14 de septiembre de 2012

14 de septiembre de 2012 - Fiesta de la EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

“De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.”

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de los Números 21, 4b-9

En el camino, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: « ¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!»
Entonces el Señor envió contra el pueblo unas serpientes abrasadoras, que mordieron a la gente, y así murieron muchos israelitas.
El pueblo acudió a Moisés y le dijo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti. Intercede delante del Señor, para que aleje de nosotros esas serpientes.»
Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: «Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta. Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado.»
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta. Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 77, 1-2. 34-35. 36-37. 38 (R.: cf. 7b)
R. No olviden las proezas del Señor.

Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
presta atención a las palabras de mi boca:
yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado. R.

Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador. R.

Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con él
y no eran fieles a su alianza. R.

El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor. R.


SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 2, 6-11

Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.»
Palabra de Dios.

EVANGELIO
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 13-17

Jesús dijo a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
Palabra del Señor

ü Para reflexionar

Estamos en la fiesta de la «Exaltación» de la Santa Cruz. Se trata de ese signo que identifica al cristianismo mundialmente, como la media luna identifica al islam o la estrella de seis puntas formada por dos triángulos equiláteros significa al judaísmo.
Dentro de la mentalidad mágica, la cruz ha tenido en la historia casi tanto valor como el Cristo que en ella fue crucificado. «La señal de la cruz» ha espantado al demonio, ha alejado las maldiciones, ha «persignado» a todos los devotos, ha sido trazada millones de veces en el aire derramando bendiciones benefactoras.
En la religiosidad popular, Cristo ha sido sobre todo el sufriente, el condenado, azotado, crucificado, varón de dolores, muerto entre sufrimientos insoportables. La cruz ha sido el signo del dolor, tanto del de Cristo como del universal. Para los cristianos, el sufrimiento de Cristo tiene referencia universal.
La inevitable dimensión dolorista de la cruz, hace que su «exaltación» no deje de implicar problemas. Algunos agentes de pastoral, con frecuencia, tratan de obviarlos evadiéndolos, no refiriéndolos, mirando hacia otra parte, hablando de otra cosa. No siempre este método evasivo es el mejor servicio que se puede hacer al pueblo cristiano. Creemos que es mejor afrontar los problemas de frente y ponerles nombre y límites. Es lo que vamos a tratar de hacer.
El primer gran peligro es esa misma «exaltación» de la cruz, por lo que pueda tener de exaltación del sufrimiento por el sufrimiento, como si tuviera un valor cristiano por sí mismo. Aún se conserva una imagen de Dios dolorista y amante del sufrimiento, que parece alegrarse cuando ve sufrir, o que sólo le da su gracia o su benevolencia al ser humano a cambio de sufrimiento. Muchas promesas, «mandas», de la religiosidad popular se hacen sobre ese esquema: yo me sacrifico, le ofrezco a Dios un daño que me hago a mí mismo, como «un pago dado a él a cambio del favor solicitado»… Este Dios ante el que lo que vale y lo que le agrada es el sufrimiento no es un Dios cristiano; la exaltación de una cruz que incluyera una imagen de Dios así no sería una exaltación cristiana.
Es un gravísimo problema esa teología que aún está ahí, según la cual Dios envió a su Hijo al mundo a sufrir, a sufrir horrorosamente (véase el texto de SESBOÜÉ que se propone más abajo), porque Él sería el único capaz de ofrecer una reparación infinita a la dignidad de Dios ofendida por el ser humano en un «pecado original» (que históricamente no tuvo lugar)... Sin fundamento real en el evangelio, esta teología apareció con el paso de los primeros siglos, y fue san Anselmo de Canterbury (siglo XI) quien le dio la configuración con que ha llegado hasta nosotros mismos en los catecismos infantiles. Es la visión clásica de la «redención», la muerte de Jesús en la cruz redentora, que «paga» con su sufrimiento al Padre para que éste acceda a restablecer el buen orden de sus relaciones con la Humanidad. Estrechamente unido a esta teología está el «sacrificio» de Cristo en la Cruz. Una teología que, por una parte, hoy día evidencia una imagen de Dios que resulta inaceptable. Por otra se trata de una teología que aún figura –inexplicablemente- en los documentos oficiales... Celebrar la Exaltación de la Santa Cruz sin abordar estos problemas puede ser más cómodo, pero no más sincero ni más provechoso o pedagógico.
