26 de julio de 2012

26 de Julio de 2012 - SANTOS JOAQUÍN Y ANA, padres de la Virgen María.

(Comentario a las lecturas de los santos padres de la Virgen y a continuación a las lecturas de la feria)

“Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.”

Lectura del libro del Eclesiástico 44, 1. 10-15

Elogiemos a los hombres ilustres, a los antepasados de nuestra raza. No sucede así con aquellos, los hombres de bien, cuyas obras de justicia no han sido olvidadas. Con su descendencia se perpetúa la rica herencia que procede de ellos.
Su descendencia fue fiel a las alianzas y también sus nietos, gracias a ellos. Su descendencia permanecerá para siempre, y su gloria no se extinguirá.
Sus cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre sobrevive a través de las generaciones. Los pueblos proclaman su sabiduría, y la asamblea anuncia su alabanza.
Palabra de Dios.

SALMO Sal 131, 11. 13-14. 17-18 (R.: Lc 1, 32b)
R. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre.

El Señor hizo un juramento a David,
una firme promesa, de la que no se retractará:
«Yo pondré sobre tu trono
a uno de tus descendientes.» R.

Porque el Señor eligió a Sión,
y la deseó para que fuera su Morada.
«Este es mi Reposo para siempre;
aquí habitaré, porque lo he deseado. R.

Allí haré germinar el poder de David:
yo preparé una lámpara para mi Ungido.
Cubriré de vergüenza a sus enemigos,
y su insignia real florecerá sobre él.» R.

EVANGELIO
+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 16-17

Jesús dijo a sus discípulos:
«Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.»
Palabra del Señor.

