¡No es un Dios de muertos sino de vivos!
PRIMERA LECTURA
Lectura del primer libro de los
Macabeos 6, 1-13
El rey Antíoco recorría las
provincias de la meseta. Allí se enteró de que en Persia había una ciudad
llamada Elimaida, célebre por sus riquezas, su plata y su oro. Ella tenía un
templo muy rico, donde se guardaban armaduras de oro, corazas y armas dejadas
allí por Alejandro, hijo de Filipo y rey de Macedonia, el primero que reinó
sobre los griegos.
Antíoco se dirigió a esa
ciudad para apoderarse de ella y saquearla, pero no lo consiguió, porque los
habitantes de la ciudad, al conocer sus planes, le opusieron resistencia. El
tuvo que huir y se retiró de allí muy amargado para volver a Babilonia.
Cuando todavía estaba en
Persia, le anunciaron que la expedición contra el país de Judá había fracasado.
Le comunicaron que Lisias había ido al frente de un poderoso ejército, pero
había tenido que retroceder ante los judíos, y que estos habían acrecentado su
poder, gracias a las armas y al cuantioso botín tomado a los ejércitos
vencidos. Además, habían destruido la Abominación que él había erigido sobre el
altar de Jerusalén y habían rodeado el Santuario de altas murallas como antes,
haciendo lo mismo con Betsur, que era una de las ciudades del rey.
Al oír tales noticias, el rey
quedó consternado, presa de una violenta agitación, y cayó en cama enfermo de
tristeza, porque las cosas no le habían salido como él deseaba. Así pasó muchos
días, sin poder librarse de su melancolía, hasta que sintió que se iba a morir.
Entonces hizo venir a todos sus amigos y les dijo: «No puedo conciliar el sueño
y me siento desfallecer. Yo me pregunto cómo he llegado al estado de aflicción
y de amargura en que ahora me encuentro, yo que era generoso y amado mientras
ejercía el poder. Pero ahora caigo en la cuenta de los males que causé en
Jerusalén, cuando robé los objetos de plata y oro que había allí y mandé
exterminar sin motivo a los habitantes de Judá. Reconozco que por eso me
suceden todos estos males y muero de pesadumbre en tierra extranjera.»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 9, 2-3. 4 y 6. 16 y 19 (R.: 15b)
R. Me alegraré por tu victoria,
Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo
corazón
y proclamaré todas tus
maravillas.
Quiero alegrarme y regocijarme
en ti,
y cantar himnos a tu Nombre,
Altísimo. R.
Cuando retrocedían mis
enemigos,
tropezaron y perecieron
delante de ti.
Escarmentaste a las naciones,
destruiste a los impíos
y borraste sus nombres para
siempre. R.
Los pueblos se han hundido en
la fosa que abrieron,
su pie quedó atrapado en la
red que ocultaron.
Porque el pobre no será
olvidado para siempre
ni se malogra eternamente la
esperanza del humilde. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 20, 27-40
Se acercaron a Jesús algunos
saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha
ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para
darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El
primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y
luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente,
también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya
que los siete la tuvieron por mujer?»
Jesús les respondió: «En este
mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de
participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden
morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de
la resurrección.
Que los muertos van a
resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama
al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no
es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él.»
Tomando la palabra, algunos
escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien.» Y ya no se atrevían a
preguntarle nada.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
En el pasaje del libro de Los Macabeos que se lee hoy
se describe el final de la vida de Antíoco como momento de gran turbación
interior.
Antíoco IV había hecho una expedición a Oriente para
conseguir dinero pero no pudo alcanzar su propósito. Conocedor del tesoro de un
templo de Elimaida en la región montañosa de Elam, al norte del golfo Pérsico,
intentó en vano apoderarse de él. Durante su regreso a Babilonia le llegan
noticias nada favorables de los acontecimientos de Palestina.
Al conocer el fracaso de la helenización y las
derrotas de sus ejércitos, quedó el rey consternado y cayó en cama, enfermo de
pesadumbre sintió que iba a morir; llamó a sus amigos y les dijo que había sido
bueno y amado mientras fue poderoso, pero que ahora caía en la cuenta de los
males que había hecho en Jerusalén.
