3 de diciembre de 2012


San Francisco Javier

«Señor, no soy digno de que entres en mi casa;
basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará.”

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías    2, 1-5

    Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén:
    Sucederá al fin de los tiempos que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella y acudirán pueblos numerosos, que dirán:
    « ¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! El nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas.»
Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén, la palabra del Señor.
    El será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos. Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra. Ven, casa de Jacob y caminemos a la luz del Señor!
Palabra de Dios.

SALMO    Sal 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9 (R.: cf. 1)
R.    Vamos con alegría a la Casa del Señor.

    Qué alegría cuando me dijeron:
    «¡Vamos a la Casa del Señor»!
    Nuestros pies ya están pisando
    tus umbrales, Jerusalén. R.

    Allí suben las tribus,
    las tribus del Señor
    -según es norma en Israel-
    para celebrar el nombre del Señor.
    Porque allí está el trono de la justicia,
    el trono de la casa de David. R.

    Auguren la paz a Jerusalén:
    ¡haya paz en tus muros
    y seguridad en tus palacios!» R.

    Por amor a mis hermanos y amigos,
    diré: «La paz esté contigo.»
    Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios,
    buscaré tu felicidad. R.

EVANGELIO 
    + Lectura del santo Evangelio según san Mateo    8, 5-11

    Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo.»
    Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace.»
    Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos.»
Palabra del Señor. 

PARA REFLEXIONAR

Jesús anuncia el evangelio al pueblo de Israel, pero éste no acepta la propuesta salvífica de Dios. Su apego a la ley, al templo, a las tradiciones y a las instituciones le impide ver la novedad de la Buena Nueva.
Los paganos, por el contrario, se van abriendo a la novedad del Reino. Ellos, los impuros y herejes, escuchan el mensaje y lo asumen como proyecto de vida. Éste es el sentido del episodio que hoy nos presenta el evangelista Mateo.
Un centurión romano -militar, invasor, impuro, pecador- descubre la autoridad de Jesús sobre los males y dolencias que aquejan al pueblo. Por eso le pide a Jesús que sane a su criado, porque tiene autoridad sobre la enfermedad y la muerte, que marginan y aniquilan a la persona humana. Jesús alaba abiertamente la fe del pagano, en contraste con la falta de fe de sus paisanos judíos.
¡Qué difícil es ver más allá de las estructuras de la legalidad y la tradición! La fe, en este caso, es la capacidad de poder ver la profundidad de la persona de Jesús y aferrarse a él como fuente de vida y esperanza. – Abramos el corazón y la mente para reconocer a Jesús en medio de nuestro pueblo. 
***
La primera semana de Adviento nos ofrece unas lecturas de Isaías, profeta de la esperanza en medio de una historia atormentada del pueblo de Israel con la amenaza asiria, ocho siglos antes de Cristo.
Sus pasajes serán anuncios de esperanza, de salvación, de futuro más optimista para el resto de Israel, para los demás pueblos, e incluso para todo el cosmos.
El profeta, que ve la historia desde los ojos de Dios, anuncia la luz y la salvación para todos los pueblos.
Jerusalén será como el faro situado en una montaña alta para que todos lo vean desde lejos y que ilumina a todos los pueblos. Dios quiere enseñar desde aquí sus caminos, y la palabra salvadora brotará de Jerusalén.
Tanto judíos como paganos «caminarán a la luz del Señor» y formarán un solo pueblo.
Habrá paz cuando suceda y lo dice con comparaciones que entiende bien el hombre del campo: de las espadas se forjarán arados; de las lanzas, podaderas, nadie levantará la espada contra nadie.
Isaías es consciente que no todos en Israel han sido fieles a Dios, por eso dedica estas líneas al “resto”, al pequeño grupo de fieles que no se ha desviado de las leyes de Yahvé.
Isaías denuncia los pecados del pueblo, y de un modo especial de la dirigencia que lleva a la nación a la ruina, y lo llevará al destierro a Babilonia. Así como cayó Samaria, también caerá Judá.
La desgracia es interpretada como intervención de Dios, una intervención justa desde la concepción de la Alianza.
El Mesías será la gloria de los supervivientes de Israel y es presentado como «un fruto de la tierra», no es un «algo extraño» caído del cielo… es más bien el fruto de una lenta y larga germinación. Todo un pueblo lo ha preparado y esperado. La gloria del futuro rey sólo se revelará al pequeño grupo de los que habrán escapado del desastre… al pequeño resto de los supervivientes.
Luego habla de la presencia protectora de Dios sobre el monte Sión, prefiguración de la alegría eterna de los elegidos. El Mesías es también. Una mujer, una madre sobre todo lo ha preparado y esperado. 
***
El Evangelio nos cuenta la curación del criado de un centurión, un pagano, oficial del ejército romano que ocupaba y oprimía el territorio de Israel, de una persona que no pertenecía a la comunidad judía; lo que nos hace pensar en este sueño de Dios: “que todo hombre se salve”. Sueño que exige una respuesta radical desde la fe. El hombre que se dirige a Jesús es alguien que pertenecía a la estructura de poder y de dominio; pero que muestra unas cualidades humanas admirables y especialmente una fe que merece el elogio de Jesús. El Señor viene para invitar a todos los seres humanos, de cualquier clase y condición, a asumir el camino de salvación que es la realización en el hoy y el aquí de su Reinado. Cada milagro que Jesús hace es un signo eficaz de que Dios está irrumpiendo en el mundo. El Mesías que invocamos es el de los pobres y de la paz; Mesías para el hombre que ha experimentado como este centurión romano la precariedad del orgullo y de la suficiencia. La única exigencia para vivir la salvación que trae es la fe, la respuesta llena de esperanza y entusiasmo para recibir la oferta salvadora de Jesús.
El adviento es un tiempo de fe, de adhesión incondicional a la palabra viva de Jesús, de humilde expectativa de su venida a nosotros, sabiendo que para nada somos dignos de su visita. Un tiempo de oración intensa y confiada como la del centurión, pidiendo a Cristo que venga a curar la enfermedad que nos impide ponernos a servir a los hermanos. Que se avive nuestra fe en este tiempo; ésta será la mejor luz con que podremos adornar el pesebre, el mejor regalo que podemos dar a los demás, nuestra fe en la salvadora palabra de Jesús. 

