…hermanos
por
la
palabra…
PRIMERA
LECTURA
Lectura
del
libro
de
Esdras 6,
7-8.
12b.
14-20
En
aquellos días, el rey Darío escribió a los gobernadores de la
región que está al otro lado del río Eufrates:
«Dejen
trabajar en esa Casa de Dios al comisionado de Judea y a los ancianos
de los judíos. Que se reconstruya esa Casa de Dios en el mismo
sitio. Estas son mis órdenes acerca de la conducta que ustedes deben
observar frente a los ancianos de los judíos, para la reconstrucción
de esa Casa de Dios: los gastos que ellos hagan serán pagados
totalmente y sin interrupción de los fondos reales, utilizando los
impuestos percibidos en la región del otro lado del Eufrates. Yo,
Darío, he promulgado este decreto. Que sea cumplido estrictamente.
Los
ancianos de los judíos llevaron adelante la obra, bajo el impulso
del profeta Ageo y de Zacarías, hijo de Idó. Así terminaron la
construcción, conforme a la orden del Dios de Israel y a los
decretos de Ciro y Darío. La Casa fue concluida el día veintitrés
del mes de Adar, en el sexto año del reinado de Darío. Todos los
israelitas -los sacerdotes, los levitas, y el resto de los
repatriados- celebraron alegremente la Dedicación de esta Casa de
Dios. Para su Dedicación, ofrecieron cien novillos, doscientos
carneros y cuatrocientos corderos. Además, ofrecieron doce chivos,
según el número de tribus de Israel, como sacrificio por el pecado
de todo el pueblo.
Después
establecieron a los sacerdotes según sus categorías y a los levitas
según sus clases, para el servicio de Dios en Jerusalén, como está
escrito en el libro de Moisés.
Los
repatriados celebraron la Pascua el día catorce del primer mes. Como
todos los levitas se habían purificado, estaban puros e inmolaron la
víctima pascual para todos los que habían vuelto del destierro,
para sus hermanos los sacerdotes y para ellos mismos.»
Palabra
de Dios.
SALMO
Sal
121,
1-2.
3-4a.
4b-5
(R.:
cf.
1)
R. Vamos
con
alegría
a
la
Casa
del
Señor.
¡Qué
alegría cuando me dijeron:
«Vamos
a la Casa del Señor»!
Nuestros
pies ya están pisando
tus
umbrales, Jerusalén. R.
Jerusalén,
que fuiste construida
como
ciudad bien compacta y armoniosa.
Allí
suben las tribus,
las
tribus del Señor. R.
Según
es norma en Israel
para
celebrar el nombre del Señor.
Porque
allí está el trono de la justicia,
el
trono de la casa de David. R.
EVANGELIO
Lectura
del
santo
Evangelio
según
san
Lucas 8,
19-21
Su
madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a
causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y
tus hermanos están ahí afuera y quieren verte.»
Pero
él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la
Palabra de Dios y la practican.»
Palabra
del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
- Jerusalén no es más que un pequeño cantón del Imperio persa. Los judíos han perdido toda esperanza de restablecer un reino terrenal en la dinastía de David.
- Habiendo perdido toda ilusión de independencia política, se dedican a profundizar lo esencial de su razón de vivir: la fe y el culto de Yahvé.
- En tiempos del persa Darío, las dificultades por la oposición samaritana en cuanto a levantar el templo de Jerusalén, son resueltas por la comunidad restauradora alegando el edicto de Ciro, el fundador del Imperio persa. Los persas son respetuosos de la religión de los pueblos que se acoplaban.
- Darío
autoriza a los judíos a continuar las obras de la construcción del templo y ordena a sus gobernadores que no entorpezcan los trabajos. Más aún, les manda que ayuden a costear las obras con dinero tomado de los fondos reales. - Este hecho, que se encuadra como una medida política, es considerado como una asistencia divina para llevar a cabo el cumplimiento de su designio salvador. El Dios de la Biblia es el Dios que se revela en la historia. La complicada trama de los acontecimientos tiene un sentido querido por Dios.
