21 de noviembre de 2015


¡No es un Dios de muertos sino de vivos!

PRIMERA LECTURA
Lectura del primer libro de los Macabeos    6, 1-13

    El rey Antíoco recorría las provincias de la meseta. Allí se enteró de que en Persia había una ciudad llamada Elimaida, célebre por sus riquezas, su plata y su oro. Ella tenía un templo muy rico, donde se guardaban armaduras de oro, corazas y armas dejadas allí por Alejandro, hijo de Filipo y rey de Macedonia, el primero que reinó sobre los griegos.
    Antíoco se dirigió a esa ciudad para apoderarse de ella y saquearla, pero no lo consiguió, porque los habitantes de la ciudad, al conocer sus planes, le opusieron resistencia. El tuvo que huir y se retiró de allí muy amargado para volver a Babilonia.
    Cuando todavía estaba en Persia, le anunciaron que la expedición contra el país de Judá había fracasado. Le comunicaron que Lisias había ido al frente de un poderoso ejército, pero había tenido que retroceder ante los judíos, y que estos habían acrecentado su poder, gracias a las armas y al cuantioso botín tomado a los ejércitos vencidos. Además, habían destruido la Abominación que él había erigido sobre el altar de Jerusalén y habían rodeado el Santuario de altas murallas como antes, haciendo lo mismo con Betsur, que era una de las ciudades del rey.
    Al oír tales noticias, el rey quedó consternado, presa de una violenta agitación, y cayó en cama enfermo de tristeza, porque las cosas no le habían salido como él deseaba. Así pasó muchos días, sin poder librarse de su melancolía, hasta que sintió que se iba a morir. Entonces hizo venir a todos sus amigos y les dijo: «No puedo conciliar el sueño y me siento desfallecer. Yo me pregunto cómo he llegado al estado de aflicción y de amargura en que ahora me encuentro, yo que era generoso y amado mientras ejercía el poder. Pero ahora caigo en la cuenta de los males que causé en Jerusalén, cuando robé los objetos de plata y oro que había allí y mandé exterminar sin motivo a los habitantes de Judá. Reconozco que por eso me suceden todos estos males y muero de pesadumbre en tierra extranjera.» 
Palabra de Dios. 

SALMO    
Sal 9, 2-3. 4 y 6. 16 y 19 (R.: 15b) 
R.    Me alegraré por tu victoria, Señor.

    Te doy gracias, Señor, de todo corazón
    y proclamaré todas tus maravillas.
    Quiero alegrarme y regocijarme en ti,
    y cantar himnos a tu Nombre, Altísimo. R.

    Cuando retrocedían mis enemigos,
    tropezaron y perecieron delante de ti.
    Escarmentaste a las naciones,
    destruiste a los impíos
    y borraste sus nombres para siempre. R.

    Los pueblos se han hundido en la fosa que abrieron,
    su pie quedó atrapado en la red que ocultaron.
    Porque el pobre no será olvidado para siempre
    ni se malogra eternamente la esperanza del humilde. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    20, 27-40

    Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
    Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
    Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él.»
    Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien.» Y ya no se atrevían a preguntarle nada. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

