20 de abril de 2014 - DOMINGO DE PASCUA – Ciclo A
¡¡NOS AMÓ Y NOS SALVÓ!!
PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los
apóstoles 10, 34a. 37-43
Pedro, tomando la
palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea,
después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con
el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a
todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos
testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos
lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día
y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos
de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su
resurrección.
Y nos envió a
predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de
vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los
que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23 (R.: 24)
R. Este es el día
que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.
Den gracias al
Señor, porque es bueno,
porque es eterno
su amor!
Que lo diga el
pueblo de Israel:
íes eterno su
amor! R.
La mano del Señor
es sublime,
la mano del Señor
hace proezas.
No, no moriré:
viviré para
publicar lo que hizo el Señor. R.
La piedra que
desecharon los constructores
es ahora la piedra
angular.
Esto ha sido hecho
por el Señor
y es admirable a
nuestros ojos. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Colosas 3, 1-4
Hermanos:
Ya que ustedes han
resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a
la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no
en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora
oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida,
entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.
Palabra de Dios.
O bien:
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo
a los cristianos de
Corinto 5, 6b-8
Hermanos:
¿No saben que «un
poco de levadura hace fermentar toda la masa»? Despójense de la vieja levadura,
para ser una nueva masa, ya que ustedes mismos son como el pan sin levadura.
Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Celebremos,
entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la
perversidad, sino con los panes sin levadura de la pureza y la verdad.
Palabra de Dios.
SECUENCIA
(Debe decirse hoy; en los días de la octava,
es optativa)
Cristianos,
ofrezcamos al
Cordero pascual
nuestro sacrificio
de alabanza.
El Cordero ha
redimido a las ovejas:
Cristo, el
inocente,
reconcilió a los
pecadores con el Padre.
La muerte y la
vida se enfrentaron
en un duelo
admirable:
el Rey de la vida
estuvo muerto,
y ahora vive.
Dinos, María
Magdalena,
¿qué viste en el
camino?
He visto el
sepulcro del Cristo viviente
y la gloria del
Señor resucitado.
He visto a los
ángeles,
testigos del
milagro,
he visto el
sudario y las vestiduras.
Ha resucitado a
Cristo, mi esperanza,
y precederá a los
discípulos en Galilea.
Sabemos que Cristo
resucitó realmente;
tú, Rey
victorioso,
ten piedad de
nosotros.
ALELUIA
Aleluia.
Aleluia.
Cristo, nuestra
Pascua, ha sido inmolado.
Celebremos,
entonces, nuestra Pascua.
Aleluia.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 20, 1-9
El primer día de
la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al
sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón
Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»
Pedro y el otro
discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro
discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al
sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón
Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y
también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas,
sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había
llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían
comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
(En lugar de este Evangelio se puede leer el
de la Misa de la Vigilia)
Lectura del santo Evangelio según san
Marcos 16,1-8
Pasado el sábado,
María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a
embalsamar a Jesús.
Muy temprano, el primer día de la semana,
al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:
“¿Quién nos correrá la piedra de la
entrada del sepulcro?”
Al mirar, vieron que la piedra estaba
corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven
sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron.
Él les dijo: “No se asusten. ¿Buscan a
Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Miren el sitio
donde lo pusieron. Ahora vayan a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por
delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, como les dijo.”
Palabra del Señor.
(Donde se celebre Misa vespertina, también
puede leerse el Evangelio)
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 24, 13-35
Ese mismo día, dos
de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez
kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras
conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.
Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿Qué comentaban
por el camino?»
Ellos se
detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le
respondió: «íTú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en
estos días!»
«¿Qué cosa?», les
preguntó.
Ellos
respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso
en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros
sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y
lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero
a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas
mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada
al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les
habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los
nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho.
Pero a él no lo vieron.»
Jesús les dijo: «Hombres
duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los
profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para
entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando con todos los
profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron
cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos
le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba.»
El entró y se
quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición;
luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y
lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.
Y se decían: «¿No
ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba
las Escrituras?»
En ese mismo
momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron
reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron:
«Es verdad, el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!»