- Los profetas Ageo y Zacarías, están ahí para dar el sentido a la acción emprendida, y para ayudar al pueblo a vivir los acontecimientos con el dinamismo de una fe que descubre la mano providencial de Dios: si el decreto proviene del Rey, ellos obedecen de hecho en profundidad a la «orden de Dios».
- El 23 del mes de Adar del año sexto del rey Darío, corresponde al primero de abril del 515 a.C. Fue el año en que se terminaron las obras del templo y asimismo la fecha de su dedicación. Los israelitas, sacerdotes, levitas y el resto de los repatriados, celebraron con júbilo la dedicación del Templo.
***
- Cuando Jesús se entera de que su familia lo busca, no acude como hubiese sido lo normal, sino que responde con una frase que a simple vista nos desconcierta: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y lo ponen en práctica».
- La venida de María y de los parientes de Jesús se realiza inmediatamente después del discurso de Jesús sobre la verdadera escucha de la Palabra. La llegada de María lleva la enseñanza de Jesús sobre la “escucha”
a su punto final, ella es la confirmación de todo lo que Jesús acaba de enseñar. - María es la primera que ha escuchado la Palabra de Dios y de Ella
nace Aquel que es la Palabra. Al mismo tiempo es la que cumplió la voluntad de Dios con radicalidad absoluta: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra». - María está unida estrechamente a Jesús, por lazos más fuertes que los de la simple familiaridad, la actitud obediencial a la Palabra de Dios funda el verdadero vínculo. Precisamente porque creyó en la Palabra de Dios fue que llegó a ser la Madre del Hijo santo de Dios.
- María es modelo de todo discípulo, porque ella sabe hacer el recorrido espiritual que va del “oír” al “hacer” la Palabra de Dios, y esto es precisamente lo que Jesús le ha dicho a sus discípulos que deben hacer para ser de los suyos.
- Aunque la primera impresión es que Jesús quisiera poner distancia de su familia, en realidad los está poniendo de modelo de aquella escucha auténtica que lleva al cambio de actitud y comportamiento, ellos son los que “escuchan la Palabra de Dios y la practican”.
- Nuestros vínculos con Jesúsno pueden ser solamente los de la inteligencia que se adhiere a una palabra portadora de verdad. Tampoco son solamente los vínculos de la voluntad que acepta dócilmente una ley. Son vínculos del corazón que elige sus mismas opciones fundamentales y acepta en comunión, su mismo destino. Escuchar la palabra y hacerla, crea entre Cristo y nosotros, esos vínculos del corazón que hacen a dos seres inseparables entre sí, en comunión de vida y destino a pesar de las distancias, de las oscuridades, de las incomprensiones que la vida puede presentar en algún momento.
PARA
DISCERNIR
- ¿Mi escucha de la Palabra es como la de María?
- ¿Qué obstáculos encuentro para vivir lo que escucho?
- ¿Siento que la Palabra crea un vínculo nuevo con Jesús y la realidad?
REPITAMOS
Y
VIVAMOS
HOY
LA
PALABRA
…Quiero
obedecer
tu
Palabra
Señor…
PARA
LA
LECTURA
ESPIRITUAL
Vivía
de
fe
como
nosotros
…”¡Cuánto me hubiera gustado ser sacerdote para predicar sobre la Santísima Virgen! Un solo sermón me habría bastado para decir todo lo que pienso al respecto.
…”¡Cuánto me hubiera gustado ser sacerdote para predicar sobre la Santísima Virgen! Un solo sermón me habría bastado para decir todo lo que pienso al respecto.
Ante
todo,
hubiera
hecho
ver
qué
poco
se
conoce
su
vida.