Nuestro autor siguiendo la costumbre de los
historiadores de la época, antes de morir pone un discurso en boca del rey que
es un examen de conciencia y una especie de “confesión” reconociendo que por
las atrocidades que ha cometido le han sobrevenido los males presentes y muere
de profunda pesadumbre en tierra extraña.
Su enfermedad y su muerte han sido interpretadas por
los judíos como un castigo divino. Nadie se ríe de Dios, impunemente.
***
Los saduceos eran unos personajes importantes en la
vida política del país, pertenecían más a un partido político que
a una secta religiosa. Eran los “colaboracionistas” de la ocupación romana de
Palestina. No admitían más autoridad que la doctrina consignada en el
Pentateuco, razón por la que negaban la resurrección de los cuerpos, ya que
en estos libros no se dice nada al respecto.
Un grupo de saduceos se acerca al Maestro para ponerle
una dificultad, con el ánimo de hacerlo quedar en ridículo.
Inventan una historia extraña, pero posible.
La pregunta se basa en la “ley del levirato”, según la
cual, cuando un israelita moría sin hijos; su hermano quedaba obligado a tener
uno, con la viuda, que llevaría el nombre del difunto; de ese modo se
perpetuaba la familia.
Pero lo que más preocupaba a los
saduceos, que no creían en la resurrección, era la repartición de los
bienes el día de la resurrección. Para ellos, el sentido de la vida futura
se reducía a saber quién se quedaba con las propiedades y a quién le
correspondían las ventajas conyugales. Para ellos la vida humana, no
existe más allá de las implicaciones económicas y legales de la historia.
Con estas preocupaciones en mente, se acercan a Jesús y le piden la opinión
sobre un problema que sólo revelaba una mentalidad demasiado endurecida y sin
espacio para la novedad. Los fariseos en oposición a los saduceos se
representaban la vida de los resucitados como simple continuación de su
vida terrestre.
La respuesta de Jesús, deja en claro, que el estado
del hombre resucitado no es un calco del estado presente. Jesús niega que el
matrimonio continúe en la otra vida. La procreación es necesaria en este mundo.
Jesús entiende la resurrección como una vida de otro tipo, y los que entran en
ella ya no pueden morir, viven de manera distinta, sin matrimonio.
La nueva situación se define por el hecho de que “participan en la
resurrección” de Jesucristo.
Se trata por tanto, de una condición nueva, la
del Espíritu, imposible de enmarcar dentro de las coordenadas de espacio y
de tiempo: «por haber nacido de la resurrección, serán hijos de Dios».
La promesa hecha a los Patriarcas sigue vigente. Para Jesús no tiene sentido
una religión de muertos, porque Dios no es un Dios de muertos sino de
vivos.
San Ireneo afirmaba que “la gloria de Dios es
que el ser humano viva”. Sobre cada ser humano que viene a este
mundo, Dios pronuncia una palabra de amor irrevocable, un llamado a la
vida con mayúscula. La vida eterna es la culminación de este proyecto de
Dios que anticipamos ahora. Por eso, todas las formas de muerte: la
violencia, la tortura, la persecución, el hambre son desfiguraciones
de la voluntad de Dios.
La certeza de la vida eterna alimenta nuestro diario
caminar con la esperanza. Esperanza que mueve al cristiano a valorar toda su
existencia y a tener motivaciones sólidas y profundas para transformar la
realidad, para hacerla conforme al proyecto de Dios.
Mientras vamos por el mundo, quienes creemos en
Cristo, no podemos olvidar que nuestra mirada tiene que estar puesta en llegar
a donde ya el Señor nos ha precedido. La esperanza en la vida eterna no es
un soporífero, con el que nos drogamos para dejar que el mundo vaya a la
deriva. Por el contrario, la esperanza en el cielo es lo que mueve al creyente
para hacer posible la vida de todos, hasta llegar a la plenitud de la vida
eterna. La Iglesia, que peregrina hacia la casa del Padre, se toma en serio el
mundo y la vida de los hombres. Y se pone incondicionalmente a su servicio.