La cruz de Cristo no debiera ser utilizada como símbolo de todo aquello que en nuestra vida humana hay de limitación estructural, de finitud natural. Esta es una dimensión natural de nuestra vida humana («las cruces de la vida»), y la cruz de Cristo no tiene nada de «natural», sino que todo lo tiene de «histórico». En la cruz de Cristo –si no queremos caer en mixtificaciones- no entran sus dificultades y limitaciones humanas, ni las nuestras: enfermedades, limitaciones, accidentes ni la mala suerte. Eso no es la cruz de Cristo, sino avatares y peculiaridades de la vida humana, que hay que saber llevar y sobrellevar con gracia y con buen talante.
La cruz de Cristo no fue un «designio de Dios», sino un designio muy humano. Jesús, por su parte, tampoco buscó la cruz: «Pase de mí este cáliz», y nunca deberá ser buscada la cruz, por sí misma, por parte de sus discípulos. Aquel «Ave Crux, Spes única!» («¡Salve, Cruz, esperanza única!») del adagio clásico, hay que tomarlo con muchas «cautelas» en la forma de entenderlo. Ni Dios, ni Cristo «aman la Cruz», ni nosotros debemos «amarla», sino, al contrario, debemos «combatirla». La tarea del cristiano, como la de Jesús, es combatir la cruz, liberar del sufrimiento al ser humano, «hacer todo el bien que se pueda», como decíamos comentando el evangelio del domingo pasado. Claro que, al luchar contra la cruz ocurre que se levanta la animosidad de los que están interesados egoísticamente en los mecanismos de opresión, personas y estructuras que impondrán una cruz sobre quienes luchan por liberar al ser humano de toda cruz. Otro adagio más moderno y más correcto dice: «Busca la Verdad, la Cruz ya te la pondrán». No hay que buscar la cruz, aunque no hay que retroceder un milímetro en la Verdad y en la lucha por la Justicia, por el miedo a la cruz que nos impondrán…
En definitiva, lo que necesitamos exaltar no es la cruz, sino el coraje de Jesús, que optó por el Reino y por el amor sin temor a la cruz que estaba seguro y previó que le iban a imponer. La exaltación de la fidelidad de Jesús a la Causa del Reino es el verdadero contenido de esta fiesta.
Algunas personas se asustan cuando se hacen estas relecturas críticas. Les parece una actitud negativista.... Prefieren que se hable sólo de lo positivo, y que lo demás quede sobreseído, como superado por el olvido… No compartimos esa opinión. Estamos en un momento de transición teológica, una transición que se hace lenta por causa precisamente de esa falta de sentido crítico en la teología y en la homilética. Si los predicadores (y los grupos de formación cristianos) asumieran como tarea habitual la de hacer la digestión crítica de todo el pensamiento que aún lastra al cristianismo, sin duda que estaríamos en condiciones de dialogar mejor con el mundo actual. Por otra parte, toda renovación del pensamiento y de la vida necesita de un momento de «deconstrucción», sin el cual, frecuentemente, no es posible una verdadera renovación.
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• Colocamos cruces en las cabeceras de las camas, hay cruces que aparecen como un adorno de moda colgando del cuello o de las orejas de modelos, hay cruces tatuadas, hay cruces en sepulcros, hay cruces que tratan de mostrar en que creemos. La cruz a pesar de no tener el significado de rebeldía y maldición que tenía en el mundo antiguo, y habiéndose en muchos casos convertido en un artículo de adorno, sigue hablando de dolor.
• Decimos cruz cuando nos referimos a la realidad cotidiana de personas a las que se les hace, por diversos motivos, difícil la vida. Se habla de cruz ante la falta de oportunidades para desarrollarse como personas, ante la realidad de miseria que inunda como un torbellino incontenible nuestras ciudades y pueblos. El dolor de la humanidad, los excluidos, los no nacidos… a todo eso se sigue llamando cruz.
• Le decimos cruz, también, a cualquier cosa inesperada o no querida que nos pasa. Le hemos puesto el nombre de cruz a muchas cosas y poco a poco se ha desfigurado el valor y el sentido de la Cruz de Cristo en la vida de los hombres y en la vida del discípulo.