ü Para reflexionar

Ante la necesidad de dilucidar la cuestión de la ascendencia de María, Padres de la Iglesia oriental, como San Epifanio y San Juan Damasceno, tomaron de una vieja tradición en la que aparecen diversas noticias acerca de los abuelos maternos de Jesús. Por otra parte, el hecho de que tantas veces encontremos representaciones pictóricas y escultóricas alusivas a los primeros años de María, quien aparece reclinada en los brazos de su madre, Santa Ana, y a escenas de la vida pastoril de San Joaquín, a quien se presenta como padre de María, atestigua la popularidad y el cariño con que han gozado en el pueblo cristiano, San Joaquín y Santa Ana como padres de María y abuelos de Jesús.
La devoción a Santa Ana es más popular y más antigua que la de San Joaquín. Ya en el año 550, el 25 de Julio el emperador Justiniano le dedicó una basílica a Santa Ana en Constantinopla. Desde entonces, las iglesias orientales celebraron su fiesta en esa fecha. Siglos más tarde, y sobre todo a raíz de las cruzadas, esta celebración se difundió en Occidente, pero la celebración se colocó el día 26. Finalmente, en 1584 la fiesta quedó fijada para toda la Iglesia, tanto en los países orientales como en los occidentales.
El culto de San Joaquín se introduce hacia el siglo XIV, época en la que también se populariza el culto de San José. Dos siglos más tarde se consolida la fiesta que se celebraba primero el 20 de marzo. En 1738 se trasladó al domingo siguiente al 15 de agosto (Asunción de la Virgen); y finalmente, a principios del siglo XX, el Papa Pío X la fijó en el día siguiente de la Asunción, el 16 de agosto. A raíz de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, en 1969, se unió la conmemoración de los padres de María en una única fiesta, la del 26 de julio.
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Si queremos saber acerca de ellos tendremos que acudir a los evangelios apócrifos, más especialmente al protoevangelio de Santiago.
Ana, -significa “gracia”- era oriunda de Belén, hija de Matán y de Emerenciana. Vivía en aquellos tiempos en tierras de Israel un hombre rico y temeroso de Dios llamado Joaquín -significa “Yahvé prepara”-, perteneciente a la tribu de Judá. A los veinte años había tomado por esposa a Ana, de su misma tribu, la cual, al cabo de veinte años de matrimonio, no le había dado descendencia alguna.
Santa Ana ya estéril por su avanzada edad, vivía con mucho dolor la falta de descendencia, ya que los judíos creían que no tener hijos era una maldición. Un día, al adelantarse Joaquín para ofrecer su sacrificio, un escriba llamado Rubén le cortó el paso diciéndole: "No eres digno de presentar tus ofrendas por cuanto no has suscitado vástago alguno en Israel".
Joaquín se retira al desierto y ayuna 40 días. Un ángel le anuncia el nacimiento de su hija. La humilde súplica obtuvo una respuesta inmediata de lo Alto. Un ángel del Señor se le apareció anunciándole que iba a concebir y a dar a luz, y que de su prole se hablaría en todo el mundo. Nada más oír esto, Ana prometió ofrecerlo a Dios. Cuando se le cumplió a Ana su tiempo alumbró y al saber que había dado a luz una niña, exclamó: "Mi alma ha sido hoy enaltecida". Y puso a su hija por nombre Miriam.
Por fin a los tres años, fue llevada la pequeña María, al Templo, para ser criada con las otras vírgenes y santas viudas que moraban en las habitaciones vecinas al templo. Allí se dedicarían a las labores, oraciones y demás servicios de Dios.
El sacerdote la recibió con estas palabras: "El Señor ha engrandecido tu nombre por todas las generaciones, pues al fin de los tiempos manifestará en ti su redención a los hijos de Israel". Y la hizo sentar sobre la tercera grada del altar.
Y sus padres regresaron, llenos de admiración, alabando al Señor Dios porque la niña no se había vuelto atrás. Con este heroico rasgo de desprendimiento, los apócrifos cierran el capítulo dedicado a los padres de la Virgen María. Después de dejar a su hija en el Templo Ana se aleja silenciosamente. Su misión había terminado. Se cree que Joaquín y Ana decidieron venir a vivir a Jerusalén, para poder visitar a la niña frecuentemente. Joaquín muere a los 80 años y Ana a los 79.
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Ante la ausencia de datos ciertos, el pasaje de Mateo, nos sirve como marco de reflexión para la celebración de la fiesta de san Joaquín y santa Ana. Jesús alaba y llama felices a los discípulos porque, no solamente ven y escuchan lo que todos ven y escuchan, sino porque, además, pueden descubrir el paso de Dios. A diferencia de las otras bienaventuranzas que encontramos en Mateo 5, en esta, no se hace mención alguna a la condición de contrariedad o desgracia actual de los futuros bienaventurados. La felicidad aquí, es ver y entender desde ahora mismo el proyecto de Jesús. Jesús afirma que la felicidad se encuentra en el hecho de poder verlo y de oír sus palabras, porque con Él, ha llegado el tiempo definitivo (cfr. He 1,1-2), de tal manera que, al poner la mirada en su persona, podemos hablar de un antes y un después.
Así, Dios se sirve de unos elementos humanos como preparación del nuevo tiempo: por el hecho de formar parte de nuestra historia, el Hijo de Dios necesita una madre, y ésta será María; la Virgen también necesita unos padres que fueron Joaquín y Ana. Ellos, sin saberlo, serán los abuelos del Mesías.
La felicidad es haber descubierto la perla de gran valor. "El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra..." (Mt 13, 44-45). Así, pues, a semejanza de un tesoro o de una perla de gran valor, el Reino de Dios -el Reino de los cielos - se encontraba escondido en aquella casa de Nazaret, en la que María, hija de Joaquín y Ana, se preparaba al momento de la Anunciación.
…”Nosotros, cuando meditamos sobre el acontecimiento de la Anunciación en la plegaria del "Ángelus Domini", pedimos que el Reino de Dios -el Reino de los cielos- esté también escondido en nuestros corazones, en nuestras familias, en todo el campo de nuestra vida, a fin de que no se malgaste este tesoro, no se pierda esta perla de tanto valor, no se pierda por ningún motivo, ya que, "¿qué aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?" …(Juan Pablo II 1981)
Por todo esto, San Juan Damasceno felicita a los santos esposos con estas palabras: « ¡Oh matrimonio feliz de Joaquín y Ana, limpio en verdad de toda culpa! Seréis conocidos por el fruto de vuestras entrañas». Qué felicidad para los padres que tienen la suerte de tener unos hijos que pueden admirar su fidelidad y agradecer su comportamiento generoso, por el cual recibieron su existencia humana y cristiana. Pero también qué felicidad para los hijos que tienen la suerte de conocer más y mejor a Jesucristo, puesto que han recibido de sus respectivos padres la formación cristiana, con el ejemplo de vida y de oración familiar.

