sobre la fe se levanta todo el edificio. Para que la casa llegue a ser su residencia, se le pide el ayuno puro, establecido sobre la fe. Se le pide la oración pura, recibida en fe. Se necesita el amor, crecido sobre la fe. Precisa también las limosnas, dadas con fe. Se le pide la humildad, amada por la fe. Que escoja para sí mismo la virginidad, querida por fe. Que lleve consigo la santidad, plantada sobre la fe. Que también medite la sabiduría, encontrada en la fe. Que también pida para sí la condición de extranjero, provechosa para la fe. Precisará también de la simplicidad, mezclada con la fe. Que pida también la paciencia, llevada a término por la fe. Que se vuelva perspicaz por la dulzura, adquirida por la fe. Que ame la penitencia, que aparece con la fe. Que pida también la pureza, guardada por la fe... Estas son las obras necesarias para el rey Mesías que habita en los hombres que se edifican con tales obras. En efecto, la fe está compuesta de muchas cosas y se adorna de muchos colores, porque es semejante a un edificio construido con múltiples materiales y su edificio se levanta hasta lo alto...
Así es nuestra fe: su fundamento es la piedra verdadera, nuestro Señor Jesucristo, el Mesías... Este fundamento es la base de todo el edificio. Si alguno llega a la fe, está sólidamente edificado sobre esta roca, es decir, nuestro Señor Jesucristo, el Mesías. Y su edificio no se verá quebrantado por las olas, ni estropeado por el viento, ni la tempestad lo derrumbará, porque este edificio se levanta sobre la roca, el verdadero fundamento”…
San Afraates (hacia 345), monje y obispo en Nínive, Las Disertaciones, nº 1

Para rezar

Una comunidad que convence y llena
Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús.
Cuando habla de Jesús y no de sus reuniones.
Cuando anuncia a Jesús y no se anuncia a sí misma.
Cuando se gloría de Jesús y no de sus meritos.
Cuando se reúne en torno de Jesús y no en torno de sus problemas.
Cuando se extiende para Jesús y no para sí misma.
Cuando se apoya en Jesús y no en su propia fuerza.
Cuando vive de Jesús y no vive de sí misma.
Una comunidad dice mucho cuando es de Jesús.
Una comunidad dice poco cuando habla de sí misma.
Cuando comunica sus propios méritos.
Cuando anuncia sus reuniones.
Cuando da testimonio de sus compromisos.
Cuando se gloría de sus valores.
Cuando se extiende en provecho propio.
Cuando vive para sí misma.
Cuando se apoya en sus fuerzas.
Una comunidad dice poco cuando habla de sí misma.
Una comunidad no se tambalea por las fallas, sino por la falta de fe.
No se debilita por los pecados, sino por la ausencia de Jesús.
No se rompe por las tensiones, sino por olvido de Jesús.
No se queda pequeña por carencia de valores, sino porque Jesús dentro de ella es pequeño.
No se ahoga por falta de aire fresco, sino por asfixia de Jesús.
Una comunidad es fuerte cuando Jesús dentro de ella es fuerte.
Una comunidad pesa cuando Jesús dentro de ella tiene peso.
Una comunidad marcha unida cuando Jesús está en medio.
Una comunidad se extiende cuando extiende a Jesús.
Una comunidad vive cuando vive Jesús.
UNA COMUNIDAD CONVENCE Y LLENA CUANDO
ES LA COMUNIDAD DE JESÚS
P. Loidi


27 de febrero de 2010 - TO - DOMINGO VIII - Ciclo A

"Busquen primero el Reino de Dios y su justicia..."

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías 49, 14-15

Sión decía: «El Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí.»
¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!
Palabra de Dios.

SALMO Sal 61, 2-3. 6-7. 8-9b (R.: 2a)
R. Sólo en Dios descansa mi alma.

Sólo en Dios descansa mi alma,
de él me viene la salvación.
Sólo él es mi Roca salvadora;
él es mi baluarte: nunca vacilaré.

Sólo en Dios descansa mi alma,
de él me viene la esperanza.
Sólo él es mi Roca salvadora;
él es mi baluarte: nunca vacilaré.

Mi salvación y mi gloria
están en Dios:
él es mi Roca firme,
en Dios está mi refugio.
Confíen en Dios constantemente,
ustedes, que son su pueblo,
desahoguen en él su corazón.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 4, 1-5

Hermanos:
Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea fiel.
En cuanto a mí, poco me importa que me juzguen ustedes o un tribunal humano; ni siquiera yo mismo me juzgo. Es verdad que mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado: mi juez es el Señor. Por eso, no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el Señor: él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones. Entonces, cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda.
Palabra de Dios.

