29
de abril de 2015 – MIÉRCOLES DE LA SEMANA IV
Yo soy la
luz y he venido al mundo
PRIMERA LECTURA
Lectura de
los Hechos de los Apóstoles 12, 24-13, 5a
La
Palabra de Dios se difundía incesantemente. Bernabé y Saulo, una vez cumplida
su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado
Marcos.
En
la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban
Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia
del tetrarca Herodes, y Saulo.
Un
día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les
dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado.»
Ellos,
después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.
Saulo
y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se
embarcaron para Chipre. Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en
las sinagogas de los judíos.
Palabra de
Dios.
SALMO
Sal 66,
2-3. 5. 6 y 8 (R.: 4)
R. ¡Que
los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
El
Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga
brillar su rostro sobre nosotros,
para
que en la tierra se reconozca su dominio,
y
su victoria entre las naciones. R.
Que
canten de alegría las naciones,
porque
gobiernas a los pueblos con justicia
y
guías a las naciones de la tierra. R.
¡Que
los pueblos te den gracias, Señor,
que
todos los pueblos te den gracias!
Que
Dios nos bendiga,
y
lo teman todos los confines de la tierra. R.
EVANGELIO
Lectura del
santo Evangelio según san Juan 12, 44-50
Jesús
exclamó:
«El
que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que
me ve, ve al que me envió.
Yo
soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca
en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo,
porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo.
El
que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra
que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé
por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y
anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las
digo como el Padre me lo ordenó.»
Palabra del
Señor.
Para reflexionar
Desde un
principio, las comunidades cristianas estuvieron estructuradas con «cargos» y
responsabilidades diferentes, determinados de acuerdo a las diferentes
capacidades y vocaciones. En la Iglesia fundada en Antioquia, había profetas
y doctores.
Los
profetas eran cristianos especialmente
capaces de discernir la voluntad de Dios en los acontecimientos concretos de la
vida humana y de la historia. Los doctores eran cristianos
especialmente capaces de discernir la voluntad de Dios en las Escrituras,
comentando el antiguo Testamento y el Nuevo, que se estaba elaborando entonces.
En aquella
época no había lugares oficiales de culto. “Celebran el culto en una reunión
que constaba de dos partes: primero una liturgia de la Palabra
de Dios, con lecturas de textos sagrados y salmos cantados… luego una liturgia
de la eucaristía que terminaba con la comunión…
Un día,
durante una «celebración» de culto y ayuno, el Espíritu Santo les dijo que
separen a Bernabé y a Pablo para “la obra a la que los había llamado”.
Comienza el
primero de los tres grandes viajes misioneros de Pablo, que llevará al Apóstol
a evangelizar primero la isla de Chipre y después algunas regiones del sur de
Asia Menor. El Espíritu Santo está en el origen de todo esfuerzo
misionero. La «comunidad» acepta la responsabilidad de aquellos a los
que envía, «se sacrifica y ora» por ellos.
***
Este
pasaje, en el evangelio de san Juan, sigue a la resurrección de Lázaro y a la
unción en Betania. El contenido fundamental es: el que cree en
Jesús, cree también en Dios, el Padre. Después de realizada la revelación de
Dios en el Hijo, la fe en Cristo y la fe en Dios son para Juan la misma cosa.
Son esa única y misma cosa, porque el Hijo y el Padre son uno.
Jesús
es la epifanía de Dios,
de manera que quien ve a Jesús ve al Padre. En la persona de Jesús es Dios
quien sale al encuentro del hombre. Con esto queda dicho que de ahora en
adelante a Dios sólo se le puede ver y encontrar en Jesucristo.
Esta vez
la revelación de su identidad la hace a través de las imagen
de la luz, y así el que cree en Él no quedará en tinieblas».
Desde la
encarnación del mundo, la luz ya no es una metáfora, sino Jesucristo en
Persona. El es la luz que viene al mundo, el portador de la salvación para los
hombres. La luz vino al mundo justamente para que brille el plan salvador y
universal de Dios en la oscuridad más profunda de la cruz.
Pero
algunos no quieren ver esa luz. Cristo como luz sigue dividiendo a la humanidad
porque la luz siempre pone en evidencia lo que hay, tanto si es
bueno como defectuoso.
Jesús es la
más clara manifestación de la voluntad salvadora de Dios. El hombre tiene que
acoger con libertad íntima la salvación que Dios gratuitamente le ofrece; debe
responder con su amor al amor que Dios ofrece. Por eso el hombre
conserva siempre una responsabilidad última sobre sí y su salvación.