Patronos de los abuelos
El Papa mencionaba en el encuentro de las Familias en Valencia que los abuelitos deben ser entronizados en el altar de la familia y solicitó para ellos un trascendente servicio, una sagrada misión: “Deseo referirme ahora a los abuelos, tan importantes en las familias. Ellos pueden ser -y son tantas veces- los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos dan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias. Ojalá que, bajo ningún concepto, sean excluidos del círculo familiar”.
“Son un tesoro que no podemos arrebatarles a las nuevas generaciones, sobre todo cuando dan testimonio de fe ante la cercanía de la muerte”... No olvidemos que todos, si Dios quiere, llegaremos un día a ser ancianos; tratémoslos, pues, como esperamos que nos traten a nosotros.
Para ilustrar su mensaje puede ayudar el siguiente relato:
…”Un abuelo se fue a vivir con su hijo, su nuera y su nieto de 6 años. Ya las manos le temblaban, su vista se nublaba y sus pasos flaqueaban.
La familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas y la vista enferma del anciano hacían que el alimentarse fuera un asunto difícil. La sopa caía de su cuchara al suelo y cuando intentaba tomar el vaso, derramaba la leche sobre el mantel. El hijo y su esposa se cansaron de la situación.
“Tenemos que hacer algo con el abuelo”, dijo el hijo. “Ya he tenido suficiente. Derrama la leche, hace ruido al comer y tira la comida al suelo”.
Así fue como el matrimonio decidió poner una pequeña mesa en una esquina del comedor. Ahí, el abuelo comía solo mientras el resto de la familia disfrutaba la hora de comer. Como el abuelo había roto uno o dos platos de porcelana, su comida se la servían ahora en un tazón de madera. De vez en cuando miraban hacia donde estaba el abuelo y aunque no se quejaba, podían ver una lágrima en sus ojos mientras estaba ahí sentado solo. Sin embargo, las únicas palabras que la pareja le dirigía, eran fríos llamados de atención cada vez que dejaba caer el tenedor o la comida. El niño de 6 años observaba todo en silencio.
Una tarde antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con trozos de madera en el suelo. Le preguntó dulcemente: “¿Qué estás haciendo?”.
Con la misma dulzura el niño le contestó: “Ah, estoy haciendo un tazón para ti y otro para mamá para que cuando yo crezca, ustedes coman en ellos”.
Sonrió y siguió con su tarea.
Las palabras del pequeño golpearon a sus padres de tal forma que quedaron sin habla. Las lágrimas rodaban por sus mejillas. Y, aunque ninguna palabra se dijo al respecto, ambos sabían lo que tenían que hacer. Esa tarde el esposo tomó gentilmente la mano del abuelo y lo guió de vuelta a la mesa de la familia.
Por el resto de sus días ocupó un lugar en la mesa con ellos. Y por alguna razón, ni el esposo ni la esposa, parecían molestarse más cada vez que el tenedor se tiraba, la leche se derramaba o se ensuciaba el mantel.

ü Para discernir

¿Le damos valor a los gestos cotidianos en los que Dios nos manifiesta su proyecto de amor?
¿Buscamos a Dios en lo sencillo de la vida?
¿Le damos valor a nuestra familia y a nuestra historia?

ü Para rezar

Señor, Dios de nuestros padres,
que concediste a san Joaquín y a santa Ana
el privilegio de tener como hija a María,
la madre del Señor, concédenos,
por la intercesión de estos dos santos,
la salvación que has prometido a tu pueblo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
.

26 de julio de 2012 – TO – JUEVES DE LA SEMANA XVI

«A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos”

Lectura del libro del profeta Jeremías 2, 1-3. 7-8. 12-13

La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:
«Ve a gritar a los oídos de Jerusalén: Así habla el Señor: Recuerdo muy bien la fidelidad de tu juventud, el amor de tus desposorios, cuando me seguías por el desierto, por una tierra sin cultivar. Israel era algo sagrado para el Señor, las primicias de su cosecha: todos los que comían de él se hacían culpables, les sobrevenía una desgracia -oráculo del Señor-
Yo los hice entrar en un país de vergeles, para que comieran de sus frutos y sus bienes; pero ustedes entraron y contaminaron mi país e hicieron de mi herencia una abominación. Los sacerdotes no preguntaron: "¿Dónde está el Señor?", los depositarios de la Ley no me conocieron, los pastores se rebelaron contra mí, los profetas profetizaron en nombre de Baal y fueron detrás de los que no sirven de nada.
¡Espántense de esto, cielos, horrorícense y queden paralizados! -oráculo del Señor- . Porque mi pueblo ha cometido dos maldades: me abandonaron a mí, la fuente de agua viva, para cavarse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua.»
Palabra de Dios.

