¡El que tenga oídos, que oiga!
PRIMERA LECTURA
Lectura de la carta a los Hebreos 10,
11-18
Cada sacerdote se
presenta diariamente para cumplir su ministerio y ofrecer muchas veces los
mismos sacrificios, que son totalmente ineficaces para quitar el pecado.
Cristo, en cambio, después de haber ofrecido por los pecados un único
Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios, donde espera que sus
enemigos sean puestos debajo de sus pies. Y así, mediante una sola oblación, él
ha perfeccionado para siempre a los que santifica.
El Espíritu Santo
atestigua todo esto, porque después de haber anunciado: Esta es la Alianza que
haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Yo pondré mis leyes en
su corazón y las grabaré en su conciencia, y no me acordaré más de sus pecados
ni de sus iniquidades.
Y si los pecados
están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna oblación.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 109, 1. 2. 3. 4 (R.: 4bc)
R. Tú eres sacerdote para siempre, a
la manera de Melquisedec.
Dijo el Señor a
mi Señor:
«Siéntate a mi
derecha,
mientras yo pongo
a tus enemigos
como estrado de
tus pies.» R.
El Señor
extenderá el poder de tu cetro:
«¡Domina desde
Sión,
en medio de tus
enemigos!» R.
«Tú eres príncipe
desde tu nacimiento,
con esplendor de
santidad;
yo mismo te
engendré como rocío,
desde el seno de
la aurora.» R.
El Señor lo ha
jurado
y no se
retractará:
«Tú eres
sacerdote para siempre,
a la manera de
Melquisedec.» R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Marcos 4, 1-20
Jesús comenzó a
enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de
manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras
tanto, la multitud estaba en la orilla. El les enseñaba muchas cosas por medio
de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:
«¡Escuchen! El
sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde
del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno
rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era
poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se
secó. Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio
fruto. Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y
desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por
uno.»
Y decía: «¡El que
tenga oídos para oír, que oiga!»
Cuando se quedó
solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le preguntaban por el
sentido de las parábolas. Y Jesús les decía: «A ustedes se les ha confiado el
misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera, todo es parábola, a
fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y
alcancen el perdón.»
Jesús les dijo: «
¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas las demás?
El sembrador
siembra la Palabra. Los que están al borde del camino, son aquellos en quienes
se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene Satanás y se lleva la
semilla sembrada en ellos.
Igualmente, los
que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al escuchar la Palabra,
la acogen en seguida con alegría; pero no tienen raíces, sino que son inconstantes
y, en cuanto sobreviene la tribulación o la persecución a causa de la Palabra,
inmediatamente sucumben.
Hay otros que
reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero
las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos
penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.
Y los que reciben
la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan
fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
En la antigua alianza los sacerdotes estaban “de pie” en el
Templo… Jesucristo empero se “sentó″ para siempre a la diestra del Padre. Para mostrarnos toda
la diferencia entre el antiguo sacerdocio judío y el sacerdocio de Jesús, el
autor nos presenta al sumo sacerdote de pie muy atareado, en cambio a Jesús lo presenta
tranquilo sentado junto al Padre, seguro de que su sacrificio es perfecto.
Los sacerdotes de pie día tras día celebraban la liturgia y
ofrecían reiteradamente los mismos sacrificios que nunca podían borrar los
pecados. Jesucristo, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio, se sentó
a la diestra de Dios para siempre. La nueva Alianza que Jesús ha adquirido y ha
dado, actúa en lo más íntimo de nuestro ser para transformarnos. Desde entonces
espera que sus “enemigos sean puestos por escabel de sus pies”. Por su único
sacrificio, Cristo condujo siempre a su perfección a aquellos que de Él reciben
la santidad.
***
Jesús “Comenzó a enseñar en la orilla del lago”. Obra como
rabí, como maestro, porque se propone comunicar algo. Las parábolas forman
parte de su magisterio vivo, de su pedagogía. La parábola nace de su
preocupación de Maestro que busca el modo en que los hombres puedan realizar un
itinerario de salvación.
Hoy aparece el tema de la siembra, el sembrador y la semilla.
Sembrar significa confiar una vida a su camino vital, iniciar un proceso vital
con confianza.