Quien no
acepta a Jesús y sus palabras encuentra su juez en esa misma palabra.
El juicio
del hombre no consiste en un acto externo
sino que es un autojuicio. El hombre con su conducta pronuncia sentencia
sobre sí mismo. La decisión se da aquí y ahora entre fe e incredulidad. Lo
que ocurrirá en “el último día” no será más que la manifestación pública de la
decisión tomada aquí.
Somos
discípulos de Jesús, en la medida que aceptamos plenamente en nuestra vida su
luz, que nos viene a través de su Palabra. Si bien somos llamados a ser «hijos
de la luz», sabemos que también en nuestra vida hay zonas que permanecen en la
penumbra. Ser hijos de la luz significa
caminar en la verdad, sin trampas, sin subterfugios. Significa caminar en el amor, sin odios o rencores porque quien ama a su hermano permanece en la luz». La «tiniebla» es tanto dejarnos manipular por el error, como encerrarnos en nuestro egoísmo y no amar.
caminar en la verdad, sin trampas, sin subterfugios. Significa caminar en el amor, sin odios o rencores porque quien ama a su hermano permanece en la luz». La «tiniebla» es tanto dejarnos manipular por el error, como encerrarnos en nuestro egoísmo y no amar.
Para discernir
¿Cuándo somos
iluminados por Jesús?
¿Cómo descubro que
estoy siguiendo al Maestro?
¿Cómo es mi obediencia
a la Palabra del Padre?
Repitamos a lo largo de este día
«Que brille
sobre nosotros la luz de tu rostro»
Para la lectura espiritual
…El Señor
dice: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida. Esta breve sentencia contiene un mandato y una promesa.
Cumplamos, pues, lo que nos manda, y así tendremos derecho a esperar lo que nos
promete. No sea que nos diga el día del juicio: «¿Ya hiciste lo que te mandaba,
pues que esperas alcanzar lo que prometí?» «¿Qué es lo que mandaste, Señor,
Dios nuestro?» Te dice: «Que me siguieras.»
Has pedido
un consejo de vida. ¿Y de qué vida sino de aquella acerca de la cual está
escrito: En ti está la fuente viva?
Por
consiguiente, ahora que es tiempo, sigamos al Señor; deshagámonos de las
amarras que nos impiden seguirlo. Pero nadie es capaz de soltar estas amarras
sin la ayuda de aquel de quien dice el salmo: Rompiste mis cadenas. Y como
dice también otro salmo: El Señor liberta a los cautivos, el Señor endereza a los que ya se doblan.
dice también otro salmo: El Señor liberta a los cautivos, el Señor endereza a los que ya se doblan.
Y nosotros,
una vez libertados y enderezados, podemos seguir aquella luz de la que afirma:
Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida. Porque el Señor abre los ojos al ciego. Nuestros
ojos, hermanos, son ahora iluminados por el colirio de la fe. Para iluminar al
ciego de nacimiento, primero le untó los ojos con tierra mezclada con saliva.
También nosotros somos ciegos desde nuestro nacimiento de Adán, y tenemos
necesidad de que él nos ilumine. Mezcló saliva con tierra. La Palabra se hizo
carne y puso su morada entre nosotros. Mezcló saliva con tierra; por eso estaba
escrito: La verdad brota de la tierra; y él mismo dijo:
Yo soy el
camino, la verdad y la vida.
Disfrutaremos
de la posesión de la verdad cuando lo veamos cara a cara, ya que también esto
se nos ha prometido. Pues, ¿cómo nos atreveríamos a esperar lo que Dios no se
hubiera dignado prometernos o darnos?…
De los Tratados de San Agustín, obispo, sobre el
evangelio de San Juan
Para rezar
Tú has
visitado, Señor,
la noche de
nuestro mundo:
bendito
seas por la luz,
que habita
junto a ti desde siempre.
Tú has
hecho que la luz brille en nuestras tinieblas
y que, día
tras día,
el Espíritu
de tu Hijo transfigure nuestra tierra.
Te pedimos
que
amanezca de nuevo para nosotros
el tiempo
de tu gracia,
que venga
tu Día y que jamás tenga ocaso.
LECTIO DIVINA
Yo soy la luz y he venido al mundo
+ Evangelio de nuestro Señor
Jesucristo según san Juan 12, 44-50
Jesús exclamó:
«El que cree en mí, en realidad no
cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió.
