2 de octubre de 2015

2 de octubre de 2015 – TO – VIERNES DE LA SEMANA XXVI

2 de octubre - Los santos ángeles custodios

Él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en tus caminos

PRIMERA LECTURA
Lectura del Libro del Éxodo 23,20-23

Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado.
Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él.
Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios.
Entonces mi ángel irá delante de ti y te introducirá en el país de los amorreos, los hititas, los perizitas, los cananeos, los jivitas y los jebuseos, y los exterminará. 
Palabra de Dios

SALMO
Sal 91(90) ,1-2.3-4.5-6.10-11.

Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor: “Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío”. R:

El te librará de la red del cazador
y de la peste perniciosa;
te cubrirá con sus plumas,
y hallarás un refugio bajo sus alas. R:

No temerás los terrores de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que acecha en las tinieblas,
ni la plaga que devasta a pleno sol. R:

No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa,
porque él te encomendó a sus ángeles
para que te cuiden en todos tus caminos.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    18, 1-5. 10

En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: “¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?”.
Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos
y dijo: “Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos.
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.
El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Los fariseos y saduceos mantenían una disputa sobre si los ángeles existen o no. Los saduceos decían que éstos no eran otra cosa que invenciones, fantasías de ignorantes.
Jesús, quiso dejar bien clara la doctrina, y lo hace de manera desconcertante. «Llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: cuídense de menospreciar a uno de estos pequeños; porque sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos».
Los niños no contaban en aquella sociedad y estaban desposeídos de toda clase de derechos; eran con frecuencia despreciados por la gente y no tenidos en cuenta para la toma de decisiones dentro de la casa. La palabra griega con la que se dice niño, denomina con frecuencia a un niño en cuánto que ejerce de sirviente y ayuda en las tareas familiares. A esta clase de niños, se refiere el evangelio de hoy, cuando Jesús propone a uno de ellos como modelo a imitar. El mayor en el Reino de Dios es el niño y el que se hace como niño, porque representa en forma única el despojo de todo poder.
Los ángeles custodios nos revelan la presencia trascendente de Dios en cada persona, especialmente en los más pobres. Cuando Jesús invita a sus discípulos a cambiar, lo hace poniendo como modelos a “estos niños”, los servidores.
Dios, como Padre Providente, siempre vela por nosotros y se ha hecho cercano a nosotros por medio de Jesús, su Hijo hecho Hombre. Él siempre manifestó su amor para con los pobres y los enfermos, para con los pequeños y los pecadores; Él nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano. Su amor preferencial para aquellos que son considerados como los niños, desprotegidos de todo y necesitados de todo, nos recuerda cuál debe ser también el camino preferencial en el amor de la Iglesia.
Hay muchos que necesitan quien vele por ellos y por sus intereses. Dios nos ha enviado a ellos para que les manifestemos de un modo real, efectivo, el amor misericordioso del Señor que nos ha concedido y que quiere que llegue a todos por medio de su Iglesia. Esta presencia de Dios en los más pobres, que son los más grandes en el Reino, es lo que da a los pobres esa trascendencia que hace que sus ángeles en los cielos vean continuamente el rostro de Dios.
Los niños son delante de Dios, los más importantes de los hombres; lo que a ellos ocurre tiene inmediata resonancia ante el Padre del cielo.
Como discípulos que viven unidos a Cristo, debemos preocuparnos de cuidar de nuestros hermanos necesitados, como Dios ha velado por nosotros. No debemos solamente buscar seguridad, sino brindarla; no podemos esperar siempre recibir, sino dar; podremos tender la mano como pobres cuando esta es consecuencia de un seguimiento radical, serio, verdadero del Señor, y de una constante proclamación de su Evangelio, que establece una nueva jerarquía. Quien sirve más, ese es el más grande. La grandeza consiste en servir.

Para discernir

¿Somos conscientes de lo que nos define como discípulos?
¿Valoro a los más pequeños y desposeídos?
¿Experimento la fe como una vocación de servicio?

