…Jesús
llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder…
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de Amós 7, 12-15
Amasías dijo a Amós: «Vete de aquí, vidente,
refúgiate en el país de Judá, gánate allí la vida y profetiza allí. Pero no
vuelvas a profetizar en Betel, porque este es un santuario del rey, un templo
del reino.»
Amós respondió a Amasías: «Yo no soy profeta, ni
hijo de profetas, sino pastor y cultivador de sicomoros; pero el Señor me sacó
de detrás del rebaño y me dijo: “Ve a profetizar a mi pueblo Israel.”»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 84, 9ab y 10. 11-12. 13-14 (R.: 8)
R. ¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia
y dános tu salvación!
Voy a proclamar lo que dice el Señor:
el Señor promete la paz,
la paz para su pueblo y sus amigos.
Su salvación está muy cerca de sus fieles,
y la Gloria habitará en nuestra tierra. R.
El Amor y la Verdad se encontrarán,
la Justicia y la Paz se abrazarán;
la Verdad brotará de la tierra
y la Justicia mirará desde el cielo. R.
El mismo Señor nos dará sus bienes
y nuestra tierra producirá sus frutos.
La Justicia irá delante de él,
y la Paz, sobre la huella de sus pasos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Efeso 1, 3-14
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes
espirituales en el cielo, y nos ha elegido en Él, antes de la creación del
mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.
Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por
medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de
la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido.
En Él hemos sido redimidos por su sangre y hemos
recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios
derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento.
Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad,
conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para
que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del
cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo.
En Él hemos sido constituidos herederos, y
destinados de antemano -según el previo designio del que realiza todas las
cosas conforme a su voluntad- a ser aquellos que han puesto su esperanza en
Cristo, para alabanza de su gloria.
En Él, ustedes, los que escucharon la Palabra de la
Verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, también han sido
marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido. Ese Espíritu es el
anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió
para sí, para alabanza de su gloria.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 7-13
Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos,
dándoles poder sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que
un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y
que no tuvieran dos túnicas.
Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den
alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la
gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en
testimonio contra ellos.»
Entonces fueron a predicar, exhortando a la
conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos,
ungiéndolos con óleo.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
A medida que pasa el tiempo nos hacemos testigos de las conquistas
espectaculares del hombre. Lo que en un momento parecía propio de las novelas
futuristas, hoy sucede ante nuestros ojos con normalidad y casi sin asombro
para nosotros. Estamos dejando de ser testigos “asombrados” de
nuestras conquistas. Estamos siendo testigos privilegiados del poder del hombre
y difícilmente nos sobresaltamos por una nueva meta conquistada.
Pero, paradójicamente, somos testigos de su miseria. Este mismo hombre capaz de encontrar el
camino a los astros, no es capaz de andar el camino hacia sí mismo. No es capaz
de terminar la guerra en el mundo para que los hombres puedan vivir con
dignidad. No es capaz de superar la opresión, la injusticia, el hambre, la
miseria, etc. Por contraste estamos siendo testigos privilegiados de la
“impotencia” del hombre.
Los cristianos somos parte integrante de este mundo. No somos ajenos a nada
de lo que pasa. Al menos, no deberíamos serlo. En este mundo hemos sido
llamados a ser testigos de Cristo. Pero esta condición, ¿tiene algún
significado para el mundo de hoy? ¿Qué “significa” para nosotros mismos y a
qué nos compromete?
***
Amós, profeta, es testigo de la Palabra de Dios. Testigo del juicio que
Dios hace contra su Pueblo y contra el Rey. Pero Amós es un testigo de
Yahvé quien con una fuerza irresistible, lo arrancó de su “profesión”
con la que se ganaba el pan y ahora el profetizar es una fuerza imperiosa de la
que no se puede sustraer. Profetizar se ha convertido en “el verdadero pan”
para Amós. Su paga es el dar testimonio.
***
El Plan de dios sobre el mundo y sobre la Humanidad es la salvación,
la elevación de todas las realidades terrenas hasta su plenitud. Es esto a lo
que llama Pablo “recapitular todas las cosas en Cristo“. Pablo con sus
palabras y con su “actividad misionera” es testigo de Cristo. Testigo de la
salvación que Él trae. El también –se siente llevado a “anunciar esta Buena
Nueva de la esperanza en Cristo por una fuerza irresistible.
