“Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio
y se conmovió profundamente,
corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.”
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Josué 5, 9a. 10-12
El Señor dijo a Josué: «Hoy
he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto.»
Los israelitas acamparon en
Guilgal, y el catorce del mes, por la tarde, celebraron la Pascua en la llanura
de Jericó. Al día siguiente de la Pascua, comieron de los productos del país
-pan sin levadura y granos tostados- ese mismo día.
El maná dejó de caer al día
siguiente, cuando comieron los productos del país. Ya no hubo más maná para los
israelitas, y aquel año comieron los frutos de la tierra de Canaán.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7
(R.: 9a)
R. ¡Gusten y vean que bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo
tiempo,
su alabanza estará siempre en
mis labios.
Mi alma se gloría en el
Señor:
que lo oigan los humildes y
se alegren.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos
juntos.
Busqué al Señor: él me
respondió
y me libró de todos mis
temores.
Miren hacia él y quedarán
resplandecientes,
y sus rostros no se
avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al
Señor:
él lo escuchó y lo salvó de
sus angustias.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a
los cristianos de Corinto 5, 17-21
Hermanos:
El que vive en Cristo es una
nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.
Y todo esto procede de Dios, que nos reconcilió con él por intermedio de Cristo
y nos confió el ministerio de la reconciliación. Porque es Dios el que estaba
en Cristo, reconciliando al mundo consigo, no teniendo en cuenta los pecados de
los hombres, y confiándonos la palabra de la reconciliación.
Nosotros somos, entonces,
embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio
nuestro. Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con
Dios. A aquel que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en
favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por él.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
+ Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 15, 1-3. 11-32
Todos los publicanos y
pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas
murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo entonces esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos.
El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de herencia que me
corresponde.” Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el hijo
menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus
bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando
sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al servicio
de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar
cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los
cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo:
“¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí
muriéndome de hambre!” Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: “Padre,
pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame
como a uno de tus jornaleros.”
Entonces partió y volvió a la
casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió
profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo: “Padre,
pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo.”
Pero el padre dijo a sus
servidores: “Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en
el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo.
Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y fue encontrado.” Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el
campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que
acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué
significaba eso.
El le respondió: “Tu hermano
ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha
recobrado sano y salvo.”
El se enojó y no quiso
entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: “Hace
tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus
órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y
ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con
mujeres, haces matar para él el ternero engordado!”
Pero el padre le dijo: “Hijo
mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta
y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba
perdido y ha sido encontrado.”»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Es un problema cada vez más preocupante el consumo de droga y alcohol, y
cómo se inicia a edades cada vez más precoces. La solución no se reduce a
controles policiales bien logrados; aunque sean necesarios, la verdadera
solución hay que buscarla por otras vías que tienen que ver más con el mundo de
la educación y de la cultura en que nos movemos.
El problema de la droga es un problema que tiene mucho que ver con una vida
carente de sentido, la falta de verdadera libertad, la falta de comunicación
familiar y social, y la falta de la imagen paterna. Todo aquel que conoce
un poco de psicología sabe muy bien la importancia del padre para nuestro
desarrollo personal. El padre es el autor de las normas que dan seguridad y que
nos dibujan el mapa de navegación para la vida. Cuando se da una auténtica
paternidad vamos creciendo en el discernimiento de lo que conviene y no conviene
hacer. El padre representa las normas de conducta y de valor.
Asistimos al crecimiento de una sociedad sin padre. No sólo porque muchas
de nuestras familias hoy son monoparentales a cargo de la madre,
sino porque en la sociedad actual en general, se ha producido una especie
de “despadre” en el sentido de que, a través de los medios de comunicación
social y de ciertas costumbres generalizadas, se estaría
inculcando una especie de relativismo subjetivo, que prescinde de los grandes valores y normas objetivas.
inculcando una especie de relativismo subjetivo, que prescinde de los grandes valores y normas objetivas.
***
La primera lectura nos recuerda el gozo del pueblo de Israel, liberado de
la esclavitud de Egipto, que acampa en la llanura de Jericó después de
atravesar el Jordán y celebra allí la Pascua ; seguidamente se establece en la
Tierra prometida.