Porque se cree en la Vida Grande, tenemos una
escala de valores y fidelidades; porque se espera La Vida para
siempre en Dios, se ama, se lucha, se busca la alegría, se procura salir de la
mediocridad y la chatura, se valora todo lo que es humano, noble y justo. La
vida del hombre de fe adquiere sentido a partir de una vida plena, iniciada ya
ahora, en la que cada uno camina con propia responsabilidad. Esta
es la garantía más grande ante los hombres, de la seriedad de la fe en la vida
eterna.
Para discernir
¿Dónde se apoya nuestra esperanza?
¿Qué imagen tenemos de la vida futura?
¿Cómo nos preparamos para la vida de resucitados?
Repitamos a lo largo de este día
…Creo Jesús que eres la Resurrección y la Vida…
Para la lectura espiritual
«No es Dios de muertos, sino de vivos»
…” El cuerpo es precioso a los ojos de Dios, es el
preferido entre todas sus obras, así pues es normal que quiera salvarlo… ¿No
sería absurdo que lo que creó con tanto mimo, que lo que el Creador considera
como la cosa más preciosa de todo lo creado, quede reducido a nada?
Cuando un escultor o un pintor quieren que su obra
permanezca a fin de que sirva para su gloria, la restaura cuando se ha estropeado.
¿Y Dios vería su bien, su obra, volver a la nada, dejar de existir? Nosotros
llamaríamos «obrero de lo inútil» al que construyera una casa para derruirla
seguidamente o para dejarla que se estropeara siendo así que podría volver a
levantarla. De la misma manera ¿no acusaríamos a Dios de crear el cuerpo
inútilmente? Pero no, el Inmortal no es así; ¡aquel que por su naturaleza es el
Espíritu del universo no podría ser tan insensato!…En verdad, Dios ha llamado
al cuerpo a renacer y le ha prometido la vida eterna.
Porque donde se anuncia la buena noticia de la
salvación del hombre, ésta se refiere también al cuerpo. En efecto ¿qué es el
hombre sino un ser viviente dotado de inteligencia, compuesto de alma y cuerpo?
¿El alma, ella sola, es el hombre? No, es tan sólo el alma de un hombre. ¿Se
llamará «hombre» al cuerpo? No, se dice que es el cuerpo de un hombre. Si pues,
ninguno de estos dos elementos él solo no es el hombre, es a la unión de los
dos al que se llama «hombre». Así pues, es a este hombre que Dios ha llamado a
la vida y a la resurrección, y no tan solo a un parte del mismo sino al hombre
entero, es decir al alma al cuerpo. ¿No sería, pues, absurdo, siendo que
existen los dos según y en la misma realidad, que uno se salve y el otro no?”…
San Justino (hacia 100.160), filósofo y
mártir
Tratado sobre la Resurrección, 8
Para rezar
Nos has dado nueva vida
Te damos gracias, Señor,
por la vida que hemos recibido de Ti.
Te damos gracias por los frutos de los
creyentes,
que unidos a Ti,
hacen nuestro mundo más humano
y ponen las huellas de tu presencia entre
nosotros.
Te damos gracias, Jesús,
por aceptarnos en tu cercanía;
porque no te echas atrás
y quieres que nos unamos a Ti;
Vid verdadera,
nosotros, que somos sarmientos de otro
arbusto.
¡Cómo podríamos dar frutos de novedad
si la savia que pusiste en nosotros
no corriera por nuestras vidas!
Gracias, por haber convertido nuestra
esterilidad
en fecundidad.
Gracias, por esta unión tan estrecha con
nosotros
que nos permite decir:
tu vida es nuestra vida.
Lectura de la profecía de
Zacarías 2, 14-17
Grita de júbilo y alégrate,
hija de Sión: porque yo vengo a habitar en medio de ti -oráculo del Señor-
.Aquel día, muchas naciones se unirán al Señor: ellas serán un pueblo para él y
habitarán en medio de ti. ¡Así sabrás que me ha enviado a ti el Señor de los
ejércitos!
El Señor tendrá a Judá como
herencia, como su parte en la Tierra santa, y elegirá de nuevo a Jerusalén.
¡Que callen todos los hombres delante del Señor, porque él surge de su santa
Morada!
Palabra de Dios.
SALMO
Lc 1, 46-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: 49)
R. El Todopoderoso ha hecho en
mí grandes cosas. Su nombre es santo.
