San Juan de Dios
Día Internacional de la Mujer
Jesús respondió: «El primero es: Escucha,
Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus
fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro
mandamiento más grande que éstos.»
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Oseas 14, 2-10
Así habla el Señor:
Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tu falta
te ha hecho caer. Preparen lo que van a decir y vuelvan al Señor. Díganle: «Borra
todas las faltas, acepta lo que hay de bueno, y te ofreceremos el fruto de
nuestros labios. Asiria no nos salvará, ya no montaremos a caballo, ni diremos
más “¡Dios nuestro!” a la obra de nuestras manos, porque sólo en ti el huérfano
encuentra compasión.»
Yo los curaré de su apostasía, los amaré
generosamente, porque mi ira se ha apartado de ellos. Seré como rocío para
Israel: él florecerá como el lirio, hundirá sus raíces como el bosque del
Líbano; sus retoños se extenderán, su esplendor será como el del olivo y su
fragancia como la del Líbano.
Volverán a sentarse a mi sombra, harán revivir el
trigo, florecerán como la viña, y su renombre será como el del vino del Líbano.
Efraín, ¿qué tengo aún que ver con los ídolos? Yo le respondo y velo por él.
Soy como un ciprés siempre verde, y de mí procede tu fruto.
¡Que el sabio comprenda estas cosas! ¡Que el hombre
inteligente las entienda! Los caminos del Señor son rectos: por ellos caminarán
los justos, pero los rebeldes tropezarán en ellos.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 80, 6c-8a. 8bc-9. 10-11ab. 14 y 17 (R.: cf. 11 y 9a)
R. Yo, el Señor, soy tu Dios; escucha mi voz.
Oigo una voz desconocida que dice:
Yo quité el peso de tus espaldas
y tus manos quedaron libres de la carga.
Clamaste en la aflicción, y te salvé. R.
Te respondí oculto entre los truenos,
aunque me provocaste junto a las aguas de Meribá.
Oye, pueblo mío, yo atestiguo contra ti,
¡ojalá me escucharas, Israel! R.
No tendrás ningún Dios extraño,
no adorarás a ningún dios extranjero:
yo, el Señor, soy tu Dios,
que te hice subir de la tierra de Egipto. R.
¡Ojalá mi pueblo me escuchara,
e Israel siguiera mis caminos!
Yo alimentaría a mi pueblo con lo mejor del trigo
y lo saciaría con miel silvestre». R.
EVANGELIO
+ Lectura del santo Evangelio según san
Marcos 12, 28b-34
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: « ¿Cuál
es el primero de los mandamientos?».
Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel:
el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus
fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro
mandamiento más grande que éstos.»
El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes
razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con
todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al
prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los
sacrificios.»
Jesús, al ver que había respondido tan
acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios.»
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Contemplamos la anchura del amor que Jesús proclama. Ser cristiano es vivir
en profundidad el amor. Sin amor es imposible seguir a Jesús y proseguir su
obra.
Hoy por hoy, entre los cristianos, el gran peligro no está tanto en el
posible olvido de esa centralidad del amor, como en reducirlo a una de sus
dimensiones.
Porque el amor evangélico es tridimensional: Hay un amor que viene de Dios
al ser humano (Jesús descubre que Dios nos ama); hay un amor que sube del ser
humano a Dios (Jesús recuerda que ese Dios quiere ser amado); y hay un tercer
amor de los hermanos entre sí (Jesús recuerda que el amor al hermano y a Dios
son inseparables).
Y hoy, podemos caer en la tentación de repartir ese triple amor, en lugar
de sumar los tres amores. Ciertos grupos parecen poner todo su entusiasmo en
exaltar el amor de Dios
al ser humano. Están luego los que sólo se preocupan por su amor a Dios. Y están las personas que centran y reducen todo su amor al amor a los hermanos.
al ser humano. Están luego los que sólo se preocupan por su amor a Dios. Y están las personas que centran y reducen todo su amor al amor a los hermanos.
Tres maneras de mutilar y por tanto de falsificar el auténtico amor
evangélico.
***
El texto de hoy son las palabras finales del mensaje profético de
Oseas que termina su libro con este canto a la conversión al Dios
del amor. Es esta la expiación que Él quiere: la del corazón contrito y
obediente que se deja conducir y moldear por Dios, y que reconoce que sólo en
Él se encuentra la Vida y la felicidad.