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• En el libro de los Números la serpiente de bronce es levantada por Moisés sobre un asta en medio del campamento. Todos los israelitas que mordidos por las serpientes venenosas, habían sido castigados por sus rebeldías; miraban la serpiente de bronce y se curaban. La exaltación de esa serpiente portadora de muerte se convertía para el pueblo arrepentido en portadora de vida.
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• En san Pablo Jesucristo quiso acreditarse como verdadero hombre y vivir como uno de tantos. Por su obediencia al Padre y por su solidaridad con todos los pecadores, Cristo se anonadó hasta el límite de la muerte y muerte de cruz.
• Pero Dios lo ensalzó para darle un "nombre" que está por encima de todo nombre. El nombre es para los hebreos la expresión del propio ser, la proclamación de lo que uno es y de su misión; al recibir Jesús el "nombre-sobre-todo-nombre" Pablo expresa que Jesús es el Señor. Jesús ha querido ser Dios para nosotros, haciéndose verdaderamente hombre solidario en todo.
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• Juan utiliza la narración de la serpiente de bronce, elevada por Moisés en el desierto, como figura que ilustra proféticamente lo que sucede en la "elevación" del Hijo del Hombre en la cruz.
• Hacia ese Jesús elevado en señal de oprobio, nosotros levantamos nuestros ojos de la fe, porque reconocemos en Él el amor salvador del Padre y el amor fiel y salvador del Hijo, que ha aceptado perder la vida, es decir, entregarla al Padre y a todos nosotros.
• Las palabras de Jesús a Juan expresan en forma resumida su misión, que consiste en dar al hombre "vida eterna", la misma vida de Dios, y que se concede a los hombres en virtud de su elevación.
• El levantamiento de Jesús es a la vez su muerte en cruz y su glorificación; es fruto del rechazo del mundo y atracción salvadora de todos los hombres; Jesús es elevado para morir en manos del mundo y es elevado para salvar por el Padre; "para que todo el que crea en Él tenga vida eterna". Jesús elevado, atrae a todos los hombres; es la luz verdadera que ilumina a todos.
• Jesús no es juicio sino salvación. Dios no es el que juzga, sino el que salva. La salvación tiene lugar por la fe. En cambio, "el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios". La luz es dada a todos los hombres pero los hombres prefieren muchas veces las tiniebla a la luz, “porque sus obras son malas”.
• El propósito y la voluntad de Dios es la salvación del mundo, no su condenación. Dios ama al mundo con un amor incomprensible e inconmensurable. El Dios que revela Jesús no es un Dios a imagen de los hombres, que se dedica a garantizar el orden en el mundo, ni un super vigilante del escenario del mundo, ni el custodio del orden moral. Dios ama, Dios es amor. Sólo Jesús, con sus palabras y sus gestos que lo conducen a la cruz, puede dejar entrever esto.
• El Padre por amor a nosotros nos entrega a su propio Hijo único en nuestras manos y nosotros entregamos a este Hijo único de Dios a la muerte. El Padre no envía al Hijo a la muerte, sino a la solidaridad con los hombres. Jesús sabe que la salvación no le llega al hombre por la huida de la realidad humana, sino por la identificación hasta el fondo con ella. Jesús se comportó como un hombre cualquiera. Nada le fue ahorrado de la común condición humana sino que la asumió hasta la muerte. Esta profunda comunión con nosotros es lo que hace a Jesús tan entrañable y tan próximo a cada uno de nosotros.
• El Padre no envía al Hijo a la muerte sino al cumplimiento fiel de su misión de revelar el amor de Dios, su misericordia sobre todos los hombres, y la muerte de Jesús es una consecuencia de su obrar. Al enviar a su Hijo al mundo, el Padre corre este riesgo que no "escatimó".
• Se trata, por tanto, de un claro predominio del designio de salvación en la actuación amorosa de Dios en el mundo; de una prioridad de la salvación sobre la condenación; se trata de un triunfo de la salvación.
• La cruz fue para Cristo la voluntad del Padre cumplida hasta el extremo, su última palabra y la más elocuente. La cruz fue para Cristo ponerse en el último lugar y prestar el mejor servicio a todos los hombres. Para servir hay que ponerse en la cola, en el último lugar, descendió el que vino al mundo a servir y no a ser servido. Por eso fue también la cruz el trono de su exaltación y su gloria.