***
San Pablo nos hace profundizar en la novedad cristiana de la
reconciliación. Presenta lo nuevo: “todo esto viene de Dios, por medio de
Cristo que nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la
reconciliación”.
***
La parábola, llamada habitualmente “del hijo pródigo”, nos presenta que
Dios Padre, en la historia, ha tenido dos hijos: el mayor, que siempre ha
permanecido en la casa; el menor que se ha marchado. Es la parábola de la
reconciliación universal.
Esto aparece en la introducción en dos clases de personas: los publicanos y
pecadores; y los fariseos y maestros de la ley. Al final se produce una
inversión porque, el hijo rebelde y pródigo es el que se acoge al perdón del
Padre, y el hijo cumplidor y justo se encierra en sí mismo, rechazando la
invitación a la alegría por el hermano recuperado. Es el bueno el que más
necesita la conversión.
Dos hijos para mirarnos como en un espejo: En el Hijo pródigo
estamos todos los que hemos aceptado la herencia de Dios y queremos
vivir a nuestro gusto usando lo que hemos recibido de Dios sin contar con Él.
También nos podemos reconocer en el hermano mayor que se creía y se
las daba de cumplidor, siendo intransigente frente al hermano que se
fue muestra nuestra actitud de creernos que somos mejores que los demás,
porque nuestras faltas no están al descubierto.
Los hombres somos pecadores, pero muchas veces inmisericordes con el
pecador. Dios obra de modo diferente. Es Padre y nos quiere de verdad. No por
lo que hacemos sino porque somos hijos suyos, pecadores o no. Nos quiere,
no porque seamos buenos, sino porque él es bueno y su amor es el único que
puede hacernos buenos, el que nos puede sacar de la maldad, el que nos puede
librar del pecado, el que nos puede alentar en el camino del bien.
Jesús les dice esto a los pecadores, para que no desconfíen ni se den
por vencidos y sigan trabajando y esforzándose en ser mejores. Pero también se
lo dice a los fariseos y letrados, para que no se fíen ni se engrían y sean
tolerantes y comprensivos con los más débiles. Porque todos somos
pecadores delante de Dios. Y eso tiene que hacernos más humildes y solidarios.
El amor de Dios es más fuerte que todos nuestros pecados. Y esa es nuestra
esperanza. Siempre tendremos perdón de Dios, si nos reconocemos pecadores
y se lo pedimos. Dios nos invita y sienta a su mesa. Su amor deshace el pecado
y nos restablece en nuestra condición de hijos con todos los derechos y
prerrogativas. Así lo expresa Jesús, describiendo el gozo y la alegría del
padre al recuperar al hijo perdido y recobrar al presuntamente justo,
sentándolos a la misma mesa, en el mismo banquete de fiesta.
El padre es amor. Amor alegre. Misteriosamente, el padre necesitaba la
vuelta del hijo porque no sabía qué hacer con tanto amor. Misteriosamente, el
pródigo hace feliz al padre. El padre es un Dios que, misteriosamente,
demuestra más su amor a los pecadores que a los justos, porque los pecadores
“se dejan querer” y así puede mostrar y expresar la inmensidad desconcertante
de su compasión. Los pecadores se ven perdidos y endeudados con Dios; los
buenos piensan que no deben a Dios nada. Es Dios quien está endeudado con
ellos.
Este Padre es amor a lo grande, sin normas ni fronteras; amor en el que
caben todos: buenos y malos, morales e inmorales. Nuestro Dios es un Padre
bueno, misericordioso y comprensivo. Es el padre del hijo pródigo. Es el Padre
de Jesús, el abba, padre querido, el papá.
Este Dios es el trasfondo de la vida de Jesús, lo que está debajo y la
sostiene, aunque no se nombre. Es este Padre bueno de la parábola que
doliéndole en el corazón respeta la libertad del hijo rebelde y lo deja ir, y
que después lo sigue esperando, día tras día, y sin cansancio, con los brazos
abiertos, para, al final, acoger al hijo con una inmensa alegría.
Jesús rodeado de publicanos y pecadores es una llamada a la Iglesia a
convertirse al Espíritu de Jesús porque muchos en el mundo no han
conseguido ver en ella el reflejo del Corazón de Dios, el Refugio de los
Pecadores, la Casa de la Misericordia.
