Día 14. 13 de diciembre

MES DE LA SAGRADA FAMILIA

CON LA SAGRADA FAMILIA
Autor: H. Francisco Cabrerizo Miguel
Madrid, 2010
Propiedad Intelectual – Derechos Reservados
Edita: Hermanos de la Sagrada Familia

14.-LA ESTANCIA EN NAZARET. (Lc 2, 41-52)

El bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y ante los hombres. (Lc 2, 41-52)

Este texto de Lucas, donde narra la estancia de Jesús en Nazaret, forma parte del episodio de la visita al templo de Jerusalén, colocado inmediatamente después de la respuesta que Jesús da a María y a José. Es como un apéndice y como una conclusión inesperada, sorprendente. Aparece como un contraste con la escena del templo, donde proclama su voluntad de seguir la vocación incluso rompiendo con la familia y sin embargo: baja con ellos, les está sumiso y así crece. Como si su misión actual, el estar en las cosas del Padre, sea vivir en Nazaret, del trabajo de sus manos y al calor de la familia en días largos.

Comienza diciendo que Jesús descendió con ellos. Geográficamente es bajar de las montañas de Judea. También lo podemos entender, unido al texto anterior, como un entrar de lleno y conscientemente, ya adulto legalmente, en la vida de sus conciudadanos para seguir ocupado en las cosas del Padre. Bajar con los pecadores. Meterse en la vida de los hombres a su mismo nivel, confundido con ellos, codo a codo con el necesitado. Asumir conscientemente la vida ordinaria del hombre común.

Bajar, descender con los suyos, con los pecadores. Y baja acompañado de María y de José, en familia, en iglesia doméstica. Después bajará también al Jordán, con los pecadores, para ser bautizado por Juan. Así baja hoy a nuestra comunidad, a nuestra familia, compartiendo nuestras debilidades, manifestando su presencia en amor, metido en nuestras vidas no porque seamos buenos sino porque nos ama. Es el amor quien le obliga a bajar. No baja porque le merezcamos sino porque ha decidido ser nuestro. La iniciativa es siempre suya.

Fue a Nazaret y les estaba sumiso. Quien trae la iniciativa de la salvación opta por la docilidad a quienes han sido llamados como colaboradores de esta salvación. ¡Cristo sumiso en la familia durante su vida adulta! Hoy Cristo sigue sumiso en la familia, en la comunidad, en la Iglesia. Se manifiesta calladamente, cuando y como le deja la comunidad, la familia, la persona. "Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano" dirá después S. Pablo en su carta a los de Efeso (Ef. 5, 21). Así podrá manifestarse Cristo. ¡Cuántos protagonismos quedan destrozados con este gesto de Cristo! "Padres, no exasperéis a vuestros hijos; cuidadlos educándolos y corrigiéndolos como hacía el Señor" (Ef. 6, 4). Nazaret modelo de escuela, de comunidad, de familia, del creyente. Nazaret, escuela donde empieza a comprenderse la vida de Jesús. Aquí aprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodea a la vida, la manifestación callada y silenciosa del ser entre los suyos.

Cristo les está sujeto. Nos habla de la necesidad de una disciplina espiritual si queremos crecer ante Dios y ante los hombres. La autonomía personal no funciona en casi ninguna cosa humana y mucho menos en las dimensiones del espíritu.

Repensemos estas palabras del Papa Pablo VI en su visita a Nazaret:

"Nazaret es la escuela donde empieza a entenderse la vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento del Evangelio. Aquí aprendemos a observar, a escuchar, a penetrar en el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y encantadora manifestación del Hijo de Dios entre los hombres. Aquí se aprende incluso, quizá de una manera casi insensible, a imitar esta vida.

Aquí se nos revela el método que nos hará descubrir quién es Cristo. Aquí comprendemos la importancia que tiene el ambiente que rodeó su vida durante su estancia entre nosotros, y lo necesario que es el conocimiento de los lugares, los tiempos, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra, todo aquello de lo que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Aquí todo habla, todo tiene un sentido.

Aquí, en esta escuela, comprendemos la necesidad de una disciplina espiritual si queremos seguir las enseñanzas del Evangelio y ser discípulos de Cristo. ¡Cómo quisiéramos ser otra vez niños y volver a esta humilde pero sublime escuela de Nazaret! ¡Cómo quisiéramos volver a empezar, junto a María, nuestra iniciación a la verdadera ciencia de la vida y a la más alta sabiduría de la verdad divina!

Pero estamos aquí como peregrinos y debemos renunciar al deseo de continuar en esta casa el estudio, nunca terminado, del conocimiento del Evangelio. Mas no partiremos de aquí sin recoger rápida, casi furtivamente, algunas enseñanzas de la lección de Nazaret.

Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve.

Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.

Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa del hijo del artesano: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo, que el trabajo no puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y la libertad para ejercerlo no provienen tan sólo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin más noble".

Que la Sagrada Familia siga construyendo su casa entre nosotros. Que nuestras comunidades permitan siempre crecer a Cristo y manifestarse ante los hombres. Que Jesús pueda dar en nuestra familia la misma respuesta que dio a su Padre en el hogar de Nazaret con María y José.

ORACION: Dios, Padre nuestro, que a través de tu Hijo nos hablas maravillosamente desde Nazaret, derrama en nosotros el espíritu de sabiduría para apreciar tus manifestaciones en las cosas pequeñas.

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