15 de enero de
2015 – TO – VIERNES DE LA SEMANA I
Él tiene el
poder de perdonar los pecados
PRIMERA
LECTURA
Lectura del primer libro de
Samuel 8, 4-7. 10-22a
Se reunieron todos
los ancianos de Israel y acudieron a Samuel en Ramá. «Tú ya eres viejo, le
dijeron, y tus hijos no siguen tus pasos. Ahora danos un rey para que nos
gobierne, como lo tienen todas las naciones.»
A Samuel le
disgustó que le dijeran: «Danos un rey para que nos gobierne», y oró al Señor.
El Señor dijo a
Samuel: «Escucha al pueblo en todo lo que ellos digan, porque no es a ti a
quien rechazan: me rechazan a mí, para que no reine más sobre ellos.»
Samuel comunicó
todas las palabras del Señor al pueblo que le pedía un rey, diciendo: «Este
será el derecho del rey que reinará sobre ustedes. El tomará a los hijos de
ustedes, los destinará a sus carros de guerra y a su caballería, y ellos
correrán delante de su carro. Los empleará como jefes de mil y de cincuenta
hombres, y les hará cultivar sus campos, recoger sus cosechas, y fabricar sus
armas de guerra y los arneses de sus carros. Tomará a las hijas de ustedes como
perfumistas, cocineras y panaderas. Les quitará a ustedes los mejores campos,
viñedos y olivares, para dárselos a sus servidores. Exigirá el diezmo de los
sembrados y las viñas, para entregarlo a sus eunucos y a sus servidores.
Les quitará sus
mejores esclavos, sus bueyes y sus asnos, para emplearlos en sus propios
trabajos. Exigirá el diezmo de los rebaños, y ustedes mismos serán sus
esclavos. Entonces, ustedes clamarán a causa del rey que se han elegido, pero
aquel día el Señor no les responderá.»
El pueblo se negó
a escuchar la voz de Samuel, e insistió: « ¡No! Habrá un rey sobre nosotros, y
así seremos como todas las naciones. Nuestro rey nos juzgará, saldrá al frente
de nosotros y combatirá en nuestros combates.»
Samuel escuchó
todas las palabras del pueblo y las repitió en presencia del Señor.
El Señor dijo a
Samuel: «Escúchalos y dales un rey.»
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 88,16-19
R. ¡Cantaré
eternamente tu misericordia Señor!
¡Feliz el pueblo que sabe aclamarte!
Ellos caminarán a la luz de tu rostro,
Se alegrarán sin cesar en tu Nombre,
Serán exaltados a causa de tu justicia. R.
Porque Tú eres su gloria y su fuerza;
Con tu favor, acrecientas nuestro poder.
Sí, el Señor se nuestro escudo,
El Santo de Israel es realmente nuestro
rey. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Marcos 2, 1-12
Unos días después,
Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se
reunió tanta gente, que no había más lugar ni siguiera delante de la puerta, y
él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron
entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo
a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús
estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver
la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son
perdonados.»
Unos escribas que
estaban sentados allí pensaban en su interior: « ¿Qué está diciendo este
hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?»
Jesús, advirtiendo
en seguida que pensaban así, les dijo: « ¿Qué están pensando? ¿Qué es más
fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate, toma
tu camilla y camina”? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre
la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando,
levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»
El se levantó en
seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada
y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
La escena de hoy es un momento crucial en
la historia de Israel. Desde que entraron en la Tierra prometida, hasta aquí,
cada tribu posee su propia organización. Ocasionalmente, al sentir la
amenaza de los pueblos vecinos, bajo la conducción de un “Juez” una tribu se
une a otra para la defensa común.
Pero, con el tiempo desean estar armados
como los pueblos vecinos tanto política como militarmente. Después de unos
doscientos años bajo la guía de los Jueces, se reunieron todos los ancianos de
Israel y fueron a ver a Samuel y le piden un rey para que los juzgue y
gobierne, como a las otras naciones.
A pesar que el pedido de un rey disgustó a
Samuel, invocó al Señor. El Señor dijo a Samuel: «Haz caso a todo lo
que el pueblo te dice, porque no te han rechazado a ti, me han rechazado a mí,
porque no quieren que reine sobre ellos».
El profeta Samuel no está de acuerdo e
invocó al Señor. Y he ahí que Dios está de acuerdo con el profeta y, a la vez,
con el pueblo: «haz lo que te pide».
A pesar de todo, la monarquía de Israel no
debe ser como la de «los demás pueblos», en las ciudades cananeas: unos reyes
déspotas que además pretenden divinizarse. Dios quiere para su pueblo una convivencia
fraterna y unos gobernantes al servicio de sus hermanos.
Monarquía o república o cualquier otro
sistema político: todo puede ser bueno y malo. Lo importante, es buscar el
bienestar de la comunidad, siguiendo fielmente los valores que Dios nos ha
propuesto en la Alianza nueva; que se manifiesta en el amor a todo hombre al
modo de Jesucristo.
