13 de abril de 2014 - DOMINGO
DE RAMOS EN LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR – Ciclo A
¡Bendito el que viene en nombre del
Señor!
Lectura
del santo Evangelio según san Mateo 21, 1-11
Cuando se
acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió
a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e
inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y
tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: “El Señor los necesita y
los va a devolver en seguida”.»
Esto sucedió para
que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Digan a la hija de Sión: Mira que
tu rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un
animal de carga.
Los discípulos
fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría,
pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó. Entonces la mayor parte de la
gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de
los árboles y lo cubrían con ellas. La multitud que iba delante de Jesús y la
que lo seguía gritaba:
« ¡Hosanna al Hijo
de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!»
Cuando entró en
Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban: « ¿Quién es este?» Y la
gente respondía: «Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea.»
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Jesús procedía de su tierra de Galilea y
se acercaba a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua, fiesta
que reunía a todos los judíos para recordar las grandes obras que Dios
había hecho por su pueblo elegido.
Con Jesús, muchos se encaminaban también
hacia Jerusalén. Gente de muchos lugares y también muchos de Galilea que
habían escuchado su predicación sobre el Reino de Dios y lo habían visto
acercarse a los pobres y a los débiles, también lo habían visto curar a
los enfermos y luchar contra la injusticia y la mentira.
Jesús hace su entrada en Jerusalén como
Mesías en un humilde burrito como había sido profetizado por Zacarías muchos siglos
antes. Es aclamado como enviado de Dios con cantos mesiánicos y llenos de
alegría porque este pueblo conocía bien las profecías
Jesús admite el homenaje. Aunque que para
Él es un llamado a establecer un reino de paz y de reconciliación sus
partidarios se imaginan que es el inicio de un reinado temporal como nación
poderosa que acabe con el sometimiento de Israel a los romanos.�
Sin embargo las características de
esta entrada “triunfal” no tienen nada de triunfalistas. Jesús no se
presenta como un vencedor al frente de un regimiento, sino como
un rey pacífico. Esta entrada representó para Jesús la entrada en su
pasión.
Hoy las palmas anuncian victoria y
triunfo: “¡Viva! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito el Reino que llega!”. Porque hacia la Pascua caminamos,
seguros de que después de la cruz explotará el ¡Aleluya! de la resurrección.
Al conmemorar ritualmente este episodio de
la vida de Cristo, nosotros deseamos proclamar que Jesús es nuestro
Rey. Pero su realeza no consiste en la posesión de un dominio
universal humano sino que ha sido conquistada al precio del sacrificio de su
propia vida.
Participar en esta liturgia hace posible
que también nosotros formemos parte de la muchedumbre que lo acompañó aquel
día. Nosotros, hoy, también aclamamos a Jesús y queremos que su camino,
su estilo, su manera de hacer, sea también la nuestra porque reconocemos,
aunque nos cueste, que son los únicos que valen la pena.
Nosotros, hoy, sabemos que el camino de
Jesús acabará con la muerte en la cruz. Sabemos que su libertad, su amor,
su entrega a los pobres y a los débiles no serán bien recibidas por los
poderes de este mundo y que lo condenarán a una muerte terrible.
Nosotros, hoy, al iniciar la Semana Santa,
decimos con nuestros ramos y nuestras palmas que le agradecemos su amor fiel hasta la muerte, amor del que nacerá vida por siempre, vida para todos, vida capaz de transformarnos a todos.
decimos con nuestros ramos y nuestras palmas que le agradecemos su amor fiel hasta la muerte, amor del que nacerá vida por siempre, vida para todos, vida capaz de transformarnos a todos.
Su amor es más fuerte que la muerte, que
el mal, que el pecado. Nuestro caminar al lado de Jesús con
tantos hermanos en la fe que tienen nuestros mismos gozos y
esperanzas, nuestros mismos anhelos e inquietudes a lo largo de esta semana,
es el mejor discipulado para nuestra vida de cada día.
Que estos ramos y palmas que
tenemos en las manos sean, hoy y cada día, la señal de nuestra fe, la
señal de nuestra alegría de seguir a Jesús, la señal de nuestra
convicción profunda de que su camino es el único camino de vida y de
salvación para siempre.
Jesús quiere también entrar hoy triunfante
en la vida de los hombres sobre una cabalgadura humilde: quiere que demos
testimonio de Él, en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho, con
nuestra alegría serena y con nuestra sincera preocupación por los demás.