O bien:
Eres feliz, Virgen María, tú que llevaste en tu seno
al Hijo del Padre eterno.
Mi alma canta la grandeza del
Señor,
y mi espíritu se estremece de
gozo en Dios, mi Salvador. R.
Porque el miró con bondad la
pequeñez de su servidora.
En adelante todas las
generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha
hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo! R.
Su misericordia se extiende de
generación en generación
sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su
brazo,
dispersó a los soberbios de
corazón. R.
Derribó a los poderosos de su
trono
y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los
hambrientos
y despidió a los ricos con las
manos vacías. R.
Socorrió a Israel, su
servidor,
acordándose de su
misericordia,
como lo había prometido a
nuestros padres,
en favor de Abraham
y de su descendencia para
siempre. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 12, 46-50
Jesús estaba hablando a la
multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de
hablar con él. Alguien le dijo: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y
quieren hablarte.»
Jesús le respondió: « ¿Quién
es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y señalando con la mano a sus
discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace
la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y
mi madre.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
El 20 de noviembre del 543, tuvo lugar en Jerusalén la
dedicación de la basílica de Santa María la Nueva, erigida sobre la colina de
Sión, ante la explanada del templo. Las Iglesias de Oriente han ligado a esta
dedicación el recuerdo de la «Entrada en el Templo de la Santísima Madre de
Dios», que recogen las narraciones antiguas.
Desde siempre, y al estilo de cada época, a los niños
o a los adolescentes se los ha presentado en comunidad para dejar constancia de
la pertenencia de ellos al grupo. Inclusive religiosamente, el bautismo
cristiano es una primera presentación: el abrirle la puerta de la fe al nuevo
miembro.
Cuenta la tradición que por aquellos tiempos también
se daban las presentaciones en el templo, y que Ana y Joaquín acudieron al
lugar para ofrecer a su muchachita al Todopoderoso. Es lo que hoy celebra, como
fiesta, la Iglesia.
La presentación de María en el templo no está narrada
en ningún texto de la Sagrada Escritura; de él, sin embargo, hablan
abundantemente y con muchos detalles algunos escritos apócrifos…Según el texto
apócrifo del llamado “Proto-evangelio de Santiago, la Virgen habría nacido
en Jerusalén; sus padres, llamados Joaquín y Ana, la habrían concebido ya
ancianos después de muchas súplicas a Yahvé a causa de la esterilidad; la
habrían ofrecido al Señor y la habrían presentado, niña aún, en el templo, para
que viviera allí su infancia.
En esta versión encontramos una hermosa leyenda en la
que se describe poéticamente la presentación de la pequeña María en el Templo
de Jerusalén: “El sacerdote la acogió, la besó, la bendijo y la
sentó en el tercer escalón del altar. Y ella danzó sobre sus
piececitos y toda la casa de Israel comenzó a quererla. Sus padres se
marcharon admirados. María era alimentada en el Templo como una paloma
y recibía el alimento por manos de un ángel”.
La fiesta mariana de hoy, nació de esta tradición
popular. Pero más allá de la leyenda encontramos buenos motivos para comprender
mejor el misterio de María y también el nuestro.
Una acción de gracias al Dios de la vida. San Joaquín
y Santa Ana le agradecen a Dios el don de la vida de su hija, mediante el rito
de la presentación en el Templo. Es lo mismo que María hará con su propio hijo
Jesús, cuando al llevarlo al Templo de Jerusalén, ella dé gracias
públicamente por el don de su maternidad y por el don de la vida nueva que
ha venido al mundo.
Una consagración de esta vida a Dios para vivir en
sintonía con su querer. En la presentación en el Templo, a la acción de
gracias, le sigue un acto de consagración, de ofrecimiento de la vida a Dios.
Por encima del acontecimiento que puede servir como soporte a esta festividad,
María aparece hoy la Purísima, «la fuente perpetuamente manante del amor»,
“el templo espiritual de la santa gloria de Cristo nuestro Dios”
(Liturgia bizantina)
Se trata de una hermosa y devota creación, que
compendia rasgos salientes del Antiguo Testamento. La avanzada edad de los
progenitores cuadra bien con los orígenes de la que verdaderamente es “don
de Dios”; más todavía que Isaac para el longevo Abraham y que los
hijos de Raquel.