SALMO Sal 35, 6-7b. 8-9. 10-11 (R.: 10a)
R. En ti, Señor, está la fuente de la vida.

Tu misericordia, Señor, llega hasta el cielo,
tu fidelidad hasta las nubes.
Tu justicia es como las altas montañas,
tus juicios, como un océano inmenso. R.

¡Qué inapreciable es tu misericordia, Señor!
Por eso los hombres se refugian
a la sombra de tus alas.
Se sacian con la abundancia de tu casa,
les das de beber del torrente de tus delicias. R.

En ti está la fuente de la vida,
y por tu luz vemos la luz.
Extiende tu gracia sobre los que te reconocen,
y tu justicia sobre los rectos del corazón. R.

EVANGELIO
+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo 13, 10-17

En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: « ¿Por qué les hablas por medio de parábolas?»
El les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.»
Palabra del Señor.

ü Para reflexionar


Podemos comprender una realidad muy sencilla, pero muy importante: sólo aprendemos porque ya sabemos. Lo mismo podría decirse de la visión: sólo vemos lo que ya conocemos; sólo escuchamos lo que ya entendemos.
El evangelio de hoy nos plantea esa aparente contradicción. La sabiduría de Dios crece en la medida en que la cultivamos; si tenemos poca o ninguna, incluso ese poco se puede perder.
Por esa razón se evocan las palabras del profeta Isaías (Is 6,9-10) que encuentra la causa de la ceguera y sordera de su pueblo en la obstinación de sus líderes, que insisten en llevarlos por camino de violencia e injusticia.
Por la misma razón, el aprendizaje que realizan quienes siguen a Jesús consiste en una apertura progresiva a la sabiduría de Dios que se manifiesta en la vida del pueblo pobre y sencillo. Allí se esconden los ‘misterios del Reino’.
Ese aprendizaje exige un cambio de percepciones y actitudes: ¿Cómo percibo la experiencia religiosa del común de los creyentes? ¿Qué puedo aprender de la religión popular? ¿Qué me enseña la Biblia de la experiencia del Pueblo de Dios? ¿Cómo transformó el seguimiento de Jesús la vida de los primeros creyentes y cómo puede transformar la mía?
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Empiezan en este capítulo los primeros oráculos de Jeremías entre los años 627 y 622 a. C., cuando tuvo lugar la reforma deuteronómica de Josías.
Como habíamos leído en Miqueas, ahora en Jeremías aparece una querella judicial de Yahvé contra su pueblo.
Le fue dirigida la palabra del Señor a Jeremías para que vaya y grite a los oídos de Jerusalén que recuerde su cariño juvenil, el amor de su noviazgo; aquel seguimiento por el desierto. Era el tiempo del primer amor, el fervor de los comienzos de Israel.
Tan enorme es lo que va a decir, que Jeremías esta vez, pone como testigos a los cielos, para que oigan su queja.
Yahvé había liberado al pueblo, lo había conducido con cariño inmenso a la tierra prometida. Al principio, Israel en el desierto, respondió amando a Dios con amor de novia y siguiéndolo. Pero al entrar en Canaán, el pueblo, profanó la Alianza; prefirió vivir a su antojo, abandonando al Dios liberador y promotor de la fraternidad humana, para seguir a dioses vanos, que nada valen, cuyas exigencias son alienantes y apartan de la tarea humana.
Jeremías se atreve a atacar, a todas las categorías de responsables del pueblo. Los primeros acusados fueron los sacerdotes, los doctores de la ley, los pastores y los profetas, que tenían la misión de detectar las exigencias concretas de Yahvé en cada tiempo; pero no han exhortado al pueblo a obrar de acuerdo con el espíritu de la alianza. Cayeron en el peor desatino abandonando al Señor, “fuente de agua viva, y cavando aljibes agrietados, que no retienen el agua”.
El agradecimiento por las obras de Dios, los debía comprometer a obrar de acuerdo a la alianza, trabajando por su propia liberación y la de todos.
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Los discípulos preguntan a Jesús porque a la gente le habla en parábolas y a ellos no. Jesús responde diciendo que ellos, son de los que han comprendido y asimilado la Palabra, y que los otros aún habiéndola escuchado, no se han dejado transformar por su novedad.
Esta aptitud para comprender la palabra no se trata de un privilegio ‘dado’ a algunos, y ‘negado’ a otros. El comprender o no, es fruto de una apertura de corazón a su palabra, de un camino de conversión, de acercamiento a Jesús, y requiere esfuerzo. No es un simple oír la Palabra y dejar que ésta pase exteriormente sin que toque y cuestione la vida.
Para quien ha hecho un camino serio de apertura y confrontación con la Palabra de Dios, todo lo que sucede es ocasión de crecimiento, por eso está en condiciones de recibir más. Pero para quien no ha recorrido este camino, lo poco que podría tener lo pierde.
La causa de tal cerrazón es el corazón endurecido que no deja penetrar la ‘buena nueva’ de Cristo.
Jesús termina dirigiendo una “alabanza” a quienes estaban junto a Él y declara dichosos sus ojos, porque lo ven, y sus oídos, porque lo oyen.
Con Él llega la plenitud de los tiempos, y esta alabanza también nos alcanza. Si bien no hemos visto a Jesús con nuestros ojos, sí lo hemos conocido y lo conocemos por la fe. No hemos escuchado su voz con nuestros oídos, pero sí hemos escuchado y escuchamos sus palabras. El conocimiento que la fe nos da, aunque no es sensible, es un auténtico conocimiento, nos pone en contacto con la verdad y, por eso, también nos hace felices
Que nuestro trato con Jesús sea tan cercano como el que tenían aquellos discípulos que estaban junto a Él, que lo vieron y oyeron. Estamos realmente en su tiempo, el tiempo de su gracia y salvación, un tiempo que no acaba. La oración y la Eucaristía nos aseguran esta cercanía y nos hacen realmente dichosos al mirarlo con ojos y oídos de fe.

