25 de octubre de 2015 – TO - DOMINGO
XXX – Ciclo B
Maestro que yo
pueda ver
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta
Jeremías 31, 7-9
Así habla el
Señor:
¡Griten jubilosos
por Jacob, aclamen a la primera de las naciones! Háganse oír, alaben y digan: «
¡El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel!»
Yo los hago venir
del país del Norte y los reúno desde los extremos de la tierra; hay entre ellos
ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas: ¡es una gran asamblea la
que vuelve aquí!
Habían partido
llorando, pero yo los traigo llenos de consuelo; los conduciré a los torrentes
de agua por un camino llano, donde ellos no tropezarán. Porque yo soy un padre
para Israel y Efraím es mi primogénito.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 125, 1-2b. 2c-3. 4-5. 6 (R.: 3)
R. ¡Grandes
cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría!
Cuando el Señor
cambió la suerte de Sión,
nos parecía que
soñábamos:
nuestra boca se
llenó de risas
y nuestros labios,
de canciones.
Hasta los mismos
paganos decían:
«¡El Señor hizo
por ellos grandes cosas!»
¡Grandes cosas
hizo el Señor por nosotros
y estamos
rebosantes de alegría!
¡Cambia, Señor,
nuestra suerte
como los torrentes
del Négueb!
Los que siembran
entre lágrimas
cosecharán entre
canciones.
El sembrador va
llorando
cuando esparce la
semilla,
pero vuelve
cantando
cuando trae las
gavillas.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta a los
Hebreos 5, 1-6
Todo Sumo
Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir en favor de
los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios, a fin de
ofrecer dones y sacrificios por los pecados. El puede mostrarse indulgente con
los que pecan por ignorancia y con los descarriados, porque él mismo está
sujeto a la debilidad humana. Por eso debe ofrecer sacrificios, no solamente
por los pecados del pueblo, sino también por sus propios pecados. Y nadie se
arroga esta dignidad, si no es llamado por Dios como lo fue Aarón.
Por eso, Cristo no
se atribuyó a sí mismo la gloria de ser Sumo Sacerdote, sino que la recibió de
aquel que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Como también dice
en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Marcos 10, 46-52
Cuando Jesús salía
de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de
Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse
de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten
piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más
fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!»
Jesús se detuvo y
dijo: «Llámenlo.»
Entonces llamaron
al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! El te llama.»
Y el ciego,
arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. Jesús le
preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»
El le respondió:
«Maestro, que yo pueda ver.»
Jesús le dijo:
«Vete, tu fe te ha salvado.» En seguida comenzó a ver y lo siguió por el
camino.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Vivimos en una sociedad que busca
constantemente captar nuestra atención. Las cosas, los gustos, los deseos, los
anhelos se nos imponen hasta con violencia de tal suerte que no tenemos
necesidad de buscar y descubrir. Todo se presenta delante de nosotros de modo
atrayente con una fuerza irresistible y sin darnos cuenta, esas cosas nos van
determinando. No somos conscientes que se han atrofiado de tal modo nuestras
pupilas que ni siquiera sabemos ver lo que vemos, porque solo vemos lo que
aparece superficialmente. Es tanto lo que tenemos ante los ojos, que se hace
casi imposible que nos demos cuenta de lo esencial: de aquello que en boca del
principito es invisible a los ojos.
Lo que es invisible no se impone,
debemos buscarlo y descubrirlo. Cegados por la lluvia de cosas, olvidamos
que éstas no agotan nuestras aspiraciones. Cuando nos hicimos incapaces
de percibir lo invisible y esencial nos transformamos en el “ciego que no
quiere” ver del refrán popular.
También, el otro refrán popular: “ojos que
no ven corazón que no siente podemos parafrasearlo diciendo: el corazón siente
lo que los ojos ven… y ahí está la tragedia: no ser capaces de ver lo
invisible, de ver con el corazón.
