28 de diciembre de 2014 – TIEMPO DE NAVIDAD - LA SAGRADA
FAMILIA
PRIMERA
LECTURA
Lectura del Libro del Eclesiástico 3, 3-7. 14-17a.
Dios hace al padre más respetable que a los hijos y
afirma la autoridad de la
madre sobre la prole.
El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor le escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones, mientras vivas;
aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes, mientras vivas.
La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus
pecados; el día del peligro se acordará de ti y deshará tus pecados como el calor la escarcha.
madre sobre la prole.
El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor le escucha.
Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones, mientras vivas;
aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes, mientras vivas.
La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus
pecados; el día del peligro se acordará de ti y deshará tus pecados como el calor la escarcha.
Palabra de Dios
SALMO
RESPONSORIAL
Sal 127, 1-2. 3. 4-5
R/. ¡Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus
caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. R/.
Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu
casa;
tus hijos como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. R/.
tus hijos como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. R/.
Esta es la bendición del hombre que teme al
Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén,
todos los días de tu vida. R/.
SEGUNDA
LECTURA
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los
Colosenses 3, 12-21.
Hermanos :
Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la
misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis sido
convocados, en un solo cuerpo.
Y celebrad la Acción de Gracias: la Palabra de Cristo habite entre vosotros en
toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos
inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús,
ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medir, de él.
Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la
misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión.
Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo.
Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón: a ella habéis sido
convocados, en un solo cuerpo.
Y celebrad la Acción de Gracias: la Palabra de Cristo habite entre vosotros en
toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente.
Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos
inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús,
ofreciendo la Acción de Gracias a Dios Padre por medir, de él.
Palabra de Dios
ALELUYA
Aleluya Col 3, 15a. 16ª
Aleluya, aleluya.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón;
que la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza.
Aleluya.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón;
que la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza.
Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 2, 22-40.
Cuando llegó el tiempo de la purificación de María,
según la ley de Moisés,
llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor [(de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor») y para entregar la oblación (como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones»).
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y
piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo.
Cuando entraban con el Niño Jesús sus padres (para cumplir con él lo previsto
por la ley), Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para
alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel.
José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo diciendo a María, su madre:
—Mira: Este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será
como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana: de jovencita había vivido siete años casada, y llevaba ochenta y cuatro de viuda; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel].
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
llevaron a Jesús a Jerusalén, para presentarlo al Señor [(de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor») y para entregar la oblación (como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones»).
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y
piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo, fue al templo.
Cuando entraban con el Niño Jesús sus padres (para cumplir con él lo previsto
por la ley), Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para
alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel.
José y María, la madre de Jesús, estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo diciendo a María, su madre:
—Mira: Este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será
como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana: de jovencita había vivido siete años casada, y llevaba ochenta y cuatro de viuda; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel].
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la Ley del Señor, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra
de Dios
Reflexión de:
PERIODISTA DIGITAL – P. José Antonio
Pagola
Bandera
discutida
Simeón es un personaje entrañable. Lo imaginamos
casi siempre como un sacerdote anciano del Templo, pero nada de esto se nos
dice en el texto. Simeón es un hombre bueno del pueblo, que guarda en su
corazón la esperanza de ver un día «el consuelo» que tanto necesitan.
«Impulsado por el Espíritu de Dios», sube al templo en el momento en que están
entrando María, José y su niño Jesús.
El encuentro es conmovedor. Simeón reconoce en el
niño, que trae consigo aquella pareja pobre de judíos piadosos, al Salvador que
lleva tantos años esperando. El hombre se siente feliz. En un gesto atrevido y
maternal, «toma al niño en sus brazos» con amor y cariño grande. Bendice a Dios
y bendice a los padres. Sin duda, el evangelista lo presenta como modelo.
Así hemos de acoger al Salvador.
Pero, de pronto, se dirige a María y su rostro cambia.
Sus palabras no presagian nada tranquilizador: «Una espada te traspasará el
alma». Este niño que tiene en sus brazos será una «bandera discutida»: fuente
de conflictos y enfrentamientos. Jesús hará que «unos caigan y otros se
levanten». Unos lo acogerán y su vida adquirirá una dignidad nueva: su
existencia se llenará de luz y de esperanza. Otros lo rechazarán y su vida se
echará a perder: el rechazo a Jesús será su ruina.