Todos los profetas han hecho gestos, que eran signos a través de los cuales
trataban luego de explicar al pueblo sencillo, el mensaje del Señor. Oseas se
ofrece a sí mismo como símbolo y materia de enseñanza. El profeta se ha
casado con una mujer a la que ama. Pero ésta le es infiel y lo engaña yéndose
con otro. Oseas la sigue amando y, tras someterla a prueba, la vuelve a tomar
como esposa.
Este episodio doloroso de la vida del profeta, se convierte en
el símbolo del amor que Dios tiene a su pueblo. Israel, con quien Dios se
ha desposado, se ha conducido como una mujer infiel, como una prostituta. Oseas
expresa por primera vez las relaciones de Dios con Israel mediante
la imagen y terminología del matrimonio.
El profeta arremete con furia mal contenida, contra todo cuanto en la
historia de Israel ha sido desprecio para el Señor. Habla desde su propia rabia
convertida ahora en símbolo: la Palabra de Dios adquiere ahora en su
lengua todo el fuego pasional de un marido engañado.
***
La pregunta del letrado tiene sentido y, a la vez, lleva toda una carga de
profundidad. De los 613 preceptos, de los cuales 248 eran prescripciones
positivas y 365 prohibiciones que constituían la Torá, resultaba fundamental
saber qué mandamiento era el principal.
La respuesta es clara y sintética: “amarás al Señor tu Dios… amarás
a tu prójimo como a ti mismo: no hay mandamiento mayor que estos”.
Jesús le resume todos los mandamientos en una antigua ley del Deuteronomio, que recalca el amor a Dios con todo nuestro ser antes que ninguna otra cosa. Y luego toma otro mandato antiguo, que aparece en el Levítico, y ratifica el amor que se debe dar al prójimo.
Jesús le resume todos los mandamientos en una antigua ley del Deuteronomio, que recalca el amor a Dios con todo nuestro ser antes que ninguna otra cosa. Y luego toma otro mandato antiguo, que aparece en el Levítico, y ratifica el amor que se debe dar al prójimo.
La gran originalidad de Jesús está en que une los dos
mandamientos, indicando que uno no se puede cumplir sin el otro. Sólo
se puede amar a Dios amando al prójimo. Los dos mandamientos no se
pueden separar. Toda la ley se condensa en una actitud muy positiva: amar.
Amar a Dios y amar a los demás. Esta vez la medida del amor al prójimo es
muy cercana y difícil: “como a ti mismo“. Así como nosotros nos queremos
y nos toleramos, así quiere Jesús que amemos a los demás.
A partir de la respuesta de Jesús, podemos descubrir que el amor a Dios no
está puesto fuera de la esfera humana. Amar a Dios sólo es posible amando al
prójimo; y el amor que se practique con Dios debe ser igual al practicado con
los demás. Con esta forma de unir a Dios y al ser humano, Jesús sale de la
práctica deshumanizada de la ley, para llegar a lo importante: el
crecimiento y la plenitud de todo el hombre. Aquí está la gloria de Dios y
su máximo mandamiento. Lo importante será el hombre.
El letrado va más allá al añadir que, cumplir estos dos mandamientos valen
más que todos los holocaustos y sacrificios. Entiende que el verdadero
culto se da en la vida de cada día y que, por tanto, los
holocaustos y sacrificios del templo con los que los judíos expían los pecados,
no tienen sentido alguno sin la práctica del amor.
Jesús reconoce en aquel fariseo que su pensamiento no está lejos del reino
de Dios. Pero para entrar en el reino no basta con pensar así,
hay que actuar de acuerdo con lo que se piensa. No se trata de conocer la
teoría, sino de vivir en la práctica de cada día el amor a Dios amando
al prójimo.
Jesús, con esto, desarma la pretensión de muchas piedades religiosas, entre
ellas la farisea, que pretenden honrar a Dios, olvidándose del hombre. Este
Evangelio, no es sólo una autorevelación de cómo Dios mismo en su Hijo, quiere
ser amado; sino que Jesús lleva a término la plenitud de la Ley, crea
la nueva Humanidad de los hijos de Dios, hermanos que se aman con el amor del
Hijo.
