3 de junio de 2014

3 de junio de 2014 – MARTES DE LA SEMANA VII DE PASCUA 

…Los que me diste son tuyos…

PRIMERA LECTURA
Lectura de los Hechos de los apóstoles    20, 17-27

    Pablo, desde Mileto, mandó llamar a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso. Cuando estos llegaron, Pablo les dijo:
    «Ya saben cómo me he comportado siempre con ustedes desde el primer día que puse el pie en la provincia de Asia. He servido al Señor con toda humildad y con muchas lágrimas, en medio de las pruebas a que fui sometido por las insidias de los judíos. Ustedes saben que no he omitido nada que pudiera serles útil; les prediqué y les enseñé tanto en público como en privado, instando a judíos y a paganos a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús.
    Y ahora, como encadenado por el Espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que me sucederá allí. Sólo sé que, de ciudad en ciudad, el Espíritu Santo me va advirtiendo cuántas cadenas y tribulaciones me esperan. Pero poco me importa la vida, mientras pueda cumplir mi carrera y la misión que recibí del Señor Jesús: la de dar testimonio de la Buena Noticia de la gracia de Dios.
    Y ahora sé que ustedes, entre quienes pasé predicando el Reino, no volverán a verme. Por eso hoy declaro delante de todos que no tengo nada que reprocharme respecto de ustedes. Porque no hemos omitido nada para anunciarles plenamente los designios de Dios.» 
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 67, 10-11. 20-21 (R.: 33a) 
R.    ¡Canten al Señor, reinos de la tierra!

    Tú derramaste una lluvia generosa, Señor:
    tu herencia estaba exhausta y tú la reconfortaste;
    allí es estableció tu familia,
    y tú, Señor, la afianzarás
    por tu bondad para con el pobre. R.

    ¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación!
    El carga con nosotros día tras día;
    él es el Dios que nos salva
    y nos hace escapar de la muerte. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Juan    17, 1-11a.

    Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:
    «Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
    Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.
    Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
    Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.»
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Un motín obliga a Pablo a abandonar Efeso. Se acerca el desenlace. En su escala a Mileto se despide con un verdadero testamento pastoral destinado especialmente a los que ejercen un cargo en la Iglesia. Es el tercer gran discurso que los Hechos ponen en labios de Pablo y, por eso, es indicio de un momento solemne y de un tema trascendental.
El Apóstol se despide conmovido de su actividad misionera, exhortando y dando normas de gobierno a los que han de tomar su lugar. En el discurso hace una apología que evoca los tres años de apostolado en Efeso, un anuncio de próximas tribulaciones y del final de su ministerio, una exhortación a la vigilancia pastoral y su ejemplo desinteresado.
Toda responsabilidad en la Iglesia, toda vida cristiana auténtica están marcadas por la cruz. Para Pablo, su cruz principal, vino de los que no aceptaban pasar del judaísmo a la fe en Cristo; pero Pablo nunca se acobardó cuando era necesario anunciar la palabra de Dios.
En público y en privado, daba testimonio tanto a judíos- a pesar de su estrechez de miras, que perjudicaron tanto a Pablo- como a griegos para que se convirtieran a Dios. Pablo se experimenta encadenado por el Espíritu que es el motor profundo de su acción apostólica. Es la aventura del abandono integral, va donde el Espíritu lo conduce.
Su vida ya no le pertenece, ama y vive para Jesús, anunciando y dando testimonio del Evangelio de la gracia de Dios.
***
Durante toda su vida ha ido anunciando esta «hora» que ahora ha llegado y es la hora de su entrega pascual en la cruz y de la glorificación que va a recibir del Padre, con la resurrección y la entrada en la vida definitiva.
Empieza la llamada «oración sacerdotal» de Jesús. Hasta ahora había hablado a los discípulos, ahora se va y eleva al Padre la entrañable oración por sus colaboradores en la misión, por todos los que como discípulos asumen el desafío de seguir evangelizando.
Aparecen en boca de Jesús la unidad de amor y de vida que tiene con el Padre. Unidad, por la que el Hijo participa de la gloria del Padre. La oración brota de la estrecha unión entre Cristo y el Padre: “todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío”. El amor funda ese compartir, esa comunión que se hace obediencia.
Esa comunión hace posible que el designio de salvación atraviese la eternidad de Dios y llegue a los hombres. Se revela el inconmensurable amor de Dios por su criatura. Esta oración de Jesús está impregnada de amor a su Padre, de unión íntima con Él, y a la vez de amor y preocupación por los suyos que quedan en este mundo.
Todos nosotros ya estábamos en el pensamiento de Jesús en su oración al Padre. Sabía de las dificultades que iban a encontrar sus discípulos en el camino cristiano. Conoce muy bien todas las dificultades que vivirán los que están en el mundo pero sin pertenecerle. No quiere abandonarnos y pide para nosotros la ayuda del Padre.
Esta vuelta de Jesús al Padre, no será para sus discípulos estar en el mundo solos y abandonados. Jesús ratifica que somos suyos y que hemos recibido la vida eterna al conocer al único Dios verdadero y a Jesucristo su enviado. Él mismo nos promete su presencia continua. No se ha ido para “desentenderse de este mundo”, sino, para estar para siempre y de un modo definitivo.
Unidos a Jesús, participamos de su unión íntima con el Padre, y su gloria, se manifestará en la medida en que colaboremos en hacer efectivo su proyecto de un mundo “mejor”, más verdadero, más esperanzado, más humano, justo y solidario.