EVANGELIO
X Lectura del santo Evangelio según san Mateo 6, 24-34

«Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida?
¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe!
No se inquieten entonces, diciendo: "¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?" Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan.
Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.»
Palabra del Señor.

Para reflexionar

• Hoy hablamos particularmente de estar inmersos en una cultura consumista. Sin embrago al escuchar a Jesús nos damos cuenta que el agobio y la exagerada preocupación por cosas que no están a nuestro alcance; el stress que provoca querer vivir más allá de nuestras capacidades y posibilidades, las preocupaciones desproporcionadas son una mal de todos los tiempos.
• Una mirada superficial, tan superficial como esta misma realidad, hace que le restemos importancia considerándolo un problema de momento, de coyuntura social, cultural pasajera, etc. Sin embargo es un problema más hondo de desorden existencial que se paga tarde o temprano.
• Pendientes de llenar y guardar bien en nuestros bolsillos y cuentas perdemos la paz, crecemos en inseguridad y agresividad contra nosotros mismos y los demás. Tanta tensión y sobrecarga hacen que estemos siempre al borde del desmorone encerrados en nuestros agobios.
• Perdemos la libertad para decidir bien y disponer de nuestra propia vida nos vamos aislando y autodestruyendo, impacientando y perdiendo la paz y la confianza.
X X X
• Los desterrados viven en la desesperación porque parece que la catástrofe no podrá ser evitada y el rechazo por parte de Yahvé será definitivo. El profeta habla de una Jerusalén desolada, postrada entre ruinas, semejante a una viuda sin hijos, a pesar de todo invita a los exiliados a la confianza; les asegura que Yahvé todavía los ama.
X X X
• El apóstol, «administrador de los misterios de Dios», debe asumir la responsabilidad de su ministerio y aceptar ser juzgado por su actuación. Pero, para Pablo, ese juicio, sea positivo o negativo, no corresponde a la comunidad sino sólo al Señor que puede juzgar la fidelidad de sus servidores.
X X X
• La enseñanza del evangelio de este domingo es doble: por un lado, subraya la imposibilidad de servir a dos señores y por el otro hace hincapié en la actitud cristiana frente a las inquietudes y preocupaciones de la vida.
• Seguir a Jesús y la opción por el reino no permiten divisiones sino una libertad interior, soberana e independiente de cara a todo lo demás. Es una invitación a romper el culto al dinero, que es una forma de idolatría. En el texto original de la lectura de hoy, se personifica el dinero con el nombre de "Mammón", para que quede claro que se trata de un ídolo que exige la misma lealtad que Dios. Vivir la acumulación de dinero o riqueza como lo más "importante" es absolutamente incompatible con servir a Dios, porque esta acumulación exige la dedicación del corazón del hombre, ocupa todo el hombre. Por mucho que lo intente, servir al mismo tiempo a Dios, tener una mirada generosa sobre la realidad y los hermanos, y servir desmedidamente a los propios intereses resulta imposible.
• Jesús, en primer lugar, quiere invitar a todo hombre a ser persona, a ser él mismo, señor de sí mismo y de su vida cada día y en cada asunto que valga la pena. No rechaza ni niega ninguna de las búsquedas humanas; sencillamente propone una inversión en el orden de los valores, un ordenamiento distinto, una justicia distinta: Busquen "primero" el reino de Dios.
• La base para este nuevo orden se halla en la confianza del hombre en la fidelidad de Dios, en la verdad de sus palabras, en la firmeza de sus promesas a pesar de la infidelidad del hombre. Sus palabras no pasan, sus promesas se mantienen.
• Podemos vivir en la confianza porque Dios vela por el mundo, dándole el sol y la lluvia a buenos y malos. El rostro de Dios que Jesús nos revela es el de un Padre que cuida de sus criaturas y sus necesidades. Esta providencia de Dios se manifiesta principalmente en la historia, no como un destino rígido que anula nuestra libertad y que sustituye la iniciativa interviniendo mágicamente, sino como un plan de salvación en el que unidos, Dios y el hombre, trabajan desde una relación de padre e hijo.
• Servir a Dios no significa sometimiento, sino todo lo contrario. Servir a Dios es liberarse de ataduras y esclavitudes. Servir a Dios no es otra cosa que cumplir su voluntad, y su voluntad fundamental es que el Amor nos lleve al encuentro veraz de cada uno consigo mismo y al encuentro del hermano. Servir a Dios nos lleva a la plenitud de nuestra humanidad, a la realización de una comunión de vida en la que es posible la justicia verdadera y, con ella, todo lo demás. Servir a Dios desde la libertad es un acto de fe que derivará en una relación fraterna de ayuda.
• Servir a Dios por la fe nos es un desentendimiento de la propia vida y de la vida de los otros hombres, es el único modo de entenderla y de tomarla a cargo responsablemente.
• Reconocer y creer en Dios como Padre providente no nos ahorra trabajo sino la angustia y el aniquilamiento personal. El descubrimiento del Padre que nos sostiene en la palma de su mano nos hace adultos responsables y comprometidos con la historia y con los pies bien en la tierra. Peregrinos del cielo pero sin ser fugitivos de la tierra.
• La fe en Dios del discípulo es plena y sin reservas, pero no pasiva y alienante. Desde esta confianza viene la actividad de los cristianos porque saben que su trabajo es una continuación de la obra creadora de Dios. Es un colaborador de Dios cómo «trabajador para la eternidad que lo realiza como si todo dependiera de su trabajo, pero también sabiendo que todo depende de Dios. Por la fe, el hombre se descubre colaborador de Dios, el arquitecto de su propio destino en la tierra, porque todo ha sido puesto a su disposición”.