En el pasaje del libro de Los Macabeos que se lee hoy se describe el final de la vida de Antíoco como momento de gran turbación interior.
Antíoco IV había hecho una expedición a Oriente para conseguir dinero pero no pudo alcanzar su propósito. Conocedor del tesoro de un templo de Elimaida en la región montañosa de Elam, al norte del golfo Pérsico, intentó en vano apoderarse de él. Durante su regreso a Babilonia le llegan noticias nada favorables de los acontecimientos de Palestina.
Al conocer el fracaso de la helenización y las derrotas de sus ejércitos, quedó el rey consternado y cayó en cama, enfermo de pesadumbre sintió que iba a morir; llamó a sus amigos y les dijo que había sido bueno y amado mientras fue poderoso, pero que ahora caía en la cuenta de los males que había hecho en Jerusalén.
Nuestro autor siguiendo la costumbre de los historiadores de la época, antes de morir pone un discurso en boca del rey que es un examen de conciencia y una especie de “confesión” reconociendo que por las atrocidades que ha cometido le han sobrevenido los males presentes y muere de profunda pesadumbre en tierra extraña.
Su enfermedad y su muerte han sido interpretadas por los judíos como un castigo divino. Nadie se ríe de Dios, impunemente.
***
Los saduceos eran unos personajes importantes en la vida política del país, pertenecían más a un partido político que a una secta religiosa. Eran los “colaboracionistas” de la ocupación romana de Palestina. No admitían más autoridad que la doctrina consignada en el Pentateuco, razón por la que negaban la resurrección de los cuerpos, ya que en estos libros no se dice nada al respecto.
Un grupo de saduceos se acerca al Maestro para ponerle una dificultad, con el ánimo de hacerlo quedar en ridículo. Inventan una historia extraña, pero posible.
La pregunta se basa en la “ley del levirato”, según la cual, cuando un israelita moría sin hijos; su hermano quedaba obligado a tener uno, con la viuda, que llevaría el nombre del difunto; de ese modo se perpetuaba la familia.
Pero lo que más preocupaba a los saduceos, que no creían en la resurrección, era la repartición de los bienes el día de la resurrección. Para ellos, el sentido de la vida futura se reducía a saber quién se quedaba con las propiedades y a quién le correspondían las ventajas conyugales. Para ellos la vida humana, no existe más allá de las implicaciones económicas y legales de la historia. Con estas preocupaciones en mente, se acercan a Jesús y le piden la opinión sobre un problema que sólo revelaba una mentalidad demasiado endurecida y sin espacio para la novedad. Los fariseos en oposición a los saduceos se representaban la vida de los resucitados como simple continuación de su vida terrestre.
La respuesta de Jesús, deja en claro, que el estado del hombre resucitado no es un calco del estado presente. Jesús niega que el matrimonio continúe en la otra vida. La procreación es necesaria en este mundo. Jesús entiende la resurrección como una vida de otro tipo, y los que entran en ella ya no pueden morir, viven de manera distinta, sin matrimonio. La nueva situación se define por el hecho de que “participan en la resurrección” de Jesucristo.
Se trata por tanto, de una condición nueva, la del Espíritu, imposible de enmarcar dentro de las coordenadas de espacio y de tiempo: «por haber nacido de la resurrección, serán hijos de Dios». La promesa hecha a los Patriarcas sigue vigente. Para Jesús no tiene sentido una religión de muertos, porque Dios no es un Dios de muertos sino de vivos.
San Ireneo afirmaba que “la gloria de Dios es que el ser humano viva”. Sobre cada ser humano que viene a este mundo, Dios pronuncia una palabra de amor irrevocable, un llamado a la vida con mayúscula. La vida eterna es la culminación de este proyecto de Dios que anticipamos ahora. Por eso, todas las formas de muerte: la violencia, la tortura, la persecución, el hambre son desfiguraciones de la voluntad de Dios.
La certeza de la vida eterna alimenta nuestro diario caminar con la esperanza. Esperanza que mueve al cristiano a valorar toda su existencia y a tener motivaciones sólidas y profundas para transformar la realidad, para hacerla conforme al proyecto de Dios.
Mientras vamos por el mundo, quienes creemos en Cristo, no podemos olvidar que nuestra mirada tiene que estar puesta en llegar a donde ya el Señor nos ha precedido. La esperanza en la vida eterna no es un soporífero, con el que nos drogamos para dejar que el mundo vaya a la deriva. Por el contrario, la esperanza en el cielo es lo que mueve al creyente para hacer posible la vida de todos, hasta llegar a la plenitud de la vida eterna. La Iglesia, que peregrina hacia la casa del Padre, se toma en serio el mundo y la vida de los hombres. Y se pone incondicionalmente a su servicio.
Porque se cree en la Vida Grande, tenemos una escala de valores y fidelidades; porque se espera La Vida para siempre en Dios, se ama, se lucha, se busca la alegría, se procura salir de la mediocridad y la chatura, se valora todo lo que es humano, noble y justo. La vida del hombre de fe adquiere sentido a partir de una vida plena, iniciada ya ahora, en la que cada uno camina con propia responsabilidad. Esta es la garantía más grande ante los hombres, de la seriedad de la fe en la vida eterna.

