4 de mayo de 2014 - DOMINGO III DE PASCUA – Ciclo A
…Lo
reconocieron al partir el pan…
PRIMERA
LECTURA
Lectura de los Hechos de los
Apóstoles 2, 14. 22-33
El día de
Pentecostés, Pedro poniéndose de pie con los Once, levantó la voz y dijo:
«Hombres de Judea
y todos los que habitan en Jerusalén, presten atención, porque voy a
explicarles lo que ha sucedido. Israelitas, escuchen:
A Jesús de
Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio
los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido
entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir,
clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó,
librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella
tuviera dominio sobre él.
En efecto,
refiriéndose a él, dijo David: Veía sin cesar al Señor delante de mí, porque él
está a mi derecha para que yo no vacile. Por eso se alegra mi corazón y mi
lengua canta llena de gozo. También mi cuerpo descansará en la esperanza,
porque tú no entregarás mi alma al Abismo, ni dejarás que tu servidor sufra la
corrupción. Tú me has hecho conocer los caminos de la vida y me llenarás de
gozo en tu presencia.
Hermanos,
permítanme decirles con toda franqueza que el patriarca David murió y fue
sepultado, y su tumba se conserva entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como
él era profeta, sabía que Dios le había jurado que un descendiente suyo se
sentaría en su trono. Por eso previó y anunció la resurrección del Mesías,
cuando dijo que no fue entregado al Abismo ni su cuerpo sufrió la corrupción. A
este Jesús, Dios lo resucitó, y todos nosotros somos testigos. Exaltado por el
poder de Dios, él recibió del Padre el Espíritu Santo prometido, y lo ha
comunicado como ustedes ven y oyen.»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 15, 1-2a y 5. 7-8. 9-10. 11 (R.: 11a)
R. Señor, me harás
conocer el camino de la vida.
Protégeme, Dios
mío,
porque me refugio
en ti.
Yo digo al Señor:
«Señor, tú eres mi bien.»
El Señor es la
parte de mi herencia y mi cáliz,
¡Tú decides mi
suerte! R.
Bendeciré al Señor
que me aconseja,
¡hasta de noche me
instruye mi conciencia!
Tengo siempre
presente al Señor:
él está a mi lado,
nunca vacilaré. R.
Por eso mi corazón
se alegra,
se regocijan mis
entrañas
y todo mi ser
descansa seguro:
porque no me
entregarás a la Muerte
ni dejarás que tu
amigo vea el sepulcro. R.
Me harás conocer
el camino de la vida,
saciándome de gozo
en tu presencia,
de felicidad
eterna a tu derecha. R.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pedro 1, 17-21
Queridos hermanos:
Ya que ustedes
llaman Padre a aquel que, sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno
según sus obras, vivan en el temor mientras están de paso en este mundo.
Ustedes saben que fueron rescatados de la
vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y
la plata,
sino con la sangre preciosa de Cristo, el
Cordero sin mancha y sin defecto,
predestinado antes de la creación del
mundo y manifestado en los últimos tiempos para bien de ustedes.
Por él, ustedes
creen en Dios, que lo ha resucitado y lo ha glorificado, de manera que la fe y
la esperanza de ustedes estén puestas en Dios.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 24, 13-35
Aquel día, el
primero de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado
Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre
lo que había ocurrido.
Mientras
conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.
Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: « ¿Qué comentaban
por el camino?»
Ellos se detuvieron,
con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: « ¡Tú
eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!»
« ¿Qué cosa?», les
preguntó.
Ellos
respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso
en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros
sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y
lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero
a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas
mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada
al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les
habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los
nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho.
Pero a él no lo vieron.»
Jesús les dijo: «
¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron
los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para
entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando con todos los
profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron
cerca del pueblo adónde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos
le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba.»
El entró y se
quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego
lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo
reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.
Y se decían: « ¿No
ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba
las Escrituras?»
En ese mismo
momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron
reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron:
«Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!»
Ellos, por su
parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
PARA
REFLEXIONAR
“Me decepcionaste“, “me siento decepcionado“, “esto
es decepcionante”, son las expresiones que solemos usar frente a la
tristeza que nos produce algo que esperábamos pero que no sucedió. Nos
decepcionan las cosas o nos decepcionan los otros. La decepción es
siempre causada por algo o por alguien. Nos decepciona, en definitiva, el
que algo no haya sucedido conforme a nuestras expectativas o el que alguien
haya tenido un comportamiento distinto al que esperábamos.