Repitamos a lo largo de este día

…Dame un corazón de niño…

Para la lectura espiritual

«Voy a enviarte un ángel por delante para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado»
…”A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en todos tus caminos» (Sl 90,11) ¡Qué respeto debe suscitar en ti esta palabra, qué fervor debe hacer nacer en ti, y qué confianza te debe inspirar! El respeto a causa de su presencia, el fervor a causa de su benevolencia, la confianza a causa de su vigilancia… Ellos están aquí, a tu lado, y no solamente contigo sino para ti. Están presentes para protegerte, para socorrerte. ¿Cómo pagarás al Señor todo el bien que te ha hecho? (Sl 115, 3) Es a él solo a quien se debe rendir honor por esta ayuda; es él quien ha dado estas órdenes. «Todo don perfecto» (St 1,17) no puede venir más que de él. Pero no podemos dejar de agradecer, respecto a los ángeles, su gran caridad con la que obedecen y la gran necesidad que tenemos de su ayuda.
Seamos, pues, respetuosos y agradecidos por la vigilancia que nos ofrecen; amémoslos agradecidos y honrémoslos tanto como podamos, pues tanto les debemos… En Dios amemos a sus ángeles, sabiendo que un día ellos serán coherederos con nosotros y que ya desde ahora el Padre dispone y ordena que nos hagan de guías y educadores. Porque ya «desde ahora somos hijos de Dios» aunque esto no aparezca ahora con claridad (1Jn 3,2), puesto que somos hijos todavía sometidos a intendentes y educadores, y de momento, en nada diferimos de los siervos.
Sin embargo, por pequeños que seamos y por largo y peligroso que sea el camino que nos falta recorrer, ¿qué podemos temer con tan buena guardia?… Los ángeles son fieles, son prudentes, son poderosos; ¿qué podemos temer? Tan sólo sigámosles, estemos unidos a ellos, y permaneceremos bajo la protección del Dios del cielo”… 
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
12avo sermón sobre el salmo 90

Para rezar

Himno de Laudes al Santo Ángel de la Guarda

Ángel santo de la guarda,
compañero de mi vida,
tú que nunca me abandonas,
ni de noche ni de día.

Aunque espíritu invisible,
se que te hallas a mi lado,
escuchas mis oraciones
y cuenta todos mis pasos.

En las sombras de la noche,
me defiendes del demonio,
tendiendo sobre mi pecho
tus alas de nácar y oro.

Ángel de Dios,
que yo escuche tu mensaje y que lo siga,
que vaya siempre contigo hacia Dios,
que me lo envía.

Testigo de lo invisible,
presencia del cielo amiga,
gracias por tu fiel custodia,
gracias por tu compañía.

En presencia de los Ángeles,
suba al cielo nuestro canto:
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo. Amén.

