9 de enero de 2014

9 de enero de 2014 – TIEMPO DE NAVIDAD – 9 DE ENERO

…Tranquilícense soy yo…

PRIMERA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan    4, 11-18

    Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros.
    La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu. Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo.
    El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él.
    Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él.
    Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.
    La señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a él.
    En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor.
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 71, 1-2. 10-11. 12-13 (R.: cf. 11) 
R.    Que se postren ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

    Concede, Señor, tu justicia al rey
    y tu rectitud al descendiente de reyes,
    para que gobierne a tu pueblo con justicia
    y a tus pobres con rectitud. R.

    Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas
    le paguen tributo.
    Que los reyes de Arabia y de Sebá
    le traigan regalos;
    que todos los reyes le rindan homenaje
    y lo sirvan todas las naciones. R.

    Porque él librará al pobre que suplica
    y al humilde que está desamparado.
    Tendrá compasión del débil y del pobre,
    y salvará la vida de los indigentes. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos    6, 45-52

    Después que los cinco mil hombres se saciaron, en seguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.
    Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.
    Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman.» Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó.
    Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Juan insiste de manera especial en este pasaje sobre los signos de la comunión que podemos tener. La fe y el amor son los criterios de nuestra comunión con Dios. Para Juan toda decisión de fe, implica el amor, puesto que obliga a una conversión, que no puede ser más que don de sí. La vida cristiana tiene como dos dimensiones.
La primera nos hace tomar conciencia que Dios es amor, que nos ha amado hasta el punto de enviarnos a su Hijo, y que quiere vivir en nosotros. Esto forma parte de nuestra profesión esencial de fe. Esta fe, es la que nos impulsa a amar a nuestros hermanos como nosotros somos amados por Dios.
El amor puede ser ofrecido en plenitud al cristiano ya desde esta vida, porque puede vivir por él, en la comunión con el Padre y con el Hijo, y no ya bajo el temor del castigo. La seguridad del cristiano no descansa sobre su impecabilidad, que sería ilusorio; sino sobre el mismo Dios, que todo lo conoce y muy especialmente nuestra debilidad.
Hemos conocido el amor de Dios en que «nos envió a su Hijo como Salvador del mundo» y además en que «nos ha dado de su Espíritu».
Este amor, hace que en nuestra vida, ya no exista el temor o la desconfianza. Si vivimos en el amor que nos comunica Dios, ya no tendremos miedo al día del juicio, porque es nuestro Padre, hemos nacido de Él, y somos hijos, que no se mueven por miedo sino por amor.
La caridad, destierra el temor no sólo en los perfectos y los santos; incluso los débiles pueden llegar hasta esa caridad, puesto que ella misma, extrae de Dios su poder de eliminar el temor y no de lo que una conciencia puede reprocharse a sí misma.
***
Enseguida, después de la multiplicación de los panes, Jesús mandó a sus discípulos subir a la barca y que se adelanten pasando al otro lado, mientras Él, despedía a la muchedumbre. Jesús sabe que sus apóstoles no están maduros para asumir el aparente triunfo del milagro de los panes, y que podrían dejarse arrastrar por la pendiente natural y exitista de la muchedumbre, y los obliga a partirLa barca es figura de la misión, y Jesús los envía a Betsaida, fuera de los límites de Israel, en la orilla norte del lago.
Deben abandonar la seguridad e ir por segunda vez a tierra pagana.
Llegada la noche en el mar de Galilea, están remando con mucho esfuerzo, porque el viento viene en contra. Jesús ve la situación en que se encuentran, pero deja que experimenten su propia dificultad para cumplir la orden que les ha dado. Avanzada la noche se dirige a ellos andando sobre el agua, y hace el ademán de seguir de largo. Caminar sobre el mar se consideraba propio y exclusivo de Dios. Los discípulos reconocen a Jesús, pero no pueden concebir que un hombre tenga la condición divina, por eso, al verlo andar sobre el mar, pensaron que era una aparición y empezaron a gritar asustados.
Pero Jesús les dijo: “¡Animo! Soy Yo”. Jesús sube a la barca y al estar con ellos, el viento cesó. Ya no pueden sostener que era una aparición: están ante un Jesús que se ha manifestado como Hombre-Dios.
En nuestra vida también pasamos a veces por el miedo que experimentaron aquella noche los discípulos. La pequeña barca de nuestra vida, y también la barca de la Iglesia, sufre muchas veces vientos fuertes en contra, y tenemos miedo de hundirnos. Como los discípulos, hacemos humanamente lo que podemos, pero no nos basta.
Nos esforzamos, en la noche de esta vida, con la práctica de ayunos y obras buenas, en conseguir nuestra conversión moral. A base de enormes trabajos tratamos de hacer llegar nuestra barca a la playa de la paz de la unión con Cristo. Pero nos chocamos con la tempestad del mundo exterior, y también con el viento de nuestros egoísmos que nos llevan mar adentro. Ponemos en práctica todo lo que aprendimos; nos aferramos al timón de la voluntad o a los remos del trabajo apostólico, pero no conseguimos avanzar y Jesús parece alejarse de nosotros. Necesitamos reconocer que El puede infinitamente más que nosotros y que todos nuestros esfuerzos. Necesitamos arriesgarnos y entregarnos a Él por completo.
Dios siempre está con nosotros, y “viendo nuestros esfuerzos”, se pone en camino para rescatarnos y llevarnos a puerto seguro. Igual que a los discípulos, Dios nos pide simplemente cooperar a su gracia, que no es otra cosa que hacer lo que está en nuestras manos, con la confianza puesta en que Él mismo, completará la obra y nos sacará de la crisis. Como para aquellos apóstoles, la paz y la serenidad nos vendrán de que admitamos a Jesús junto a nosotros, en la barca.
Por tanto, hoy Cristo nos invita a permanecer en su amor y a ser fuertes ante las dificultades, con la seguridad que Dios está con nosotros, y sólo con Él, seremos capaces de vencer los vientos más fuertes que golpeen contra nuestra pobre barca.
El amor elimina el temor, Dios siempre viene a nuestro encuentro en los momentos de dificultad. Viene como un Padre que quiere ayudarnos: nunca nos abandonará y ya lo ha demostrado por la entrega de su Hijo.