Ellos, por su
parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
En este Domingo de Pascua podemos gritar
desde lo más profundo de nuestro corazón:
“¡Nos amó y nos salvó! ¡Creo que Cristo ha
resucitado de entre los muertos y nos da a todos la Vida!”.
La Buena Nueva de la
Resurrección de Jesús es palabra poderosa que impulsa nuestra
vida de discípulos.
Somos cristianos
porque creemos que Jesús ha resucitado de la muerte, está vivo, está
en medio de nosotros, está presente en nuestro caminar histórico, es causa de
vida nueva y anticipo de nuestra vida definitiva.
Jesús ha resucitado de la muerte; es
posible una nueva mirada sobre el mundo. La resurrección de Jesús tiene un
significado y una fuerza que vale para toda la humanidad, para toda la
creación, para toda realidad y de un modo especial para los dolores y
sufrimientos que afligen a los hombres.
La Buena Noticia de que Cristo
ha resucitado: se va tejiendo con nuestro pecado, con nuestras dudas, con
nuestro egoísmo, con nuestra tristeza, levantando nuestra mirada hacia el gran
horizonte de Dios, desde donde podemos comprender el sentido y el valor de
todas las cosas.
Cristo Resucitado se clava en nuestro
corazón, nos despierta y desencadena una lucha entre la vida y la muerte, entre
la esperanza y la desesperación, entre la resignación y la consolación.
La experiencia pascual nos
empuja a una vida marcada por búsquedas y encuentros, por conversión y
respuesta de fe, por ideales y realizaciones concretas.
***
La primera lectura nos presenta un
extracto del discurso de Pedro en la casa del pagano Cornelio. A diferencia de
sus discursos, en Jerusalén ante los judíos, Pedro no hace citas bíblicas ni
invoca “al Dios de los Padres”; sino que se apoya en la vida de Jesús de
Nazaret, un hombre que “pasó haciendo el bien” porque “Dios
estaba con Él”. Los apóstoles, son testigos de eso y que Dios lo resucitó de
entre los muertos, constituyéndolo en el que Vive por excelencia, juez del fin
de los tiempos. Por Él, Dios realizó la reconciliación definitiva con los
hombres dándoles su perdón.
La carta a los Colosenses nos afirma que
nuestra vida está en la vida de Cristo. Para los cristianos creer y
aceptar el misterio pascual es pasar de la muerte a la vida;
del mundo de abajo al mundo de arriba. Por el bautismo nos incorporamos a la
vida de Cristo y nos introducimos ya en la resurrección. La resurrección
de Jesús está operante ya en los cristianos y deben vivir como resucitados
en medio de las miserias de este mundo.
En el evangelio vemos como María “Va de
madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro“. Su corazón latía
fuertemente por Jesús. La noche pasa, el horizonte se aclara y bajo la luz
todas las cosas van otra tomando forma.
El amor no espera. Habrá signos que
anunciarán algo grande, pero todo tendrá claridad en el encuentro con el
Resucitado.
En el llanto, junto a la tumba vacía, y en
la carrera para llevar la noticia, se manifiesta el amor de María por el Señor.
María corre enseguida, va a contarles a Pedro y el discípulo amado, que el
sepulcro del Maestro está vacío. María se presenta ante los discípulos más
autorizados y confiesa a Jesús como Señor:…”Se han llevado del
sepulcro al Señor”….
A pesar de no haberlo visto vivo, para
ella Jesús es el “Señor“, el Dios de la gloria y por lo tanto el
viviente. Para la fe y el corazón de esta mujer el Señor se ha revelado “más
fuerte que la muerte“.
Los dos seguidores más cercanos a Jesús,
no permanecen indiferentes ni inertes con la noticia, sino que toman en
serio el anuncio y se ponen en camino. Los dos tienen prestigio en la
comunidad y la representan. Pedro, a quien Jesús llamó Roca; es quien lo
confiesa Señor en nombre de todos, dialoga con Jesús en la cena y al final del
evangelio recibe el encargo de apacentar a sus hermanos. Por otro
lado Juan, es el modelo del “amado” por el Señor y del que “ama” al Señor.
