4 de agosto de 2013 – TO - DOMINGO XVIII – Ciclo C
…Ser rico a los ojos de Dios…
PRIMERA
LECTURA
Lectura del libro del
Eclesiastés 1, 2; 2. 21-23
¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que
vanidad!
Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene
que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad
y una grave desgracia.
¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente
bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un sufrimiento;
ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17 (R.: 1)
R. Señor, tú
has sido nuestro refugio
a lo largo de las generaciones.
Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos.»
Porque mil años son ante tus ojos
como el día de ayer, que ya pasó,
como una vigilia de la noche.
Tú los arrebatas, y son como un sueño,
como la hierba que brota de mañana:
por la mañana brota y florece,
y por la tarde se seca y se marchita.
Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo…?
Ten compasión de tus servidores.
Sácianos en seguida con tu amor,
y cantaremos felices toda nuestra vida.
Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;
que el Señor, nuestro Dios,
haga prosperar la obra de nuestras manos.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Colosas
3, 1-5. 9-11
Hermanos:
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde
Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las
cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su
vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo,
que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de
gloria.
Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria,
la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que
es una forma de idolatría. Tampoco se engañen los unos a los otros.
Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del
hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose
constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni
judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre
libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 12, 13-21
Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la
herencia.»
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre
ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de
la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas.»
Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían
producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde
guardar mi cosecha.” Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros,
construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y
diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa,
come, bebe y date buena vida.”
Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será
lo que has amontonado?”
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos
de Dios.»
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Ser o no ser, éste ha sido un dilema para
la humanidad desde tiempos inmemoriales que lamentablemente hoy pasa por el
“tener o no tener”. Si bien el materialismo es un lugar común del que se habla
hasta el hartazgo, a la hora de ver los caminos que se proponen para lograr la
plenitud de la vida insistimos en creer que la felicidad está
en tener cosas.
La búsqueda compulsiva “del tener” se basa
la creencia impuesta que si no poseemos somos sujetos carentes de valor.
Para ser algo en este mundo, para ser hay
que tener, tener medios, tener estudios, tener títulos, tener trabajo,
tener dinero, tener poder, tener bienes, etc, etc.
En este sistema de valores el nivel, la
posición y la calidad del hombre se basan, se valoran y se miden según lo que
posee.
En ese proceso de acumular se sacrifican
sin pudor, valores personales y sociales cuando no han podido alinearse al
mismo nivel de lo que se busca alcanzar. Esta cultura del tener es claramente
destructiva, pues sacrifica al 80% de la humanidad en aras de ofrecer al 20%
restante una existencia acomodada y aparentemente segura según sus propios
criterios, los cuales se cambian en cualquier momento si es conveniente.
El conocido psicoanalista Erick
Fromm, humanista por excelencia, tratando de integrar el
psicoanálisis con la política, desde una profunda reflexión que hizo a lo
largo de su vida acerca de la humanidad, plantea con sencillez que
nuestra presencia en el mundo se rige por dos formas de ser y estar en la
vida, dos modos de encarar el sentido de la vida y lo hace a través de una
sencilla pregunta acerca de cuál es el verbo que mayoritariamente conjugamos:
“tener o ser”.
La sociedad “occidental” en la que vivimos
nos ha hecho creer que ser es tener, que es indispensable adquirir muchas cosas
para ser, como si el individuo que no posee nada no fuera nadie. Y aunque es
necesario tener cosas para subsistir no es lo que da sentido a la vida, como el
ser. “Tener parece un concepto relativamente sencillo, pero ser constituye una
forma muy complicada y difícil”.
***
La primera lectura de este domingo comienza
con la célebre reflexión, tantas veces repetida: “Vanidad sin sentido, todo es
vanidad”. ¿Qué saca el hombre de todo su trabajo y de los afanes con que
trabaja bajo el sol?”. Se pueden tener muchas cosas y estar vacío por dentro.
La riqueza no nos lo da todo en la vida, ni es lo principal. La muerte lo
relativiza todo. Es “sabio” el que conoce los límites de lo humano, y ve las
cosas en su justo valor, transitorio, relativo.
