11 de Enero de 2013 - TIEMPO DE NAVIDAD - VIERNES DESPUES DEL DOMINGO DE EPIFANIA
“Mientras Jesús
estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús,
se postró ante él y le rogó: «Señor, si quieres, puedes purificarme.» ”
PRIMERA LECTURA
Lectura de la
primera carta del apóstol san Juan 5, 5-13
Hijos
míos:
¿Quién
es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Jesucristo
vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y
con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad. Son
tres los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres están
de acuerdo.
Si
damos fe al testimonio de los hombres, con mayor razón tenemos que aceptar el
testimonio de Dios. Y Dios ha dado testimonio de su Hijo.
El
que cree en el Hijo de Dios tiene en su corazón el testimonio de Dios. El que
no cree a Dios lo hace pasar por mentiroso, porque no cree en el testimonio que
Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y
el testimonio es este: Dios nos dio la Vida eterna, y esa Vida está en su Hijo.
El que está unido al Hijo, tiene la Vida; el que no lo está, no tiene la Vida.
Les
he escrito estas cosas, a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para
que sepan que tienen la Vida eterna.
Palabra
de Dios.
SALMO Sal
147, 12-13. 14-15. 19-20 (R.: 12a)
R. ¡Glorifica
al Señor, Jerusalén!
¡Glorifica
al Señor, Jerusalén,
alaba
a tu Dios, Sión!
El
reforzó los cerrojos de tus puertas
y
bendijo a tus hijos dentro de ti. R.
El
asegura la paz en tus fronteras
y
te sacia con lo mejor del trigo.
Envía
su mensaje a la tierra,
su
palabra corre velozmente. R.
Revela
su palabra a Jacob,
sus
preceptos y mandatos a Israel:
a
ningún otro pueblo trató así
ni
le dio a conocer sus mandamientos. R.
EVANGELIO
+
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 5, 12-16
Mientras
Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a
Jesús, se postró ante él y le rogó: «Señor, si quieres, puedes purificarme.»
Jesús
extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado.» Y al
instante la lepra desapareció.
El
le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: «Ve a presentarte al
sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que
les sirva de testimonio.»
Su
fama se extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y
hacerse curar de sus enfermedades. Pero él se retiraba a lugares desiertos para
orar.
Palabra
del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
ñ Los
judíos contemporáneos de Jesús atribuían al alma y al cuerpo una unión mucho
más estrecha que la que le atribuían los griegos. La enfermedad se consideraba
como consecuencia de una enfermedad moral.
ñ Al
curar el cuerpo del leproso, Jesús toma conciencia de que su predicación
inaugura la victoria sobre el mal. En esta escena encontramos un resumen de la
situación que se da en el mundo cuando el Hijo de Dios viene a nosotros.
ñ Están,
frente a frente, el poder y la misericordia de Dios por un lado, y nuestra
terrible situación pecadora por el otro. El leproso representa a la humanidad
alejada de Dios en una situación de impureza.
ñ El
evangelista nos describe el encuentro y la actitud del Señor ante este hombre
afectado por la lepra.
ñ El
hombre dice solamente: “Si quieres puedes limpiarme”. Reconoce su situación y
al mismo tiempo confiesa la capacidad y el poder de Dios. Es el grito de la
humanidad que reconoce su verdadera situación y admite que está dividida y que
se ha alejado de Dios.
ñ Y,
ante todas las tentaciones y dificultades, la oración es un remedio eficaz.
***
ñ En
el vocabulario de san Juan el término “mundo” significa: «el
hombre encerrado en sí mismo y tentado de salvarse por sus propias fuerzas».
El verdadero cristiano es el que ha vencido esa tentación y que vive abierto a
Dios y su testimonio en Cristo Jesús.
ñ La fe nos «abre a Dios»
que hace que nuestra salvación y el éxito de nuestra vida los pongamos en la
persona de Jesús, el Hijo de Dios.
ñ Jesús
ha venido a este mundo ampliamente apoyado por los testimonios de Dios. El que
cree en el Hijo, cree a Dios y tiene el testimonio de Dios.
