27 de agosto de 2015


…estén preparados…

PRIMERA LECTURA 
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Tesalónica    3, 7-13

    Hermanos, a pesar de las angustias y contrariedades, nos sentimos reconfortados por ustedes, al comprobar su fe. Sí, ahora volvemos a vivir, sabiendo que ustedes permanecen firmes en el Señor. ¿Cómo podremos dar gracias a Dios por ustedes, por todo el gozo que nos hacen sentir en la presencia de nuestro Dios? Día y noche, le pedimos con insistencia que podamos verlos de nuevo personalmente, para completar lo que todavía falta a su fe.
    Que el mismo Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo, nos allanen el camino para ir allí. Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el día de la Venida del Señor Jesús con todos sus santos. 
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 89, 3-4. 12-13. 14 y 17 (R.: 14) 
R.    Señor, sácianos con tu amor, y cantaremos felices.

    Tú haces que los hombres vuelvan al polvo,
    con sólo decirles: «Vuelvan, seres humanos.»
    Porque mil años son ante tus ojos
    como el día de ayer, que ya pasó,
    como una vigilia de la noche. R.

    Enséñanos a calcular nuestros años,
    para que nuestro corazón alcance la sabiduría.
    ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo…?
    Ten compasión de tus servidores. R.

    Sácianos en seguida con tu amor,
    y cantaremos felices toda nuestra vida.
    Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor;
    que el Señor, nuestro Dios,
    haga prosperar la obra de nuestras manos. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    24, 42-51

    Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
    ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor, que piensa: «Mi señor tardará», y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Estamos en el año 51 y Pablo está lejos de Tesalónica. Teme las consecuencias de las falsas predicaciones y de las persecuciones que sufren los cristianos. Concluye la primera parte de su carta a los tesalonicenses con una oración, pidiendo a Dios la alegría de volver a ver a los suyos para hacerlos progresar en la fe.
La principal preocupación del fundador de la comunidad parece ser las virtudes teologales, fundamento de la vida del cristiano.
Pablo había debido abandonar Tesalónica sin haber podido acabar la catequesis necesaria. La fe de la comunidad es frágil y el informe de Timoteo, probablemente le ha revelado sus lagunas.
El apóstol estima en efecto que él es responsable del amor que los tesalonicenses se testimonian mutuamente, ya que este amor es reflejo del que él les ha testimoniado.
Pablo descubre el contexto de su vida de apóstol: vive «en medio de congojas y tribulaciones». Esta fuerza, esta perseverancia que, a pesar de los obstáculos, experimentan los que tienen fe, no proviene de sí mismos, es una fuerza «en el Señor».
***
Hay que estar siempre preparados. Jesús en el evangelio de hoy nos habla de la incertidumbre del momento en que vendrá el Señor. Si queremos que nos encuentre velando en el momento de su llegada, no nos podemos distraer, ni quedarnos dormidos.
Jesús conoce perfectamente la tendencia que tenemos a dejarnos envolver en las preocupaciones y búsquedas cotidianas, a tal punto que muchas veces terminamos sucumbiendo ante ellas. Las distracciones, los trabajos y los compromisos sociales toman completamente nuestra conciencia humana y terminamos por no descubrir lo que pasa en nuestro entorno.
Jesús pone muchos ejemplos de esta atención: el que vigila por si viene un ladrón, el siervo que quiere complacer a su amo… Quizá hoy nos hablaría de un arquero de fútbol que no sabe cuándo ni de qué manera le vendrá la pelota.
Pero, ¿de qué venida nos habla Jesús? ¿se trata de la hora de la muerte?; ¿se trata del fin del mundo? Ciertamente, son venidas del Señor que Él ha dejado expresamente en la incertidumbre para provocar en nosotros una atención constante.
Cada día, cada hora, en cada instante, el Señor está cerca de nuestra vida. A través de las llamadas de nuestro corazón, a través de las personas que nos rodean, de los hechos que se van sucediendo, de los sufrimientos y necesidades del mundo, el Señor llama a nuestra puerta.
Necesitamos estar atentos a la novedad que irrumpe como ladrón en la noche o como patrón en hora inesperada, y discernirla cristianamente para poder responder. La vigilancia se nos ha hecho un mecanismo de defensa que no da lugar a lo inesperado. No pensamos más que en todo lo que nos queda por hacer y olvidamos al amigo que viene por necesidad y por sorpresa. Los muros que construimos alrededor de nuestra vida, nos tienen demasiado bien protegidos y ya no conocemos la alegría de la sorpresa, o de una noticia inesperada; porque tememos a todo lo que puede llegar a nosotros sin previa identificación.
La vida cristiana no es un reposo, sino una atenta vigilia en el amor y la conversión hecha cálido servicio en la comunidad, y desde allí a toda la humanidad.