El discípulo Amado por su juventud,
pero también por un mayor amor, corre más rápido que Pedro y llega primero a la
tumba, pero no entra, respeta el rol de Pedro en la comunidad y
se limita a inclinarse y ver las vendas tiradas en el suelo.
Pedro ve también las vendas
en el suelo y el sudario que cubrió su cabeza estaba doblado
aparte en un solo lugar. Esto es un signo de que el cuerpo del Maestro no
ha sido robado. Los ladrones no se hubieran tomado tanto trabajo. Jesús
mismo se ha liberado de las vendas y del sudario que lo envolvían. Las
ataduras de la muerte han sido rotas por Jesús.
La tumba vacía y las vendas no son una
prueba, son simplemente un signo de que Jesús ha vencido la muerte.
Los detalles simples despiertan la fe del discípulo Amado en la resurrección de
Jesús, no necesitó más para creer.
En la mañana del domingo, la única
preocupación de los discípulos es buscar al Señor, muerto sobre la Cruz por
amor, pero resucitado de entre los muertos para la salvación de toda la
humanidad. El amor los mueve a buscar al Resucitado, en los signos que
manifiestan el cumplimiento de las promesas de Dios, y que realizan las
expectativas humanas.
Esta búsqueda del Señor se convierte en
impulso misionero. La experiencia pascual se hace contagiosa y los
envuelve a todos.
***
El mensaje del Evangelio es
claro: sólo el amor puede hacernos ver a Jesús en su nueva
dimensión; sólo quien primero acepta su camino de renuncia y de entrega,
puede compartir su vida nueva.
Inútil es, como Pedro, hurgar entre las
vendas, buscar explicaciones. La fe en la Pascua, es una experiencia sólo
accesible a quienes escuchan el Evangelio del amor y lo llevan a la práctica.
La Resurrección, no es una verdad
puramente teórica, que pueda ser aceptada intelectualmente, sino que es
una verdad vital, existencial que involucra íntima y vitalmente a la
totalidad de la persona, que sólo puede ser acogida en la fe y en la
conversión.
Creer en la resurrección de Jesús, no es
sólo tener certeza de la resurrección, sino resucitar, como nos dice san Pablo. Creer en la resurrección, nos
propone una calidad de vida, que nada tiene que ver con la búsqueda que se hace
con propuestas de tipo social y económico. Se trata de una experiencia de
vida tal, que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte
absurda. Dios nos ha destinado a vivir con El de una manera
absolutamente distinta y renovada.
Creer es realizar en la vida, la
misma experiencia de la vida de Jesús. Es ponernos en su camino y en el camino
de nuestra glorificación resueltamente y sin hacer marcha atrás. Jesús vivió su
glorificación subiendo a la cruz como servicio y entrega por todos.
El que ama entregando su vida, va
teniendo la vida y confirma ante el mundo la fuerza de la resurrección. Sólo
esta experiencia de la nueva vida inaugurada por el Resucitado
puede quitar a la muerte y a la violencia su dominio. Sin esa experiencia,
nada de lo que digamos sobre la resurrección podrá convencer a los otros.
Tenemos que ser testigos de la resurrección, resucitando y ayudando a
alumbrar la nueva vida.
Somos testigos de la
resurrección trabajando por la vida, por la convivencia en paz, estando
junto a los pobres y marginados, a los desprotegidos, a los excluidos.
Somos testigos de la resurrección cuando no nos doblegamos ante los
partidarios de la muerte, los asesinos, los violentos, los explotadores, los
racistas y extremistas de toda clase. Sólo trabajando por y para la
vida es creíble la fe en una vida eterna y feliz.
Como nos ha dicho Pablo, los cristianos,
hemos de celebrar nuestra Pascua no con levadura vieja, levadura de corrupción
y de maldad, sino con los panes nuevos de la sinceridad y de la verdad.
PARA DISCERNIR
¿Creo verdaderamente en la Resurrección?
¿Creo en su fuerza salvadora hoy y aquí?