Al tomar postura ante Jesús, «quedará clara la actitud
de muchos corazones». Él pondrá al descubierto lo que hay en lo más profundo de
las personas. La acogida de este niño pide un cambio profundo. Jesús no
viene a traer tranquilidad, sino a generar un proceso doloroso y conflictivo de
conversión radical.
Siempre es así. También hoy. Una Iglesia que tome
en serio su conversión a Jesucristo, no será nunca un espacio de tranquilidad
sino de conflicto. No es posible una relación más vital con Jesús sin dar pasos
hacia mayores niveles de verdad. Y esto es siempre doloroso para todos.
Cuanto más nos acerquemos a Jesús, mejor veremos
nuestras incoherencias y desviaciones; lo que hay de verdad o de mentira en
nuestro cristianismo; lo que hay de pecado en nuestros corazones y nuestras
estructuras, en nuestras vidas y nuestras teología.
José Antonio Pagola
Sagrada Familia - B
(Lucas 2,22-40)
(Lucas 2,22-40)
28 de diciembre 2014
VICARIA DE PASTORAL ARQ BsAs
LECTIO DIVINA
El niño crecía lleno de sabiduría
+ Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Lucas 2, 22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley : Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley , Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor
muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que
preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones
paganas y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por
lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la
madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel;
será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón.
Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos.»
Había también allí una profetisa llamada
Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que,
casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces
había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del
Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese
mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos
los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la
Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba
creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con
él.
Palabra del Señor.
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
Luego de la presentación de Jesús en el templo, el
evangelio nos dice que “el niño crecía y se fortalecía, llenándose de saber”.
Es un texto que nos confirma que el Hijo de Dios se hizo semejante a nosotros
en todo, menos en el pecado (Heb 2, 17; 4,15).
Porque si bien él tenía un conocimiento y una
fortaleza especiales, no dejaba de ser un ser humano como nosotros, y también
experimentaba lo que es ir descubriendo cosas nuevas, aprendiendo, creciendo,
llenándose de sabiduría. Él, siendo infinito y perfecto, quiso también
experimentar lo que es hacer un camino como el que vamos haciendo nosotros en
la historia de la vida.
Él asumió una vida humana, pero como toda vida humana
en esta tierra, no nació plenamente acabado, sino que también tuvo que
“hacerse” con el paso del tiempo. Si no fuera así, tendríamos que decir que
Jesús es el Hijo de Dios que se hizo hombre, pero hombre celestial, y no un
hombre terreno como nosotros. Mas la palabra de Dios nos dice que “aunque era
Hijo de Dios, aprendió por sus propios sufrimientos qué significa obedecer; de
este modo, él alcanzó la perfección (Heb 5, 8-9).
Si bien su sabiduría superaba a la de cualquier otro
ser humano, podemos decir que cuando era un niño tenía la sabiduría que puede
alcanzar un niño, sin llegar a tener, antes de tiempo, una psicología de
adulto; cuando fue adolescente tuvo la plenitud de sabiduría que puede tener un
adolescente, pero sin dejar de serlo. Hizo un camino, porque fue un hombre de
esta tierra.
Texto extraído de “El Evangelio de cada día”
Víctor M. Fernández - Editorial San Pablo – Página 53.
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME
DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas
para la meditación:
· ¿Qué enseñanza me deja la fe y constancia de Ana?
· ¿Qué ejemplo nos ofrece el crecimiento armónico del
niño Jesús tanto física como espiritualmente?
· ¿Qué significa que “la gracia de Dios estaba con él”?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO
A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
|
Señor Jesús, tú asumiste el desafío de
tener que crecer, no te clausuraste en una perfección acabada. Dame la gracia
de reconocer y aceptar que mi vida no está acabada, que no tengo toda la
verdad, que necesito crecer en fortaleza y en gracia. No permitas que me
encierre en lo que ya he alcanzado o que niegue el dinamismo de la vida.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO
INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
Reflexiono acerca de la importancia del
ministerio silencioso de la profetisa Ana que servía a Dios noche y día con sus
ayunos y oraciones y su sensibilidad para reconocer al Mesías en el niño Jesús.
Medito en los primeros años de Jesús y su
fortalecimiento completo en cuerpo y alma.
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL
TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
·
¿Cuál es mi tarea silenciosa en la Iglesia ?
·
¿Soy o seré útil para Dios aun cuando sea o llegue a
ser anciano?
·
¿Cómo debo velar para el crecimiento armónico de los
niños que están a mi cuidado?
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