2 de enero de 2015 – TIEMPO DE NAVIDAD
En medio de
ustedes hay alguien al que no conocen
PRIMERA
LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol
san Juan 2, 22-28
Queridos hermanos:
¿Quién es el
mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ese es el Anticristo: el
que niega al Padre y al Hijo. El que niega al Hijo no está unido al Padre; el
que reconoce al Hijo también está unido al Padre.
En cuanto a
ustedes, permanezcan fieles a lo que oyeron desde el principio: de esa manera,
permanecerán también en el Hijo y en el Padre.
La promesa que él
nos hizo es esta: la Vida eterna.
Esto es lo que
quería escribirles acerca de los que intentan engañarlos.
Pero la unción que
recibieron de él permanece en ustedes, y no necesitan que nadie les enseñe. Y
ya que esa unción los instruye en todo y ella es verdadera y no miente,
permanezcan en él, como ella les ha enseñado.
Sí, permanezcan en
él, hijos míos, para que cuando él se manifieste, tengamos plena confianza, y
no sintamos vergüenza ante él en el Día de su Venida.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4 (R.: 3cd)
R. Los confines de
la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Canten al Señor un
canto nuevo,
porque el hizo
maravillas:
su mano derecha y
su santo brazo
le obtuvieron la
victoria. R.
El Señor manifestó
su victoria,
reveló su justicia
a los ojos de las naciones:
se acordó de su
amor y su fidelidad
en favor del
pueblo de Israel. R.
Los confines de la
tierra han contemplado
el triunfo de
nuestro Dios.
Aclame al Señor
toda la tierra,
prorrumpan en
cantos jubilosos. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 1, 19-28
Este es el
testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde
Jerusalén, para preguntarle: « ¿Quién eres tú?» El confesó y no lo ocultó, sino
que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías.»
« ¿Quién eres,
entonces?», le preguntaron: « ¿Eres Elías?»
Juan dijo: «No.» «
¿Eres el Profeta?» «Tampoco», respondió.
Ellos insistieron:
« ¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado?
¿Qué dices de ti mismo?»
Y él les dijo: «Yo
soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el
profeta Isaías.»
Algunos de los
enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: « ¿Por qué bautizas,
entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan respondió:
«Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no
conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su
sandalia.»
Todo esto sucedió
en Betania, al otro lado del Jordán donde Juan bautizaba.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Algunos decían en aquel entonces que Jesús no
era Dios sino sólo un hombre especial del cual se sirvió Dios para
anunciar su mensaje al mundo.
El testimonio sobre Jesús nos lo dará hoy
San Juan, hombre que vivió con El y lo observó y escuchó en múltiples ocasiones
durante mucho tiempo.
En esta primera lectura nos
orienta para no hacer de Jesús un ídolo, sino para que nos abramos
a su palabra. Para estar unidos al Padre por Jesús es
necesario aceptar su persona. Jesús es el lazo de unión entre la
humanidad caída y el Padre.
Juan afirma: «Jesús es Dios»,
Hijo del Padre, igual al Padre. Como discípulos somos oyentes de la palabra de
salvación, seguidores del Hijo y escuchándolo nos realizamos como hijos del
Padre.
La única y verdadera
revelación de Dios es Jesús. Para contemplar a Dios necesitamos contemplar
a Jesús.
Todo el que niega al Hijo, tampoco posee
al Padre y quien confiesa al Hijo, posee también al Padre.
Negar la divinidad de Jesús, es, para Juan, condenarse a no conocer nada de
Dios.
***
Sacerdotes y levitas vinieron de Jerusalén
para preguntar a Juan quién era. Estos encargados del culto en el Templo de
Jerusalén, estaban, como todo el mundo, a la espera de la venida del
Mesías prometido por las Escrituras. Habiendo oído hablar de lo que Juan
Bautista hacía, se toman el trabajo de desplazarse hasta el Jordán.
Quieren investigar sobre lo que
expone este hombre, porque temen que un profeta les haga
alguna propuesta alternativa a la que han vivido hasta ese momento y tengan que
cambiar lo que se ha hecho siempre. Un profeta como Juan no
está bajo su control y será siempre un peligro para los que prefieren
la tranquilidad y el “orden establecido”.
Especialistas del culto parecen
preocupados por el exacto cumplimiento de las reglas rituales y les
intriga saber por qué bautiza, si no es el Mesías, ni Elías, ni el
Profeta.
Juan en vez de meterse en estas cuestiones rituales, dirige la
atención de sus interlocutores hacia la personalidad de Jesús. Su bautismo
es el que cuenta. Juan se sabe sólo “voz que grita en el desierto”, y su
papel es exhortar a todos a prepararse para recibir
una novedad, para la que es preciso transparencia en el corazón.