• Para Jesús la cruz no fue un final desgraciado o inesperado, sino la culminación de su camino. No hay quiebre entre lo que hizo durante su vida pública y su cruz. Jesucristo llegó a la cruz precisamente porque era el lugar adonde lo llevaba que decía y hacía. La cruz de la incomprensión, de la persecución y de la oposición la halló desde el primer momento, pero no se desvió de su camino. Jesucristo no elige la cruz, pero tampoco se aparta de su camino aunque éste lleve a la cruz. Es su fidelidad a la verdad, a su lucha por la justicia, a su entrega a los marginados y despreciados, a su combate contra todo mal, toda hipocresía. Todo esto significa para el discípulo la cruz de cada día.
• La cruz es camino de vida, lo que no supone buscar el sufrimiento como si fuera algo bueno, se trata de seguir a Jesús, en el intento de vivir como Él viviría en este tiempo y en nuestra realidad concreta. Escoger un camino que sea consecuente con lo que El nos enseñó: un camino que, sirva a la verdad y no a la mentira, al amor generoso y no al egoísmo insolidario, a la justicia de cada día y no al aprovecharse de los débiles.
• El discípulo no busca el sufrimiento, pero no puede huir de la dificultad por construir el reino por más costosa que se presente. En la cruz, se resuelve toda una historia de amor de Dios por la humanidad. Y esa historia la realiza Jesús, el crucificado, que por su solidaridad con la humanidad es glorificado.
• En el desierto que nos presenta el mundo, de nosotros depende levantar el signo de un futuro más fuerte que la muerte. No se trata de colocar crucifijos por todas partes; se trata de que nosotros mismos estemos marcados por el amor de tal manera que todo hombre pueda reconocer el rostro de Cristo y la esperanza de curación. Gracias a todos los que luchan contra la muerte para que vivan humanamente los minusválidos, los débiles, los incurables, la muerte retrocede, aunque el hombre sabe perfectamente que él no ha de ganar la última batalla. Pero la muerte es vencida cada vez que el amor le impide reinar como dueña.
• La cruz de Cristo no debe ser identificada con todo aquello que en nuestra vida humana hay de limitación y de finitud natural. Habitualmente hablamos de las cruces de la vida refiriéndonos a limitaciones humanas, enfermedades, accidentes, mala suerte, que no son sino avatares y peculiaridades de la vida humana, dimensiones naturales de nuestra existencia y la cruz de Cristo no tiene nada de natural.
• La cruz que exaltamos no son los maderos cruzados sino el coraje de Jesús, que optó por el Reino y por el amor sin temor a las consecuencias a que lo iban a llevar. La exaltación de la cruz es la exaltación de la fidelidad de Jesús a la causa del Reino. Cruz es el sufrimiento que se producirá en nuestra vida como consecuencia de seguir a Jesús y los valores del evangelio.
• La fiesta que celebramos tiene que ser para nosotros la ocasión de hacer memoria, de recordar y proclamar muy alto que Cristo ha sido exaltado en la cruz y que todos los que son de Cristo no podemos pretender otra gloria que ésta. Tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo y no conformarnos a este mundo. Si somos discípulos de Cristo estaremos siempre con Él en la cruz, en la contradicción.
• Los creyentes no vivimos la cruz como derrotados, sino como portadores de una esperanza final. Si asumimos esa cruz inevitable en todo aquel que se esfuerza por ser fiel a su vocación y por construir un mundo más humano, más habitable, es porque queremos arrancar para siempre del mundo y de nosotros el mal y el sufrimiento. A una cruz como la de Jesús, sólo le espera resurrección. Por eso, aunque parezca contradictorio, nos gozamos y hacemos fiesta contemplando la cruz, por encima de otras exaltaciones pasajeras y mundanas que nos embotan cada día.
• La exaltación de la cruz no es la exaltación del sufrimiento y del sacrificio, ni la consagración del dolor, sino revelación cumbre del amor y la posibilidad de transformar el abatimiento en construcción de vida humana plena. Jesús nos enseña cómo pasar de la muerte a la vida.
• Apostar siempre, aún en medio de las mayores dificultades, por la vida del hombre y del mundo, es creer en el nombre del Hijo único de Dios.
• Lo que nos hace cristianos es seguir a Jesús. Nada más. Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto. Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a «humanizar la vida», y vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.
• Esto quiere decir que los seguidores de Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay indiferencia y pasividad ante los que sufren. Y esto exige construir comunidades donde se viva el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes.