Siempre existe la tentación de poner nuestra confianza en medios humanos,
otros valores que absolutizamos, sin escarmentar por los fracasos que vamos
teniendo, ni por las veces que quedamos defraudados por haber recurrido a
ellos. Cada uno sabrá, en el examen más exigente de la Cuaresma,cuáles son
los ídolos en los que está poniendo su vida y corazón.
La llamada de Jesús a la comunión y a la misión pide una
participación en su misma naturaleza, es una intimidad en la que hay que
introducirse. Esta unificación de conocimiento y de amor tejida por el Espíritu
Santo, permite que Dios ame en nosotros y utilice todas nuestras
capacidades, y a nosotros nos concede poder amar como Cristo, con su mismo amor
filial y fraterno. Lo que Dios ha unido en el amor, el hombre no lo puede
separar. Ésta es la grandeza de quien se somete al Reino de Dios: el
amor a uno mismo ya no es obstáculo, sino camino para amar al único Dios y a
una multitud de hermanos.
Para discernir
¿Amo efectivamente? ¿A quién amo? ¿A quién dejo de amar?
¿Cómo se traduce este amor? ¿Quién es mi prójimo?
¿Cuáles son mis aspiraciones profundas?
¿A qué cosas estoy más aferrado? ¿Qué es lo que más me falta?
Repitamos a lo largo del día
…Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios…
Para la lectura espiritual
…El flujo y reflujo de la caridad entre Dios y los hombres, este amor que
el cristiano, solidario con toda la humanidad, recibe de Dios por todos y a
todos remite a Dios, este amor y sólo esto es lo que constituye la victoria de
Jesucristo, la misión y el esfuerzo de su Iglesia. Los dos polos de este amor
son el amor filial a Dios y el amor fraterno con el prójimo.
El amor filial que ansía en cada momento lo que la esperanza espera; que
cree tener todo el amor de Dios para amarlo. El amor filial que desea de Dios
incesantemente lo que incesantemente recibe de Él, que lo desea tanto como el
respirar.
El amor fraterno que ama a cada uno en particular. No a cualquiera de
cualquier modo, sino a cada uno como el Señor lo ha creado y redimido, a cada
uno como Cristo lo ama. El amor fraterno que ama a cada uno como prójimo dado
por Dios, prescindiendo de nuestros vínculos de parentesco, de pueblo, raza o
simple simpatía. Que reconoce a cada uno su derecho por encima de nosotros
mismos.
Sabemos que hay que amar al Señor “con toda el alma” y “con todas las
fuerzas”. Pero olvidamos fácilmente que debemos amar al Señor con todo el
corazón. Al no recordarlo, nuestro corazón se queda vacío. Como consecuencia,
amamos a los demás con un amor más bien tibio. La bondad tiende a ser para
nosotros algo externo al corazón. Vemos lo que puede ser útil al prójimo,
tratamos de actuar en consecuencia, pero no llega mucho al corazón…
M. Delbrél, Las comunidades según el
Evangelio, Madrid 1998, 88s.
Para rezar
Señor enciérrame dentro de ti.
Abrázame en lo más profundo de tu corazón
y cuando esté allí, refíname, purifícame,
avívame, enciéndeme y elévame a lo alto,
hasta que me convierta del todo
en aquello que tú quisiste que fuera.
Por la muerte purificadora de mi yo,
en el nombre de Jesús, el Cristo de Dios. Amén
Teilhard de Chardin
LECTIO DIVINA
El
Señor nuestro Dios es el único Señor, y tú lo amarás
+ Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Marcos 12, 28b-34
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es
el primero de los mandamientos?».
Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el
Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo
tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El
segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más grande
que éstos.»
El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón
al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo
el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo
como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios.»
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente,
le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios.»
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
LECTURA
- ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Guías para la lectura:
El diálogo entre el escriba y Jesús se da a
continuación, o más precisamente, a raíz de una disputa previa del Señor con
los saduceos: “Un escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido
bien, se acercó y le preguntó…” (vs.28a). El escriba ve con simpatía
como Jesús avala la teología de la resurrección, tema que dividía fuertemente a
los saduceos, de los escribas y fariseos. Con esa identificación soteriológica,
este escriba avanza en su interrogatorio a Jesús para conocer más de su “pureza
doctrinal”. Ahora el tema central es sobre el mandamiento principal.