***
El profeta Jeremías consuela a su pueblo
anunciándole que Dios se ocupa de los más débiles, de los desvalidos, que Él
mismo recogerá y ayudará a los discapacitados a regresar a su tierra. Los
cojos, los ciegos, todos aquellos que socialmente no cuentan son motivo de la
preocupación de Dios. La insistencia de los profetas apuntará a que el pueblo
descubra que los criterios de Dios son muy diferentes a los de los humanos. La
marcha de la historia de la salvación no se deberá a los «grandes» humanamente
porque los ojos de Dios están fijos e inmutables en los que no cuentan para
nadie.
***
El autor de la carta a los Hebreos aclara
en qué consiste el sacerdocio de Cristo y su dignidad. Lo hace destacando dos
rasgos fundamentales que caracterizaban al servicio del A. T. que se dan con
mayor perfección, en el sacerdocio de Cristo. Uno es la solidaridad con el
pueblo, de donde ha sido tomado el sacerdote y a quien éste ha de representar
delante de Dios. La experiencia de sus propias debilidades lo ayudará a no
distanciarse del pueblo siendo comprensivo. El otro rasgo es la vocación; pues
nadie puede arrogarse el honor de ser sacerdote si no ha sido llamado por Dios.
Cristo, como sacerdote es el Mediador insustituible.
***
Los cuatro domingos marcados por el
“camino hacia Jerusalén” encuentran hoy su culminación. En el evangelio de
Marcos la historia de Bartimeo “como camino del discipulado” llega a su punto
más alto. El relato, a partir de la observación de los gestos y actitudes del
mendigo ciego nos presenta un camino de fe. A diferencia de todos los
anteriores, este hombre ciego y pobre es el modelo del que sabe responder al
llamado de Jesús, y pasa de estar “sentado a la orilla del camino” a “seguirlo
por el camino”
La curación de Bartimeo ocurre después que
Jesús ha dicho que ha venido a servir, y aquí presta un servicio a pesar que
los discípulos intentan deshacerse del ciego que los está molestando.
Jesús con sus discípulos y una gran
muchedumbre están a punto de llegar a la meta de su peregrinación a Jerusalén
para celebrar la Pascua hebrea.
En la orilla del camino, aparece Bartimeo,
ciego y mendigo que se ubica en el lugar por el que deben pasar los peregrinos
porque tiene la esperanza de recibir más limosnas. Este es su “lugar de
trabajo”. Sin embargo todo se altera cuando se entera que muy cerca de él pasa
Jesús.
Clama al Señor desde su indigencia y su
clamor va aumentando gradualmente enfrentando los obstáculos de su ceguera y su
pobreza.
Es preciso anhelar la salvación, desearla, para acogerla. La salvación que Dios ofrece exige levantarse y caminar.
Es preciso anhelar la salvación, desearla, para acogerla. La salvación que Dios ofrece exige levantarse y caminar.
Clama misericordia presentándose como
pecador arrepentido, que alejado de la comunión con Dios anhela tenerla.
Se despoja de todo para alcanzar esta
misericordia. Arroja el manto que es el mayor bien de un pobre, su abrigo para
el frío, su bolsa para la limosna, su mantel para la comida.
Bartimeo pide “ver”, se abandona. La
verdadera fe es dejar “actuar” a Jesús, es la apertura total a la salvación por
la vía que Él como Maestro quiera realizar. El encuentro con Jesús cambia
radicalmente la vida de Bartimeo. Su camino de fe pasa primero por el “oír” y
de la ceguera pasa la visión. De la marginalidad en el camino pasa a ser un
nuevo discípulo que ha recibido el don de la vista y se caracteriza por su fe.
De entre todos los que Jesús ha curado a lo largo de su ministerio, este es el
único que inicia un camino de seguimiento.
A Jesús se le conoce siguiéndolo, y el
único modo de seguir a Jesús es caminando detrás de él. Caminar detrás de Jesús
no es simplemente ir con el montón; seguir a Jesús es tener los ojos muy
abiertos y el corazón dispuesto, admirarlo con los ojos y creerle por la fe.