La desilusión, la decepción ante las
propias expectativas, sea en el ámbito que sea, siempre nos deja el sabor
amargo de la confianza defraudada, de la esperanza frustrada. Como
quiera que sea, la decepción se halla íntimamente vinculada a la esperanza,
ninguna decepción es posible más que allí donde existió una esperanza
previa; únicamente quien ha esperado o confiado puede ser y sentirse
decepcionado.
Aunque este sufrimiento se viva
frecuentemente como una injusticia inmerecida, lo cierto es
que la desilusión se produce muchas veces porque proyectamos nuestros propios
deseos o intereses sobre otras personas sin tenerlas en cuenta. Estamos
más atentos a lo que queremos o esperamos de ellas que a lo que ellas son o nos
pueden y quieren brindar. Sin pedir permiso, los hacemos parte de nuestros
proyectos, cargamos sobre ellos nuestras expectativas sin tener en cuenta que
los demás están llamados a realizar su propio proyecto.
El camino de los discípulos de Emaús es el
de la desilusión. Habían confiado en Jesús, habían
proyectado sus esperanzas sobre Él, pero toda esperanza se ha derrumbado porque
ha sido crucificado.
***
La llegada del
Espíritu Santo en Pentecostés transforma a los apóstoles en hombres nuevos, en testigos ardientes y animosos del Resucitado, conscientes de que ahora se realiza la promesa escatológica de Dios. La primera lectura de este domingo toma el discurso de Pedro el mismo día de Pentecostés y es el prototipo del primer anuncio que realizaban los apóstoles. Proponían con valentía la muerte en la cruz y la Resurrección de Jesús de Nazaret como el acontecimiento más importante de la historia de la salvación.
Espíritu Santo en Pentecostés transforma a los apóstoles en hombres nuevos, en testigos ardientes y animosos del Resucitado, conscientes de que ahora se realiza la promesa escatológica de Dios. La primera lectura de este domingo toma el discurso de Pedro el mismo día de Pentecostés y es el prototipo del primer anuncio que realizaban los apóstoles. Proponían con valentía la muerte en la cruz y la Resurrección de Jesús de Nazaret como el acontecimiento más importante de la historia de la salvación.
***
En la segunda lectura, este
texto, de la carta de Pedro insiste poderosamente en el anuncio del
misterio de la Pascua. De manera absoluta afirma que no es el oro y el
poder lo que cambiará la historia. En el misterio de la Pascua se abre el
camino de la verdadera esperanza y de la vida que permanece para siempre.
***
En el evangelio, el mismo
día de la resurrección dos discípulos caminan hacia la aldea de Emaús situada a
unos once kilómetros al noroeste de Jerusalén. Habían sido seguidores de Jesús
y ahora se encuentran con que ha muerto y consideran esta muerte como un
fracaso y la desaparición de su acción en el mundo. Derrotados, decepcionados y
entristecidos vuelven a su antigua vida y mientras caminan van comentando lo
que ha pasado.
Jesús en persona se acercó y se puso a
caminar con ellos como un peregrino más. No lo pueden reconocer porque tienen
cegados los ojos a la novedad pascual: nunca se ha visto que un cadáver
recobre la vida y salga de su sepulcro. Están tristes, quizá no tanto por la
muerte de Jesús como por el fracaso de sus planes mesiánicos triunfalistas.
Esperaban “que fuera el futuro liberador de Israel”, que terminara
con la opresión de los romanos, que implantara el orden nuevo de la justicia y
de la libertad sobre la tierra.
No pueden ver nada. Ellos y su
preocupación están en el centro de toda la charla. No les interesa saber quién se les ha sumado. No
han podido ahondar en el sentido del aparente fracaso del viernes santo. No
podrán ver a Jesús mientras no modifiquen la idea que se han formado de Él,
mientras no comprendan que su reino no tiene nada que ver con el poder,
porque es el reino del amor en el servicio fraternal.
En la confusión que llevan dentro no
distinguen nada con claridad. Su falta de fe y de esperanza les impide
descubrir su presencia.
A pesar de todo, la decepción que viven
tendrá un giro. Cuando terminan de lamentarse, Jesús comienza a echarles en
cara la superficialidad con que han leído las Escrituras y la ligereza con que
han tomado sus enseñanzas acomodándolas a sus deseos. Después les explica el
sentido de todo lo que ha pasado y el sentido de la historia
humana. Necesitaban salir de sus expectativas personales para llegar a la
promesa de Dios recordando las palabras de Jesús.