El voto de los padres de entregar a su hija al
servicio exclusivo de Dios, actualiza el gesto de Ana, madre de Samuel, que
después de dar a luz a su hijo, de forma milagrosa, lo dedica totalmente al
templo de Silo. A los tres años, por otra parte, tenía lugar el destete, según
II Mac 7, 27. En María, Israel ha dado por fin la respuesta fiel, que Dios
esperaba desde siempre al compromiso de la alianza. Con María nace la Iglesia
de Cristo y se realiza como comunidad consagrada al Señor. Su respuesta: “Soy
la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 38), son el
eco fiel del ofrecimiento que el “Siervo de Dios” hará de su vida
al Padre: “He aquí que vengo…para hacer, oh Dios, tu voluntad” (Hebr
10, 7 citando el Sal 40, 8 – 9).
María, mucho mejor que el templo de Salomón, alberga
al hijo de Dios en su seno; anticipando la vocación de los creyentes y de la
Iglesia, templo del Dios viviente, que se encuentra en espera de la Jerusalén
celestial; donde ya no habrá templo, puesto que Dios habita allí para
siempre. A esto apunta la primera lectura del profeta Zacarías, escogida para
esta liturgia: “Grita y alégrate, hija de Sión, porque yo vengo a
habitar en medio de ti” (Zac 2, 14). Naciones numerosas se adherirán
al Señor y Él habitará en medio de su pueblo. La fiesta de la Entrada, o la
Presentación, de la Madre de Dios en el Templo, es la que celebra el fin
del “Templo de piedra” en Jerusalén como la morada de Dios. Cuando la
niña María entra al templo, la época del templo llega a su fin, y se revela el
“preludio de la buena voluntad de Dios”. En este festejo celebramos, en la
persona de la Madre de Cristo Dios, que nosotros también somos templo y morada
del Señor.
La Presentación de María, como se dice en Occidente,
es el símbolo de la consagración que la Virgen Inmaculada hizo de sí misma al
Señor en los albores de su vida consciente. Hoy contemplamos la dedicación
total de María a la voluntad de Dios. Por eso es que hoy leemos en el evangelio
la definición que Jesús da de su propia familia: “Todo el que cumpla la
voluntad de mi Padre celestial, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mt
12,50).
María es plenamente la Madre de Jesús, no solamente
porque lo llevó nueve meses en su vientre, porque lo dio a luz, porque lo
alimentó y lo educó, sino porque ella escuchó y obedeció con una dedicación
total su Palabra, porque esta Palabra fue el fuego que ardió en su corazón y le
indicó la ruta de su proyecto de vida.
Durante toda su vida, desde la presentación en el
Templo como ofrenda viviente al Señor y desde aquél día en que con su
“sí” aceptó ser la Madre de Jesús, hasta la dramática experiencia del Calvario,
María fue signo de la adhesión, de la fidelidad, de la consagración total a la
voluntad de Dios.
De esta forma el misterio de María no se agota en ella
misma sino que ilumina profundamente la vida de “todo” aquel que como ella viva
un serio camino de discipulado. Porque María, por su consagración total a la
voluntad de Dios, es el primer y más claro ejemplo del cumplimiento de las
palabras de Jesús que escuchamos hoy, ella es también verdaderamente la “Madre”
de la nueva familia de Jesús. María fue la primera y mejor cumplidora de la
voluntad divina, cuando respondió: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc
1, 38) y al proponer sin vacilar, pese a un aparente rechazo en Caná: “Hagan
todo lo que Él les diga”. Jn 2, 5.
Este trozo de Mateo, entonces, lejos de significar un
rechazo de María, en labios de su propio Hijo, revela a plena luz el gran papel
de esta Madre en los planes de Dios: fue elegida para ser madre de muchos
hermanos, que por la fe y la obediencia, darían constantemente nueva carne al
Hijo que ella presentó al mundo.
He ahí la gran enseñanza de María para la Iglesia en
este tiempo: haber sido reconocida por su Hijo como cumplidora de la
Palabra, pero también, su gran invitación: tratar de ser reconocidos
nosotros por lo mismo. Cumplir la Palabra es el gran mensaje de hoy, en esta
Fiesta de la Presentación de María. Será necesario mirar a fondo nuestro
caminar, para encontrar nuevas opciones para cumplirla.