Para discernir

• ¿Cuál mi relación con los bienes materiales?
• ¿Dónde están colocadas mis prioridades?
• ¿Están mis bienes al servicio del Reino?

Repitamos y vivamos hoy la Palabra

Que te sirva Señor con todo lo que tengo y lo que soy

Para la lectura espiritual

Buscar primero el Reino de Dios
«Buscad el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura»... Se dice, pues, que hay que buscar el reino de Dios. «Buscad», no es más que una palabra, pero me parece que dice muchas cosas. Quiere decir... trabajar incesantemente para el reino de Dios y no permanecer en un estado flojo y parado, poner atención al interior para que esté bien regulado, pero no al exterior para divertirse... Buscar a Dios en vosotros, porque san Agustín confiesa que mientras le buscó fuera de él, no le encontró. Buscadle en vuestra alma que le es su agradable morada; es en ese fondo donde quedan establecidas todas las virtudes que sus siervos intentan practicar. La vida interior es necesaria, es preciso tender a ella; si la descuidamos, faltamos a todo... Busquemos ser personas de interioridad... Busquemos la gloria de Dios, busquemos el reino de Jesucristo... .
«Pero [me diréis], hay tantas cosas que hacer, tantos trabajos en casa, tantos lugares de trabajo en la ciudad, en el campo... hay trabajo en todas partes; ¿es preciso pues dejarlo todo tal cual está para no pensar sino en Dios?» No, sino que es necesario santificar esas ocupaciones buscando a Dios en ellas, y hacerlas más para encontrarle a él que para verlas hechas. Nuestro Señor quiere que, ante todo, busquemos su gloria, su reino, su justicia, y para ello quiere que construyamos nuestro capital, con la vida interior, con la fe, con la confianza, con el amor, con ejercicios religiosos..., con trabajos y sufrimientos, a la vista de Dios, nuestro soberano Señor... Una vez establecidos en esa búsqueda de la gloria de Dios, podemos estar seguros de que el resto vendrá por sí solo.
San Vicente de Paúl

Para rezar

AYÚDAME, SEÑOR
A ocuparme, razonablemente
en aquello que sea para tu gloria
para el beneficio de los míos y de mí mismo
A disfrutar el presente, sin estar tan pendiente
de lo que pueda ocurrir mañana.
A, mirar hacia el futuro,
aportando las semillas que siembro hoy en el camino.
AYÚDAME, SEÑOR
A sentir tu mirada en aquello que veo
A palpar tus manos en mis pequeñas obras de cada día
A escuchar tu Palabra en las mías,
pobres, torpes y atropelladas
AYÚDAME, SEÑOR
A vivir comprometido pero sin ansiedad
A caminar ligero, pero sin prisas
A trabajar con empeño, pero sin nervios
A soñar con un futuro mejor
sin olvidar que puedo superar el presente
AYÚDAME, SEÑOR
A confiar en tu mano providente
A no tener miedo al mañana que me aguarda
Contigo, Señor, me basta. Amén
Javier Leoz