ü Para discernir

• ¿Busco la verdad a toda costa, sin acobardarme ante la posibilidad de que me pongan la cruz?
• ¿Acepto las cruces (históricas, no naturales) que ya cargo? (Enumerarlas, revisarlas ante mí mismo).
• ¿Soy capaz de rebajarme por el bien de otros?

ü Repitamos a lo largo de este día

“Nos gloriamos en la Cruz de Cristo; en Él está nuestra salvación, nuestra vida y nuestra resurrección”

ü Para la lectura espiritual

«Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí»
…”Hoy es el día de la Exaltación de la Santa Cruz; cruz que merece nuestro amor y a la cual, por nuestro amor, ha sido suspendido el Salvador del mundo entero. Nuestro Señor ha dicho: «Cuando haya sido elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí. Con estas palabras quiere decir que su deseo más grande es atraer hacia Él nuestros corazones terrenos, poseídos por el amor hacia las cosas de este mundo; quiere atraer hacia Él nuestra sed de gozos y satisfacciones de la tierra. Nuestra alma, bella y orgullosa, retenida por la complacencia en sí misma, por el amor a la satisfacción material de nuestra sensibilidad, quisiera Él atraerla totalmente hacia Sí. Sí, a fin de que Él sea elevado en nosotros y crezca en nuestros corazones. Porque para aquellos que Dios ha sido siempre grande, todas las cosas creadas son pequeñas, y las cosas pequeñas las consideran como si nada fuesen.
La belleza de esta Cruz es Cristo crucificado elevado de manera inimaginable, muy por encima de todos los santos, de todos los ángeles, de todos los gozos, delicias y felicidades que todos juntos poseen. Y puesto que su verdadera mansión se encuentra en lo más alto de los cielos, quiere habitar en eso que hay en lo más alto de nosotros mismos, es decir, en nuestro amor y en nuestros sentimientos más elevados, más íntimos, más delicados. Quiere atraer hacia Él los aspectos más simples de nuestro espíritu y de nuestra alma en lo que tienen de más eminente, y elevar todo ello hasta Él. Si logramos que esto sea una realidad en nosotros, Él nos atraerá hasta su mansión más elevada y la más íntima… Cuanto más ahora yo le dé lo que es mío, lo que tengo, tanto más Él me dará lo que es suyo”...
Juan Taulero Sermón 58

ü Para rezar

NOS ACERCAMOS A LOS CRUCIFICADOS
Hoy, nos acercamos a tu cruz,
y nos acercamos
a los crucificados de la humanidad.
Queremos pasar sus rostros, que son tu rostro,
por nuestro corazón.
Nos sentimos llamados a recorrer países enteros,
donde hay tantos relatos de cruz
por el hambre, la guerra, la injusticia sin fin.
Pasamos por nuestros ojos las imágenes de las víctimas,
los cuerpos mutilados por las bombas,
las mujeres embarazadas violentamente,
los niños atrapados en redes comerciales.
Oímos la voz de los sin voz,
el ruido de los pies de tantos emigrantes
que dejan su tierra con dolor,
el eco apagado de tantos condenados a muerte
por el hambre, el sida, las drogas,
el hilito de voz que sale de las cárceles,
de los hospitales, de todos los marginados.
Que nuestras lágrimas, nuestra solidaridad,
nuestro estilo de vida, rieguen tantas semillas
de amor y de esperanza sembradas cada día en la tierra
.

-14 de septiembre – LECTIO DIVINA - EXALTACION DE LA SANTA CRUZ

Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 3, 13-17

Jesús dijo a Nicodemo:
«Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo.
De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»
Palabra del Señor.