ñ Jesucristo,
el que vino por el agua y por la sangre. Este Jesús en quien creemos, es el que
fue bautizado por el Bautista en el agua del Jordán, con el Espíritu sobre Él,
y el que al final de su vida derramó su sangre en la cruz, y luego fue
resucitado por ese mismo Espíritu. Agua y sangre que son
certificadas siempre por el Espíritu, el maestro y el garante de toda fe
verdadera.
ñ Por
otro lado en Juan “el agua y la sangre“
simbolizan la obediencia filial de Jesús hasta la muerte, por amor a todos los
hombres. Juan vio esto al pie de la cruz y lo afirma. Jesús, por su corazón
abierto, del que mana “el agua y la sangre lo ha dado todo”. Por eso tenemos
que creer el testimonio de Dios sobre Jesús de Nazaret. El
autotestimonio que Dios da es su mismo Hijo Jesucristo, que nos ha dado la vida.
Quien tiene al Hijo tiene la vida. Quien no tiene al Hijo de Dios no tiene la
vida. El que cree en Jesús, vence al mundo y tiene la vida eterna. La carta va
a terminar con las mismas ideas con las que comenzó.
ñ Pero
lo principal es lo que sucede a los que creen en el Enviado de Dios: vencen
al mundo y tienen la vida eterna. El que vence al mundo es el que
cree que Jesús es el Hijo de Dios. Dios nos ha dado vida eterna y esta vida,
está en su Hijo. “Quien tiene al Hijo tiene la vida; quien no tiene al Hijo, no
tiene la vida”.
***
ñ El
evangelio hoy nos presenta otra de las manifestaciones iniciales de Jesús: la
curación del leproso. Su fama crecía y su actuación misionera de
predicación y curación de los que sufrían, entusiasmaba a los pobres por todas
partes.
ñ Cristo
desea la curación de los enfermos que encuentra a su paso y porque se siente
movido a compasión por el sufrimiento que lo rodea brota su carisma de
taumaturgo.
ñ Los
contemporáneos de Cristo atribuían al alma y al cuerpo una unión muy estrecha,
a tal punto que la enfermedad era considerada como el reflejo y la consecuencia
de un mal moral. Al curar el cuerpo, Cristo inaugura los tiempos escatológicos
de la victoria sobre el mal y el momento de la consolación.
ñ Las curaciones realizadas por Cristo no son
más que un momento de reparación de la creación entera mediante su vida y su
persona.
ñ En
el caso de la lepra, bajo este nombre se incluían en tiempos de Jesús diversas
enfermedades de la piel de carácter más o menos grave. Todas ellas convertían
en impuro al hombre que la padecía. El leproso se hallaba excluido del pueblo
de Israel: era un manchado y no podía tomar parte en la liturgia de la oración,
en la alegría de las fiestas. Se convertía en un hombre social y religiosamente
marginado: sólo, sin derechos, lejos de los pueblos.
ñ
El
pedido del enfermo es una oración de súplica: «Señor, si
quieres puedes limpiarme». La respuesta compasiva de Jesús es efectiva: «Quiero,
queda limpio».
ñ El
maestro extendió la mano hacia aquel a quien nadie podía tocar. Abandonado de
todos y maldito, se encuentra ahora, de golpe con una mano tendida hacia él que
lo integra a la sociedad, a la vida de los hombres.
ñ Jesús
al decretar “queda limpio”, penetra hasta
la misma entraña de aquel hombre maldito y lo proclama transformado y puro;
todo el perdón de Dios se hace presente en esa frase. Sin embargo, Jesús teme
que no se comprenda esta curación y el carisma que posee como signo del reino,
por eso obliga al que ha sido objeto de milagro a guardar el secreto y le
ordena someterse a los exámenes legales.
ñ Lo
envía al sacerdote. Sus palabras tienen eficiencia externa; el leproso queda
sano pero ahora al presentarse al sacerdote para que dé testimonio de su nueva
situación; podrá formar parte del antiguo pueblo de la alianza y de sus
promesas.
ñ Finalmente,
rehuye la admiración de la muchedumbre que podrían interpretar mal sus
milagros.
ñ
Ese perdón de Dios que Jesús ha
ofrecido a los marginados de la tierra tiene que constituir ahora el fundamento
de la vida y preocupación de la Iglesia. El discípulo es signo de encuentro con la
salvación que Jesús ofrece.