Para la
lectura espiritual
…”María se consagra para siempre al servicio de Dios,
y si sale del Templo es solamente porque Ella es el templo vivo en que debe
habitar Jesús. ¿No es verdad acaso que te has presentado alguna vez a Dios para
servirlo? Pero, cobarde de tí, pronto te has cansado de servir a un Señor tan
bueno: te has retractado, con tus acciones, de la promesa que le habías hecho!
Virgen Santa, preséntame a tu Hijo muy amado; quiero ser todo de Él hasta el
fin de mi vida. En un cristiano, no es el comienzo, sino el fin lo que merece
elogios”…
San Jerónimo.
LECTIO DIVINA
No es un Dios de muertos, sino de vivientes
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo
según san Lucas 20, 27-40
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección,
y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere
sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y
murió sin tener hijos.
El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y
así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la
mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la
tuvieron por mujer?»
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las
mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo
futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son
semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a
entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de
vivientes; todos, en efecto, viven para él.»
Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron:
«Maestro, has hablado bien.»
Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
Palabra del Señor.
LECTURA - ¿QUÉ DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Guías para la lectura:
Ahora los saduceos, el partido de la aristocracia sacerdotal,
cuestionan a Jesús. Se diferencian de los fariseos porque, entre otras cosas,
niegan la resurrección de los muertos.
Para ridiculizar la creencia en la resurrección, le presentan a Jesús un
caso hipotético basado en “la ley del levirato”, ley del Antiguo Testamento (Dt
25, 5-6) que ordena que si un hombre muere sin hijos, para evitar que su
herencia pase a la familia de su mujer, la viuda debe casarse con el hermano
del difunto. Si cumpliendo esta ley, una mujer se casa en forma sucesiva con
varios de los hermanos de su esposo difunto, “en la resurrección de los
muertos, ¿de cuál de ellos será esposa?”
Jesús les responde que están en un error cuando niegan la vida después
de la muerte física. Dios sigue siendo fiel, aún después de la muerte de cada
persona, por eso es ahora y siempre el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y
por esto los patriarcas viven.
Además, Jesús les demuestra que la pregunta que han planteado es errónea.
Ellos hablan como si la resurrección fuera continuación de la vida terrenal,
pero no es así, porque los resucitados vivirán en otras condiciones de vida,
como los ángeles en el cielo.
Por eso, los que optan por no casarse están reflejando en cierta forma
lo que será la vida en la resurrección.
MEDITACIÓN - ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO
BÍBLICO?
Preguntas para la meditación:
¿Cuál fue la intención de los saduceos al hacer la
pregunta? ¿duda genuina? ¿búsqueda de contradicción? ¿deseo de que Jesús se
ponga de su lado en su disputa escatológica con los fariseos?
¿Por qué los saduceos no podían comprender el sentido
de la vida eterna del que hablaba Jesús?
¿Por qué luego de la respuesta de Jesús, los escribas
no se atrevían a preguntarle nada?
ORACIÓN - ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A
PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
Creo en Dios, Padre
todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su Único
hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue
crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día
resucitó de entre los muertos. Subió a los cielos, y está sentado a la derecha
de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los
santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén.
CONTEMPLACIÓN - ¿CÓMO INTERIORIZO
EL TEXTO BÍBLICO?
Repetimos y reflexionamos
ALELUIA
Cf.
2Tim 1, 10b
Aleluia.
Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte
e hizo brillar la vida mediante la Buena Noticia.
Aleluia.
Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte
e hizo brillar la vida mediante la Buena Noticia.
Aleluia.
ACCIÓN - ¿CÓMO VOY A VIVIR EL
TEXTO BÍBLICO?
Preguntas para la acción:
¿Tengo “teorías propias” sobre la vida eterna o
aprendo de las enseñanzas de Jesús?
¿Busco a veces que los dichos de Jesús en su Palabra
avalen una postura religiosa mía que está en diferencia con la de otro hermano?
¿De qué manera los dichos de Jesús sobre la vida
eterna me dan esperanza, fe y paz?
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