Para discernir

¿Experimento las llamadas de Dios en la vida cotidiana?
¿Hay hechos que me resultan intrascendentes?
¿En qué acontecimientos experimento de un modo especial la llegada del Señor?

Repitamos a lo largo de este día

…Espero en Vos, Señor…

Para la lectura espiritual

…”Si la trascendencia divina trasciende y abarca desde dentro el presente, el pasado y el futuro del hombre, en cuanto el hombre haya reconocido el primado del futuro en nuestra temporalidad, el fiel lo pondrá antes que nada, y con razón, en relación con la trascendencia de Dios. Por eso pondrá a Dios en relación con el futuro del hombre y en última instancia, puesto que el hombre es persona en una comunidad de hombres, con el futuro de toda la humanidad. Este es un terreno particularmente fértil para una nueva imagen de Dios en nuestra cultura; naturalmente, con el presupuesto de una auténtica fe en la realidad invisible de Dios, verdadera y propia fuente que, partiendo del mundo, estimula la formación de un «concepto» de Dios.
En semejante contexto cultural de vida, el Dios de los fieles se manifiesta a nosotros mismos como «el que viene», como el Dios que es nuestro futuro. Surge aquí entonces un cambio profundo: aquel a quien nosotros, en tiempos pasados, guiados por una imagen del hombre un tanto anticuada y por una concepción vieja del mundo, llamábamos el «totalmente otro» se presenta ahora como el «totalmente nuevo», como alguien que es nuestro futuro y crea un nuevo futuro humano. Se muestra como el Dios que, en Jesucristo, nos proporciona la posibilidad de crear el futuro, esto es, de hacerlo todo nuevo y de superar la historia pecaminosa de nosotros mismos y de todos los demás. Esta nueva cultura hará ciertamente que, de una manera maravillosa, redescubramos el alegre anuncio del Antiguo y del Nuevo Testamento, a saber: que el Dios de la promesa nos da la tarea de ponernos en camino hacia la tierra prometida, hacia una tierra que nosotros, como en un tiempo Israel y siempre con la confianza de la promesa, debemos transformar y hacer fértil”… 
E. Schillebeeckx, Experiencia de fe, Friburgo 1984, p. 87

Para rezar

Dame Señor, la sencillez de espíritu,
la del alma dormida en su silencio,
abierta a todo con grandes ojos niños.
Dame, Señor, el abandono firme
ante el futuro ignoto y tu aventura
soñada tantas veces en secreto.
Estoy contigo. Piensa cuanto quieras
para hacerme sufrir o para verte.
Bien sé que lo prepara tu ternura.
Hazme a diario un pobre sorprendido
de cada hoja, de cada mano abierta
tendida a la penumbra de mí mismo.
Viviré así este miedo más alegre,
con un verbo, no más, entre mis labios:
Saberte junto a mí, Jesús,… saberte.
Pedro M. Lamet

27 de agosto – SANTA MÓNICA

Madre de San Agustín, Año 387
YO PUEDO MORIR TRANQUILA:

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en el África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, por la noche al ver el cielo estrellado platicando con Agustín acerca de cómo serán las alegrías que tendremos en el cielo, y ambos se emocionaban comentando y meditando los goces celestiales que nos esperan. En determinado momento exclamo entusiasmada: ” ¿Y a mí que más me puede amarrar a la tierra? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano católico. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios”. Poco después le invadió la fiebre, y en pocos días se agravo y murió. Lo único que pidió a sus dos hijos es que no dejaran de rezar por el descanso de su alma. Murió en el año 387 a los 55 años de edad.