PARA DISCERNIR

¿Experimento que todo lo que Dios ha creado y pensado es para mí?
¿Me siento heredero o aprovechador de las cosas de Dios?
¿Sé que la vida de Dios es un regalo querido por Dios y que el gozo de Dios está en que sepa recibirlo?
¿Descubro la mediación de Jesucristo y la experimento de una manera viva?
¿Soy agradecido por todo lo que se me ha prometido y se me ha dado?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

…La vida eterna es conocerte a ti mi Dios verdadero, y a Jesucristo tu enviado…

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…Jesús no se dirige ya a los discípulos, sino que, alzando los ojos al cielo, símbolo de la esfera divina, dirige a Dios una oración de petición. Y lo llama «Padre», entendiendo a Dios como quien, por amor, comunica su propia vida, mostrando de este modo la estrecha e íntima relación que mantiene con él. Y
al Padre le pide que dé a sus discípulos la vida definitiva, la vida verdadera, que no es otra sino una vida de amor y entrega a los demás, como la de Jesús, hasta la muerte si fuese necesario. Esta es la única manera de reconocer al Padre como único Dios verdadero y a Jesús como Mesías. A la vida definitiva se llega por la adhesión a este Dios amor manifestado en la capacidad de Jesús de amar hasta la muerte. De este modo el mundo futuro está ya presente en la comunidad de Jesús y el reinado de Dios empieza a realizarse en la tierra.
Reconocer, por lo demás, a Dios como Padre es rechazar toda otra idea o concepción de Dios. Un dios que establezca con la humanidad una relación señor-siervo es falso.
Pero este reconocimiento no es meramente intelectual, sino relacional. Sólo puede reconocer que Dios es Padre quien experimenta el amor que lo hace hijo. Y sólo puede reconocer a Jesús como Mesías-Salvador el que experimenta la liberación y salvación que él trae. Una y otra experiencia se identifica con la del Espíritu, que es la que tiene el creyente de poseer ya desde ahora la vida definitiva 

PARA REZAR

Del color del amor

Del color del amor fuiste tiñendo mi esperanza,
de un amor transparente, de hermanos, de familia.
Amor lanzado siempre, más allá de si mismo,
a la escucha del llanto, en la marcha hacia el Reino,
desbordando los muros en busca de tu pueblo.

Amor simple y callado,
de panes y de peces repartidos,
de poner en común todo en la mesa.

Amor de no poder, de no querer,
definitivamente hacer silencio,
callar todo el horror, la angustia, la sorpresa,
en frente de la muerte y de los desarraigos.

Del color del amor que prohíbe el olvido
que rompe las distancias, la quietud y el egoísmo;
que rechaza medidas, miedos
y encrucijadas.

Amor de cruz,
de estrechas puertas y caminos pedregosos.
Amor sin tregua, sin hora y sin descanso.
Amor incierto, oscuro,
siempre en vasija nueva,
deshaciendo costumbres y remiendos.

Amor libre.
Amor a manos llenas.
Amor que desconcierta.
Amor de cruz.
 


LECTIO DIVINA

Padre, glorifica a tu Hijo

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     17, 1-11a.

Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:
«Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.
Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.»
Palabra del Señor.

LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Guías para la lectura:

Los discursos de despedida de Jesús, al igual que los de Moisés, llegan a su final y su clímax en la oración. En Deuteronomio 33, los discursos de Moisés terminan en bendiciones pronunciadas sobre las doce tribus. Tales bendiciones, junto con el “cántico de Moisés” en el capítulo anterior, ofrecen no sólo bendición, sino también enseñanza. Lo mismo se aplica, y en forma mucho más clara y profunda, a la oración de Jesús en Juan 17.
Esta oración de Jesús, sigue el ejemplo de otras de sus oraciones en Juan como 11.41-42 y 12.27-28. En ambos lugares se nota claramente que las oraciones de Jesús, además de dirigirse al Padre, se orientaban a los seres humanos en su derredor. Juan nos presenta a un Jesús capaz de usar sus conversaciones con el Padre como instrumentos de revelación a sus oyentes.
Los primeros versículos de la oración expresan el compromiso de Jesús de seguir adelante con el plan. El pedido de Jesús de ser glorificado tiene que entenderse en relación con todo lo que Juan nos ha enseñado en cuanto a Jesús y la gloria. Sabemos que Jesús, a diferencia de las autoridades judías, no buscaba su propia gloria, sino la gloria de Dios (5.41-44; 7.18; 8.49-54; 12.42-43).
Entonces, cuando Jesús pidió ser glorificado (v.1), no buscaba algo para sí mismo, sino expresaba su entrega total a la misión de dar vida a los seres humanos (v.2).  Este versículo 2, nos ayuda a entender el sentido en que la muerte de Jesús es el momento de su glorificación. Pidió ser glorificado para glorificar al Padre, y a través de él, darles vida a los hombres.
Precisamente porque Dios es amor, entrar en su presencia no nos destruye, sino que nos proporciona vida eterna (v.3). “Conocer a Dios” en este versículo no tiene que ver con aprender información sobre Dios. No se trata de un estudio académico de los atributos de Dios. Es cuestión de entrar en una relación personal de amor y confianza. Por eso el camino del conocimiento íntimo de Dios por parte de los hombres pasa por la presencia encarnada de Dios en la tierra, Jesucristo, el Enviado.
La vinculación de los versículos 4 y 5, se debe hacer desde la perspectiva de quien es sabedor de haber terminado todo; Jesús expresó su deseo de volver al lado del Padre, donde estaba antes de la creación (1.1-2). Lo interesante aquí es que, dado el contexto establecido por el Evangelio de Juan, tal retorno no puede verse como un simple escape del mundo para volver a una realidad anterior. Si bien se trata de recobrar la gloria primordial, ahora ella será enriquecida por la presencia de los hombres, cuya salvación Jesús había conseguido durante su tiempo en el mundo.
El trabajo realizado por Jesús era reunir todo lo que había recibido de su Padre: conectar a los seres humanos con las palabras que había recibido, manifestándoles así la naturaleza de Dios. Jesús había logrado que los hombres recibieran en sus palabras la verdad en cuanto a Dios y en cuanto a sí mismo como enviado de Dios. (vs. 6-8).
Jesús ora por los que el Padre le había confiado. Esos que le han sido dados, siguen perteneciendo filialmente al Padre, pero están bajo la intercesión del Hijo. (v.9).  Sin embargo, y tal como aparece en varias partes entre los capítulos 14 al 17, esa filiación, pertenencia y permanencia íntima del Hijo con el Padre hace que la posesión de los rescatados se confunda en una sola: “Todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío”.
La partida  de Jesús del mundo, su vuelta al Padre y el cuidado que tiene de los que quedan aquí, vuelve a ser motivo de la preocupación y oración del Señor (v.11)

MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la meditación:

¿Qué significa en mi andar cristiano saber de esta oración de Jesús a mi favor?
Parafraseando el versículo 8: ¿He reconocido verdaderamente que Jesús salió del Padre y he creído que Jesús es el Enviado?
¿De qué manera mi “quedarme en el mundo” se vivifica al saber de la preocupación orante de Jesús por ello?

ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Señor, Tú que nos enseñaste a orar de tantas maneras con tus palabras, enseñanzas y vida, ayúdame a recibir con gratitud esta oración sacerdotal.

CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Leo nuevamente la oración y reflexiono en cada palabra de Jesús que tiene como destinatarios a los creyentes en Él, sintiéndome contenido en sus palabras.
Medito en el profundo significado de su glorificación.

ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la acción:

¿Con quiénes compartiré los tesoros contenidos en esta oración?
¿Cómo viviré acorde a mi pertenencia filial con Dios?
¿Cómo esta oración fundamental de Jesús tendrá influencia en mi modo de orar?


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