No
habría
que
decir
de
ella
cosas
inverosímiles
o
que
no
sabemos;
por
ejemplo
que
de
muy
pequeñita,
a
los
tres
años,
la
Santísima
Virgen
fue
al
templo
para
ofrecerse
a
Dios
con
ardientes
sentimientos
de
amor,
totalmente
extraordinarios,
cuando
tal
vez
fue
allá
sencillamente
por
obedecer
a
sus
padres…
Para
que
un
sermón
sobre
la
Virgen
me
guste
y
me
aproveche,
tiene
que
hacerme
ver
su
vida
real,
no
su
vida
supuesta;
y
estoy
segura
de
que
su
vida
real
fue
extremadamente
sencilla.
Nos
la
presentan
inaccesible,
habría
que
presentarla
imitable,
hacer
resaltar
sus
virtudes,
decir
que
ella
vivía
de
fe
igual
que
nosotros,
probarlo
por
el
Evangelio,
donde
leemos.
«No
comprendieron
lo
que
quería
decir».
Y
esta
otra
frase,
no
menos
misteriosa:
«Su
padre
y
su
madre
estaban
admirados
por
lo
que
se
decía
del
niño».
Esta
admiración
supone
una
cierta
extrañeza,
¿no
te
parece,
Madrecita?
Sabemos
muy
bien
que
la
Santísima
Virgen
es
la
Reina
del
cielo
y
de
la
tierra,
pero
es
más
madre
que
reina;
y
no
se
debe
decir
que
a
causa
de
sus
prerrogativas
eclipsa
la
gloria
de
todos
los
santos
como
el
sol
al
amanecer
hace
que
desaparezcan
las
estrellas.
¡Dios
mío,
qué
cosa
más
extraña!
¡Una
madre
que
hace
desaparecer
la
gloria
de
sus
hijos…!
Yo
pienso
todo
lo
contrario,
yo
creo
que
ella
aumentará
con
mucho
el
esplendor
de
los
elegidos.
Está
bien
hablar
de
sus
privilegios,
pero
no
hay
que
quedarse
ahí…
¡Y
quién
sabe
si
en
ese
caso
algún
alma
no
llegará
incluso
a
sentir
cierto
distanciamiento
de
una
criatura
tan
superior
y
a
decir:
«Si
eso
es
así,
mejor
irse
a
brillar
como
se
pueda
en
un
rincón».
Lo
que
la
Santísima
Virgen
tiene
sobre
nosotros
es
que
ella
no
podía
pecar
y
que
estaba
exenta
del
pecado
original.
Pero
por
otra
parte,
tuvo
menos
suerte
que
nosotros,
porque
ella
no
tuvo
una
Santísima
Virgen
a
quien
amar,
y
eso
es
una
dulzura
más
para
nosotros
y
una
dulzura
menos
para
ella.”…
Santa
Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de
la Iglesia
Ultimas
Conversaciones, 21•08•1897
PARA
REZAR
Señor,
nos unimos a toda la Iglesia
y te pedimos para que
podamos asumir la responsabilidad
que nos corresponde por ser bautizados.
y te pedimos para que
podamos asumir la responsabilidad
que nos corresponde por ser bautizados.
Asiste
el peregrinar
y el trabajo de tu pueblo,
para que entre todos,
buscando vivir la fidelidad a tus enseñanzas,
podamos ser signos de paz,
de esperanza y de amor,
en medio de una sociedad
que vive los desafíos
de la mentira y la corrupción.
y el trabajo de tu pueblo,
para que entre todos,
buscando vivir la fidelidad a tus enseñanzas,
podamos ser signos de paz,
de esperanza y de amor,
en medio de una sociedad
que vive los desafíos
de la mentira y la corrupción.
En
tus manos depositamos
el deseo de vivir
y de formar comunidades eclesiales,
en las cuales todos se sientan hermanos
en torno a tu Palabra.
el deseo de vivir
y de formar comunidades eclesiales,
en las cuales todos se sientan hermanos
en torno a tu Palabra.
Amén.
LECTIO
DIVINA
Mi
madre y mis hermanos
son
los que escuchan la palabra de Dios y la practican
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 8, 19-21
Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte.»
Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.»