Oremos

Dios de bondad, consolador de los que lloran, tú que, lleno de compasión, acogiste las lágrimas que Santa Mónica derramaba pidiendo la conversión de su hijo Agustín, concédenos, por la intercesión de ambos, el arrepentimiento sincero de nuestros pecados y la gracia de tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

LECTIO DIVINA

Estén preparados

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     24, 42-51

    Jesús habló diciendo:
    Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
    ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor, que piensa: "Mi señor tardará", y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Palabra del Señor.

1.   LECTURA -  ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

·       Guías para la lectura:

El tema de la parábola es el de la vigilancia, un tema particularmente entrañable al primer evangelio, puesto que la comunidad mateana advierte con preocupación la cuestión del retraso de la parusía. Como ocurre con los cristianos de Pablo, la expectativa de una venida inminente de Cristo glorioso está contradicha por el discurrir del tiempo, marcado por los acontecimientos dolorosos a los que la Iglesia todavía tiene que hacer frente. De ahí que la comunidad post pascual elabora una serie de motivos y tópicos (de los que las parábolas de los capítulos 24 y 25 de Mateo constituyen un ejemplo) útiles para comunicar el sentido del tiempo que discurre entre la resurrección y la venida del Cristo glorioso. 
La parábola se dirige en particular al que ha sido nombrado sustituto por su amo durante el tiempo en que esté ausente. Es un tiempo de prueba en la relación entre el criado y su Señor. La parábola presenta en momentos sucesivos los dos desenlaces opuestos, ambos posibles y separados por un límite sutilísimo. El criado fiel es calificado también de “sensato”; en suma, no parece impulsado por motivos morales particulares y no se fía de proceder como si el amo no estuviera, sino que obra como si éste tuviera que volver de un momento a otro. 
Sin embargo, es superficial el comportamiento de quien piensa que podrá contar con un tiempo a su propia disposición, en el que podrá disponer de los bienes para su propio disfrute. El momento en que deberá rendir cuentas vendrá – antes o después – para cada uno (v. 50), y entonces tendrá lugar la recompensa o el castigo, sin términos medios y sin posibilidad de apelación: bienaventuranza para unos, que serán admitidos para el papel de administradores de todos los bienes (v. 47), y desesperación para otros, a quienes el amo les quitará para siempre todo lo que creían poseer (v. 51). 
Párrafos extraídos de – Lectio divina para cada día del año
Editorial Verbo Divino - Páginas 185-188.

2.   MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Si la tarea del criado no puede ser más que la de servir y esperar a que vuelva el propietario de los bienes que le han sido confiados – y confiados sólo de manera temporal -, el Señor tiene, en cambio, la facultad y el derecho de volver a los suyos, a su casa, en cualquier momento. Por eso es preciso que nosotros, los criados, estemos siempre preparados.

3.   ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Gracias, Señor, por habernos llamado a tu servicio. Nos has entregado los bienes de esta tierra y el cuidado de nuestros hermanos más pequeños; te has fiado de nosotros. Este tiempo es para nosotros un tiempo de prueba: administrar en tu lugar no es tarea fácil. ¿Qué pides de nosotros, Padre de toda sabiduría?

4.   CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Pasarán las cosas visibles y vendrán las que esperamos, más bellas que las actuales. Sin embargo, que nadie indague con curiosidad el momento: “No os corresponde a vosotros”, dice el Señor, “saber los tiempos y los momentos que el Padre ha establecido por su propia autoridad” (Hechos 1,7). Y no hay que tener el atrevimiento de dormirse con una indolente negligencia.

5.   ACCIÓN -  ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: “Enséñanos, Señor a contar nuestros días” (Sal 89,12).


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