ñ
La
experiencia de ser curados, de ser redimidos es nuestro anuncio más gozoso y la
fuerza para evitar todo tipo de exclusión y marginación.
ñ Jesús
termina la escena curando a los enfermos que le traen y, a la vez, orando a
Dios en soledad. La unión de la oración personal y servicio
a los necesitados constituye un elemento primordial de toda
auténtica existencia de discípulos.
PARA DISCERNIR
ñ
¿Tenemos
la misma actitud de cercanía y apoyo de Jesús para con los que sufren?
ñ
¿Somos
conscientes que lo que desfigura al hombre es, ante todo el “no-amor?
ñ
¿Somos
conscientes que ser solidarios y extender la mano hacia el que sufre es ya un
medio para curarlo?
REPITAMOS Y
VIVAMOS HOY LA PALABRA
Señor, si
quieres, puedes purificarme!
PARA LA LECTURA
ESPIRITUAL
Jesús extendió
la mano y la tocó
“Cristo al
entrar en el mundo dice: ‘ no quiero sacrificios, ni ofrendas, pero me has dado
un cuerpo. Entonces dije: aquí estoy para hacer tu voluntad ‘ ” (He 10,5-7; Ps
40,7-9 LXX). ¿Es verdad que para salvarnos de nuestra miseria y para conquistar
nuestro amor, Dios quiso hacerse hombre? Tan cierto como que es un artículo de
fe: “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se hizo
a hombre” (credo)…
Sí, esto es lo
que Dios hizo para que le amáramos… Es así como quiso manifestarnos el gran
amor que nos tiene: “la gracia de Dios nuestro Salvador se manifestó a todos
los hombres” (Tt. 2,11). “El hombre no me ama, parece haber dicho el Señor,
porque no me ve. Voy a hacerme visible, a conversar con él, de este modo,
seguramente me amará”: “apareció sobre la tierra, y conversó con los hombres”
(Ba 3,38). El amor de Dios por el hombre es inmenso, inmenso desde toda la
eternidad: “con amor eterno te amé; por eso prolongué mi misericordia para
contigo” (Jr 31,3).
Pero todavía no
habíamos visto cuán grande e incomprensible era; cuando el Hijo de Dios se hizo
contemplar bajo la forma de un niño acostado sobre paja en un establo,
verdaderamente se manifestó: “Dios nuestro Salvador mostró su bondad y su amor
para los hombres” (Tt 3,4). ” La creación del mundo, observa san Bernardo, hizo
resplandecer el poder de Dios, el gobierno del mundo, su sabiduría; pero la
encarnación del Verbo hizo estallar su misericordia ante todos los que le
miran”… “Despreciando a Dios, dice san Fulgencio, el hombre se había separado
de él para siempre; y como el hombre ya no podía regresar a Dios, Dios se dignó
venir a encontrarle sobre la tierra”. Santo Agustín ya había dicho: “no
podíamos ir al médico; por eso el médico tuvo la bondad de venir hasta
nosotros”.
San Alfonso
María de Ligorio (1696-1787), obispo y doctor de la Iglesia
1er Discurso
para la Novena de Navidad
PARA REZAR
La
fe vence al mundo.
La
fe en el Hijo tiene la fuerza en si misma
para
vencer el temor a la muerte;
tiene
luz para iluminar la oscuridad
de
la vida y de la muerte;
tiene
coraje para superar el miedo que nos paraliza;
curar
las heridas de los fracasos
en
la lucha por cambiar este mundo
y
convertirlo en reino de Dios.
Nuestra
fe vence al mundo.
No
nos deja encerrarnos en lo finito e inmediato.
Nos
mantiene despiertos, con capacidad de lucha
y
de superación hacia el futuro.
La
fe es confianza en el Dios
que
hace posible lo que parece imposible;
que
cumple sus promesas,
a
veces por caminos desconocidos para nosotros.
Nuestra victoria es la fe:
Nuestra victoria es la fe:
seguir
creyendo en Jesús,
seguir
apostando por su Causa,
sin
acobardarnos y dejando la vida en el empeño,
si
fuera preciso, como Jesús…
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