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
· Guías para la lectura:
Lucas propone en su evangelio un ejemplo de escucha de la Palabra que se convierte en “práctica” de la misma Palabra. Así, al recordar un episodio en el que su madre y sus hermanos van a ver a Jesús, Lucas suprime toda referencia a lo que pudiera hacer suponer la existencia de una tensión entre Jesús y su familia de origen, porque para el evangelista lo decididamente importante es concentrarse en la figura espiritual de la madre de Jesús: “Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud”. La venida de sus familiares proporciona a Jesús la ocasión para brindar una enseñanza decisiva sobre el verdadero parentesco con Él, un parentesco no creado por vínculos de sangre, sino por la escucha obediente y activa de la Palabra.
Como es obvio, sus parientes carnales no están excluidos de esta posibilidad. Todos están incluidos, empezando por su madre. Lucas quiere confirmar la importancia de la nueva familia que se reúne en torno a Jesús, una familia engendrada por la Palabra. Por otra parte, está clara la intención del texto, a saber: afirmar el primado absoluto de la Palabra de Dios. Es la Palabra lo que nos pone en comunión con Jesús; es la Palabra la que forma su comunidad.
Esta última experimenta, de manera paradójica, un engendramiento de Cristo en su propio interior, un acogerle en la fe que hace nacer a la vida nueva. Entre los distintos miembros se experimenta, por consiguiente, una relación de fraternidad, comprensible a la luz del hecho de que éstos se reconocen como “hermanos en Cristo” e “hijos del mismo Padre”. Lucas recuerda después que esta Palabra no se puede quedar en una escucha superficial y pasiva: requiere, efectivamente, una escucha atenta y activa, exige su traducción a la práctica moral de la existencia (v 21).
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
· Preguntas para la meditación:
· ¿Qué espera el Señor de mí como miembro de su familia?
· ¿Qué ejemplo de escucha y obediencia de la Palabra encuentro en María?
· ¿A quiénes dirige Jesús en realidad estas palabras?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Reconozco ante ti Señor, la belleza de la llamada a formar parte de la familia del Reino, a experimentar en ella la ternura y la fuerza del amor del Padre que me quiere como hijo suyo; a convertirme cada vez más en tu hermano y amigo.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Recreo la escena en mi mente, y me reconozco como miembro de la familia de Dios que debe escuchar y cumplir la Palabra.
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
· Preguntas para la acción:
· ¿Estoy dispuesto a estar realmente atento a escuchar la Palabra?
· ¿Estoy dispuesto a vivir genuinamente la Palabra escuchada?
· ¿Qué me identifica como miembro de la familia de Dios?
24 de septiembre - NUESTRA SEÑORA SANTA MARIA DE LA MERCED
El nombre de Santa María de la Merced sonó por vez primera a orillas del Mediterráneo, en el siglo XIII. Eran siglos de fe y de lucha. El sur y el levante de nuestra Patria estaban en poder de los árabes. Las aguas del mar Mediterráneo estaban infestadas de corsarios turcos y sarracenos, que lo mismo abordaban a los barcos, que desembarcaban en las cestas y entraban a sangre y fuego por campos y caseríos, reduciendo a ceniza los pueblos y cautivando a sus habitantes.
La
esclavitud
llegó
a
ser
un
hecho
real,
político,
social
y
económico,
surgido
de
las
guerras,
del
corso
y
de
la
enemistad
religiosa
entre
cristianos
y
mahometanos.
Cuando
Alfonso
el
Sabio
dio
la
definición
de
los
cautivos,
dijo
que
eran
“aquellos
que
caen
en
prisión
de
omes
de
otra
creencia”.
La
esclavitud
era
un
viejo
abuso
en
la
sociedad.
Los
apóstoles,
y
especialmente
San
Pablo,
se
enfrentaron
con
ella.
Para
debelarla,
o
paliarla,
se
habían
hecho
esfuerzos
generosos,
una
veces
aislada
y
personalmente,
otras
colectivamente,
por
medio
de
cofradías,
hermandades
y
órdenes
religiosas,
e
incluso
se
acudió
a
las
gestiones
diplomáticas
entre
los
Estados.