La parábola del sembrador, debe ser entendida en el contexto en
que Marcos viene presentando el ministerio de Jesús. Un itinerario cargado de
problemas y de dificultades: la prisión de Juan, la acusación de blasfemia, el
complot de los herodianos para matarlo, la acusación de obrar en nombre del
demonio y finalmente, la incomprensión de su familia. Jesús se encontraba
amenazado por todos lados.
El Reino que Jesús anuncia exigía conversión: cambio interior de
las personas y cambio exterior de las estructuras. A menudo la exigencia de
cambio trae resistencia, crítica y persecución. Su propuesta del Reino cae en
gente superficial, o interesada, o aferrada a las viejas estructuras, o
atemorizada. Jesús experimenta que su propuesta de transformación es
cuestionada y atacada y sobre su misma persona ya respiran las amenazas de
muerte.
Jesús pretende afirmar que el Reino está ya presente, aunque a
nivel de semilla y aunque aparentemente aplastado: el Reino está aquí, en medio
de las oposiciones, en medio de los fracasos y no simplemente en aquellos que
algún día se transformarán en éxitos. La parábola además de ser una afirmación
de la presencia del Reino se convierte en un estímulo para quienes lo anuncian.
El trabajo del sembrador es un trabajo sin medida, sin miedo al
derroche, aparentemente inútil, infructuoso; sin embargo lo cierto es que algún
lugar da fruto abundante. En el Reino de Dios no hay trabajo inútil, no se
desperdicia nada. La parábola invita a tomar conciencia de que: haya o no haya
éxito, haya o no haya desperdicio, el trabajo de la siembra no debe ser
calculado, medido, sobre todo no hay que elegir terrenos ni echar la semilla
sólo en algunos.
Jesús asemeja su trabajo al del sembrador que derrocha semillas y
energía sin distinciones y sin mezquinar. Así es como actúa Cristo en su amor a
los hombres. Siembra aquí y allá, con la esperanza de que la semilla
arraigue, crezca y produzca fruto.
Así debe vivir su misión la Iglesia en el mundo. Nunca sabemos a
la hora de sembrar cuáles serán los terrenos que darán fruto y cuáles se
negarán. No podemos adelantarnos al juicio de Dios. Necesitamos comprender como
Iglesia evangelizadora y misionera que no tenemos que desanimarnos en el
trabajo del anuncio ni tienen que dejarnos llevar por cálculos humanos.
Jesús nos asegura que la semilla dará fruto. A pesar de que este
mundo nos parece terreno estéril: la sociedad tan superficial e interesada, la
falta de vocaciones, los jóvenes muchas veces ausentes de la realidad, los
defectos que vive la misma Iglesia; Dios ha dado fuerza a su Palabra y
germinará, contra toda apariencia de inutilidad. Jesús nos invita a no
perder la esperanza y la confianza en Dios. Es él quien, en definitiva, hace
crecer el Reino. Nosotros somos invitados a colaborar con él. Pero el que da el
da crecimiento y el único que salva.
Para discernir
¿Busco la eficacia antes que la fecundidad?
¿Valoro el amor de Jesús que se da a todos por igual?
¿Se aceptar los tiempos de Dios?
Repitamos a lo largo de este día
…Quiero ser buena tierra…
Para la lectura espiritual
Hermanos, nosotros queremos salvarnos durmiendo y por eso nos
desanimamos, pero basta con poco trabajo: y entonces nos cansamos, a fin de
recibir misericordia. Si uno tiene una facultad y la deja sin cultivar, cuanto
más la descuide, tanto más se le llenará de espinas y de abrojos, ¿no es
verdad? Y cuando vaya a limpiarla, cuanto más llena esté, más sangre deberán
verter sus manos. Por eso, quien desea limpiar su propia facultad debe arrancar
bien de raíz, en primer lugar, todos los hierbajos: si no arranca bien las
raíces, sino que se limita a cortarlas por encima, aquéllas volverán a crecer;
después deberá romper los terrones, arar; entonces podrá sembrar buena semilla.
Si, efectivamente, vuelve a dejarla de nuevo en reposo, volverán los hierbajos,
pues encuentran la tierra blanda y hermosa, echan raíces profundas y se
multiplican en el campo todavía más.