MISA
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta
Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una
lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra
de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no
me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis
mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me
ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi
ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el
pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.: 2a)
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de
mí,
hacen una mueca y mueven la
cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que él lo
libre;
que lo salve, si lo quiere
tanto.» R.
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de
malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis
huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes
lejos;
tú que eres mi fuerza, ven
pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis
hermanos,
te alabaré en medio de la
asamblea:
«Alábenlo, los que temen al
Señor;
glorifíquenlo, descendientes
de Jacob;
témanlo, descendientes de
Israel.» R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de
condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía
guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición
de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto
humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le
dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble
toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame
para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el Señor.»
Palabra de Dios
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 27, 11-54
C. Jesús compareció ante el
gobernador, y este le preguntó:
S. « ¿Tú eres el rey de los
judíos?»
C. El respondió:
X «Tú lo dices.»
C. Al ser acusado por los
sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:
S. « ¿No oyes todo lo que
declaran contra ti?»
C. Jesús no respondió a
ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. En cada
Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección
del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al
pueblo que estaba reunido:
S. « ¿A quién quieren que
ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?»
C. El sabía bien que lo habían
entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le
mandó decir:
S. «No te mezcles en el asunto
de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir
mucho.»
C. Mientras tanto, los sumos
sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de
Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les
preguntó:
S. « ¿A cuál de los dos
quieren que ponga en libertad?»
C. Ellos respondieron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato continuó:
S. « ¿Y qué haré con Jesús,
llamado el Mesías?»
C. Todos respondieron:
S. « ¡Que sea crucificado!»
C. El insistió:
S. « ¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban cada
vez más fuerte:
S. « ¡Que sea crucificado!»
C. Al ver que no se llegaba a
nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos
delante de la multitud, diciendo:
S. «Yo soy inocente de esta
sangre. Es asunto de ustedes.»
C. Y todo el pueblo respondió:
S. «Que su sangre caiga sobre
nosotros y sobre nuestros hijos.»
C. Entonces, Pilato puso en
libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para
que fuera crucificado.
Salud, rey de los judíos
C. Los soldados del gobernador
llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él.
Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo.
Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron
sobre su cabeza,
pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la
rodilla delante de él,
se burlaban, diciendo:
S. «Salud, rey de los judíos.»
C. Y escupiéndolo, le quitaron
la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le
quitaron el manto, le pusieron de
nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Fueron crucificados con él dos ladrones
C. Al salir, se encontraron
con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando
llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron
de beber vino con hiel. El lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de
crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y
sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una
inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos.»
Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el
otro a su izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban, lo
insultaban y, moviendo la cabeza, decían:
S. «Tú, que destruyes el
Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo
de Dios, y baja de la cruz!»
C. De la misma manera, los
sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
S. « ¡Ha salvado a otros y no
puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y
creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que
él dijo: “Yo soy Hijo de Dios”.»
C. También lo insultaban los
ladrones crucificados con él.
Elí, Elí, ¿lemá sabactani?
C. Desde el mediodía hasta las
tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la
tarde, Jesús exclamó en alta voz:
X «Elí, Elí, lemá sabactani.»
C. Que significa:
X «Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?»
C. Algunos de los que se
encontraban allí, al oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías.» En
seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y,
poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:
S. «Espera, veamos si Elías
viene a salvarlo.»
C. Entonces Jesús, clamando
otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
Aquí todos se arrodillan, y se
hace una breve pausa.
C. Inmediatamente, el velo del
Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se
partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto
resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en
la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que
custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de
miedo y dijeron:
S. « ¡Verdaderamente, este era
Hijo de Dios!»
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Ramos y Pasión, gozo y tristeza,
vida y muerte son el contraste en nuestro andar de cada día. La fiesta
de hoy tiene palabras y sentimientos encontrados: ramos de alabanza y
de aclamación junto a la muerte en el Gólgota.
La Cruz es signo de fracaso.
Aparentemente es el hundimiento de Jesús en el reino de la muerte. Pero para
el creyente, su muerte es la señal luminosa de vida, de entrega, de
victoria.
Las lecturas de hoy nos centran en el
gran modelo del camino pascual, Cristo Jesús, solidario con sus
hermanos, se entrega hasta la muerte y alcanza Nueva Vida para Él y toda la
comunidad creyente.