Pero
el
mal
era
tan
profundo
que
se
requerían
modos
nuevos
y
gentes
nuevas
para
esta
campaña
de
la
libertad.
Las
oraciones
subían
al
cielo
con
clamores
de
esperanza
y
no
eran
los
cautivos
los
últimos
en
implorar
el
auxilio
de
la
Providencia,
por
medio
de
la
Virgen
Santísima.
Por
otro
lado,
almas
tan
generosas
y
caritativas
como
San
Pedro
Nolasco,
a
quien
se
llamó
el
Cónsul
de
la
Libertad,
no
podían
contemplar
dicha
calamidad
social
sin
sufrir
en
su
corazón
y
sin
echarse
a
los
pies
de
María,
para
pedirle
el
remedio
corporal
y
espiritual
de
aquellos
cautivos.
Y,
como
la
caridad
es
activa,
no
se
limitó
sólo
a
la
oración,
sino
que,
impulsado
por
aliento
celestial,
vendió
cuanto
poseía
y,
valiéndose
de
su
condición
de
mercader,
empezó
a
tratar
en
la
compra
y
el
rescate
de
los
cautivos,
iniciando
de
este
modo
su
obra
redentora.
El
favor
divino
incrementó
su
empresa.
Muy
pronto
un
grupo
de
jóvenes
escogidos
por
su
nobleza
y
por
su
fe
se
unieron
a
esta
labor.
Dentro
de
la
misma
corte
real
de
Aragón
prendió
el
chispazo
de
la
caridad
y
se
dieron
ánimos
a
la
noble
conducta
de
estos
misioneros
de
la
libertad
y,
en
especial,
a
su
capitán
y
mentor,
el
nunca
desmayado
Nolasco.
Una
noche,
la
que
va
del
1
al
2
de
agosto
de
1218,
hallándose
Pedro
Nolasco
en
oración,
se
le
apareció
la
Santísima
Virgen
rodeada
de
ángeles
y
radiante
de
gloria,
y
no
sólo
le
animó
en
sus
intentos,
sino
que
le
declaró
la
histórica
revelación
de
su
misión
mercedaria,
y
tal
revelación
fue
la
siguiente:
“Que
la
obra
de
redimir
cautivos,
a
la
cual
él
se
dedicaba,
era
muy
agradable
a
Dios,
y
para
perseverar
en
ella
y
engrandecerla
y
perpetuarla
le
transmitía
el
mandato
de
fundación
de
una
Orden
religiosa,
cuyos
miembros
imitaran
a
su
Hijo,
Jesucristo,
redimiendo
a
los
cristianos
cautivos
de
infieles,
dándose
a
sí
en
prenda,
si
fuera
menester,
para
completar
la
obra
de
libertad
encomendada.”
Desapareció
la
Santísima
Virgen
y
quedó
Nolasco
arrobado
en
la
fruición
de
la
gloria
de
Dios,
que
se
había
acercado
a
él
con
la
embajada
de
María.
Si
grande
era
su
gozo,
mayor
era
su
humildad,
creyéndose
indigno
de
aquella
celestial
visita.
Disputan
los
autores
si
la
visión
de
la
Santísima
Virgen
fue
material
y
corpórea,
en
que
los
sentidos
percibiesen
y
distinguiesen
con
claridad,
o
bien
fue
visión
interna
o
espiritual,
como
un
rayo
de
luz
fulgente
venido
de
Dios.
Dentro
de
las
tradiciones
mercedarias
se
repite
más
la
palabra
descensión
que
la
de
visión.
Y
el
papa
Pío
VI,
el
2
de
agosto
de
1794,
permitió
usar
el
término
descensión
en
el
introito
y
en
el
prefacio
de
la
misa
que
celebra
la
Orden
el
24
de
septiembre
y
todos
los
sábados
del
año
en
honor
de
la
excelsa
Reina
de
los
cielos
y
Madre
de
la
Orden
mercedaria.