Nuestra gente comprometida, formados en mil reuniones, tienen que ser
conscientes de cómo añoran y necesitan de Dios los pródigos que un día le
dieron la espalda a la Fe buscando la felicidad y la alegría otros
caminos. Necesitamos un camino por el que los descontentos de su vida sin
Dios puedan regresar a una Iglesia que los acoge sin reproches ni
condiciones. Los grupos eclesiales, las parroquia se sienten muchas veces
resquebrajarse si acude cualquier Zaqueo o mal visto del barrio, o la
adúltera de la esquina, la pecadora del barrio,…
Jesús acoge a los pecadores y come con ellos. Sacerdotes y fieles;
militantes comprometidos y señoras del rosario; cristianos orgullosos de su
cumplimiento y seguros con sus cargos; todos necesitamos mirar los
sufrimientos incontables y sin nombre de tantos hombres para estar atentos a
sus necesidades. Si no lo hacemos podemos ser piedra de escándalo para aquellos
que empiezan a preguntarse por la posibilidad de una vuelta a Dios que les
permita pasar de la miseria de haberlo alcanzado todo –brillo, dinero, sexo,
poder – a la riqueza de pedirlo todo y necesitar ser amado.
La Cuaresma está aquí y es Buena Noticia y oportunidad, tanto para
los pródigos que tienen que pasar por las lágrimas del arrepentimiento,
como para quienes son llamados a convertirse de puntillosos cumplidores en
Hijos. Convertirse es revivir, participar y organizar la fiesta del encuentro
con Dios-Padre presente en la Iglesia Madre que nos invita a todos. Porque los
pecados descarados de los pródigos y los más sutiles de los “buenos”, fueron
expiados por Jesús; para que unos y otros, unidos a Él, recibamos la salvación
de Dios para gustar y ver qué bueno es el Señor. La Iglesia es la fiesta de los
que se reencuentran… A ella, como dice Pablo, «se le encargó el servicio de
reconciliar…».
Para discernir
¿Nos sentimos retratados en el hermano “bueno”?
¿Somos intransigentes con las debilidades de los
demás?
¿Lo somos con las nuestras? ¿Despreciamos a los
pecadores…?
¿Pensamos que ser buenos nos pone en desventaja con
los que disfrutan de la vida sin miramientos?
¿Somos buenos por convicción… o porque no podemos ser
malos?
¿Nos cansamos de intentar ser mejores?
Repitamos a lo largo de este día
…Volveré junto a mi Padre…
Para la lectura espiritual
“Me
pondré en camino adonde está mi padre”
Si bien es cierto que no nos gusta la conducta
de este joven, lo que nos hace horror es que se marchara de su casa: en lo que
se refiere a nosotros, ¡no nos alejemos nunca de un padre como éste! Tan sólo
la vista de este padre nos hace huir del pecado, rechaza la falta, excluye toda
mala conducta y toda tentación. Pero, si ya nos hemos marchado, si hemos
malgastado toda la herencia del padre en una vida desordenada, si hemos sido
capaces de cometer cualquier falta o fechoría, si hemos caído en el abismo de
la impiedad y en el hundimiento total, tengamos el buen momento de levantarnos
y regresemos a un padre tan bueno invitados por un ejemplo tan bello.
«Cuando todavía estaba lejos
su padre lo vio y se conmovió, y echando a correr, se le echó al cuello y se
puso a besarlo». Os pregunto: ¿qué lugar hay aquí para la desesperación? ¿Qué
pretexto para tener una excusa? ¿Qué falsa razón para temer? A no ser que se
tema el encuentro con el padre, que se tenga miedo a sus besos y a sus abrazos;
a no ser que se crea que el padre, cuando coge a su hijo por la mano, lo pone
junto a su corazón y le aprieta con sus brazos, quiere tocar para recuperar, en
lugar de recibir para perdonar. Pero si se diera un tal pensamiento que aplasta
la vida, que se opone a nuestra salvación, es ampliamente vencido, ampliamente
anonadado por lo que sigue: «El padre dijo a sus criados: Sacad enseguida el
mejor traje para vestirlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies;
traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete; porque este hijo mío
estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado». Después de
haber escuchado esto ¿podemos todavía demorarnos? ¿Qué esperamos para volver al
padre?