Todos somos un poco ciegos y mendigos como
Bartimeo. Nuestra condición humana se torna muchas veces angustiosa y
dramática, porque nuestros deseos van más allá de lo que la vida en el tiempo
puede proporcionarnos y el sentido de la vida se presenta como un gran
interrogante. Muchos intentan dar respuesta engañándose con infinitos
espejismos, asegurándose con falsas garantías, pero en el fondo de esas
búsquedas estamos compadeciéndonos de nuestra propia condición, pidiendo
misericordia y que algo o alguien nos rescate.
Sólo con la luz del Evangelio podremos
iluminar el misterio de la vida. El misterio del hombre solo se esclarece a la
luz de Jesucristo. El ciego ve porque quiere ver, y esa es la gran lección del
Evangelio. Este deseo es el comienzo de su camino de fe. Para ver nos ha
llamado Jesucristo. Para ver la vida desde una perspectiva especial. La fe es
una opción libre y personal en la que se aclara el misterio de la existencia,
no al margen de la vida, sino en la vida misma. No hablando sobre Dios, sino en
el encuentro con Dios en Jesucristo. Creemos para entender más, no para
desentendernos. La luz de la fe ilumina y da sentido a la vida del hombre porque
pone claridad en el origen, de dónde venimos, y en el término, el fin de
nuestro destino. La fe ilumina de una forma más cercana y cálida la vida de
cada día individual y comunitaria: mi opción fundamental, lo que debo hacer en
cada momento, el camino justo que debo emprender con lo que tengo y lo que soy.
La fe es obediencia, es una respuesta concreta a la llamada del amor de Dios
que se manifiesta en los gestos y palabras de Cristo y que piden encarnarse en
mi vida concreta.
Por la fe comenzamos a ver todo lo que
antes no veíamos: nuestro cuerpo, nuestra inteligencia, nuestra
afectividad, nuestra potencia creadora al servicio del algo más grande, de una
vida plena que empezamos a intuir en Jesús.
El hombre de fe transforma los caminos de
la vida en rutas hacia Dios, caminos con la luz propia y permanente del corazón
que acoge el Evangelio y le encuentra sentido a todas las cosas.
La fe nos hace ver el Reino de Dios ya
llegado con Cristo, y podemos reconocer su presencia en los que aman, en los
que luchan en los que trabajan por la paz y la justicia, en los que se dan
cotidiana y silenciosamente.
Todos buscamos realizarnos como
individuos, como pueblo, como comunidad y es en esta historia humana con
sus luces y sombras donde se concreta. Dios se hace presente en nuestro hoy y
aquí para gestar una nueva humanidad. La luz de la fe nos hace descubrir los
signos de su presencia a través de los cuales podemos vislumbrar la
dirección de la historia.
Por la fe discernimos aquello viene de
Dios como valor y qué surge como producto del mundo de las tinieblas. La
fe madura nos da ese criterio y sentido de la realidad para que no nos
dejemos sepultar bajo el peso de los acontecimientos, sino para que
sepamos juzgarlos, evaluarlos, corregirlos y trasformar nuestra pequeña
historia cotidiana, y a veces aparentemente insignificante, en historia de
salvación.
Para discernir
¿Ante qué cosas me encuentro como ciego?
¿La fe, de qué modo ha iluminado momentos
de mi vida?
¿Experimento la fe como luz que me permite
discernir el paso y la llamada de Dios?
Repitamos a lo largo de este día
…Señor…que vea…
Para la lectura espiritual
“Quien ignora el esplendor de la eterna
luz, es ciego. Con todo, si ya cree en el Redentor, entonces ya está sentado a
la vera del camino. Esto, sin embargo, no es suficiente. Si deja de orar para
recibir la fe y abandona las imploraciones, es un ciego sentado a la vera del
camino pero sin pedir limosna. Solamente si cree y, convencido de la tiniebla
que le oscurece el corazón, pide ser iluminado, entonces será como el ciego que
estaba sentado en la vera del camino pidiendo limosna.