***
San Pablo, como auténtico intérprete de
los sentimientos de Jesús, nos da en la segunda lectura la explicación de lo
que Jesús quiere de nosotros: ” ya que han resucitado con Cristo, aspiren a los
bienes de arriba, no a los de la tierra… revístanse de la nueva condición, que
se va renovando a imagen de su Creador.”
***
En el Evangelio, Jesús utiliza un lenguaje
parecido al del antiguo sabio de Israel, al condenar la voluntad explícita de
querer solamente almacenar para uno mismo, olvidándose de lo fundamental: la
urgencia y necesidad de ser rico ante Dios. El ideal del hombre no debe
ser la posesión y acumulación de los bienes de la tierra. “Pues aunque esté
satisfecho con cosas, su vida no depende de sus bienes”. Hay un hecho muy
importante, el hombre al morir no puede llevarse ninguno de sus bienes
materiales. El egoísmo de acumular y llenar bien los propios graneros nos puede
dejar vacíos ante Dios.
Entre los discípulos había muchos que
seguían a Jesús pero todavía sin comprender. Alguien de entre la multitud llama
a Jesús para que le solucione un problema. Su interés es simplemente resolver
sus preocupaciones individuales. Jesús con sinceridad y sin vueltas lo hace
caer en la cuenta de que su petición está fuera de lugar. No ha venido
como mediador para solucionar conflictos familiares o sociales.
Sin embargo, esta situación es una buena
ocasión para instruir a los discípulos acerca del valor de la vida y el valor
de las riquezas. La vida es mucho más que una interminable acumulación de
dinero, propiedades, conocimientos y placeres. La búsqueda incesante de
seguridades en aquello que es pasajero sólo lleva al hombre a vivir en un
estado de sobresalto y de angustia existencial.
El esfuerzo y sacrificio que se necesita
para alcanzar lo que la sociedad nos propone como ideales de vida,
habitualmente no guarda proporción a la satisfacción que produce o al tiempo
que ésta dura. La dinámica de vivir tras las riquezas, el poder, el placer y el
prestigio termina por convertir la vida de los hombres y las sociedades en una
interminable preocupación que nunca se remedia.
Para la Palabra de Dios; el bienestar no
es una aspiración malsana o desechable, mientras no se realice sacrificando
otros valores superiores: libertad, disponibilidad, apertura, verdad, confianza
ante Dios de quien sólo podemos esperar la salvación, responsabilidad social,
trabajo por la justicia, solidaridad especialmente con los más pobres.
Debemos asumir con sinceridad el hecho de
que nuestro corazón se crea muchos ídolos y el dinero es quizá, el
primero. La sed de poseer sin límites no es exclusiva de una época ni de un
sistema social, sino que descansa en el mismo hombre, cualquiera que sea el
sector social al que pertenezca.
Experimentamos intensamente y a
diario esta situación. La versión neoliberal del capitalismo en la que estamos
inmersos, lo que hace es desarrollar esta tendencia innoble del hombre en lugar
de combatirla y favorecer una realización del mundo más solidaria y
fraterna. A esta realidad sumamos el fenómeno mundial de la globalización
que “comporta el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro en
valor supremo”. Por ello, Benedicto XVI enfatiza que “como en todos los campos
de la actividad humana, la globalización debe regirse también por la ética,
poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a imagen y semejanza de
Dios” (Benedicto XVI – Discurso inaugural de Aparecida)
Esta mentalidad lleva a los hombres a
convertirse en desaforados acumuladores de cosas y en maniáticos del trabajo
lucrativo y la eficiencia comercial. En este tipo de sociedad no hay
espacio para valorar el ser humano como persona y lo gratuito ha perdido su
valor. Únicamente existen «clientes», mercado, compraventa, jefes,
«hombres de éxito», la gente rica. Los demás entran dentro del grupo de los
excluidos.
La codicia y el afán de poder son «drogas
aprobadas socialmente». Se pretende llenar el vacío interior con la posesión de
cosas. Por eso Jesús contrapone dos tipos de riqueza: la riqueza que se
transforma en objetivo final del hombre, alienándolo y embruteciéndolo, y la
riqueza del hombre en sí mismo que emplea todo cuanto tiene y es al servicio de
la riqueza del espíritu. Por esto la «codicia» se presenta como la prostitución
de la actividad humana.