La conversación del camino concluye con
una invitación a compartir la mesa del atardecer. El compañero todavía
desconocido, como era costumbre, bendijo, partió y dio el pan. La Palabra se
hizo comida, sacramento, y el amigo hasta entonces visible desaparece. Los
discípulos que hasta ahora habían visto sin conocer, ahora conocen sin ver.
Su comprensión de la vida de Jesús es
“otra”. La muerte ya no es el fracaso definitivo de la humanidad, reconocen en
ella el paso necesario. El reino que proclamaba Jesús se abre en otra dirección
muy distinta a la que ellos habían interpretado. Ahora los dos discípulos, olvidando
su cansancio y que la noche ya había llegado, se levantan y corren
llenos de alegría a comunicar la gran noticia al resto de
discípulos. El descubrimiento los lleva necesariamente a compartir, a
comunicar. Nada puede ser ya como antes.
Vuelven con sus hermanos para contarles
que han reconocido a Jesús en la fracción del pan. Solamente desde la
experiencia pascual se puede entender la Palabra que se cumple en la
Eucaristía.
Su lugar es con los demás discípulos,
construyendo la comunidad de seguidores de Jesús en el testimonio y la misión.
***
En nuestra vida tantas esperanzas
fallidas, tantas promesas incumplidas hacen que andemos como derrotados,
vencidos y sin esperanza. Todo se torna oscuro, la desconfianza y la
incredulidad nos toman el corazón. Nos preguntamos ¿se puede esperar
algo? ¿vale vivir así la vida? ¿Dios se ha olvidado de nosotros? ¿y Jesús
Resucitado dónde está?
Igual que los discípulos,
necesitamos ahondar en las escrituras y la promesa para que
las dudas se disipan. Necesitamos ahondar en las escrituras porque
no es difícil inventarse un Jesús a la medida de las propias expectativas. Un
Jesús que se acomoda a nuestra forma de ser y de vivir cuando aparece el
sufrimiento y el dolor nos desilusiona. Nos sentimos desengañados, que nos ha
fallado.
Tenemos que reconocer que no sabemos leer
las Escrituras. Conocemos superficialmente algunas cosas, pero no profundizamos
en su sentido y a la hora de la verdad, no nos alcanza. Decimos que creemos en
Jesús, pero: ¿Quién es Jesús para nosotros? Afirmamos que es
el Mesías, pero ¿cómo interpretamos su mesianismo? ¿qué significa en la
práctica que sea el Hijo de Dios?
Para ver a Jesús Resucitado necesitamos volver a las fuentes y
descubrir el misterio de la existencia humana en el misterio de este Jesús que
destruye nuestros mitos de una fe exitista ubicándonos en el verdadero camino
humano y divino: el del amor hasta dar la vida. Sólo así
podremos aceptar que en el sufrimiento del mundo asumido por Jesús, en el
camino de la humanidad que padece y se mantiene en la esperanza, late la
resurrección final, que podemos adelantar con esas pequeñas resurrecciones que
surgen cuando nos esforzamos por vivir como hombres nuevos, construyendo un
mundo más humano, más apoyado en el Evangelio.
Para ver a Jesús Resucitado es condición ver al hombre que camina a
nuestro lado. Quien no ama no ve al prójimo y no puede ver a Jesús. Es
inútil buscarlo en el sepulcro: está vivo entre nosotros. Demasiado
entretenidos llorando nuestra soledad, lamiendo nuestras heridas, protegiendo
nuestras debilidades no tenemos espacio para advertir a este discreto
compañero de viaje que camina siempre a nuestro lado. Acercarse y
caminar juntos. Es la actitud de siempre de Jesús, en todas las
páginas del Evangelio y es el modelo para la Iglesia de todos los
tiempos. No se evangeliza estando lejos o aparte. Como hace Jesús estar con
el pueblo, vivir sus problemas y alegrías.
Jesús prefería para sus manifestaciones a
los discípulos la hora de la comida y la fracción del pan. Para los primeros
cristianos la reunión eucarística fue el lugar privilegiado en el que
descubrieron la presencia de Jesús. Partir el pan de la vida, partir
el pan de la eucaristía con alegría y sencillez de corazón en comunidad se
transforma en el lugar privilegiado de la presencia del Resucitado y fuerza
silenciosa que nos empuja para salir a anunciarlo. La señal más
convincente y plena de la resurrección es la comunidad
renovada por la palabra, la eucaristía y el amor
servicial que se pone en marcha para seguir la tarea iniciada por Jesús.