Quienquiera que reconozca las tinieblas de
su ceguera, quienquiera que comprenda lo que es esta luz de la eternidad que le
falta, invoque desde lo más íntimo de su corazón, grite con todas las energías
de su alma, diciendo: ‘Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí’.
[...] Es tiempo de escuchar lo que fue
hecho al ciego que pedía la vista o, también, lo que él mismo hizo. Dice
todavía el Evangelio: ‘Luego él recuperó la vista y se puso a seguir a Jesús’.
Ve y sigue a quien realiza el bien que conoció; ve pero no sigue aquel que
igualmente conoce el bien, pero no se dedica a realizarlo.
Si, pues, hermanos carísimos, ya conocemos
la ceguera de nuestro peregrinar; si, con la fe en el misterio de nuestro
Redentor, ya estamos sentados en la vera del camino; si, con una oración
contínua, ya pedimos la luz a nuestro creador; si, además de eso, después de la
ceguera, por el don de la fe que penetra la inteligencia, fuimos iluminados,
esforcémonos por seguir con las obras a aquel Jesús que conocemos con la
inteligencia. Observemos hacia donde el Señor se dirige e, imitándolo, sigamos
sus pasos. En efecto, sólo sigue a Jesús quien lo imita”
San Gregorio Magno, Homil. in Ev. 2, 2.8)
Para rezar
Canción de San Juan de la Cruz
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
mi alma en el más profundo centro!;
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
que tiernamente hieres
mi alma en el más profundo centro!;
pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!,
que la vida eterna sabe
y toda deuda paga;
matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!,
que la vida eterna sabe
y toda deuda paga;
matando, muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores,
calor y luz dan junto a su Querido!
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores,
calor y luz dan junto a su Querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!
LECTIO DIVINA
Maestro, que yo
pueda ver
+ Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Marcos 10, 46-52
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar:
Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo -Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar:
« ¡Jesús, Hijo de David,
ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba
más fuerte: « ¡Hijo de David, ten piedad de mí!»
Jesús se
detuvo y dijo: «Llámenlo».
Entonces
llamaron al ciego y le dijeron: « ¡Animo, levántate! Él te llama».
Y el ciego,
arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le
preguntó: « ¿Qué quieres que haga por ti?»
Él le
respondió: «Maestro, que yo pueda ver».
Jesús le
dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el
camino.
Palabra del Señor.
Palabra del Señor.
1. LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Guías para la lectura:
Jesús y sus discípulos
están cada vez esta más cerca de Jerusalén y el camino es el espacio que él
aprovecha para formar a sus discípulos. El evangelio meditado esta vez nos
ubica en Jericó, es decir, a unos 80 kilómetros de Jerusalén.
Un primer elemento a tener
en cuenta en este relato de curación, es el lugar donde se encuentra Bartimeo:
“al lado del camino”. El “camino” es mencionado en varias ocasiones en el
evangelio de Marcos, no solamente porque todo el evangelio muestra a
Jesús en un constante movimiento, sino porque es el camino el lugar escogido por
Jesús para anunciar el Reino de Dios y formar a sus discípulos. Bartimeo, el
mendigo ciego, está al margen de la escuela de Jesús.
Aparentemente, su ceguera
le impide ser su discípulo y experimentar la cercanía de Dios.
La forma de ver la
enfermedad en aquellos tiempos nos permite comprender la reacción de la gente y
el alcance de los gestos y palabras de Jesús. La enfermedad se veía como
resultado del pecado, es decir, una persona que nacía o contraía enfermedades,
o tenía discapacidades como los ciegos, cojos, leprosos eran rechazados
por muchas personas. La condición de mendigo de Bartimeo (v.47), así como la
insistencia de la gente para que se calle (v. 48) remarcan su marginación
social.