20 de Febrero de 2010 - TO - DOMINGO VII - Ciclo A

"...sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo"

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Levítico 19, 1-2. 17-18

El Señor dijo a Moisés:
Habla en estos términos a toda la comunidad de Israel:
Ustedes serán santos, porque Yo, el Señor su Dios, soy santo.
No odiarás a tu hermano en tu corazón; deberás reprenderlo convenientemente, para no cargar con un pecado a causa de él.
No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás rencor.
Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Yo soy el Señor.
Palabra de Dios.

SALMO Sal 102, 1-2. 3-4. 8 y 10. 12-13 (R.: 8a)
R. El Señor es bondadoso y compasivo.

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura. R.

El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas. R.

Cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.
Como un padre cariñoso con sus hijos,
así es cariñoso el Señor con sus fieles. R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto 3, 16-23

Hermanos:
¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.
¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la Escritura: «Él sorprende a los sabios en su propia astucia», y además: «El Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos».
En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios.
Palabra de Dios.

EVANGELIO
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 38-48

Jesús, dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente». Pero Yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él.
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor.

Para reflexionar

• Si bien está aparentemente abolida la ley del ojo por ojo y diente por diente, lo humanamente razonable, y que vivimos día a día, es pagar con la misma moneda. El que las hace, las paga… con otros términos más elaborados ahí encontramos el fundamento del derecho o de nuestra tantas veces discutible justicia. Sin embargo esta racionabilidad jurídica no ha evitado, situaciones de violencia, de guerra, carrera de armamentos, crímenes, violaciones e injusticias a troche y moche.
• Con lo civilizado y razonable convive la tan buscada justicia con toda clase de iniquidades y atropellos. Con nuestra razonable y prudente manera de actuar descubrimos que las enemistades se multiplican, los odios se acentúan y los mecanismos de solución son un placebo que nos llevan a un callejón sin salida. Quizás debemos empezar a pensar y a optar no tan razonablemente y más evangélicamente. Amar al enemigo es salirse de la razonable prudencia humana, para entrar en el ámbito de la prudencia de Cristo que es la única que puede cambiar los corazones.
X X X
• La "ley de santidad" del Levítico trata de modelar el orden de la vida de los hombres a partir de la santidad de Dios. De ahí que sea una exigencia radical del mundo mismo para ser verdaderamente lo que es o está llamado a ser. La ley se dirige al pueblo de Dios en el mundo, para enseñarle el camino de acceso a la santidad de Dios o a la plena realización de sí mismo.
X X X
• Llegando al final de la carta. Pablo presenta una de las grandes novedades del cristianismo: El verdadero templo de Dios es la propia comunidad cristiana construido por cada cristiano habitado por el Espíritu. El cristiano trabaja y vive ya en este Templo que es eterno, y debe dejar atrás lo que es secundario: el cristiano es de Cristo, y Cristo es de Dios. Esto exige que nuestra fe se sitúe por encima de toda sabiduría según el mundo, para vivir nuestra vida nueva en Cristo.
X X X
• Seguimos escuchando la enseñanza de Jesús en su Sermón de la Montaña. El Maestro de Nazaret sigue profundizando en la ley promulgada en el Antiguo testamento, proponiéndonos las características del obrar cristiano.
• La ley del talión no era una ley "bárbara", sino una norma que ponía límite al afán desmesurado de venganza innato en el hombre. La reparación debe ser proporcional a la ofensa y no puede llevarse más allá: ojo por ojo, diente por diente.
• En cambio, el discípulo de Jesús no puede contentarse con este rasero: "Yo, en cambio, les digo: No hagan frente al que los agravia; a quien te pide, dale...". El discípulo de Jesús debe arrancar de su corazón el sentimiento de venganza y debe estar dispuesto a hacer más de lo que está estrictamente obligado en razón del mandamiento del amor que Jesús pondrá como síntesis de toda la ley y palabras de los profetas.
• El mandamiento del amor al prójimo no era desconocido en el Antiguo Testamento. De hecho no era posible pensar que se podía amar a Dios sin interesarse por el prójimo (primera lectura). En el libro de los Proverbios se encuentra una afirmación que Jesús parece que repetir casi las mismas palabras: "Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan, y si tiene sed, dale agua para beber ... y el Señor te recompensará "(Pr 25,21-22)
• El mandamiento de Jesús es paradojal en su formulación, en su contenido y en su fuerte exigencia. El mandamiento de Jesús es nuevo y revolucionario por su universalismo, su extensión en sentido horizontal: no conoce restricciones de ningún tipo, de tal modo que no tiene en cuenta las excepciones de fronteras, de raza, de religión, pero se dirige al hombre en la unidad y la igualdad de su naturaleza.