La primera lectura está tomada del tercer
canto del Siervo de Yahvé del libro de Isaías. Oímos al siervo que escucha la
palabra desde la mañana abriendo el oído y sin rebelarse. Escuchar la
palabra significa también aceptar los acontecimientos por más duros
que sean. Le golpean la espalda, las mejillas y se deja mesar la barba. No
oculta su rostro a insultos ni salivazos. Vemos en estos versos la historia
misma de la Pasión de Jesús. Pero El Señor viene en ayuda del siervo obediente
que no queda avergonzado.
En el himno de la segunda lectura Pablo
presenta cómo Cristo ha bajado, en su solidaridad con nosotros,
hasta la renuncia total y la humillación de la cruz, pero ha sido elevado por
el Padre hasta la gloria. Estamos en el corazón mismo de la fe cristiana.
Y Pablo trae este himno para animarnos a que nuestros sentimientos sean los
mismos que los de Cristo Jesús.
En el Evangelio escuchamos el relato de la
pasión de Jesús que es la cumbre del mensaje de este domingo. Jesús ha
seguido el camino de la Cruz que lleva a la resurrección. Un camino
solidario, arquetipo de todo el dolor de la humanidad, y también del estilo con
que Dios salva.
El evangelista describe con detalles los
padecimientos de Jesús: desde sus temores durante la última cena, y su
angustiosa oración en Getsemaní, hasta su último grito al expirar en la cruz.
Sin embargo, esta pasión de Cristo es la epifanía de la pasión de
Dios por los hombres. En Jesús, en su vida, en sus palabras, en sus
milagros, pero sobre todo en su entrega y muerte, se hace evidente
para los cristianos todo el misterio insondable del amor de Dios por
todos los hombres. El Hijo del Hombre “por nosotros, y por nuestra
salvación fue crucificado, muerto y sepultado”.
En la Iglesia continúa la pasión de
Cristo, porque la comunidad cristiana es el lugar de la lucha contra el mal. La
Iglesia debe recoger todos los sufrimientos de los hombres y batallando
ferozmente contra los egoísmos y las faltas de amor debe convertirse en lugar
de encuentro, perdón, reconciliación y crecimiento. Ningún dolor humano debe
ser extraño a la Iglesia. La pasión de Cristo continúa hoy en todos los hombres
que sufren cualquier clase de dolor físico, moral o espiritual. En los millones
de hombres y mujeres que injusta e inocentemente son reducidos a la miseria, a
la muerte de hambre, a la muerte violenta impuesta desde ideas o intereses
inconfesables, en cada víctima del terrorismo, en cada muerto de hambre o por
la droga, en cada muerto en soledad y abandono, siguen andando en carne
viva los pasos de la pasión de Jesús.
Por eso, el único signo creíble de los
discípulos de Cristo de lucha contra el pecado es la “compasión”
efectiva con todo el dolor de la humanidad.
efectiva con todo el dolor de la humanidad.
Cristo ha asumido la vida del hombre en su
totalidad, con dolor y muerte incluidos. Nuestra contemplación de Cristo
en la cruz será auténtica si nos hace verdaderamente más humanos: cargando los
dolores de los hombres, luchando solidariamente para disminuir el sufrimiento
de los demás y viviendo esperanzadamente nuestra vida de cada día.
PARA DISCERNIR
¿Me cuesta descubrir la presencia de Dios
en el dolor y el sufrimiento?
¿Alejo de mí todo lo que suene a
dificultad o sacrificio?
¿Qué cosas buenas o necesarias he dejado
de lado por miedo al sufrimiento?
¿He claudicado en la búsqueda de la verdad
y del bien por miedo al dolor?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DIA
“Se humillaba y no abría la boca” (Is
53,7a).
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
…Cuando no aceptamos verdaderamente a
Jesús como Hijo de Dios para justificar nuestras opciones equivocadas,
renegamos de él. Y lo renegamos por no compartir su suerte, por no participar
en su muerte. Siempre que no sabemos negarnos a nosotros mismos, renegamos de
Jesús. Siempre que queremos salvarnos de la cruz, le miramos de lejos, y en la
práctica decimos —aunque no sea de palabra- que no lo conocemos.
¿Acaso no nos sucede esto con frecuencia?