***
El Evangelio Marcos dice que Jesús, después del rechazo y del fracaso
que acababa de sufrir en Nazaret, su propio pueblo, mientras
visitaba las aldeas de alrededor confía la primera misión a los apóstoles. Se
trata de una misión que se mueve en el ámbito próximo, el de Israel, donde
Jesús ejercía su ministerio.
Marcos para describir la misión de los discípulos y de la Iglesia usa las
mismas palabras que utiliza para describir la misión de Jesús: envió a los
Doce, de dos en dos, predicaban la conversión, curaban a los enfermos, echaban
a los demonios. La misión de los discípulos depende totalmente de la de Cristo
y encuentra en ella su motivación y su modelo.
Jesús no trae solamente una palabra sino una vida que manifiesta que el Reino de Dios
ya es una realidad en medio de los hombres con dos signos especiales: el
demonio es vencido en el corazón de los hombres y el mal es destruido allí
donde se hizo carne. La misión de los doce, como la de Jesús, no es para
enseñar, sino para proclamar la conversión por la cercanía del reino de
Dios
Conversión que significa un cambio radical de mentalidad, un giro total en
las categorías que determinan el modo de actuar de los hombres. La misión de
los doce busca provocar una transformación.
El alcance de esta transformación queda puesto de manifiesto en el poder
que Jesús les confiere sobre los espíritus inmundos, es decir, sobre todo
aquello que destruye al hombre. La transformación no es solo espiritual, sino
que afecta a la totalidad del hombre y de la vida de los hombres. La
misión es una lucha contra el maligno; donde llega la palabra del
discípulo, tienen que salir a la luz el pecado, la injusticia, la ambición; y
aparecen la oposición y la resistencia. Por eso el discípulo es un testigo que
se compromete en la lucha de parte de la verdad, de la libertad y del amor.
Los doce deben ser ellos mismos signo visible de la conversión que
proclaman en las circunstancias concretas en las que se vive. La pobreza es
condición indispensable esta misión: ni pan, ni morral, ni dinero, sino sólo
calzado corriente, un bastón y un solo manto. Fueron enviados para llevar la
Buena Noticia de Jesús. Esa era su riqueza, y a eso debían
aferrarse.
La misión de los doce es la misión de la Iglesia. Hoy igual que ayer y
hasta el fin de los tiempos somos llamados como Iglesia a presentarnos ante el
mundo como verdaderos testigos que transparentan el amor de Dios. Un amor que
en Jesús y por Jesús ha derrochado su gracia para que podamos conocer el
misterio de su voluntad. Nos ha asociado, como dice San Pablo, a su plan de
recapitular todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, en Cristo.
Somos hombres llamados a la vida de Dios según el modo de Cristo, según la medida de Cristo, el primer elegido por el Padre; su Hijo y su apóstol por excelencia. Nosotros participamos de su elección, de su filiación, de su herencia y de su Espíritu en la medida que nos ponemos en su camino, creyendo en Él y viviendo como Él.
Somos hombres llamados a la vida de Dios según el modo de Cristo, según la medida de Cristo, el primer elegido por el Padre; su Hijo y su apóstol por excelencia. Nosotros participamos de su elección, de su filiación, de su herencia y de su Espíritu en la medida que nos ponemos en su camino, creyendo en Él y viviendo como Él.
Con Cristo se ha abierto el principio de la nueva tierra en que habita la
justicia, la verdad, la libertad, la fraternidad universal.
Aceptar su llamada implica ir más allá nosotros mismos y encontrarle
sentido a la vida porque somos capaces de brindarnos al servicio de la vida
para hacer la Historia de la Salvación. Llamados no para separarnos y aislarnos
del mundo, sino para insertarnos con más intensidad en el mundo, sabiendo para
qué estamos en el mundo, y qué tenemos algo invalorable para brindarle.
Si como los apóstoles, que sacaban demonios y curaban enfermedades,
luchamos por todo esto se empieza ya a realizar esta “recapitulación en Cristo
de todas las cosas” y podemos convertirnos en testigos creíbles de la vida
plena que esperamos.
También a nosotros Jesús nos da las mismas instrucciones. La fuerza y
credibilidad de la misión no radica en modelos sociales establecidos. La misión
se mueve en el campo de la urgencia, de la dedicación al anuncio y de la
exposición al rechazo.
Esto no es posible sin una pobreza que es fe y libertad. Fe porque como
discípulos no confiamos sólo en nosotros mismos ni en nuestras propias
posibilidades sino en la fuerza y el poder de Aquel que nos envía. Como
discípulos se nos ha confiado una tarea, pero no se nos ha garantizado el
resultado. El anuncio es una palabra que actúa, en la que se hace presente el
poder de Dios, una palabra que compromete y frente a la cual es preciso tomar
una postura. Una palabra que sacude, que provoca contradicciones.