Jesús no pretende en la parábola ponernos
solamente frente a la disyuntiva: “bienes sí; bienes no”. Nos enfrenta al
sentido de la propia vida. Se trata de dar cuenta de la orientación fundamental
y del sentido que le dimos a nuestra propia vida. Detrás de qué anduvimos
corriendo. Jesús llama necio al que corrió en sentido equivocado y
construyó su vida sobre sí mismo y sus “cosas”, ciego por el espejismo de sus
aparentes seguridades y, por lo mismo, sin espacio para Dios y con temor a
arriesgar lo que tenía por sus hermanos.
Jesús nos invita a vivir en la verdad de
nosotros mismos y no en el espejismo de las “cosas” y sus aparentes
seguridades, y nos invita a “ser ricos ante Dios”, poniéndolo primero para ser
liberados de la idolatría de las “cosas”. Una liberación que pasa por el
compartir, pero compartir no lo que nos sobra, sino “esas cosas” que consideramos
“necesarias”.
Esta opción nace de nuestra fe en
Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf. Hb 2,
11-12). Si esta opción está implícita en la fe cristológica, los
cristianos como discípulos y misioneros estamos llamados a contemplar en los
rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a
servirlo en ellos: “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes
de Cristo”. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral
y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo,
tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a
Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños,
conmigo lo hicieron” (Mt 25, 40). Juan Pablo II destacó que este texto bíblico
“ilumina el misterio de Cristo”. Porque en Cristo el Grande se hizo pequeño, el
Fuerte se hizo frágil, el Rico se hizo pobre.
De nuestra fe en Cristo brota también la
solidaridad como actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha
de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de
la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos, y en el
permanente acompañamiento en sus esfuerzos por ser sujetos de cambio y transformación
de su situación. El servicio de caridad de la Iglesia entre los pobres “es un
ámbito que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial
y la programación pastoral”. (Aparecida 406, 407.408)
PARA DISCERNIR
¿Dónde están mis seguridades?
¿Detrás de qué voy corriendo en la
vida?
¿Cuál es mi aspiración más grande?
REPITAMOS Y VIVAMOS HOY LA PALABRA
…Dame Señor buscar la verdadera riqueza…
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
“La globalización es un fenómeno
complejo que posee diversas dimensiones (económicas, políticas, culturales,
comunicacionales, etc). Para una justa valoración de ella, es necesaria una
comprensión analítica y diferenciada que permita detectar tanto sus aspectos
positivos como negativos. Lamentablemente, la cara más extendida y exitosa de
la globalización es su dimensión económica, que se sobrepone y condiciona las
otras dimensiones de la vida humana. En la globalización la dinámica del
mercado absolutiza con facilidad la eficacia y la productividad como valores
reguladores de todas las relaciones humanas. Este peculiar carácter hace de la
globalización un proceso promotor de inequidades e injusticias múltiples. La
globalización tal y como está configurada actualmente, no es capaz de
interpretar y reaccionar en función de valores objetivos que se encuentran más
allá del mercado y que constituyen lo más importante de la vida humana: la
verdad, la justicia, el amor, y muy especialmente, la dignidad y los derechos
de todos, aún de aquellos que viven al margen del propio mercado.
Conducida por una tendencia que privilegia
el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de
concentración de poder y de riquezas en manos de pocos, no sólo de los recursos
físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los
recursos humanos, lo que produce la exclusión de todos aquellos no
suficientemente capacitados e informados, aumentando las desigualdades que
marcan tristemente nuestro continente y que mantiene en la pobreza a una
multitud de personas. La pobreza hoy tiene acceso a nuevas tecnologías, por eso
es necesario que los empresarios asuman su responsabilidad de crear más fuentes
de trabajo y de invertir en las regiones más pobres para contribuir al
desarrollo. (Aparecida 60-61)
PARA REZAR
Poseer es limitarse.
Adquirir un campo y cercarlo
es privarse del resto de la
naturaleza.
La pobreza religiosa no significa poseer
poco,
sino no poseer nada,
perderlo todo para poseerlo todo» (E.
Cardenal).
Poseer limita nuestra libertad.
Cuando digo esto es mío,
y cierro la mano para apresarlo,
he perdido una mano».