1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Guías para la lectura:

El texto que hoy la liturgia nos propone está sacado de la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. No nos tiene que sorprender que el pasaje elegido para esta celebración forme parte del cuarto evangelio, porque es justamente este evangelio el que presenta el misterio de la cruz del Señor, como exaltación. Y esto está claro desde el comienzo del evangelio: “Así como Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre” (Jn 3,14; Dn 7,13). Juan nos explica el misterio del Verbo Encarnado en el movimiento paradójico del descenso-ascenso (Jn 1,14.18; 3,13). Y es éste, el misterio que ofrece la clave de lectura para comprender el despliegue de la identidad y de la misión de Jesucristo passus et gloriosus, y podemos decir con razón que esto no vale solamente para el texto de Juan. La carta a los Efesios, por ejemplo, se sirve de este mismo movimiento paradójico para explicar el misterio de Cristo: “Subió. ¿Qué quiere decir, sino que había bajado con los muertos al mundo inferior?” (Ef 4,9).
Jesús es el Hijo de Dios que al hacerse Hijo del hombre (Jn 3,13) nos hace conocer los misterios de Dios (Jn 1,18). Esto Él solamente puede hacerlo, ya que Él sólo ha visto al Padre (Jn 6,46). Podemos decir que el misterio del Verbo que baja del cielo responde al anhelo de los profetas: ¿quién subirá al cielo para revelarnos este misterio? (cfr. Dt 30,12; Prov 30,4). El cuarto evangelio está lleno de referencias al misterio de aquel que “ha bajado del cielo” (1 Cor 15,47). He aquí algunas citas: Jn 6,33.38.51.62; 8,42; 16,28-30; 17,5.
La exaltación de Jesús está justamente en este bajar hasta nosotros, hasta la muerte, y a la muerte de cruz, desde la cual Él será levantado como la serpiente en el desierto y “todo el que la mire no morirá” (Núm 21,7-9; Zc 12,10). Este mirar a Cristo ensalzado, Juan lo recordará en la escena de la muerte de Jesús: “Mirarán a aquel que traspasaron” (Jn 19,37). En el contexto del cuarto evangelio, el dirigir la mirada quiere significar, “conocer”, “comprender”, “ver”.
A menudo en el evangelio de Juan, Jesús se refiere al hecho de ser levantado: “Cuando hayan levantado en alto el Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo soy” (Jn 8,28); “‘cuando Yo haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí’. Jesús daba a entender así de qué muerte iba a morir” (Jn 12,32-33). También en los sinópticos Jesús anuncia a sus discípulos el misterio de su condena a muerte y muerte de cruz (véase Mt 20,17-19; Mc 10,32-34; Lc 18,31-33). En efecto, Cristo tenía que “sufrir todo esto y entrar en la gloria” (Lc 24,26).
Este misterio revela el gran amor que Dios nos tiene. Es el hijo que nos es dado, “para que quien crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”, este hijo a quien nosotros hemos rechazado y crucificado. Pero justamente en este rechazo de nuestra parte, Dios nos ha manifestado su fidelidad y su amor que no se detiene ante la dureza de nuestro corazón. El actúa la salvación, a pesar de nuestro rechazo y desprecio (cfr. Hechos 4,27-28), permaneciendo siempre firme en realizar su plan de misericordia: “Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar el mundo, sino para que el mundo se salve por él”.

2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la meditación:

¿Qué impacto tiene para mí hoy este texto?
¿Qué significa para mí la exaltación de Cristo y de su cruz?
Este movimiento de descenso – ascenso. ¿Qué consecuencias conlleva en la vivencia de mi fe?

3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

SALMO Sal 77, 1-2. 34-35. 36-37. 38 (R.: cf. 7b)
No olviden las proezas del Señor.

Pueblo mío, escucha mi enseñanza,
presta atención a las palabras de mi boca:
yo voy a recitar un poema,
a revelar enigmas del pasado.

Cuando los hacía morir, lo buscaban
y se volvían a él ansiosamente:
recordaban que Dios era su Roca,
y el Altísimo, su libertador.

Pero lo elogiaban de labios para afuera
y mentían con sus lenguas;
su corazón no era sincero con él
y no eran fieles a su alianza.

El Señor, que es compasivo,
los perdonaba en lugar de exterminarlos;
una y otra vez reprimió su enojo
y no dio rienda suelta a su furor.

4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Repito y reflexiono en este texto:

Aleluia.
Te adoramos, Cristo, y te bendecimos,
porque con tu cruz has redimido al mundo.
Aleluia.

5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la acción:

¿De qué manera se traduce en acción el internalizar el significado de la exaltación de la Cruz?
¿Qué compromiso de fe quiero asumir luego de reflexionar en este tema?
¿Con quién compartiré lo meditado en la Lectio de hoy?

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