Para discernir

¿Dónde se apoya nuestra esperanza?
¿Qué imagen tenemos de la vida futura?
¿Cómo nos preparamos para la vida de resucitados?

Repitamos a lo largo de este día

…Creo Jesús que eres la Resurrección y la Vida…

Para la lectura espiritual

«No es Dios de muertos, sino de vivos»

…” El cuerpo es precioso a los ojos de Dios, es el preferido entre todas sus obras, así pues es normal que quiera salvarlo… ¿No sería absurdo que lo que creó con tanto mimo, que lo que el Creador considera como la cosa más preciosa de todo lo creado, quede reducido a nada?
Cuando un escultor o un pintor quieren que su obra permanezca a fin de que sirva para su gloria, la restaura cuando se ha estropeado. ¿Y Dios vería su bien, su obra, volver a la nada, dejar de existir? Nosotros llamaríamos «obrero de lo inútil» al que construyera una casa para derruirla seguidamente o para dejarla que se estropeara siendo así que podría volver a levantarla. De la misma manera ¿no acusaríamos a Dios de crear el cuerpo inútilmente? Pero no, el Inmortal no es así; ¡aquel que por su naturaleza es el Espíritu del universo no podría ser tan insensato!…En verdad, Dios ha llamado al cuerpo a renacer y le ha prometido la vida eterna.
Porque donde se anuncia la buena noticia de la salvación del hombre, ésta se refiere también al cuerpo. En efecto ¿qué es el hombre sino un ser viviente dotado de inteligencia, compuesto de alma y cuerpo? ¿El alma, ella sola, es el hombre? No, es tan sólo el alma de un hombre. ¿Se llamará «hombre» al cuerpo? No, se dice que es el cuerpo de un hombre. Si pues, ninguno de estos dos elementos él solo no es el hombre, es a la unión de los dos al que se llama «hombre». Así pues, es a este hombre que Dios ha llamado a la vida y a la resurrección, y no tan solo a un parte del mismo sino al hombre entero, es decir al alma al cuerpo. ¿No sería, pues, absurdo, siendo que existen los dos según y en la misma realidad, que uno se salve y el otro no?”… 
San Justino (hacia 100.160), filósofo y mártir
Tratado sobre la Resurrección, 8

Para rezar

Nos has dado nueva vida 
Te damos gracias, Señor,
por la vida que hemos recibido de Ti.
Te damos gracias por los frutos de los creyentes,
que unidos a Ti,
hacen nuestro mundo más humano
y ponen las huellas de tu presencia entre nosotros.
Te damos gracias, Jesús,
por aceptarnos en tu cercanía;
porque no te echas atrás
y quieres que nos unamos a Ti;
Vid verdadera,
nosotros, que somos sarmientos de otro arbusto.
¡Cómo podríamos dar frutos de novedad
si la savia que pusiste en nosotros
no corriera por nuestras vidas!
Gracias, por haber convertido nuestra esterilidad
en fecundidad.
Gracias, por esta unión tan estrecha con nosotros
que nos permite decir:
tu vida es nuestra vida.