Cuando poseo, nuestro espíritu y nuestro
corazón
tienden a empequeñecerse,
a reducirse a las dimensiones de los
objetos
sobre los que se cierran,
a las dimensiones de los bienes
sobre los que se repliegan.
Rico no es aquel que todo lo posee,
sino aquel que poco necesita.
LECTIO
DIVINA
¿Para quién será lo que has amontonado?
+ Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Lucas 12, 13-21
Uno de la multitud le dijo: «Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia».
Jesús le respondió: «Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre
ustedes?» Después les dijo: «Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de
la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas.»
Les dijo entonces una parábola: «Había un hombre rico, cuyas tierras habían
producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: "¿Qué voy a hacer? No tengo
dónde guardar mi cosecha." Después pensó: "Voy a hacer esto: demoleré
mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y
mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos
años; descansa, come, bebe y date buena vida."
Pero Dios le dijo: "Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién
será lo que has amontonado?"
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos
de Dios.»
Palabra del
Señor.
1.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías
para la lectura:
Uno de los que
se amontonaban cerca de Jesús para buscar solución a sus problemas, le pide a
Jesús que haga recapacitar a su hermano para que reparta con él la herencia.
Jesús aclara que su misión no consiste en hacer de árbitro entre las personas
que tienen conflictos económicos. Pero aprovecha la ocasión para ir a la raíz
de todos los conflictos entre las personas, de todos los problemas económicos
que se plantean muchas veces entre personas de una misma familia. De hecho, las
discusiones por la herencia o los distanciamientos entre hermanos a causa de
una herencia suelen ser frecuentes. Recuerdo que una familia, al día siguiente
de la muerte de la abuela, estaba partiendo en varios trozos un antiquísimo
collar de oro para poder repartirlo. Todos controlaban con suma atención para
confirmar que las partes fueran exactamente iguales. Y se trataba de una
familia donde ninguno pasaba hambre.
Para indicar
dónde está la raíz de tantas amarguras, rencores y divisiones entre las personas,
Jesús pone el ejemplo del rico que había acumulado toda la vida, y sólo se
siente satisfecho cuando ya no le queda tiempo para disfrutar de sus bienes. El
texto no dice que se trata de una persona injusta, y tampoco reprocha que el
hombre desee disfrutar de la vida. La advertencia de Jesús es precisamente:
“Cuídense de toda avaricia” ( v.15).
Y lo que
caracteriza a este hombre es la preocupación por acumular y almacenar, sin
descanso. Esa desenfrenada preocupación por amontonar para el futuro no le permitía
disfrutar de la vida (Prov 13,12), y mucho menos detenerse a compartir con los
demás. La invitación de Jesús es que tratemos de vivir el presente compartiendo
la vida y los bienes con los hermanos, en lugar de estar pendientes de acumular
para el futuro. El final del texto indica lo que sucede al que acumula riquezas
para sí “y no es rico para Dios”. Muchas veces la Biblia indica que compartir
generosamente es la mejor manera de enriquecerse, lo cual implica estar en paz
con Dios y recibir todo tipo de bendiciones. (Prov 11,25; 19,17; 28,27; Dn
4,24; Tobías 12,8-9; Eclo 3,31; 7,32; 29,12)..
2. MEDITACIÓN
- ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas
para la meditación:
Ø
¿Dónde he puesto mis seguridades en mi vida?
Ø
¿Tengo conciencia de lo frágil que es nuestra vida?
Ø
¿Qué significa hoy ser rico a los ojos de Dios?
3. ORACIÓN -
¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
|
Derrama en mi interior tu
generosidad divina, Señor, para que me goce en dar y en compartir, y de esa
manera pueda vivir plenamente cada día sin estar pendiente de amontonar para el
futuro.
4. CONTEMPLACIÓN
- ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
Releo la narración,
comprendiendo la enorme actualidad que tiene la misma.
Reflexiono acerca de hacia
dónde enfoco mis esfuerzos y para quién deseo ser rico.
5. ACCIÓN -
¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
Ø
¿Cómo ordenaré mis prioridades en cuanto a “bienes”?
Ø
¿Qué haré para ser rico para Dios?
Ø
¿Cómo viviré este día sabiendo de la fragilidad de la vida?
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