Tenemos aquí una conversación que parece tener un tono
más amigable. La pregunta del escriba, se relaciona con una práctica común
entre los estudiosos de la ley, de intentar resumir los seiscientos trece
mandamientos que la componían en uno o dos principios fundamentales, que
pudieran ser utilizados luego, como clave hermenéutica para descifrar todo lo
demás. Las opiniones rabínicas eran muchas, pero predominaban la que mantenía
que la observancia del sábado tenía peso como todos los demás mandamientos
juntos: era el mandamiento que resumía en sí toda la Ley.
La expresión “el primero de los mandamientos”
significa en realidad “el más importante de todos”. El escriba está interesado
en el orden de importancia, no en el orden de aparición. Jesús interpreta
correctamente esta ecuación y lo expresa al final de sus citas, cuando dice: “No
hay otro mandamiento más grande que éstos”.
Jesús le cita Deuteronomio 6.4, pasaje conocido como
la Shema – del verbo shema: oye –, recitado diariamente por los judíos
piadosos. El amor a Dios es el primero y más importante de todos los
mandamientos según Jesús.
El segundo mandamiento en importancia es una cita de
Levítico 19.18b. Prójimo, en este contexto, se refería a otro israelita,
especialmente al pobre y marginado. Posiblemente Jesús lo esté utilizando en un
sentido más general, incluyendo como prójimo a aquellos que coexistían con los
judíos en Palestina, es decir, los romanos y los griegos.
Para Jesús, toda la ley se resumía en dos
principios fundamentales: amar a Dios y amar al prójimo. Si analizamos el
decálogo, los diez mandamientos, en Éxodo 20.1-17, vemos que éstos también se
dividen entre los que tratan del amor de Dios (los primeros cuatro) y los que
tratan del amor al prójimo (los seis siguientes). Jesús recuerda a Israel que
su único Señor es Dios, no los dirigentes que explotan al pueblo (11.17), ni el
César que lo somete (12.16), ni el dios de los muertos (12.27).
La precisa exégesis bíblica de Jesús, produce primero
la “aprobación” del escriba: “Muy bien, Maestro, tienes razón…” a lo que
éste a su vez le agrega una interpretación de derecho positivo muy importante: “…vale
más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. Esta declaración se
alinea con la de los profetas contra los sacerdotes “misericordia quiero, no
sacrificios” (Oseas 6.6.). Esta respuesta del escriba provoca la
reafirmación y reaprobación del mismo Jesús: “Jesús, al ver que había
respondido tan acertadamente…”.Finalmente, el Señor relaciona la conclusión
espiritual de las Escrituras del escriba, con su cercanía al Reino de Dios: “Tú
no estás lejos del Reino de Dios”.
Los presentes en las tres discusiones teológicas,
fariseos primero (vs. 13-17), los saduceos luego (vs.18-27), y finalmente el
escriba (vs.28-34), abrumados por las respuestas de Jesús, no se atrevieron a
hacerle más preguntas (vs.34).
MEDITACIÓN
- ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para la meditación:
¿De qué manera vivo el amor a Dios con todo mi ser?
¿Tengo siempre presente que el amor al prójimo es
dependiente y determinante de la magnitud de mi amor a Dios?
¿Tengo la cercanía con Dios y su palabra para poder
acercarme con confianza, a “discutir teología práctica” a los pies del Maestro?
ORACIÓN
- ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Señor, ayúdame a amarte con todo mi corazón, con toda
mi alma, con todo mi espíritu y con todas mis fuerzas.
Señor, enséñame a amar a mi prójimo como a mí mismo.
Maestro, recíbeme como alumno y discípulo en tu Reino.
Amén
CONTEMPLACIÓN
- ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Repaso en mi mente lentamente aquellos preceptos y
mandamientos que usualmente busco respetar y los repienso a la luz de estos dos
principales mandamientos.
Trato de meditar en la relación directa entre la
práctica del amor cristiano y mi cercanía al Reino de Dios.
ACCIÓN
- ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para la acción:
¿Cómo voy a vivir mi amor a Dios con todo mi ser hoy?
¿Qué actitud de amor a mi prójimo voy a realizar que
me haga exteriorizar mi amor a Dios?
¿Cómo voy a reordenar mis prioridades religiosas
prácticas a la luz de estos dos mandamientos de amor principales?
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