• Es nuevo por la magnitud, por la intensidad por su extensión vertical. La medida viene dada por el modelo que se nos presenta: "les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros como yo os he amado, así os améis unos a otros " (Jn 13,34). La medida de nuestro amor al prójimo es el amor que Cristo tiene por nosotros, y de hecho el amor mismo que el Padre tiene por Cristo, porque "Como el Padre me ha amado, así os he amado" (Jn 15,9). Dios es amor (1 Jn 4:16) y esto se manifiesta en su amor: él nos amó primero y envió a su Hijo para expiar nuestros pecados (1 Jn 4:10)
• Es nuevo el motivo que Jesús nos da: amar desde el amor de Dios, con amor puro y desinteresado, sin sombra de recompensa. Amarse los unos a los otros como hermanos, con un amor que busca el bien de la persona amada, no nuestro propio bien. Amar como Dios, que si no se ve el bien en la persona que ama lo crea en ella amándola.
• Es nuevo porque Cristo lo eleva al nivel del mismo amor de Dios. Si la concepción judía que aparece en el levítico lleva a creer que el amor se pone en pie de igualdad con otros mandamientos la visión cristiana le da un lugar central, único. En el Nuevo Testamento, el amor al prójimo está indisociablemente vinculado con el precepto del amor de Dios.
• El discípulo debe llegar, incluso, a amar a los enemigos. Jesús lleva la Ley a su perfección: el "prójimo" que debemos amar son todos los hombres, sin excepción. Jesús nos da ejemplo de lo que nos invita a vivir rezando por sus ejecutores.
• Los enemigos no son sólo aquellos que nos odian y nos duele, aquellos con los que tenemos conflictos irreconciliables, sino también aquellos que son diferentes de mí, que no tienen mis gustos, mis ideas, no comparten mis puntos de vista, mis esquemas. Aquellos con quienes se da incompatibilidad de carácter, de mentalidad, de temperamento, a quienes nos podemos "aguantar". Los que están siempre en contra mía, con hostilidad, que critican de forma inexorable todas mis iniciativas, mis ideas, que no me dejan pasar una. Son las personas que tienen el poder sacar lo peor de mi, que me hacen perder el tiempo con pavadas, que me cuentan minuciosamente cosas que sólo a ellos le importan, que no respetan mi tiempo, mis obligaciones, mi cansancio. Enemigos son los desleales, de doble cara por vocación, que se me muestran confiables y amigables, y después dan una puñalada por la espalda, que dicen una cosa, piensan otra y hacen otra diferente a las anteriores. Los que gozan poniéndome en ridículo.
• El discípulo por un amor que trata de reproducir el de Dios es que se crea para los “enemigos” la ocasión del encuentro y la apertura rompiendo el círculo y reinventando la hospitalidad, desafiando la indiferencia y la intolerancia. Son perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. Jesús llama a sus seguidores a reproducir la manera de ser y existir propia de Dios, su manera de pensar y sentir, sobre todo, su amor. La perfección evangélica poco tiene que ver con aquella perfección humana a la que estamos acostumbrados. La perfección cristiana solamente puede entenderse bien desde el punto de vista del amor, que es la manera de ser de Dios. De lo contrario, resulta un ideal de virtud, que puede ser griego, estoico, budista, filantrópico pero no el de Jesús.
• Sean perfectos quiere decir, sean misericordiosos como lo es el Padre de todos que está en el cielo. En labios de Jesús la palabra misericordia significa amor gratuito, desbordante, generoso. La perfección evangélica es plenitud en el amor.
• Jesús apunta al amor a los enemigos, como el horizonte del amor cristiano, a semejanza del amor de Dios, que nos quiere siendo pecadores. El horizonte del amor de Dios a los pecadores, que es horizonte de salvación, debe ser el horizonte del amor cristiano, un amor que rescata, que salva. Por eso el amor al enemigo no puede entenderse como complicidad con él ni como aceptación del mal. Amar al enemigo es querer y buscar su bien, que deje de ser enemigo, y que vuelva al amor de los hermanos
• Vivir el Reino implica cambiar el modo de convivencia y valorizar el encuentro. La amistad, el amor no sólo es dar, sino recibir con el mismo compromiso. No basta con amar a nuestro prójimo desde Dios, debe dejarnos amar si no queremos renunciar al la respuesta de Dios
• Como Iglesia debemos dar testimonio eficaz y cálido de este amor. Cuantas veces en nombre de la religión y de Cristo, los cristianos vivimos divididos. El orgullo, la terquedad, el desprecio y la falta de caridad han caracterizado a las disputas teológicas, pastorales y litúrgicas. Los presuntos enemigos de Dios y de la Iglesia se han combatido con armas y odio. Si bien hoy la Iglesia comienza a superar muchas de estas limitaciones, es preciso seguir trabajándolas desde adentro. No se trata de mirar no tanto lo que divide, sino ante todo, lo que nos une. No podemos condenar a priori a todo aquel que no cree lo mismo que nosotros sin asomarnos a descubrir aquellos valores humanos y religiosos auténticos que nos permitan entrar en diálogo.
• El verdadero testimonio de vida de fe se da en un amor que es capaz de superar cualquier división.