¿Vivo como resucitado?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
…Nos amó y nos salvó…
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
EL SEÑOR HA RESUCITADO VERDADERAMENTE
Meditación para el día de pascua
…”¡Qué conmoción sacudiría al mundo si
leyéramos un día en la prensa: «se ha descubierto una hierba medicinal contra
la muerte»! Desde que la humanidad existe, se ha estado buscando tal hierba.
Ella espera una medicina contra la muerte, pero, al mismo tiempo, teme a esa
hierba. Sólo el hecho de que en una parte del mundo la esperanza de vida se
haya elevado de 30 a 70 años ha creado ya problemas casi insolubles.
La iglesia nos anuncia hoy con triunfal
alegría: esa hierba medicinal contra la muerte se ha encontrado ya. Existe una
medicina contra la muerte y ha producido hoy su efecto: Jesús ha resucitado y
no volverá ya a morir. Lo que es posible una vez, es fundamentalmente posible y
así esta medicina vale para todos nosotros. Todos nosotros podemos hacernos
cristianos con Cristo e inmortales. ¿Pero cómo? Esto debería ser nuestra
pregunta más viva. Para encontrar la respuesta, debemos sobre todo preguntar:
¿cómo es que resucitó? Pero, sobre eso, se nos da una simple información que se
nos confía a todos: él resucitó porque era no sólo un hombre, sino también hijo
de Dios. Pero era también un hombre real y lo fue por nosotros. Y así sigue,
por su propio peso, la próxima pregunta: ¿cómo aparece este «ser-hombre» que
une con Dios y que debe ser el camino para todos nosotros? Y parece claro que
Jesús vive toda su vida en contacto con Dios. La Biblia nos informa de sus
noches pasadas en oración. Siempre queda claro esto: él se dirige al Padre. Las
palabras del Crucificado no se nos refieren en los cuatro evangelios de un modo
unitario, pero todos coinciden en afirmar que él murió orando. Todo su destino
se halla establecido en Dios y se traduce así en la vida humana. Y siendo así
las cosas, él respira la atmósfera de Dios: el amor. Y por ello es inmortal y se
halla por encima de la muerte. Y ya tenemos las primeras aplicaciones a
nosotros: nuestro pensar, sentir, hablar, el unir nuestra acción con la idea de
Dios, el buscar la realidad de su amor, éste es el camino para entrar en el
espacio de la inmortalidad.
Pero queda todavía otra pregunta. Jesús no
era inmortal en el sentido en el que los hombres deseaban serlo desde tiempos
inmemoriales, cuando buscaban la hierba contra la muerte. Él murió. Su
inmortalidad tiene la forma de la resurrección de la muerte, que tuvo lugar
primero. ¿Qué es lo que debe significar esto? El amor es siempre un hecho de
muerte: en el matrimonio, en la familia, en la vida común de cada día. A partir
de ahí, se explica el poder del egoísmo: él es una huida comprensible del
misterio de la muerte, que se halla en el amor. Pero, al mismo tiempo,
advertimos que sólo esa muerte que está en el amor hace fructificar; el
egoísmo, que trata de evitar esa muerte, ese es el que precisamente empobrece y
vacía a los hombres. Solamente el grano de trigo que muere fructifica.
El egoísmo destruye el mundo; él es la
verdadera puerta de entrada de la muerte, su poderoso estímulo. En cambio, el
Crucificado es la puerta de la vida. Él es el más fuerte que ata al fuerte. La
muerte, el poder más fuerte del mundo, es, sin embargo, el penúltimo poder,
porque en el Hijo de Dios el amor se ha mostrado como más fuerte. La victoria
radica en el Hijo y cuanto más vivamos como él, tanto más penetrará en este
mundo la imagen de aquel poder que cura y salva y que, a través de la muerte,
desemboca en la victoria final: el amor crucificado de Jesucristo”…
JOSEPH RATZINGER -EL ROSTRO DE DIOS-
SÍGUEME. SALAMANCA-1983.Págs. 84 s.
PARA REZAR
“Mi fe
en la Resurrección
ha transfigurado mi vida;
he recibido
la fuerza que da
el Amor de Jesucristo;
mi corazón se ha abierto
al conocimiento
y a la caridad;
mis conversiones me hacen crecer
en sabiduría
y santidad”
Franck Widro
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.