ü Para discernir

¿Qué realidades personales hemos dejado transformar por nuestra escucha de la Palabra de Dios?
¿Me animo a vivir cada día como tiempo de gracia y salvación?
¿Qué cerrazones y endurecimientos me impiden recibir “más”?

ü Repitamos y vivamos hoy la Palabra:

Que comprenda, Señor, tu Palabra.

ü Para la lectura espiritual

«Muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros»    
…”Al emperador Adriano, Augusto César, y a Verísimo, su hijo filósofo, y a Lucio, filósofo, y al Senado y a todo el pueblo romano: yo, Justino de Neápolis [Naplouse] en Siria de Palestina, uno de los muchos hombres de toda raza que son injustamente odiados y perseguidos, dirijo este discurso a favor de todos ellos...
     Se nos pone la objeción de que aquel a quien llamamos Cristo no es sino un hombre, que los prodigios que le atribuimos son debidos a arte de magia y que logró hacerse pasar por Hijo de Dios. Nuestra demostración no se apoyará sobre lo que se dice sino sobre unas profecías hechas antes del acontecimiento, a las cuales, necesariamente, hemos de creer porque hemos visto y todavía vemos que se realiza lo que estaba predicho...
     Entre los judíos hubo profetas de Dios a través de los cuales el Espíritu profético anunció por adelantado los acontecimientos futuros. Estas profecías fueron cuidadosamente conservadas por los sucesivos reyes de Judea, tal cual habían sido pronunciadas, en unos libros escritos en hebreo
por la mano misma de los profetas...
     Ahora bien, leemos en los libros de los profetas que Jesús, nuestro Cristo, ha de venir, que nacerá de una virgen, que llegará a la edad adulta, que curará toda clase de enfermedades y dolencias, que resucitará a los muertos, que será menospreciado y perseguido, será crucificado y morirá, que resucitará y subirá al cielo, que es y será reconocido Hijo de Dios, que enviará a algunos a anunciar estas cosas al mundo entero y que serán sobre todo los paganos los que creerán en él. Estas profecías fueron pronunciadas hace cinco mil, tres mil, dos mil, mil, ochocientos años antes de su venida porque los profetas se fueron sucediendo uno tras otro de generación en generación”...
San Justino (hacia 100-160), filósofo, mártir Primera apología, 1.30-31