Repitamos y vivamos hoy la Palabra

…Abba, Padre…

Para la lectura espiritual

…”Si alguien nos dice: «No matar», la cosa no nos inquieta demasiado. ¿Cuántas veces tenemos ocasión de matar? Estamos acostumbrados a interpretar la falta de oportunidades (y nuestra falta de valor) como virtudes, e incluso nos hacemos ilusiones al respecto. Decimos, en efecto: «No he matado. Al menos en este punto nadie puede reprocharme».
Ahora bien, Jesús, casi radiografiando nuestros mecanismos de justificación y de defensa, prosigue: «Pero yo os digo que todo el que se enfade con su hermano será llevado a juicio y condenado a muerte». Ahora el asunto se pone peligroso. Y es que aquí estamos todos implicados. ¿Quién podría decir que no alimenta ningún rencor? Y de una manera lenta, pero inevitable, empieza a faltarnos el terreno bajo los pies. Si hasta ahora habíamos creído que podríamos colocarnos en la parte de los justos frente a Dios, puesto que no habíamos cometido ningún homicidio, ahora, en cambio, hemos sido desenmascarados como asesinos, porque Jesús no parece establecer ninguna diferencia entre un asesino y el que se enfada con su propio hermano. En todo caso, ambos merecen la condena a muerte [...].
Heme aquí cogido en una desnudez total. Ya no puedo esconderme detrás de ningún mandamiento. Estoy indefenso del todo, completamente impotente, y como tal me entrego a Dios, que es el único que puede salvarme de la muerte. Mi confianza no se basa ya en la observancia de los mandamientos. El único que puede salvarme es Dios; él es quien puede liberarme de la muerte. Una cosa es cierta: la antítesis de Jesús inserta a la persona en un movimiento que no es posible esperar de ley alguna…”
H. J. Venetz, EI discurso de la montaña.

Para rezar

¡Enséñanos a orar al Padre! (fragmento)

Señor de la Vida,
enséñanos a orar al Padre.
Enséñanos a llamarlo Papá,
como tú lo hacías.
Haznos sentir su cariño cercano,
muéstranos
su rostro misericordioso
y ayúdanos a escuchar su voz
que nos invita a vivir para dar vida
y construir el Reino en la tierra.

Que aprendamos a pedir perdón
por nuestras faltas,
y que aprendamos a aceptarlo
de los que pudieran ofendernos.
Arranca de raíz
nuestros prejuicios,
y la dureza del corazón
poco dispuesto a perdonar.
Empápanos de la humildad
del que se sabe en camino
y con posibilidad de equivocarse.
Que nuestra oración
no pierda la esperanza, Señor.
Que sea motor de nuestra utopía
y el lazo que nos una
a tus anhelos de Justicia,
Libertad, Paz y Vida.
Enséñamos a aprender
de la oración de los demás.
En especial
de los más pequeños y humildes.
Contagia el exceso de palabras
del silencio confiado del pobre,
tan lleno de tu sabiduría.
Muéstranos el rostro del Padre,
Jesús amigo, compañero,
amplifica su voz en nosotros,
y ayúdanos a hacer silencio
para escucharle.
Marcelo A. Murúa

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