Estamos celebrando la Encarnación de
Dios en nuestra historia y eso nos da motivos para llenarnos de alegría y
empezar el año en la confianza. El Dios-con-nosotros sigue siendo
la base de nuestra fe y nos invita a aceptarlo en nuestra historia, en nuestra
existencia personal y comunitaria. Este es el misterio de Navidad:
darnos cuenta de que la salvación ya está en medio de
nosotros y tenemos que reconocerla.
Si la experiencia de su presencia
celebrada en estos días continúa dentro de nosotros, seguramente no sucederán
milagros a cada momento, pero cambiará el color desde el cual podremos mirar la
vida y reconocer al Señor que sale a nuestro encuentro cada día, en lo
ordinario, en los días felices y en los grises, para darnos ánimo y sentido de
vivir.
Cuando Juan define su misión también
anuncia la presencia del Cristo en medio de ellos. Nuestra misión como
discípulos misioneros, es decir a este mundo: «en medio de ustedes está…».
Y ayudarlos a que lo conozcan.
Para
discernir
¿A qué me invita esta Palabra hoy?
¿Dónde he reconocido al Dios de la vida,
dónde al Dios hecho carne, en qué situaciones concretas?
¿Qué paso tendríamos que dar para testimoniar
y que otros descubran a Jesús?
Repitamos a
lo largo de este día
…Dame un corazón dócil a tu palabra Señor…
Para la
lectura espiritual
«Yo soy la voz que grita en el desierto»
…”Juan era la voz, pero «en el principio
ya existía la Palabra» (Jn 1,1). Juan, una voz por un tiempo; Cristo, la
Palabra desde el principio, la Palabra eterna. Quita la palabra, ¿qué es la
voz? Allí donde no hay nada para comprender, hay un ruido vacío. La voz sin la
palabra percute el oído, y no edifica el corazón. Sin embargo, descubramos cómo
las cosas se van encadenando en nuestro corazón que es lo que se trata de
edificar: Si pienso en lo que debo decir, la palabra está ya en mi corazón;
pero cuando te quiero hablar busco la manera de hacer pasar a tu corazón lo que
ya tengo en el mío. Si busco, pues, cómo la palabra que ya está en mi corazón
podrá unirse al tuyo y establecerse en tu corazón, me sirvo de la voz, y es con
esta voz con la que te hablo: el sonido de la voz hace que llegue a ti la idea
que está contenida en mi palabra. Entonces, es verdad, el sonido se pierde;
pero la palabra que el sonido ha hecho llegar hasta ti está desde entonces en
tu corazón sin haber abandonado el mío.
Cuando la palabra ha llegado hasta ti ¿no
es verdad que el sonido parece decir, como Juan Bautista: «Él tiene que crecer
y yo que menguar»? (Jn 3,30). El sonido de la voz ha resonado para hacer su
servicio y después ha
desaparecido como queriendo decir: «Esta alegría mía está colmada» (v.29). Retengamos, pues, la Palabra; no dejemos que se marche la Palabra concebida en lo más profundo del nuestro corazón”…
desaparecido como queriendo decir: «Esta alegría mía está colmada» (v.29). Retengamos, pues, la Palabra; no dejemos que se marche la Palabra concebida en lo más profundo del nuestro corazón”…
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del
Norte)
y doctor de la Iglesia
Sermón 293, 7º para la Natividad de Juan Bautista
Para
rezar
Jesús
Jesús, te doy gracias
porque has sido como uno de nosotros.
Gracias por darte a conocer de esta
manera.
Siempre me pareció verte distinto, un poco
lejano…
pero ahora me doy cuenta que fuiste un
hombre real,
de carne y hueso. Un hombre de nuestra
raza.
Conociste la alegría humana, la amistad,
el gozo de compartir y reír.
Supiste muy bien lo que era la pena, el
dolor,
el sufrimiento.
Recorriste pueblos, ciudades, caminos y
montañas.
Te dio hambre, sueño, sed, cansancio…
Muchos se acercaron y te aclamaron, otros
te rechazaron,
te persiguieron y te torturaron….
Subiste a la cruz sin escándalo,
y fuiste capaz de morir perdonando.
Señor, la fuerza de tu amor me impresiona.
Tu entrega no tuvo límites, amaste todo lo
humano,
los pobres, los desvalidos, los enfermos,
los marginados,
los niños, los pecadores, los buenos…
Ahora ya sé que estás presente en todos
ellos.
Te agradezco lo que hoy me has entregado,
y, sobretodo, Señor, te agradezco,
que tú seas mi Dios.
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