Jesús va contra la
corriente social y religiosa de su tiempo e integra a Bartimeo a la experiencia
de salvación , a la condición de un hombre integralmente sano y a su dignidad
en el marco de la comunidad judía, como lo hace también con la hemorroísa
(Mc 5,25-34), el endemoniado de Gerasa (5, 1-20); los enfermos de Genesaret (6,
53-56); la siro-fenicia (7, 24-30); el ciego en Betsaida (8,22-25) y los niños
pequeños (10,13-16).
El grito insistente de
Bartimeo no es sólo la súplica del enfermo que quiere ser sanado ni del pobre
que clama por justicia, es la confesión pública de la identidad mesiánica
de Jesús y de su misión redentora.
El relato de curación se
convierte en un relato de vocación cuando Jesús lo escucha, lo sana y le
permite seguirlo por el camino. La reacción del ciego refuerza el llamado del
Maestro: deja el manto, instrumento que le servía para colectar la limosna, y
da un salto para acudir al encuentro de Jesús.
Es la fe en Dios la que
hace posible los milagros, es una de las constantes enseñanzas del evangelio,
el Señor desea actuar para el beneficio de la humanidad pero no actúa sin que
el ser humano esté convencido que Él lo puede hacer, sin que de corazón cada
ser humano lo solicite, por esa razón a pesar que era obvio lo que necesitaba
Bartimeo Jesús le pregunta: “Que quieres que haga por ti” (Mc 10, 50) y por eso
también es común que Jesús después de una curación use la expresión “por tu fe
has sido sanado” (v. 52).
La figura de Bartimeo como
cierre de esta sección de la formación de los discípulos deja claro cómo es
necesario para el discípulo el reconocimiento de Jesús como Mesías y el
seguimiento alegre del Maestro incluso dejando todo lo que se posee sin ningún
otro interés que obtener la Vida Eterna.
2. MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
|
· Preguntas para la meditación:
·
¿Qué cosas he hecho para llamar la atención de Jesús?
·
¿He sentido el llamado amoroso del Maestro?
·
¿He sido capaz de seguir a Jesús motivado por su amor?
3. ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL
TEXTO BÍBLICO?
|
A través de las tinieblas
que me rodean
¡condúceme Tú, siempre más
adelante!
La noche es oscura
y estoy lejos del hogar:
¡condúceme Tú, siempre más
adelante!
Guía mis pasos: no pido
ver ya
lo que se dice ver allá
abajo: un solo paso cada vez
es bastante para mí.
Yo no he sido siempre así
ni tampoco he rezado
siempre
para que Tú me condujeras.
Tú, siempre más adelante.
Deseaba escoger y ver mi
camino; pero ahora:
¡condúceme Tú, siempre más
adelante!
Ansiaba los días de
gloria, y a pesar de los temores
el orgullo dirigía mi
querer:
¡oh!, no te acuerdes de
esos años que pasaron ya.
Tu poder me ha bendecido
tan largamente
que aún sabrá conducirme
siempre más adelante
por el llano y por los
pantanos,
sobre la roca abrupta y el
bramar del torrente
hasta que la noche haya
pasado
y me sonrían en la mañana
esas caras de ángeles
que había amado hace largo
tiempo
y que durante una época
perdí.
¡Condúceme, dulce Luz!
¡Condúceme Tú, siempre más
adelante!
Cardenal John Henry Newman
4. CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO
BÍBLICO?
|
Teniendo en cuenta todo lo
que Dios te da a diario y movido por su Palabra, imagínate al lado de Jesús que
escucha tu llamado, te responde, pregunta por tus necesidades y desea ayudarte.
¿Qué sentimientos
experimentas al visualizar la actitud amorosa de Jesús?
¿Cuál crees que serían las
peticiones más fuertes que le harías a Él?
¿Qué crees que esta
pidiéndote hoy Dios?
5. ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO
BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
·
¿A qué te invita el Señor el día de hoy?
·
¿Qué pasos debes seguir para permitir que Dios sane tu corazón y tu cuerpo?
·
¿Estás dispuesto a seguir por el camino al Señor?
Gentileza Lectionautas.
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