San Pedro Crisólogo.
Para rezar
Cristo, como buen hijo del Padre,
es hermano del mayor y del menor:
Del que se queda y del que se marcha.
Del que persevera y del que abandona.
Del que tiene mentalidad diferente,
esquemas diferentes, modelos de vida
cristiana diversos,
interpretaciones del evangelio diversas.
Del que reconoce que no se equivoca
y del que admite haberse engañado.
Del que se atreve a decir “…ese hijo
tuyo…”
y del que insinúa: “…como a uno de los
jornaleros”.
Del que está en la abundancia y del que
sufre necesidad.
Del que se ha anquilosado
y del que reconoce que debe volver a
comenzar de nuevo.
Del que se ha estancado y del que se
decide a ser sincero,
auténtico y confesar su culpa.
Del que no sabe tratar a su Padre
celestial
y del que vuelve a Él confiado, pobre,
convertido. Es hermano del mayor y del
menor.
Por eso se dejó crucificar y murió en la
Cruz :
Para conseguir que los dos hermanos se
sienten a la mesa
y tomen parte en el mismo banquete de
fiesta
preparado por el Padre.
DABAR 1983
LECTIO DIVINA
Tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 15,
1-3. 11-32
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo entonces esta parábola:
«Un hombre tenía dos
hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de
herencia que me corresponde." Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el
hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó
sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones.
Entonces se puso al
servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para
cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían
los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!" Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."
Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!" Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."
Entonces partió y volvió a
la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió
profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
El joven le dijo:
"Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo
tuyo."
Pero el padre dijo a sus
servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un
anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y
mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la
vida, estaba perdido y fue encontrado." Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
Él le respondió: "Tu
hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha
recobrado sano y salvo."
Él se enojó y no quiso
entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió:
"Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de
tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos.
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con
mujeres, haces matar para él el ternero engordado!"
Pero el padre le dijo:
"Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que
haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y ha sido encontrado."»
Palabra del Señor.
1.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías
para la lectura:
En este domingo la
misericordia se hace parábola. El rudo llamado al arrepentimiento que
escuchamos el domingo pasado se encuentra hoy con la contraparte: el oasis del
rostro de Dios en la Parábola del Padre misericordioso (o “del hijo pródigo”),
la parábola de la misericordia por excelencia.
El hijo arrepentido va
hacia su Padre, pero al final es el padre el que “corre” hacia su hijo,
impulsado por la “conmoción” interior. Esta agitación interna que se vuelve
impulso de búsqueda es lo que se traduce por “misericordia”: puesto que el hijo
nunca se le ha salido del corazón (lo lleva en lo más profundo como una madre
lleva a su hijo en las entrañas), la visión del hijo en su humillación y
sufrimiento descompone el distanciamiento -quizás normal- que toma quien ha
sido herido en su dignidad.
El padre que corre al
encuentro de su hijo primero “lo abraza” (v.20b): el padre se humilla más que
el mismo hijo. No espera sus explicaciones. No le pide purificación previa al
que viene con el mal aspecto de la vida disoluta, contaminado en el contacto
con paganos y rebajado al máximo en la impureza (legal y física) de los cerdos;
el padre rompe las barreras. No hay toma de distancia sino inmensa cercanía con
éste que está “sucio”, para él es simplemente su hijo.
Lo “besa” (v.20c:
“efusivamente”). El beso es la expresión del perdón paterno (como el beso de
perdón de David a su hijo Absalón en 2 Samuel 14,33). Nótese que el perdón se
ofrece antes de la confesión de arrepentimiento del hijo (v.21).
Le manda poner “el mejor
vestido” (v.22ª; quizás “su primer [o “antiguo”] vestido”, como se podría leer
en griego): el padre le restituye su dignidad de hijo y le confirma sus
antiguos privilegios. El vestido viejo, su pasado, queda atrás.
Le manda poner “el anillo”
(v.22b). Este anillo es un simple aderezo estético; puesto que en la antigüedad
el anillo formaba parte de las insignias reales (ver 1 Macabeos 6,14) y con él
se sellaban las grandes transacciones, se trata de un gesto inaudito para con
un hijo derrochador de plata (v.13).