Con
esta
aparición,
la
Virgen
vino
a
dar
realidad
a
las
ardientes
aspiraciones
de
Nolasco,
que
no
eran
otras
que
la
redención
y
salvación
de
los
cautivos.
Ese
hecho
maravilloso
fijó
para
siempre
el
rumbo
de
su
vida,
selló
con
carácter
específico
su
santidad
y
lo
confirmó
en
el
ejercicio
de
la
caridad,
que
más
tarde
lo
convertiría
en
héroe
de
esta
virtud.
A
las
muchas
glorias
literarias,
históricas,
políticas,
militares
y
civiles
de
que
goza
la
ciudad
de
Barcelona,
suma
con
especial
blasón
la
de
haber
sido
escogida
por
la
Virgen
para
lugar
de
su
aparición,
como
antes
se
apareciera
en
Zaragoza,
como
luego
lo
haría
en
Lourdes,
en
Fátima
y
en
otros
puntos.
Diez
días
más
tarde
San
Pedro
Nolasco
se
decidió
a
cumplir
el
mandato
divino,
alentado
y
apoyado
por
el
rey
don
Jaime
el
Conquistador
y
por
el
consejero
real
San
Raimundo
de
Peñafort.
A
tal
efecto,
el
día
10
de
agosto
de
1218,
fiesta
de
San
Lorenzo,
ante
el
altar
de
Santa
Eulalia
de
la
iglesia
catedral
de
Barcelona,
el
obispo
de
la
misma,
don
Berenguer
de
Palóu,
vistió
canónicamente
el
hábito
blanco
al
Santo
y
algunos
de
los
jóvenes
que
con
él
trabajaban
y
quedó
fundada
la
Orden
de
la
Merced.
La
Virgen
sonrió
desde
el
cielo,
alegrado
su
corazón
de
Madre
y
de
Corredentora
con
esta
fundación
mercedaria.
Vio
realizado
su
fiat
creador.
Desde
entonces
María
quedó
constituida
en
madre
especial
de
los
nuevos
frailes
y
de
sus
hermanos
los
cautivos
y
reinaría
poderosa
para
siempre
en
el
corazón
de
cuantos
la
invocan
con
el
título
de
la
Merced.
Durante
el
siglo
XIII
se
llamó
a
la
nueva
Orden
de
la
Merced
o
de
Santa
Eulalia,
de
Santa
María
de
la
Merced,
o
de
la
Misericordia
de
los
Cautivos,
y
actualmente
se
le
dice
de
la
Merced
o
de
las
Mercedes.
La
palabra
merced
quiso
decir
durante
la
Edad
Media
misericordia,
gracia,
limosna,
caridad.
En
este
sentido
pudo
escribir
Alfonso
el
Sabio:
“Sacar
a
los
omes
de
captivo
es
cosa
que
place
mucho
a
Dios,
porque
es
obra
de
merced”.
La
Virgen
de
la
Merced,
al
fundar
su
Orden,
echó
los
cimientos
de
una
obra
en
alto
grado
humanitaria
y
social.
Por
ella
vino
la
redención,
la
esperanza
y
la
libertad.
Por
amor
de
ella,
la
caridad
se
hizo
sangre,
sacrificio
y
martirio.
Con
su
apoyo
se
llevaron
a
cabo
los
mayores
heroísmos.
Pero,
entiéndase
bien,
la
teoría
y
el
hecho
de
la
redención
mercedaria,
lo
mismo
en
las
directrices
de
la
Virgen
que
en
la
actuación
de
Nolasco
y
los
primeros
frailes,
que
en
la
tradición
de
la
Orden,
no
era
simple,
neta
y
material
redención
de
los
cuerpos,
sino
una
redención
deifica
y
misionera.
Quien
así
entendiera
la
historia
de
la
Merced
se
quedaría
lamiendo
la
cáscara,
sin
gustar
el
fruto.