Una pobreza que también es libertad porque un discípulo cargado de equipaje
se hace inmóvil, incapaz de percibir y transparentar la novedad de Dios por
estar demasiado instalado en seguridades humanas.
Pobreza que es libertad para aceptar esta dimensión misionera de la vocación cristiana para responder a Dios con generosidad, sin ataduras egoístas siguiendo dócilmente los movimientos del Espíritu Santo dentro de nosotros mismos. Libres para presentar el Evangelio puro, con la conciencia clara de que somos servidores del hombre. Equipados solamente con un gran amor a Jesucristo, nuestro modelo; cargados con el Evangelio hecho vida; armados con la confianza en Dios y con la esperanza en la acción del Espíritu Santo en el corazón de los hombres.
Pobreza que es libertad para aceptar esta dimensión misionera de la vocación cristiana para responder a Dios con generosidad, sin ataduras egoístas siguiendo dócilmente los movimientos del Espíritu Santo dentro de nosotros mismos. Libres para presentar el Evangelio puro, con la conciencia clara de que somos servidores del hombre. Equipados solamente con un gran amor a Jesucristo, nuestro modelo; cargados con el Evangelio hecho vida; armados con la confianza en Dios y con la esperanza en la acción del Espíritu Santo en el corazón de los hombres.
Libres para compartir los anhelos más
profundos de la gente y caminar con todos los que también se esfuerzan por
realizarlos: anhelos de una vida más digna y solidaria, de una mejor relación
entre todos los hombres, de una riqueza mejor repartida, de una convivencia más
humana.
Este tesoro que sólo se puede dar pobremente, con la sinceridad de
los pobres, ya que toda fuerza que no sea la fuerza del propio mensaje lo
debilita, lo oscurece, lo hace sospechoso e increíble. Sólo en medio de la
debilidad y pobreza de los testigos Jesús resplandece como la verdad y
como una gracia de Dios que nos libera. Vivir como discípulos y anunciar a
Jesús es liberar, no conquistar ni sólo buscar aumentar el número de miembros
de una institución, sino crear fraternidad y extender con gozo la noticia de
que Dios nos ama, acrecentar el número de los verdaderos hijos de Dios,
cuyo derecho irrenunciable es y será siempre la libertad.
Porque fuimos engendrados en el Amor, anunciemos con confianza en ese Amor
que nos hace hijos, pueblo, testigos y apóstoles.
Confiemos en el amor de Dios que nos llama, abandonémonos en sus manos;
desprendiéndonos de nosotros mismos, vistiéndonos de Cristo y apoyando en él,
nuestro bastón. Que la santidad de nuestra vida sea el signo de que hemos
aceptado su llamada.
Quien ve al discípulo, debe poder ver a Cristo. Quien nos ve a
nosotros, cristianos, debe encontrarse con la imagen más aproximada de Cristo.
Esta es nuestra gran responsabilidad. Como vemos, cuando Dios nos llama en
Cristo, nos transforma también en él.
Nuestra fe en Dios Padre: una íntima y radical
convicción de que, viviendo en el estilo de Jesús, es posible cambiar las
cosas.
Para discernir
¿Me siento llamado a anunciar la novedad de
Jesucristo?
¿Experimento el anuncio como parte esencial de mi vida
de fe?
¿En dónde pongo mis fortalezas?
Repitamos a lo largo de este día
“Señor, quiero salir a predicar, invitar a la
conversión, sanar a los enfermos…!”
Para rezar
Bienaventurado el misionero que vive enamorado de Cristo, que se fía
de Él como lo más necesario y absoluto, porque no quedará defraudado.
Bienaventurado el misionero que cada mañana dice “Padre Nuestro”,
llevando en su corazón todas las razas, pueblos y lenguas, porque no se
conformará con una vida mezquina.
Bienaventurado el misionero que mantiene su ideal e ilusión por el
Reino y no pierde el tiempo en cosas accidentales, porque Dios acompaña a los
que siguen su ritmo.
Bienaventurado el misionero con un corazón puro y transparente, que
sabe descubrir el amor y la ternura de Dios sin complicaciones, porque Dios
siempre se le revelará.
Bienaventurado el misionero que reconoce y acepta sus limitaciones y
debilidades y no pretende ser invencible, porque Dios se complace en los
humildes.