Le manda poner “sandalias”
(v.22c): éste era un privilegio de los hombres libres, incluso en una casa sólo
las llevaba el dueño, no los huéspedes. Este gesto es una delicada negativa al
hijo que iba a pedir ser tratado como jornalero.
Hace sacrificar el
“novillo cebado” (v.23ª), el animal que se alimentaba con más cuidado y se
reservaba para alguna celebración importante en la casa.
Convoca una “fiesta”
(v.23b) con todas las de la ley: la mejor comida, música y danza. La fiesta
parece desproporcionada, pero el padre expone el motivo: el gran valor de la
vida del hijo. Esto llama la atención: la casa cambia completamente.
En esta parte central de
la parábola, está el punto de confrontación que manda al piso los mezquinos
paradigmas de relación humana representados en el rol que juega el hijo mayor
en la parábola: El problema no es simplemente “estar” con el padre (“Hijo, tú
estás siempre conmigo”, (v.31ª) sino de qué manera se está. Mientras el hermano
mayor mide su relación con el padre a partir del cumplimiento externo de la
norma (“hace tantos años te sirvo y jamás dejé de cumplir una orden tuya”,
v.29ª) y su expectativa es la proporcional retribución (“pero nunca me has dado
un cabrito...”; v.29b), la relación entre el padre y el hijo menor se rige por
el amor, en el cual lo que importa no es lo que uno le pueda dar al otro, sino
el hecho de ser “hijo”. Sale a flote el inmenso valor de la relación y su
verdadero fundamento. Basta recordar qué es lo que le duele al Padre: la
“pérdida”, y para él lo “perdido” no fueron los bienes sino “el hijo mío”
(“este hijo mío estaba perdido y ha sido hallado”).
El redescubrimiento de la
filiación lleva a la recuperación de la fraternidad. Por eso el Padre se
permite corregir al hermano mayor: le sustituye el “¡Ese hijo tuyo!” (v.30) por
“¡Este hermano tuyo!” (v.32). Los caminos de reconciliación con el hermano
deben partir del encuentro común en el corazón del Padre, allí donde “todo lo
mío es tuyo” (v.31).
Lo que se tiene y se
pierde (o lo que no se tiene y se desea) en este relato se mide desde la
relación. La mayor riqueza, la que nunca hay que perder y siempre hay que
buscar, es la del corazón misericordioso del Padre que eleva nuestra vida hasta
su máxima dignidad. Es así como se comprende la grandeza de la palabra: “Todo
lo mío es tuyo” (v.31)
2.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas
para la meditación:
Ø ¿Con
cuál de los personajes te sientes identificado?
Ø ¿Sientes
a Dios como ese Padre Misericordioso en tu vida?
Ø ¿Has
sentido celos de alguien cercano a ti?
3.
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
|
Demos gracias a Dios que
nos renueva, nos abraza con su infinita misericordia y nos llama a ser sus
hijos.
Señor, renueva mi espíritu
y dibuja en mi rostro
sonrisas de gozo
por la riqueza de tu
bendición.
Que mis ojos sonrían
diariamente
por el cuidado y
compañerismo
de mi familia y de mi
comunidad.
Que mi corazón sonría
diariamente
por las alegrías y dolores
que compartimos.
Que mi boca sonría
diariamente
con la alegría y regocijo
de tus trabajos.
Que mi rostro dé
testimonio
diariamente de la alegría
que Tú me brindas.
Gracias por este regalo de
mi sonrisa,
Señor. Amén.
Madre Teresa de Calcuta
4. CONTEMPLACIÓN
- ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
Contemplemos hoy a Dios
que se nos revela como un Papá, imaginémoslo con los brazos abiertos y lágrimas
en los ojos viéndonos a lo lejos y deseando que vayamos hacia Él.
Dile ahora:
“Gracias porque me amas y
me invitas a reconciliarme contigo SIEMPRE”
5.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
Ø ¿Asistes
regularmente al sacramento de la reconciliación?
Ø ¿Cómo
vas en tu preparación cuaresmal hacia la pascua?
Ø ¿Qué
cambios radicales debes hacer en tu vida para estar cerca del Padre?
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