El
redentor
mercedario
era
un
sembrador
de
Cristo
entre
fieles
e
infieles,
buscaba
almas
para
Cristo,
reintegraba
a
los
perdidos,
sostenía
a
los
flacos,
prevenía
de
la
apostasía,
combatía
al
Corán,
era
apóstol
integral
y
hacía
un
cuarto
voto
de
quedar
en
rehenes
por
los
cautivos
y
dar
su
vida
por
ellos,
si
menester
fuese,
pero
no
por
un
interesado
juego
comercial,
sino
cuando
peligraba
su
fe.
Por
esta
redención
total,
con
la
primacía
del
espíritu,
fue
por
lo
que
hubo
tantos
mártires
mercedarios.
Y
bajo
este
aspecto
se
ha
de
entender
la
historia
de
las
redenciones
mercedarias.
A
lo
largo
de
los
siglos,
la
Orden
de
la
Merced
ejecutó
centenares
de
redenciones
colectivas,
unas
anónimas
y
olvidadas,
otras
conocidas
y
perfectamente
documentadas.
El
número
de
los
redimidos
estuvo
sujeto
a
mil
azares
y
condiciones
de
tipo
social,
económico,
político
y
hasta
bélico.
Hubo
redención
en
que
los
frailes
de
María
de
la
Merced
arrancaron
de
la
esclavitud
a
más
de
cuatrocientas
personas
entre
clérigos,
mujeres,
niños,
soldados
y
hombres
de
diversa
edad.
Cada
redención
suponía
tres
etapas:
la
de
preparación,
la
ejecutiva
y
la
vuelta
al
hogar.
Antes
de
pasar
al
África
para
redimir,
era
menester
recaudar
limosnas,
predicar
por
los
pueblos,
anunciar
las
redenciones
y
reunir
los
caudales
de
los
conventos,
en
donde,
a
veces,
hasta
los
cálices
se
vendieron
para
hacer
con
sus
precios
caridad.
Mientras
tanto
eran
nombrados
los
redentores,
cuya
elección
recaía
siempre
en
frailes
dotados
de
virtud,
ciencia
y
un
espíritu
inabordable
al
cansancio
y
al
desaliento.
Su
primera
diligencia
al
llegar
a
Fez,
Tetuán,
Argel
u
otro
lugar
de
redención
era
visitar
los
baños
donde
habitaban
los
tristes
cautivos.
Empezaba
la
oferta
y
la
demanda.
El
mercedario
llevaba
la
visita
de
la
Virgen,
consolaba,
animaba,
oía
penas,
repartía
esperanzas
y
rompía
grillos.
En
no
pocas
ocasiones
se
quedó
en
rehenes,
sufrió
el
martirio,
conoció
el
propio
cautiverio
y
llegó
a
la
muerte
violenta
por
el
odio
que
los
mahometanos
tenían
a
la
religión
cristiana.
Los
sufrimientos
de
San
Pedro
Nolasco,
el
apaleamiento
y
el
candado
de
San
Ramón
Nonato,
la
crucifixión
de
San
Serapio,
la
horca
de
San
Pedro
Armengol,
que
la
Virgen
milagrosamente
suspendió;
la
decapitación
de
San
Pedro
Pascual
y
la
innumerable
historia
de
víctimas
mercedarias
son
el
fleco
de
sangre
y
el
honor
de
las
redenciones.
Cuando
los
navíos
fletados
volvían
con
su
preciosa
carga
de
personas
rescatadas
a
un
puerto
español,
francés
o
italiano,
el
recibimiento
era
cordial,
espontáneo
y
apoteósico.
Salían
a
los
muelles
las
comunidades,
los
consejos,
el
pueblo
todo.
El
estandarte
de
la
redención,
las
cadenas
mostradas
como
exvotos,
los
andrajos
de
los
cautivos,
los
cantos
de
libertad,
las
lágrimas
de
unos
y
otros,
eran
como
un
himno
colosal
y
fervoroso
a
la
gran
Redentora,
a
María
de
la
Merced,
cuya
imagen
no
faltaba
nunca
en
la
procesión
que
con
este
motivo
se
organizaba.