21 de noviembre - LA PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Lectura de la profecía de Zacarías    2, 14-17

    Grita de júbilo y alégrate, hija de Sión: porque yo vengo a habitar en medio de ti -oráculo del Señor- .Aquel día, muchas naciones se unirán al Señor: ellas serán un pueblo para él y habitarán en medio de ti. ¡Así sabrás que me ha enviado a ti el Señor de los ejércitos!
    El Señor tendrá a Judá como herencia, como su parte en la Tierra santa, y elegirá de nuevo a Jerusalén. ¡Que callen todos los hombres delante del Señor, porque él surge de su santa Morada! 
Palabra de Dios.

SALMO    
Lc 1, 46-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: 49) 
R.    El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas. Su nombre es santo.

    O bien:

Eres feliz, Virgen María, tú que llevaste en tu seno al Hijo del Padre eterno.

    Mi alma canta la grandeza del Señor,
    y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador. R.

    Porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora.
    En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
    porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
    ¡su Nombre es santo! R.

    Su misericordia se extiende de generación en generación
    sobre aquellos que lo temen.
    Desplegó la fuerza de su brazo,
    dispersó a los soberbios de corazón. R.

    Derribó a los poderosos de su trono
    y elevó a los humildes.
    Colmó de bienes a los hambrientos
    y despidió a los ricos con las manos vacías. R.

    Socorrió a Israel, su servidor,
    acordándose de su misericordia,
    como lo había prometido a nuestros padres,
    en favor de Abraham
    y de su descendencia para siempre. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    12, 46-50

    Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte.»
    Jesús le respondió: « ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