Bienaventurado el misionero que sabe discernir con sabiduría lo que
conviene callar y hablar en cada circunstancia, porque nunca tendrá que
arrepentirse de haber ofendido a un hermano.
Bienaventurado el misionero que no puede vivir sin la oración y sin
saborear las riquezas de la Palabra de Dios, porque esto dará sentido a su
vida.
Bienaventurado el misionero que anuncia la verdad sobre Jesucristo y
denuncia las injusticias que oprimen a los hombres, porque será llamado profeta
de los signos de los tiempos.
Bienaventurado el misionero que sabe asumir y valorar la cultura de
los pueblos, porque habrá entendido el misterio de la Encarnación.
Bienaventurado el misionero que tiene tiempo para hacer felices a los
demás, que encuentra tiempo para los amigos, la lectura, el esparcimiento,
porque ha comprendido el Mandamiento del Amor y se conoce humano y necesitado.
Hna. María Virginia Ciette SSp
13 de julio de 2015 – TO – LUNES
DE LA XV SEMANA
…el que pierda
su vida por mí, la encontrará…
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del
Éxodo 1, 7-14. 22
Asumió el poder en
Egipto un nuevo rey, que no había conocido a José. El dijo a su pueblo: «El
pueblo de los israelitas es más numeroso y fuerte que nosotros. Es preciso
tomar precauciones contra él, para impedir que siga multiplicándose. De lo
contrario, en caso de guerra se pondrá de parte de nuestros enemigos, combatirá
contra nosotros y se irá del país.»
Entonces los egipcios
pusieron a Israel a las órdenes de capataces, para que lo oprimieran con
trabajos forzados. Así Israel construyó para el Faraón las ciudades de
almacenamiento de Pitón y Ramsés. Pero a medida que aumentaba la opresión, más
se multiplicaba y más se expandía. Esto hizo que la presencia de los israelitas
se convirtiera en un motivo de inquietud. Por eso, los egipcios redujeron a los
israelitas a la condición de esclavos, y les hicieron insoportable la vida,
forzándolos a realizar trabajos extenuantes: la preparación de la arcilla, la
fabricación de ladrillos y toda clase de tareas agrícolas.
Entonces el Faraón
dio esta orden a su pueblo: «Arrojen al Nilo a todos los varones recién
nacidos, pero dejen con vida a las niñas.»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 123, 1-3. 4-6. 7-8 (R.: 8a)
R. Nuestra ayuda
está en el nombre del Señor.
Si el Señor no
hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga
Israel-
si el Señor no
hubiera estado de nuestra parte,
cuando los hombres
se alzaron contra nosotros,
nos habrían
devorado vivos
cuando ardió su
furor contra nosotros. R.
Las aguas nos
habrían inundado,
un torrente nos
habría sumergido,
nos habrían
sumergido las aguas turbulentas.
¡Bendito sea el
Señor, que no nos entregó
como presa de sus
dientes! R.
Nuestra vida se
salvó como un pájaro
de la trampa del
cazador:
la trampa se
rompió y nosotros escapamos.
Nuestra ayuda está
en el nombre del Señor,
que hizo el cielo
y la tierra. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 10, 34-11,1
Jesús dijo a sus
apóstoles:
«No piensen que he
venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada.
Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a
la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su
propia casa.
El que ama a su
padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a
su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no
es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida
por mí, la encontrará.
El que los recibe
a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a aquel que me envió.
El que recibe a un
profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a
un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo.
Les aseguro que
cualquiera que dé de beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de
estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa.»
Cuando Jesús
terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para
enseñar y predicar en las ciudades de la región.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Comenzamos hoy la lectura del Libro del
Éxodo, uno de los libros del Antiguo Testamento. Nos describe, la hazaña
de la salvación del pueblo de Israel, arrancado de la esclavitud de
Egipto.
Dios se revela aquí como el «Dios
de los pobres», Dios oye el grito de los pobres. Es un canto al Dios
que salva; este pueblo, una vez liberado, estará al servicio del Señor.
La lectura de hoy, nos presenta la
situación de los hebreos en Egipto, bajo «un nuevo rey».
El faraón de Egipto, sospechando de aquel
pueblo que crecía y se multiplicaba en su tierra, pensó que tal vez un
día, esos hombres podrían levantarse contra el verdadero pueblo egipcio,
o incluso aliarse con sus enemigos.
Tomó medidas contra ellos: decretó que se impusiera a los hebreos trabajos
forzosos extremadamente duros, amargándoles la vida, con el propósito de agotar
sus fuerzas. Israel es reducido a cruel servidumbre, capataces brutales, vida
insoportable; pero cuánto más los oprimían, más se multiplicaban.