Así ocurre también con el alma. Antes que nada, es preciso acabar
con las malas costumbres no sólo luchando contra ellas, sino también contra sus
causas, que son las raíces. A continuación, es preciso ejercitar bien nuestras
propias costumbres; sólo entonces empezaremos a sembrar la buena semilla, que
son las obras buenas. Quien quiera salvarse debe no sólo abstenerse de hacer el
mal, sino también hacer el bien. Ahora bien, el que siembra, además de echar la
semilla, debe sepultarla también en la tierra, para que no vengan las aves a
llevársela y así se pierda; y después de haberla escondido espera la misericordia
de Dios, hasta que mande la lluvia y crezca la semilla. Así sucede también con
nosotros: si alguna vez hacemos algo bueno, debemos esconderlo con la humildad
y confiar a Dios nuestra debilidad, pidiéndole que apruebe nuestro trabajo,
pues de otro modo será vano. En ocasiones, después de que hayan germinado y
crecido, y haya aparecido la espiga, llegan la langosta o el granizo y otras
desgracias semejantes y destruyen la cosecha. Así sucede también con el alma,
de modo que quien de verdad quiera salvarse no debe quedarse tranquilo hasta el
último respiro. Es preciso, pues, esforzarnos, estar muy atentos y pedirle
siempre a Dios que nos proteja y nos salve con su bondad, para gloria de su
santo nombre. Amén
Doroteo de Gaza, Enseñanza espiritual.
Para rezar
Quiero
creer
No
creo
en el derecho del más fuerte
en el lenguaje de las armas
en el poder de los potentados.
en el derecho del más fuerte
en el lenguaje de las armas
en el poder de los potentados.
Quiero
creer
en el derecho del hombre,
en la mano abierta
en el poder de los no violentos.
en el derecho del hombre,
en la mano abierta
en el poder de los no violentos.
No
creo
en la raza o la riqueza,
en los privilegios
o en el orden establecido.
en la raza o la riqueza,
en los privilegios
o en el orden establecido.
Quiero
creer
que todos los hombres son hombres,
que el orden de la fuerza
y de la injusticia es un desorden.
que todos los hombres son hombres,
que el orden de la fuerza
y de la injusticia es un desorden.
No
creo
que pueda quedar indiferente
a lo que pasa lejos de aquí.
que pueda quedar indiferente
a lo que pasa lejos de aquí.
Quiero
creer
que el mundo entero es mi casa
y el campo donde siembro,
y que todos cosechan
lo que todos han sembrado.
que el mundo entero es mi casa
y el campo donde siembro,
y que todos cosechan
lo que todos han sembrado.
No
creo
que pueda combatir
la opresión de los demás,
si tolero la injusticia aquí.
que pueda combatir
la opresión de los demás,
si tolero la injusticia aquí.
Quiero
creer
que hay un solo derecho,
tanto aquí como allá
y que yo no soy libre
mientras haya un solo hombre esclavo.
que hay un solo derecho,
tanto aquí como allá
y que yo no soy libre
mientras haya un solo hombre esclavo.
No
creo
que la guerra y el hambre
sean inevitables
y la paz inalcanzable.
que la guerra y el hambre
sean inevitables
y la paz inalcanzable.
Quiero
creer
en la acción sencilla,
en el amor de las manos limpias,
en la paz sobre la tierra.
en la acción sencilla,
en el amor de las manos limpias,
en la paz sobre la tierra.
No
creo
que todo el sufrimiento sea en vano
no creo que el sueño del hombre quede sueño
que la muerte será el fin.
que todo el sufrimiento sea en vano
no creo que el sueño del hombre quede sueño
que la muerte será el fin.
Quiero
creer, al contrario,
siempre y a pesar de todo
en el hombre nuevo,
un cielo nuevo,
una tierra nueva
donde habitará la justicia.
siempre y a pesar de todo
en el hombre nuevo,
un cielo nuevo,
una tierra nueva
donde habitará la justicia.
Dorotea Sölle
LECTIO DIVINA
El sembrador salió a sembrar
+ Evangelio
de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4, 1-20
Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla. El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba:
«¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno.»
Y decía: «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!»
Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor de él junto con los Doce, le
preguntaban por el sentido de las parábolas. Y Jesús les decía: «A ustedes se
les ha confiado el misterio del Reino de Dios; en cambio, para los de afuera,
todo es parábola, a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea
que se conviertan y alcancen el perdón.»