PARA DISCERNIR

¿Qué Mesías espero?
¿Dónde se apoyan mis esperanzas?
¿Quiero soñar junto con Dios? 

PARA REZAR

Señor, yo te bendigo 
Señor, yo te bendigo, porque me diste
un corazón sensible y un espíritu triste,
porque me estás haciendo amar el bien y la belleza
y siento que tu mano se posa en mi cabeza.
Señor, yo te bendigo porque en mis horas
angustiadas y algunas veces doloridas,
en oraciones florecerán mis heridas
y en ternura la soledad de mis auroras.
Porque es tan bello sentir el alma llena
de una enorme piedad por cada pena,
y olvidarse un instante de sí mismo,
y dar a los demás lo que nos queda,
de esperanza, de amor y de optimismo.
                                 Eloy Rodríguez Castañeda

LECTIO DIVINA
  
Muchos vendrán de Oriente y de Occidente para el Reino de Dios 

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    8, 5-11

Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente.» Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo.»
Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace.»
Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos.»
Palabra del Señor. 

1.     LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

 ·   Guías para la lectura:
           
El milagro trae a colación un tema complejo, pues tiene como beneficiario a un pagano que suplica por la salud de su servidor, en una parte del Evangelio que se habla de los milagros de Jesús en Israel. 
Por un lado, queda en evidencia cómo el que no es judío respeta la primacía de Israel, pueblo elegido, en el marco de la historia de la salvación; pero por otro lado, también se muestra que esta salvación se abre más allá de las fronteras de Israel. 
La fe del militar (centurión) es modelo a seguir, ya que representa la respuesta adecuada a todo milagro, haciendo posible la aceptación de la Buena Nueva por parte de todos, judíos y paganos. 
Además, el relato pone de manifiesto la autoridad del Mesías, quién, como Señor, conduce a su comunidad, compuesta por miembros de diversa procedencia.  

2.     MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

·                       Preguntas  para la meditación: 

Ø ¿Por qué el centurión no se consideraba digno de que Jesús entre en su casa?
Ø ¿Cuál es la lógica de autoridad que el centurión le atribuye a Jesús?
Ø ¿Por qué Jesús destaca la fe del centurión?  

3.     ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
   
Señor, que tenga siempre la humildad de quien no se considera digno de ser tu discípulo y el agradecimiento por la gracia de Dios que lo hace posible.
Que confíe siempre en que una palabra de Cristo es suficiente para mi sanidad integral.  
                             
4.     CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
       
Reflexiono en las palabras: 
“Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra...”
  
5.     ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

·                        Preguntas para la acción: 

Ø¿Me considero digno de la visita de Jesús a mi vida o agradezco su gracia? 
Ø¿Tengo una visión exclusivista o inclusiva de la salvación del Dios? 
Ø¿Con quién compartiré lo reflexionado hoy en la Lectio?

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