ü Para rezar

A pesar de todo
A pesar de todo...
Creo en la fuerza silenciosa y la oración
que viene de lo alto.
Creo en la serenidad, nobleza y comprensión.
Creo en la bondad espontánea,
en el gesto comunitario de quien sirve.
Creo en la luz radiante
reflejada en las manos que oran.
Creo en el sufrimiento
que habla de renuncia y donación.
Creo en la mirada comprensiva
de los que expresan paz interior
por su oración.
Creo en la flor de la gratitud
que florece en el fondo del alma.
Creo en el silencio y la oración
que todavía construyen islas de bienestar
en el barullo y la competencia.
A pesar de todo...y sobre todo,
creo en el Amor alimentado de oración,
silencio y reflexión
que puede trasformar la tierra colocándola
más cerca del cielo.
Dios es silencio,
palabra hecha oración
.

LECTIO DIVINA

A vosotros se os ha concedido
conocer los misterios del Reino de los Cielos,
pero a ellos no
 
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     13, 10-17

En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: «¿Por qué les hablas por medio de parábolas?»
Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:
Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure.
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.»
Palabra del Señor.

1.     LECTURA -  ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

·        Guías para la lectura:

El evangelista interrumpe el discurso de Jesús para explicar el sentido pedagógico de la enseñanza en parábolas. La pregunta de los discípulos: ¿Por qué les hablas en parábolas? no se refiere al sentido de una parábola en particular (como en 13,36), sino al por qué de este modo de enseñanza.
La respuesta a esta pregunta se encuentra en el versículo 11: “Es que a ustedes (los discípulos) se les ha dado conocer los misterios del reino de los cielos, pero a ellos (a la multitud) no”. Con estas palabras se pone de manifiesto el privilegio otorgado los discípulos y negado a la multitud. Pero enseguida la respuesta se amplía y apela a un principio que suele confirmar la experiencia: en el mundo de la economía, la riqueza hace que el rico se enriquezca más todavía, mientras que el pobre, debido a la falta de recursos, se empobrece (…) la multitud, cierra su inteligencia a la revelación divina y por eso no deja que Jesús los sane (v. 15)
En la versión de Mateo, las parábolas no son enigmas indescifrables. No hay en ellas nada incomprensible, a no ser que la mente esté de antemano cerrada a la verdad. Jesús empieza a “hablar” a la multitud en parábolas, no para impedirles que entiendan, sino porque no entienden. La separación entre los que comprenden y los que no comprenden se ha producido antes que Jesús les hable en parábolas.
La cita de Isaías 6. 9-10 presenta la enseñanza en parábolas según el esquema teológico de promesa y cumplimiento, cualitativamente distinto de la etapa anterior, que era un período de promesa y de expectación (3.1-3; 11.3). Los discípulos son declarados felices porque ven lo que habían deseado ver muchos profetas y justos (v. 16-17). En esta nueva situación, los que tienen la capacidad de entender se abren a la posibilidad de una iluminación cada vez mayor. Por eso la explicación de las parábolas, reservadas a los discípulos (13.18-23, 36-43), llega como regalo adicional para los que han oído y comprendido.
Párrafos extraídos de “Enseñaba en Parábolas”  – Capítulo VIII – Armando J. Levoratti – Pag. 134-135.

2.     MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

·        Preguntas para la meditación:

Ø      ¿Cuáles son los misterios del Reino de los Cielos de los que habla Jesús?
Ø      ¿Miro y veo, oigo y escucho cuándo me acerco a la palabra del Señor?
Ø      ¿Qué es lo que los discípulos vieron y oyeron que deseaban ver los profetas y los justos?

 3.     ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Señor, que yo pueda estar abierto a tus enseñanzas acerca de tu Reino. Que pueda yo oírte y escucharte en tu Palabra. Que pueda “mirarte” con mis ojos de fe y “verte” como realmente eres.

4.     CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Reflexiono acerca de la importancia de estar dentro de los que buscan conocer los misterios del Reino de los Cielos. Medito sobre la verdadera apertura de mis sentidos espirituales para poder ver y oír al Maestro.

5.     ACCIÓN -  ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

·        Preguntas para la acción:

Ø      ¿Cómo abriré mis oídos espirituales para oír y escuchar la palabra del Señor?
Ø      ¿Cómo dispondré mi sensibilidad visual interior para ver a Jesús en mi caminar diario?
Ø      ¿Tengo conciencia de que a través del conocimiento pleno de Jesús conozco cosas que muchos en la antigüedad anhelaron conocer?

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