Las
constituciones
de
la
Orden
de
la
Merced,
previendo
la
situación
precaria
de
los
redimidos,
mandaban
que
se
les
cuidase,
alojase,
alimentase,
vistiese
y
regalase,
y
que
se
les
proveyera
de
viático,
para
que
volvieran
con
decencia
y
alegría
a
sus
hogares.
Necesariamente
el
nombre
de
Santa
María
de
la
Merced
sonaba
en
los
caminos,
en
las
posadas,
sobre
los
puentes
y
en
las
montañas;
en
el
alma
y
en
los
corazones;
en
las
iglesias
y
en
los
hogares.
La
colosal
labor
de
la
Orden
de
la
Merced
venía
a
ser
un
ejercicio
obediente
de
la
voluntad
de
Cristo,
manifestada
por
la
voz
de
María.
Y
hacia
ella
volaban
las
oraciones,
la
gratitud
y
la
alabanza.
El
culto
público
de
la
Virgen
de
la
Merced
puede
decirse
que
comenzó
a
tributársele
desde
la
primera
iglesia
que
los
mercedarios
tuvieron
en
1249,
Se
sabe
que
en
1259
su
devoción
estaba
muy
extendida
por
toda
Cataluña,
como
lo
demuestran
exvotos,
legados
y
documentos
de
aquella
época.
Muy
pronto
se
la
veneró
en
toda
la
península
española,
en
Francia
y
en
Italia,
y
al
advenir
los
tiempos
de
los
descubrimientos
de
América,
los
mercedarios
la
llevaron
a
las
nuevas
tierras,
en
donde
perdura
su
devoción
con
caracteres
multitudinarios,
pues
es
la
patrona
de
iglesias,
de
pueblos,
de
obispados
y
de
naciones.
En
el
año
1255
existía
ya
la
Cofradía
de
la
Merced,
con
el
doble
objeto
de
dar
culto
a
María
y
ofrecer
colaboración
a
los
redentores
mercedarios.
En
1265
aparecieron
las
primeras
monjas
mercedarias
con
Santa
María
de
Cervellón.
En
ambos
casos
el
escapulario
que
vestían
era
el
que,
según
tradición,
entregó
o
señaló
la
Virgen
a
San
Pedro
Nolasco.
Fue
voluntad
de
Dios
que
todo
lo
tuviésemos
por
María.
La
Orden
de
la
Merced
aplicó
esta
teoría
tanto
en
su
régimen
interior
como
en
su
proyección
externa.
Conocer,
amar
y
servir
a
María
es
la
medula
y
el
vivir
del
espíritu
mercedario.
Y
en
este
afán
de
honrarla
logró
que
su
misa
y
oficio
de
rito
doble
fuese
extendido
a
la
Iglesia
universal
por
el
pontífice
Inocencio
XII,
en
el
año
1696.
La
Virgen
de
la
Merced
contribuyó
a
fortalecer
la
nacionalidad
e
independencia
española;
contribuyó
al
triunfo
y
esplendor
del
catolicismo
en
nuestra
Patria;
coadyuvó
al
progreso
y
libertad
de
las
sociedades
en
lucha
con
el
Islam;
colaboró
al
bienestar
y
alegría
de
miles
de
familias,
que
pudieron
abrazar
de
nuevo
a
sus
miembros
arrancados
de
la
dura
esclavitud.
En
el
museo
de
Valencia
hay
un
cuadro
de
Vicente
López
en
el
que
varias
figuras
anhelantes
vuelven
su
rostro
a
la
Virgen
de
la
Merced,
como
diciendo:
Vida,
dulzura,
esperanza
nuestra,
a
ti
llamamos…;
mientras
la
Virgen
abre
sus
brazos
y
extiende
su
manto
en
ademán
de
amor
y
protección,
reflejando
su
dulce
título
de
Santa
María
de
la
Merced.
GUMERSINDO
PLACER LÓPEZ, O. de M.
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