PARA
DISCERNIR
¿Dónde descubro hoy la presencia del
Resucitado?
¿Experimento que camina a mi lado?
¿Leo mi vida a la luz de la Palabra de
Dios?
REPITAMOS A
LO LARGO DE ESTE DIA
« ¡Quédate con nosotros, Señor!».
PARA LA
LECTURA ESPIRITUAL
…Mientras los dos viajeros se
encuentran de camino hacia su casa llorando lo que han perdido, Jesús se acerca
y camina con ellos, pero sus ojos son incapaces de reconocerlo. De improviso,
ya no son dos, sino tres las personas que caminan, y todo se vuelve distinto.
El desconocido empieza a hablar, y sus palabras requieren una seria atención.
Lo que había empezado a confundir hasta hace un momento, comenzaba a presentar
horizontes nuevos; lo que había parecido tan oprimente, comenzaba a hacerse
sentir como liberador; lo que había parecido tan triste, empezaba a tomar el
aspecto de la alegría. Poco a poco empezaban a comprender que su pequeña vida
no era después de
todo tan pequeña como pensaban, sino parte de un gran misterio que no sólo abarcaba varias generaciones, sino que se extendía de eternidad en eternidad.
todo tan pequeña como pensaban, sino parte de un gran misterio que no sólo abarcaba varias generaciones, sino que se extendía de eternidad en eternidad.
El desconocido no ha dicho que no hubiera
motivo de tristeza, sino que su tristeza formaba parte de una tristeza más
amplia, en la que estaba escondida la alegría. El desconocido no ha dicho que
la muerte que estaban llorando no fuera real, sino que se trataba de una muerte
que inauguraba una vida verdadera. El desconocido no ha dicho que no hubieran
perdido a un amigo que les había dado nuevo valor y nueva esperanza, sino que
esta pérdida había creado un camino para una relación que habría ido mucho más
allá que cualquier amistad. El desconocido no tenía el más mínimo miedo de
derribar sus defensas y de llevarlos más allá de su estrechez de mente y de
corazón. El desconocido tuvo que llamarlos tontos para hacerles ver. ¿Y en qué
consiste el desafío? En tener confianza. Alguien tiene que abrirnos los ojos y
los oídos para ayudarnos a descubrir qué hay más allá de nuestra percepción.
Alguien debe hacer arder nuestros corazones…
H. J. M. Nouwen, La fuerza de su presencia, Brescia
1997, pp. 31-35
PARA REZAR
Como en Emaús
Nos acercamos con alegría,
a recibirte Señor Jesús,
con tu presencia nos iluminas
como lo hiciste en Emaús.
Necesitados de tu consuelo,
vamos en busca del mismo pan,
que nos dejaste como alimento,
en nuestro diario peregrinar.
Tomen y coman este es mi Cuerpo,
tomen y beban mi Sangre es,
que por ustedes hoy yo me entrego,
y con ustedes yo me quedaré.
Qué gran misterio la Eucaristía,
principio y fuente de la unidad,
que nos enseña a gustar la vida,
a compartirla con los demás.
Gracias Señor por el Pan del cielo,
que recibimos de tu bondad,
la Iglesia vive en tu mismo Cuerpo,
al celebrar este Memorial.
Dale Señor a tu pueblo santo,
tu compañía y tu bendición,
en las tristezas y en el cansancio,
se fortalezca la comunión.
Que seamos uno y el mundo crea,
al ver creyentes de corazón,
que sin medida su vida entregan,
como aprendimos de vos, Señor.
P. Néstor Gallego (Ex alumno Sa Fa)
LECTIO
DIVINA
Lo reconocieron al partir el pan
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 13-35
Aquel día, el primero de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.
Mientras
conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.
Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿Qué comentaban
por el camino?»
Ellos se
detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le
respondió: «¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en
estos días!»
«¿Qué cosa?»,
les preguntó.
Ellos respondieron:
«Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en
palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes
y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron.
Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya
van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que
están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro
y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían
aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros
fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él
no lo vieron.»
Jesús les
dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que
anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos
sufrimientos para entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando
con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se
refería a él.
Cuando
llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.
Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día
se acaba.»
El entró y se
quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición;
luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y
lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.
Y se decían:
«¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba
las Escrituras?»
En ese mismo
momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron
reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron:
«Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!»
Ellos, por su
parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Palabra del
Señor.
1. LECTURA -
¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
El pasaje
puede ser abordado desde distintos ángulos. En este caso, proponemos hacer
girar la historia alrededor de la apertura de los ojos tanto físicos
como espirituales.