Para profundizar un poco más

2 de octubre - LOS SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS

“La existencia de los ángeles está atestiguada casi por cada una de las páginas de la Sagrada Escritura.” La fiesta de los ángeles custodios tiene ya existencia desde hace muchos siglos. Se ha recordado que ya en el siglo V se celebraba en España y en Francia, como fiesta particular. Suprimida por San Pío V, fue restablecida por un decreto de Paulo V el año 1608, fijándola para el primer día libre después de San Miguel. Clemente X fue quien la introdujo definitivamente en la liturgia de toda la Iglesia, determinando que se celebrara el día 2 de octubre.
El nombre de “ángel” significa mensajero. Es nombre que significa ministerio y oficio. Pero la perfección de su naturaleza va de acuerdo con ese sublime oficio, que ellos ejercen de una manera más permanente que los demás seres de la creación. Son los “mensajeros” de Dios, por excelencia. Son seres creados, intelectuales, superiores a los hombres, dotados por el Señor de especial virtud y poder.
La fuente primera de nuestra devoción es la Revelación divina, contenida en la Sagrada Escritura. Están al servicio de Dios, pero son seres creados por su omnipotencia. Merecen nuestra veneración por su grandeza sobrenatural, por la gracia que tienen, por su amor al Señor, demostrado en la prueba, que no supieron superar Lucifer y sus seguidores, los cuales, por soberbia, quedaron convertidos en demonios y padecen las penas eternas del infierno, que fue creado para ellos.
En la vida de Cristo Nuestro Señor y en la vida de la Iglesia primitiva los ángeles ejercen su misión de mensajeros con frecuencia. A veces se designa a los ángeles por su nombre, como a San Gabriel, San Rafael, San Miguel; a veces simplemente se les designa con el genérico apelativo de “el ángel del Señor”; a veces cumplen su misión individualmente, como el ángel que bajaba a la piscina de Betzata, en la puerta Probática, para agitar el agua y comunicar una virtud maravillosa de curación de cualquier enfermedad que tuviere el primero que descendía a sus ondas. Otras veces son dos los ángeles enviados, como los que vio la Magdalena, vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había estado el cuerpo de Jesús muerto, antes de la resurrección. Otras veces la Escritura alude a legiones de ángeles, como aquellas “doce legiones” que hubiera enviado el Padre celestial si Cristo hubiera formulado tal petición. Y no falta alguna ocasión en que la Escritura habla de “millares de millares”, como aquellos que aparecen en el Apocalipsis alrededor del trono triunfal del Salvador del mundo. Dada la armonía perfecta del mundo, como obra del Creador, podemos pensar en la escala ascendente que va del maravilloso mundo físico que nos va descubriendo en su portentosa complejidad la física nuclear, al mundo de los vivientes, más perfecto aún, siguiendo por esa misteriosa unión de lo somático y lo psíquico, lo material y lo espiritual, representado por la persona humana. Los ángeles son las criaturas que colman esta ascensión hacia el cielo. Por eso decimos que son superiores a los hombres. La Escritura los llama “estrellas de la aurora e hijos de Dios”.
Los ángeles han sido creados por Dios, como el universo entero, para su gloria. Es decir, “para alabar, hacer reverencia y servir” al Creador.
Y precisamente porque todo su anhelo es alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor, los ángeles se convierten, por disposición divina, en ángeles custodios.
En el libro del Éxodo, cuando se acaba de promulgar la ley santa, el Señor, que habla en estilo directo a cada uno de los israelitas, anuncia solemnemente la asistencia de los ángeles custodios con estas palabras “Yo mandaré a mi ángel ante ti, para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto”. Para los israelitas este texto significa la asistencia y la custodia de los ángeles en la peregrinación por el desierto hasta llegar a la tierra prometida. Significa también la asistencia y la custodia de los ángeles para el viaje de esta vida terrenal y la llegada a la gloria del cielo. El acontecimiento histórico del paso de Israel por el desierto fue la ocasión para que el Señor promulgara su Ley y para que se nos anunciara este auxilio de los ángeles custodios en las dificultades que la vida terrena entraña.
Por lo demás, la tutela de los ángeles se anuncia en muchos otros pasajes de la Escritura, pero quizá en ninguno con tanta fuerza expresiva como en el salmo 90, donde dice: “Te encomendará a sus ángeles, para que te guarden en todos tus caminos. Y ellos te llevarán en sus manos para que no tropieces en las piedras. Pisarás sobre áspides y víboras, hollarás al león y al dragón”.
Los Santos Padres de la Iglesia han predicado esta doctrina, aplicando a los ángeles de la guarda distintos títulos en los que se expresa la importancia de su ministerio. Eusebio de Cesarea les llama “tutores” de los hombres, San Hilario, ”mediadores”; San Basilio, “compañeros de nuestro camino”; San Gregorio Niseno, “escudo protector”, Simeón Metafrastes, “muralla que rodea por todas partes la fortaleza de nuestra alma, defendiéndola de los asaltos del enemigo”; San Cirilo Alejandrino, “maestros que nos enseñan la adoración y el culto de Dios”. No es posible seguir. Hacemos notar solamente que San Agustín y San Gregorio Magno no han perdido ocasión para exaltar el valor de la intervención angélica en nuestra vida. Y la sagrada liturgia en este día de su fiesta les ha saludado con las siguientes palabras: “Cantamos a los ángeles custodios de los hombres, que puso el Padre, junto a nuestra frágil naturaleza, como celestiales compañeros para que no sucumbiéramos ante las insidiosas acometidas de los enemigos”.
Cuando se habla de los ángeles custodios nos referimos primariamente a los que ejercen la salvadora tutela de las personas individuales. Cada uno de nosotros tiene su ángel de la guarda. Dios quiere que todos los hombres se salven y que lleguen al conocimiento de la verdad. Al decir todos los hombres no excluimos a ninguno. Tenemos, por tanto, por más congruente a esta voluntad salvífica de Dios el extender con la misma universalidad el ministerio tutelar de los ángeles. Todas las almas han sido redimidas por Cristo, todas están en el camino de la salvación, todas son defendidas y protegidas por los ángeles. Y muchas almas, nacidas en la paganía y misteriosamente salvadas por la iluminación de la fe, deben esto a los ángeles de su guarda. Lo sabremos el día en que se haga la cuenta universal del paso de los hombres por la tierra. Pero lo columbramos ya desde ahora, siguiendo el pensamiento de los teólogos sobre la salvación de los infieles negativos, que guardan la ley natural. El ministerio de los ángeles juega en ellos un papel principal. Este ángel nuestro nos acompaña siempre, no nos abandona jamás en esta vida. En la otra, para quienes hayan alcanzado la gloria, aún quedan vinculados a su triunfo.
Los ángeles custodios deben ser venerados e invocados. “Acátale, escucha su voz, no le resistas’, dice el libro del Éxodo. Tres frases de San Bernardo resumirán adecuadamente esta doctrina: “Anda siempre con circunspección -dice el Santo-, como quien tiene presente a los ángeles en todos los caminos”. “Amemos afectuosamente a sus ángeles como a quienes han de ser un día coherederos nuestros, siendo ahora abogados y tutores puestos por el Padre y colocados por El sobre nosotros. Así amar a los ángeles es amar a Dios mismo. Al amor se añade la confianza. “Aunque somos tan pequeños y nos queda tan largo y tan peligroso camino, ¿qué temeremos teniendo tales custodios? Fieles son, prudentes son, poderosos son. Siempre, pues, que vieres levantarse alguna tentación, amenazar alguna tribulación, invoca a tu guarda, a tu conductor, al protector que Dios te asignó para el tiempo de la necesidad y de la tribulación. No duerme, aunque por breve tiempo disimule alguna vez; no sea que con peligro salgas de sus manos si ignoras que ellas te sustentan.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.