El 20 de noviembre del 543, tuvo lugar en Jerusalén la dedicación de la basílica de Santa María la Nueva, erigida sobre la colina de Sión, ante la explanada del templo. Las Iglesias de Oriente han ligado a esta dedicación el recuerdo de la «Entrada en el Templo de la Santísima Madre de Dios», que recogen las narraciones antiguas.
Desde siempre, y al estilo de cada época, a los niños o a los adolescentes se los ha presentado en comunidad para dejar constancia de la pertenencia de ellos al grupo. Inclusive religiosamente, el bautismo cristiano es una primera presentación: el abrirle la puerta de la fe al nuevo miembro.
Cuenta la tradición que por aquellos tiempos también se daban las presentaciones en el templo, y que Ana y Joaquín acudieron al lugar para ofrecer a su muchachita al Todopoderoso. Es lo que hoy celebra, como fiesta, la Iglesia.
La presentación de María en el templo no está narrada en ningún texto de la Sagrada Escritura; de él, sin embargo, hablan abundantemente y con muchos detalles algunos escritos apócrifos…Según el texto apócrifo del llamado “Proto-evangelio de Santiago, la Virgen habría nacido en Jerusalén; sus padres, llamados Joaquín y Ana, la habrían concebido ya ancianos después de muchas súplicas a Yahvé a causa de la esterilidad; la habrían ofrecido al Señor y la habrían presentado, niña aún, en el templo, para que viviera allí su infancia.
En esta versión encontramos una hermosa leyenda en la que se describe poéticamente la presentación de la pequeña María en el Templo de Jerusalén: “El sacerdote la acogió, la besó, la bendijo y la sentó en el tercer escalón del altar. Y ella danzó sobre sus piececitos y toda la casa de Israel comenzó a quererla. Sus padres se marcharon admirados.  María era alimentada en el Templo como una paloma y recibía el alimento por manos de un ángel”.
La fiesta mariana de hoy, nació de esta tradición popular. Pero más allá de la leyenda encontramos buenos motivos para comprender mejor el misterio de María y también el nuestro.
Una acción de gracias al Dios de la vida. San Joaquín y Santa Ana le agradecen a Dios el don de la vida de su hija, mediante el rito de la presentación en el Templo. Es lo mismo que María hará con su propio hijo Jesús, cuando al llevarlo al Templo de Jerusalén, ella dé gracias públicamente por el don de su maternidad y por el don de la vida nueva que ha venido al mundo.
Una consagración de esta vida a Dios para vivir en sintonía con su querer. En la presentación en el Templo, a la acción de gracias, le sigue un acto de consagración, de ofrecimiento de la vida a Dios. Por encima del acontecimiento que puede servir como soporte a esta festividad, María aparece hoy la Purísima, «la fuente perpetuamente manante del amor», “el templo espiritual de la santa gloria de Cristo nuestro Dios” (Liturgia bizantina)
Se trata de una hermosa y devota creación, que compendia rasgos salientes del Antiguo Testamento. La avanzada edad de los progenitores cuadra bien con los orígenes de la que verdaderamente es “don de Dios”; más todavía que Isaac para el longevo Abraham y que los hijos de Raquel.
El voto de los padres de entregar a su hija al servicio exclusivo de Dios, actualiza el gesto de Ana, madre de Samuel, que después de dar a luz a su hijo, de forma milagrosa, lo dedica totalmente al templo de Silo. A los tres años, por otra parte, tenía lugar el destete, según II Mac 7, 27. En María, Israel ha dado por fin la respuesta fiel, que Dios esperaba desde siempre al compromiso de la alianza. Con María nace la Iglesia de Cristo y se realiza como comunidad consagrada al Señor. Su respuesta: “Soy la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38), son el eco fiel del ofrecimiento que el “Siervo de Dios” hará de su vida al Padre: “He aquí que vengo…para hacer, oh Dios, tu voluntad” (Hebr 10, 7 citando el Sal 40, 8 – 9).
María, mucho mejor que el templo de Salomón, alberga al hijo de Dios en su seno; anticipando la vocación de los creyentes y de la Iglesia, templo del Dios viviente, que se encuentra en espera de la Jerusalén celestial; donde ya no habrá templo, puesto que Dios habita allí para siempre. A esto apunta la primera lectura del profeta Zacarías, escogida para esta liturgia: “Grita y alégrate, hija de Sión, porque yo vengo a habitar en medio de ti” (Zac 2, 14). Naciones numerosas se adherirán al Señor y Él habitará en medio de su pueblo. La fiesta de la Entrada, o la Presentación, de la Madre de Dios en el Templo, es la que celebra el fin del “Templo de piedra” en Jerusalén como la morada de Dios. Cuando la niña María entra al templo, la época del templo llega a su fin, y se revela el “preludio de la buena voluntad de Dios”. En este festejo celebramos, en la persona de la Madre de Cristo Dios, que nosotros también somos templo y morada del Señor.
La Presentación de María, como se dice en Occidente, es el símbolo de la consagración que la Virgen Inmaculada hizo de sí misma al Señor en los albores de su vida consciente. Hoy contemplamos la dedicación total de María a la voluntad de Dios. Por eso es que hoy leemos en el evangelio la definición que Jesús da de su propia familia: “Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt 12,50).
María es plenamente la Madre de Jesús, no solamente porque lo llevó nueve meses en su vientre, porque lo dio a luz, porque lo alimentó y lo educó, sino porque ella escuchó y obedeció con una dedicación total su Palabra, porque esta Palabra fue el fuego que ardió en su corazón y le indicó la ruta de su proyecto de vida.
Durante toda su vida, desde la presentación en el Templo como ofrenda viviente al Señor y desde aquél día en que con su “sí” aceptó ser la Madre de Jesús, hasta la dramática experiencia del Calvario, María fue signo de la adhesión, de la fidelidad, de la consagración total a la voluntad de Dios.
De esta forma el misterio de María no se agota en ella misma sino que ilumina profundamente la vida de “todo” aquel que como ella viva un serio camino de discipulado. Porque María, por su consagración total a la voluntad de Dios, es el primer y más claro ejemplo del cumplimiento de las palabras de Jesús que escuchamos hoy, ella es también verdaderamente la “Madre” de la nueva familia de Jesús. María fue la primera y mejor cumplidora de la voluntad divina, cuando respondió: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38) y al proponer sin vacilar, pese a un aparente rechazo en Caná: “Hagan todo lo que Él les diga”. Jn 2, 5.
Este trozo de Mateo, entonces, lejos de significar un rechazo de María, en labios de su propio Hijo, revela a plena luz el gran papel de esta Madre en los planes de Dios: fue elegida para ser madre de muchos hermanos, que por la fe y la obediencia, darían constantemente nueva carne al Hijo que ella presentó al mundo.
He ahí la gran enseñanza de María para la Iglesia en este tiempo: haber sido reconocida por su Hijo como cumplidora de la Palabra, pero también, su gran invitación: tratar de ser reconocidos nosotros por lo mismo. Cumplir la Palabra es el gran mensaje de hoy, en esta Fiesta de la Presentación de María. Será necesario mirar a fondo nuestro caminar, para encontrar nuevas opciones para cumplirla.