Jesús les dijo: «¿No entienden esta parábola? ¿Cómo comprenderán entonces todas
las demás?
El sembrador siembra la Palabra. Los que están al borde del camino, son
aquellos en quienes se siembra la Palabra; pero, apenas la escuchan, viene
Satanás y se lleva la semilla sembrada en ellos.
Igualmente, los que reciben la semilla en terreno rocoso son los que, al
escuchar la Palabra, la acogen en seguida con alegría; pero no tienen raíces,
sino que son inconstantes y, en cuanto sobreviene la tribulación o la
persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumben.
Hay otros que
reciben la semilla entre espinas: son los que han escuchado la Palabra, pero
las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos
penetran en ellos y ahogan la Palabra, y esta resulta infructuosa.
Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno.»
Palabra del Señor.
Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno.»
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
Jesús nos presenta a un
campesino que al sembrar a voleo, como por entonces se hacía, arroja tal
cantidad de semillas que muchas se pierden en el camino y otras entre espinas y
piedras. Sorprende la abundancia de lo sembrado y la extraordinaria fecundidad
de lo que cae en tierra fértil. Así de abundante y fecunda es la semilla del
Reino. Como es abundante, todos tienen la posibilidad de recibirla; como es
fecunda, da todo de sí cuando encuentra tierra apropiada. La semilla es la
palabra de Jesús que nos revela el Reino. Cuando el discípulo siembra esta
semilla no tiene que guiarse por criterios de éxito o fracaso, sino sólo
hacerlo abundante y gratuitamente, imitando la generosidad de Jesús para con
nosotros, la que no conoce límites.
Como muchos lo rechazan,
Jesús adopta una nueva pedagogía: aunque cuenta la parábola para todos, la
explicación del misterio del Reino que ella encierra es sólo para quien se hace
su discípulo. Los que por opción prefieren quedarse “afuera” de su comunidad,
oyen las parábolas pero no las entienden, porque – llevados por su obstinación
– no asocian el Reino de Dios a la obra y enseñanza de Jesús. Por esto, por más
que miren y oigan no comprenden, porque sólo el vínculo personal con Jesús (ser
su discípulo) es lo que hace posible la comprensión y aceptación del Reino. La
parábola es presencia y don del Reino cuando el corazón es tierra fértil que se
abre al Mesías y al don de su Palabra.
En el ambiente adverso de
la segunda mitad del siglo I, la comunidad cristiana, destinataria del
Evangelio, interpreta la parábola con términos propios de la predicación
apostólica (“recibir con alegría”, “padecer persecución”). Si antes se acentuó
la abundancia y fecundidad inauditas de la semilla, ahora se subraya la
responsabilidad del creyente para que la palabra sembrada inicie su proceso de
crecimiento. Pero tiene que ser plantada en tierra buena para que alcance, incluso,
frutos nunca esperados. Hoy como ayer, la semilla sembrada no puede dar frutos
cuando se sigue el plan de Satanás, se abandona la fidelidad a causa del
sufrimiento o la persecución, y cuando la ambición por los bienes de este mundo
obnubila el sentido de la existencia.
Comentario extraído de
“Evangelios de la Biblia de la Iglesia en América” (BIA) del Consejo Episcopal
Latinoamericano (CELAM).
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
|
· Preguntas para la meditación:
·
¿Dónde he observado últimamente los distintos tipos de tierra?
·
¿Por qué Jesús, a diferencia de otras, se toma el trabajo de explicar esta
parábola?
·
¿Cómo y por qué esta parábola aún desafía en la evangelización?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL
TEXTO BÍBLICO?
|
Aleluia.
La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo;
el que lo encuentra permanece para siempre.
Aleluia.
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
Reflexiono en mi vida y la
comparo con la frase final del texto de hoy:
“Y los que reciben la semilla en tierra buena, son los que escuchan
la Palabra, la aceptan y dan fruto al treinta, al sesenta y al ciento por uno”.
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO
BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
·
¿Cómo es mi “terreno” al recibir cada día la palabra
del Señor?
·
¿De qué manera produzco fruto al recibir su palabra?
·
¿Soy un sembrador constante de la palabra de
Dios?
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