Viendo que este sistema no funcionaba, el
faraón pensó en la aniquilación de Israel, eliminando los hijos varones que
nacieran.
***
En el centro del proceso de formación y
preparación misionera de los discípulos, Jesús establece criterios profundos y
duros de digerir.
Como trasfondo de este evangelio de Mateo,
está la primitiva comunidad, que vive tiempos difíciles a causa de la
persecución y el martirio. En ese contexto se trata de encontrar un sentido al
sufrimiento y a la contradicción.
Por eso la afirmación de Jesús aparece
fuerte, contundente y desconcertante. Es el Mesías de paz y afirma que ha
venido a traer la espada. Esto produce desconcierto en sus oyentes más
próximos, porque también pide ocupar el primer lugar en la escala del amor.
Si Jesús fue causa de profundas
contradicciones, también lo serán sus seguidores. La persecución y el martirio
serán consecuencia de la coherencia y fidelidad en el seguimiento del
maestro. El evangelio vivido prioritariamente, siempre es motivo de rechazo y
conflicto porque entra a cuestionar el estilo de vida y eso, desde luego,
incomoda.
Tomar la cruz para seguirlo, en una opción
que rechaza el mal en todas sus formas, y expresa el amor en gestos sencillos y
concretos, dirigidos a los más pequeños, nos hace experimentar la
dignidad de los hijos de Dios.
Todo esto es imposible con el sólo deseo o
esfuerzo, es fruto en nuestra vida, de un amor que nos amó
primero; hasta dar la vida.
El que nos invita a cargar la cruz y
seguirlo; ha cargado primero, por amor a nosotros, la cruz siguiendo
obedientemente la voluntad del Padre.
Para discernir
¿Acepto las implicancias del seguimiento
de Cristo?
¿Qué lugar ocupa en mi escala de valores
mi amor por Él?
¿Cargo con confianza la cruz?
Repitamos a lo largo de este día
…El que pierda su vida por Jesús, la
conservará…
Para la lectura espiritual
…”El Carmelo era mi aspiración desde hacía
casi doce años. Al recibir el bautismo el día de Año Nuevo de 1932, no dudaba
de que este fuera una preparación para mi ingreso en la orden. Pero después,
algunos meses más tarde, al encontrarme por vez primera frente a mi querida
madre después del bautismo, entendí que ella no habría estado en condiciones,
por ahora, de soportar este segundo golpe: no habría muerto de dolor, no, pero
su alma habría quedado literalmente inundada de tal amargura que no me sentía
capaz de cargar con semejante responsabilidad [...].
El último día que pasé en casa era el 12
de octubre. Mi madre y yo nos quedamos solas en la habitación, mientras mis
hermanas se ocupaban de lavar los platos y poner todo en orden. Escondió el
rostro entre sus manos y empezó a llorar. Me puse detrás de su silla y fui
apretando contra mi seno su cabeza de plata. Nos quedamos así mucho tiempo,
hasta que conseguí persuadirla de que se fuera a la cama; la llevé y le ayudé a
desvestirse… por primera vez en toda mi vida [...].
A las cinco y media salí como siempre de
casa para escuchar la santa misa en la iglesia de San Miguel. Después nos
reunimos para el desayuno; Erna llegó hacia las siete. Mi madre intentaba tomar
algo, pero pronto alejó la taza y empezó a llorar como la noche anterior. Me
acerqué de nuevo a ella y me abracé a ella hasta el momento de marcharme.
Entonces le hice una señal a Erna para que ocupara mi puesto. Tras ponerme el
abrigo y el sombrero en la pieza de al lado… llegó el momento del adiós. Mi
madre me abrazó y me besó con mucho afecto [...].
Finalmente, el tren se puso en marcha.
Ahora se había hecho realidad lo que apenas me hubiera atrevido a esperar. No
se trataba, a buen seguro, de una alegría exuberante que pudiera apoderarse de
mí… ¡lo que había pasado era demasiado triste! Pero mi alma se encontraba en
una paz perfecta: en el puerto de la voluntad de Dios”…
EDITH STEIN.
Para rezar
No te inquietes por las dificultades de la
vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado;
a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.
Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz. Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda:
cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas
apesadumbrado, triste,
ADORA Y CONFÍA…
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado;
a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.
Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz. Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda:
cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas
apesadumbrado, triste,
ADORA Y CONFÍA…
Padre Teilhard de Chardin
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