Para la lectura espiritual

…”María se consagra para siempre al servicio de Dios, y si sale del Templo es solamente porque Ella es el templo vivo en que debe habitar Jesús. ¿No es verdad acaso que te has presentado alguna vez a Dios para servirlo? Pero, cobarde de tí, pronto te has cansado de servir a un Señor tan bueno: te has retractado, con tus acciones, de la promesa que le habías hecho! Virgen Santa, preséntame a tu Hijo muy amado; quiero ser todo de Él hasta el fin de mi vida. En un cristiano, no es el comienzo, sino el fin lo que merece elogios”…

San Jerónimo.

LECTIO DIVINA

No es un Dios de muertos, sino de vivientes

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     20, 27-40

Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.
El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él.»
Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien.»
Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
Palabra del Señor.

LECTURA -  ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Guías para la lectura:

Ahora los saduceos, el partido de la aristocracia sacerdotal,  cuestionan a Jesús. Se diferencian de los fariseos porque, entre otras cosas, niegan la resurrección de los muertos.
Para ridiculizar la creencia en la resurrección, le presentan a Jesús un caso hipotético basado en “la ley del levirato”, ley del Antiguo Testamento (Dt 25, 5-6) que ordena que si un hombre muere sin hijos, para evitar que su herencia pase a la familia de su mujer, la viuda debe casarse con el hermano del difunto. Si cumpliendo esta ley, una mujer se casa en forma sucesiva con varios de los hermanos de su esposo difunto, “en la resurrección de los muertos, ¿de cuál de ellos será esposa?”
Jesús les responde que están en un error cuando niegan la vida después de la muerte física. Dios sigue siendo fiel, aún después de la muerte de cada persona, por eso es ahora y siempre el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y por esto los patriarcas viven.
Además, Jesús les demuestra que la pregunta que han planteado es errónea. Ellos hablan como si la resurrección fuera continuación de la vida terrenal, pero no es así, porque los resucitados vivirán en otras condiciones de vida, como los ángeles en el cielo.
Por eso, los que optan por no casarse están reflejando en cierta forma lo que será la vida en la resurrección.

MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la meditación:

¿Cuál fue la intención de los saduceos al hacer la pregunta? ¿duda genuina? ¿búsqueda de contradicción? ¿deseo de que Jesús se ponga de su lado en su disputa escatológica con los fariseos?
¿Por qué los saduceos no podían comprender el sentido de la vida eterna del que hablaba Jesús?
¿Por qué luego de la respuesta de Jesús, los escribas no se atrevían a preguntarle nada?

ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su Único hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos. Subió a los cielos, y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?

Repetimos y reflexionamos
ALELUIA     Cf. 2Tim 1, 10b

Aleluia.
Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte
e hizo brillar la vida mediante la Buena Noticia.
Aleluia.

ACCIÓN -  ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?

Preguntas para la acción:

¿Tengo “teorías propias” sobre la vida eterna o aprendo de las enseñanzas de Jesús?
¿Busco a veces que los dichos de Jesús en su Palabra avalen una postura religiosa mía que está en diferencia con la de otro hermano?
¿De qué manera los dichos de Jesús sobre la vida eterna me dan esperanza, fe y paz?

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