Si por consiguiente tantas veces renegamos de Jesús, otras tantas deberíamos
saber llorar amargamente y asumir el arrepentimiento y la conversión como
compromiso de vida: éste es ciertamente el único camino hacia la santidad. La
santidad no es fruto de virtud, sino un don de misericordia para quien se abre
para acogerla, para quien se arrepiente de todo corazón, consciente de ser
pecador. Es una gracia que el Señor nos haga ver nuestro pecado para llevarnos
al arrepentimiento. Nos da la posibilidad de arrepentirnos: así es su
misericordia…
(A. M. Cánopi. Pasión de Jesús según Mateo y “Vía
Crucis”, Casale Monf. 1994, 23s).
PARA REZAR
Tu voluntad.
Dentro de mí siento muchas veces
la rebeldía de quien no se conforma.
Tu voluntad trae momentos de intensa
alegría, pero tiene también el peso
de muchas cruces.
Por eso no soy coherente con tu sí.
No me gusta cargar con el peso,
ni escuchar un no como respuesta,
aun cuando “no” venga de ti.
Aún no aprendí a sonreír
en los momentos de dolor y a mantener
la serenidad a la hora de la presión.
Termino pidiendo que hagas lo que yo quiero,
de la manera que lo quiero,
y en el tiempo que yo quiero.
La mía es aún una voluntad caprichosa y rebelde.
Aún no entendí que tienes un plan para mí.
Dios del sí, y del no: enséñame a decir sí. Amén.
Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos.
Y si alguien les dice algo, respondan: "El Señor los necesita y los va a devolver en seguida"».
LECTIO DIVINA
¡Bendito el que viene en
nombre del Señor!
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 21, 1-11
Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos.
Y si alguien les dice algo, respondan: "El Señor los necesita y los va a devolver en seguida"».
Esto sucedió
para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta:
«Digan a la
hija de Sión:
Mira que tu
rey viene hacia ti, humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal
de carga».
Los discípulos
fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría,
pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús se montó.
Entonces la
mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros
cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas.
La multitud
que iba delante de Jesús y la que lo seguía gritaba:
«¡Hosana al
Hijo de David!
¡Bendito el
que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las
alturas!».
Cuando entró
en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, y preguntaban:
«¿Quién es
este?".
Y la gente
respondía:
«Es Jesús, el
profeta de Nazaret en Galilea.»
Palabra del Señor.
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
El ambiente en
que se realiza la entrada de Jesús a Jerusalén contrasta con el de su
antepasado David: si David vino de Jerusalén al Monte de los Olivos en medio de
lamentaciones (ver 2 Samuel 15,30), Jesús –el Hijo de David- viene desde el
monte de los Olivos hasta Jerusalén en medio de gritos de júbilo.
La mirada está
puesta en Jerusalén. Ya en Mt 5,35, Jerusalén había sido llamada “la ciudad del
gran Rey” (=Dios), sólo que aquí el rey es Jesús.
Mateo nos
presenta la primera parte del recorrido que va desde Betfagé, en las faldas del
Monte de los Olivos (21,1a), hasta Jerusalén. La aldea de Betfagé (que
significa “casa de los higos”), era considerada ritualmente como parte de la
ciudad de Jerusalén, por lo tanto, es prácticamente la entrada a Jerusalén. El
Monte de los Olivos, al oriente de Jerusalén, al otro lado del valle del
Cedrón, estuvo relacionado desde muy antiguo con la expectativa del juicio
final (ver Mt 24,3; 27,51-53).
Los dos
discípulos de Jesús aquí no tienen nombre. La mención de “dos”, más que el
envío misionero (que, por cierto, en Mateo es de dos en dos; Mt 10,5) nos
recuerda algo de 1 Samuel 10,2.
Llama la
atención la autoridad y majestad con que Jesús habla en el momento de dar las
instrucciones, lo hace como un rey. El hecho de “desatar” a un asno será un
acto intencional y simbólico.
Jesús los
manda a la aldea de “enfrente”, que es Betfagé (probablemente no Betania).
Jesús habla proféticamente (de nuevo vemos algún parecido con el vaticinio de 1
Sm 10,1-9), allí encontrarán un asna y un pollino.