Yo soy la luz, y he venido al mundo
para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha
mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo,
sino a salvarlo.
El que me rechaza y no recibe mis
palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo
juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha
enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida
eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó.»
Palabra del Señor.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Guías para
la lectura:
Las primeras palabras nos ilustran el
tenor que tuvieron estas palabras de Jesús: “Jesús exclamó”, que bien
puede traducirse como que Jesús “gritó”, que “alzó fuertemente su voz”, o
simplemente que habló “de voz en cuello”.
En primer lugar, es marcado en el
tramo discursivo del texto del Evangelio de hoy, el desarrollo e insistencia
que Jesús da a su íntima y filial relación con el Padre, que lo llevó a afirmar
que: “El Padre y yo somos una sola cosa” (10.30).
Jesús asocia la fe en Él como un
emergente de la fe en el Padre: “El que cree en mí, en realidad no cree en
mí, sino en él que me envió” (v.44), la vista en Él con la mirada en el
Padre: “Y el que me ve, ve al que me envió” (v.45), sus palabras
al dictado de Padre: “Porque yo no hablé por mí mismo; el Padre que me ha
enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar…las palabras que digo,
las digo como el Padre me lo ordenó” (v.49, 50b) y su mimetización con el
mandato soteriológico del Padre: “y yo sé que su mandato es Vida eterna”
(v.50a).
En segundo lugar, Jesús reitera su
identificación con la luz: “Yo soy la luz, y he venido al mundo para que
todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas” (v.46). Este
concepto ya había estado presente en pasajes claves del Evangelio de Juan: 1,
4-5; 1,9; 8,12; 9, 5 y 12, 35-36.
En tercer lugar, Jesús hace una
valorización suprema de sus palabras, dándoles la autoridad que emana del
sujeto emisor: “Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo,
porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no
recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado
es la que lo juzgará en el último día” (v.47-48). Es notorio también
en este texto, el lugar que decide ocupar en la salvación de la humanidad. No
ha venido a juzgar, sino a salvar. La inseparable relación con su Padre aleja
por siempre la idea de un Padre juzgador y severo y de un Hijo contemplativo y
salvador. El lugar que la palabra de Dios ocupa en la voluntad del Padre y en
la boca de Jesús, entendiendo su valor escatológico, coloca a Jesús, “la
palabra encarnada”, como un vehículo de luz y vida que se ofrece a todo aquel
que le quiera oír y creer.
Estos versículos previos a la
narración de la última semana de Jesús, son una síntesis de todo lo precedente.
Las personas han sido puestas ante la crisis que significa el encuentro con
Jesús, ante quien no se puede permanecer neutral. Para Juan, ese encuentro
provoca crisis, obligando a una respuesta. Jesús no juzga a nadie, pues ese no
es su propósito, sino que las palabras que Él porta son las que juzgan a los
que no creen, porque son las palabras de Dios. El que cree en Él encuentra
salvación, porque es el mismo Dios quien actúa en su persona. Rechazar o
aceptar a Jesús, es aceptar o rechazar a Dios mismo. Esa es la crisis que vive
el mundo, según Juan, desde la llegada de Jesús.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas
para la meditación:
¿Qué significa para mí la relación
directa que existe entre mi fe en Cristo y en la Trinidad?
¿De qué manera la luz de Cristo
ilumina mi vida hoy?
¿Cuál es mi interacción con la palabra
de Cristo que da Vida?
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Señor, Tú que eres uno con el Padre y
que no has venido para juzgar al mundo sino a dar tu propia vida por nosotros,
aumenta mi fe en ti y en tu Palabra. Tú que eres la luz, ilumina lo que de
tinieblas haya en mi vida, para poder caminar en tu luz cada día.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
Escucho lentamente la voz de Jesús,
dándole el lugar que Él mismo le da en mi relación con el Padre, y en mi vida
actual y eterna.
Medito profundamente en las palabras
de salvación que me muestra no sólo la misión de Jesús, sino su misión de amor
y perdón para mí y toda la humanidad.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
Preguntas
para la acción:
¿Cómo voy a considerar las palabras de
Jesús a la luz de lo dicho por Él mismo sobre ellas en el texto del Evangelio
de hoy?
¿Cómo voy a orientar mi vida para no
vivir en tinieblas?
¿Qué atributos y características de la
persona de Jesús leídas hoy, aumentan mi fe y mi amor por Él?
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