PARA DISCERNIR

¿Cómo reacciono ante las dificultades?
¿Soy capaz de confiar ciegamente en el Señor?
¿Experimento la presencia constante de Jesús a mi lado?

REPITAMOS Y VIVAMOS HOY LA PALABRA

…No temo Señor, Tú vienes conmigo…

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«Viendo el trabajo con que remaban…, a eso de la cuarta vela de la noche, va hacia ellos» 
…” Los apóstoles atraviesan el lago. Jesús, está solo en tierra, mientras que ellos se agotan remando sin lograr avanzar, porque el viento le es contrario. Jesús ora y en su oración les ve esforzarse por adelantar. Va, pues, a su encuentro. Está claro que este texto está lleno de simbolismos eclesiológicos: los apóstoles en el mar y contra el viento, y el Señor junto al Padre. Pero lo que es determinante es que en su oración, cuando está «junto al Padre», no está ausente, sino que, muy al contrario, es orando que les ve. Cuando Jesús está junto al Padre, está presente a su Iglesia. El problema de la venida final de Cristo aquí se profundiza y transforma de manera trinitaria: Jesús ve a la Iglesia en el Padre y, por el poder del Padre y por la fuerza de su diálogo con él, está presente, junto a ella. Es, precisamente, este diálogo con el Padre cuando «está en la montaña» lo que le hace presente, y a la inversa. La Iglesia, por así decir, es objeto de la conversación entre el Padre y el Hijo, pues ella misma está anclada en la vida trinitaria”… 
Cardenal Joseph Ratzinger- Papa Benedicto XVI – El Dios de Jesucristo

PARA REZAR

Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy gracias.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad
se cumpla en mí y en todas tus criaturas.
No deseo más, Padre.
Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz.
Porque te amo y necesito darme a Ti, ponerme en tus manos,
sin limitación, sin medida, con una confianza infinita, porque
Tú eres mi Padre.
Carlos de Foucauld

LECTIO DIVINA

Lo vieron caminar sobre el mar

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos     6, 45-52

Después que los cinco mil hombres se saciaron, en seguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.
Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.
Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman.» Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó.
Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.
Palabra del Señor.

LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Guías para la lectura:

No existe profeta en Israel que no tenga que validar su misión mediante obras hechas en nombre de Dios, quien lo envía. Y Jesús lo hace. Pero a diferencia de los otros profetas, realiza en nombre propio y con su propia autoridad lo que sólo Dios puede hacer: calmar el viento, caminar sobre las aguas, sanar enfermos.
Más aún, cuando les dice “Soy yo”, evoca el nombre del Dios de Israel (Ex, 3,14), y pasa ante los suyos como Yahveh pasó ante Moisés cuando le reveló su gloria.
Los discípulos se asombran enormemente al percibir dicho misterio. Es que no han entendido que si Jesús multiplica panes, vence demonios y enfermedades es porque tiene el mismo nombre de Dios por lo que, más que un profeta, es su mismo Hijo.
El discípulo puede llenar su vida de “fantasmas”, de ilusiones falsas en las que pone su esperanza, pero se hundirá con ellas cuando todo se desvanezca. Tantos “naufragios” evitaríamos si confiáramos en la palabra del Hijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman.». Si Dios sale a nuestro encuentro en su propio Hijo, ¿por qué vivir angustiados? (Is 41,13-14; Jn 16,33).

MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la meditación:

¿Por qué Jesús se quedó en la orilla?
¿Qué temieron los discípulos al ver a Jesús caminar sobre el agua?
¿Cuándo se calmaron los discípulos al igual que las fuerzas de la naturaleza?

ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Mi Barca
Tú has venido a la orilla. 
No has buscado ni a sabios ni a ricos: 
tan sólo quieres que yo te siga. 
Señor, me has mirado a los ojos. 
Sonriendo has dicho mi nombre. 
En la arena he dejado mi barca. 
Junto a ti buscaré otro mar. 
Tú sabes bien lo que tengo: 
en mi barca no hay oro ni espadas, 
tan sólo redes y mi trabajo. 
Señor, me has mirado a los ojos. 
Sonriendo has dicho mi nombre. 
En la arena he dejado mi barca. 
Junto a ti buscaré otro mar. 
Tú necesitas mis manos, 
mi cansancio que a otros descanse, 
amor que quiera seguir amando. 
Señor, me has mirado a los ojos. 
Sonriendo has dicho mi nombre. 
En la arena he dejado mi barca. 
Junto a ti buscaré otro mar. 
Tú, pescador de otros lagos, 
ansia eterna de almas que esperan, 
amigo bueno, así me llamas. 
Señor, me has mirado a los ojos. 
Sonriendo has dicho mi nombre. 
En la arena he dejado mi barca. 
Junto a ti buscaré otro mar. 
Junto a ti buscaré otro mar.

CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Pienso en silencio estas hermosas palabras de Jesús, y las veces que necesito escucharlas y que estén presenten en mi corazón
«Tranquilícense, soy Yo; no teman.»

ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la acción:

¿Tomo mi tiempo diario para orar a solas?
¿Recurro a las palabras de Jesús cuando siento temor?
¿A qué persona que está sintiendo temor por algo que le pasa le acercaré hoy este mensaje de paz y esperanza? 


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