Los dos
discípulos van caminando teniendo la mirada puesta en Emaús, sin embargo
lo que habían visto en las últimas horas en Jerusalén con los sucesos
alrededor de Jesús ocupaban el centro de su conversación. Sus ojos del
corazón, seguían evidentemente anclados por esos traumáticos episodios.
En forma imprevista,
Jesús resucitado en persona se les aparece delante de sus ojos. ¿Cómo no
verlo? Sin embargo, es el propio Lucas quien nos dice claramente que “algo
impedía que sus ojos lo reconocieran”. ¿Qué era ese “algo”?
Sigamos con el relato.
Ellos le reclaman
a Jesús ser la única persona en el “planeta” (lit. en Jerusalén) que no vio lo
que había pasado en estos días. El sentido del oído lo tenían a diferencia de
la vista muy afinado, ya que reconocieron por la “tonada galilea” de
Jesús que estaban hablando con un forastero.
Luego le
“informan a Jesús” sobre los sucesos. Lo que “ven” y pueden
atestiguar es históricamente veraz, sin embargo su mirada de los hechos
estaba lejos de ser la más adecuada. De acuerdo a la óptica analítica
que realizan, comenten un error de mirada espiritual de los
acontecimientos cuando dicen “Nosotros esperábamos que fuera él quien
librara a Israel”. Siguen viendo al Jesús histórico como un hecho
político más que espiritual.
Cuando narran
los hechos desconcertantes de los anuncios de resurrección de Jesús, apelan a
los testigos oculares que trajeron informes del tipo: “Ellas (las
mujeres) no hallaron el cuerpo”, “volvieron diciendo que se les había
aparecido”, “algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron
todo como las mujeres había dicho”, “pero a él no lo vieron”. En
todas esas expresiones, si bien mencionan lo percibido por los que habían ido a
ver el sepulcro, en realidad dan un crédito relativo y confuso de
esos testimonios.
La respuesta
de Jesús ante tanto desconcierto es abrirles las Escrituras y darles un curso
acelerado de literatura profética bíblica. Busca abrirles los ojos para
que lo vean a él como centro de la revelación sagrada y crean.
Posteriormente, los mismos discípulos reconocen el éxito de esa lección
magistral de Jesús, ya que les abrió los ojos del corazón. Lo dicen de
esta manera: “¿No ardía nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y
nos explicaba las Escrituras?”
Indudablemente
que el clímax narrativo se produce cuando Jesús, sentado a la mesa con estos
hombres, tomó el pan y pronunció la bendición. La línea temática que estamos
siguiendo no necesita ninguna interpretación compleja. Literalmente el texto
dice “Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo
reconocieron, pero él había desaparecido de su vista”.
Luego de haber
recobrado la vista que les permitió reconocer a Jesús físicamente y
habiéndoseles abierto sus ojos espirituales en el partimiento del pan;
van a los suyos a relatar lo que vieron con sus propios ojos.
Entonces
pusieron su mirada en el camino de regreso a Jerusalén y al encontrarse
con los Once, ellos les adelantan la confirmación de la resurrección de esta
manera “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!” Los
caminantes de Emaús, no quisieron ser menos y se sumaron a la confirmación ocular
de la resurrección cuando informan lo que habían vivido en el camino y cómo sus
ojos les fueron abiertos y lo reconocieron al partir el pan.
2. MEDITACIÓN
- ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas para la meditación:
Ø ¿De qué
manera abro mis ojos espirituales cada vez que leo o rezo con las Escrituras?
Ø ¿Cómo es el
proceso de aprender a mirar cada vez con más claridad al Señor?
Ø ¿Reconozco a
Jesús cuando participo de la Eucaristía?
3. ORACIÓN -
¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
|
Señor, reconozco que
tantas veces necesito que me abras los ojos de mi corazón y mi mente para
reconocerte en todas las situaciones de mi vida. Enséñame como a los discípulos
a abrir mi corazón al rezar con las Escrituras hasta hacerlo arder.
4.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL
TEXTO BÍBLICO?
|
Reflexiono acerca de toda
la escena narrada y miro con cuidado todos los sentidos que entran en juego,
especialmente el de la vista.
5.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
Ø ¿Cómo voy a
mirar a Jesús y dejarme mirar por Él a través de la lectio cada día?
Ø ¿De qué
manera voy a preparar mis ojos espirituales en la Eucaristía?
Ø ¿Cómo voy a
compartir lo que mis ojos han visto por la fe?
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