Los
imperativos de Jesús se suceden: “Vayan… desaten… tráiganme… digan”. Algunos
intérpretes de este pasaje, al notar que Jesús tiende a comportarse como si
fuera el dueño de los animales, han señalado que lo que probablemente se quiere
decir aquí es que Jesús es el Señor-Mesías que recupera el señorío de Adán
sobre los animales (ver Gn 1,26-31). Pensamos que es una interpretación que va
más allá del texto y que, si bien el señorío de Jesús está afirmado en este
pasaje, no es tanto sobre las bestias sino sobre Jerusalén entera, tal como lo
muestran los acontecimientos que siguen y de manera especial la clave
interpretativa que nos da el mismo Mateo.
El asno –y su
pollino todavía débil– se contrapone a los caballos de guerra. El animal fue
escogido por su asociación en realeza y para mostrar que Jesús es un hombre de
paz.
La
“mansedumbre” caracteriza a Jesús como Rey quien no viene como un conquistador
y por eso no entra con los carruajes que se usaban en tiempos de guerra (como
sí se hace en 2 Re 9,21).
Por tanto,
Jesús no viene como un héroe de guerra sino con un servidor humilde de los
planes salvíficos de Dios, y lo hace a la manera de Dios, no de los esquemas
humanos conocidos.
Previamente
los discípulos han puesto sobre los animales sus propios mantos: ellos son los
primeros en reconocerlo como rey (ver 2 Reyes 9,13). Las vestiduras representan
a quienes las visten, por tanto, esta es la manera como los discípulos expresan
su sometimiento a Jesús y se ponen a sus pies.
Según Mateo,
la entrada de Jesús es un triunfo popular, las multitudes interpretan
correctamente el que Jesús entre montado sobre un asno: este es el Hijo de
David mesiánico.
Las multitudes
siguen el mismo comportamiento inicial de los discípulos de Jesús extendiendo
mantos y ramas por el camino.
Quienes van
delante y detrás de Jesús van haciendo aclamaciones tomadas del Salmo
118,25-26, al cual le agregan el título “Hijo de David” y la expresión
“Hosanna”.
La alabanza
continúa: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”
(21,9). Es posible que se esté bendiciendo en nombre del Señor al “que viene”;
pero también se puede entender en otra dirección: que Jesús está viniendo “en
el nombre del Señor”; o también como un: “¡Sea bendito Dios que lo ha enviado!”.
Al canto del Salmo 118,25-26, se le agrega luego “¡Hosanna en las alturas!”, la
cual, en relación con el Salmo 148,1, indicaría una sintonía con el júbilo de
los ángeles en el cielo.
Finalmente,
tenemos la reacción de la ciudad de Jerusalén ante la entrada de Jesús
realizada de esta manera. No sabemos qué hizo Jesús con la tremenda acogida por
parte de la multitud, pero sí sabemos cómo fue que “la ciudad” reaccionó: “se
conmovió”.
La pregunta
“¿Quién es éste?” (21,10) no quiere decir “¿Cómo se llama este hombre?” sino
“¿Qué deberíamos hacer con esta persona?”.
Responden los
peregrinos galileos que acompañan el cortejo de Jesús con una confesión de fe:
«Es Jesús, el profeta de Nazaret en Galilea.»
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas para la meditación:
Ø ¿Por
qué Jesús elige entrar de esta manera teniendo en cuenta el conocimiento que él
tenía de los días que se avecinaban?
Ø ¿Cómo
reaccionan los discípulos y cómo reaccionaron en los momentos finales de la
Pasión?
Ø ¿Parte
de esta multitud que aclama a Jesús, puede estar dentro de la turba que pedía
su crucifixión cuatro días después?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL
TEXTO BÍBLICO?
|
En este domingo donde
comienza la pasión, oro guiado por el Salmo de la liturgia del día.
SALMO Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto.» R.
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.»
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que Él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto.» R.
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.»
4.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL
TEXTO BÍBLICO?
|
Repito hasta hacer mía la
alabanza popular:
«¡Hosana al
Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas!».
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosana en las alturas!».
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO
BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
Ø ¿Cuál
es el rostro que se va dibujando de Jesús cuando se van dando los detalles de
su camino en la pasión y muerte? ¿Qué implicaciones tienen para el discipulado?
Ø ¿Cómo
voy a vivir esta Semana Santa? ¿Qué espacios para una mayor profundización de
la Palabra me voy a dar?
Ø ¿Dónde y con
qué espíritu espero participar en las diversas celebraciones litúrgicas?
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