Estar al frente de un pueblo como
gobernante es convertirse en servidor de todos para procurar el bien de
todos. El poder no puede utilizarse para los propios intereses,
pues de lo contrario el gobernante se convertiría en un opresor de su pueblo.
***
Marcos va a contarnos a partir de hoy,
cinco escenas de controversia de Jesús con los fariseos, agrupadas con una
intención catequética. La fama de Jesús se ha extendido por toda la región
alrededor del lago de Galilea; al regresar a Cafarnaún, mucha gente va a verlo
y Él habla a la multitud.
Después de un leproso, viene un paralítico
en busca de Jesús dependiendo completamente de las personas que lo cargan en su
camilla. Jesús está rodeado de tanta gente, hasta el punto de no poder verlo ni
acercársele; por eso se las ingenian para abrir un boquete en
el techo y descolgar al impedido en su camilla. Jesús no lo sana de
la parálisis de entrada, sino que le perdona al paralítico sus pecados, causando
escándalo entre los doctores de la ley y los escribas presentes. Para
ellos, solamente Dios puede perdonar, y sólo lo hace a través de sus
intermediarios: los sacerdotes y la estructura organizada para purificar al
pecador. Según ellos Jesús no sólo blasfema, sino que usurpa atribuciones.
Según la manera de pensar del momento, la
enfermedad era considerada consecuencia del pecado. Jesús cura a
aquella persona integralmente: lo cura de su pecado y de su enfermedad. Y ambas
curaciones son parte de su ministerio.
Jesús propone una renovación del hombre
desde su interior, que todos puedan reconocerse como hijos de Dios,
miembros de una comunidad de hermanos. Por eso, aunque lo prioritario para el
paralítico y para quienes lo llevaron era la curación física, Jesús primero lo
perdona de sus pecados.
Esta curación, sirvió de prueba para
mostrar que Jesús tenía poder para perdonar pecados y para la curación física,
relativizándola, y dando prioridad al cambio.
Para Jesús, no va por un lado la
liberación material y por otra la espiritual: lo que hay que liberar es la
persona en su totalidad. La liberación del mal físico tal como la enfermedad,
el hambre, el sufrimiento y toda forma de muerte, es liberación del ser humano,
es presencia del Reino, es salvación. Hay una unidad entre la liberación y la
salvación. Cuando sanamos el cuerpo, cuando saciamos el hambre, cuando
eliminamos la ignorancia, cuando liberamos, salvamos.
Nosotros, en muchas ocasiones, solemos
separar lo corporal de lo espiritual; a Dios, de nuestra vida de todos los
días. La sanación que brota del encuentro con Dios es algo total, algo
que implica todas las realidades de nuestra vida. Sólo así podemos entender
que Jesús curara y perdonara pecados, que en sus labios y en su vida fueran una
misma cosa.
También a nosotros Cristo nos quiere curar
de todos nuestros males, sobre todo del pecado, que está en la raíz de
todo mal. La palabra de Jesús quiere llegar más hondo que nuestro
pecado. No sólo en el momento final de la vida, sino en el instante en que,
por la fuerza de esa palabra nos animamos a levantarnos, tomamos nuestra
camilla y comenzamos a andar ante la mirada de todos. El tomar la camilla es un
signo que nos permite descubrir que “la salud que Cristo nos da” es un don, que
tenemos que cuidar constantemente, porque la posibilidad de volver a
enfermarnos está al acecho.
A través de la acción evangelizadora, la
Iglesia se hace continuadora de la acción de Cristo en la historia, llevando a
todos la salvación. Aún con los medios más creativos e inverosímiles busca no
sólo la curación o la ayuda en las necesidades materiales, sino la experiencia
de la vida nueva que nos viene de Él. Sólo basta dejarse conducir por
el Espíritu Santo, el cual nos ayudará a descubrir los caminos necesarios
para construir y realizar el reino.
La gente no sólo queda admirada, sino que,
al percibir la nueva vida que Jesús comunica, acepta este mensaje y se dirige
adonde está Jesús para seguir escuchando su enseñanza.
Por eso, hagamos de la Evangelización una
Evangelización integral, que busque el bien y la salvación del hombre completo,
para que todos puedan disfrutar de una vida digna, pero para que también sean
capaces de llegar a glorificar a Dios no sólo con sus palabras, sino con su
vida misma.
Para discernir
¿Hasta dónde llega nuestra fe?
¿Nos conformamos con ilustrar la mente de
los demás?
¿Nos limitamos a trabajar por una
liberación humana?
Repitamos a lo largo de este día
…Animo, levántate y camina…
Para la lectura espiritual
«Hijo, tus pecados quedan perdonados»
«Creo en el perdón de los pecados»: el Símbolo de los apóstoles vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo a los apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22-23).
«Un solo bautismo para el perdón de los
pecados»: Nuestro Señor vinculó el perdón de los pecados a la fe y al bautismo:
«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que
crea y sea bautizado se salvará» (Mc 16,15-16). El bautismo es el primero y
principal sacramento del perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto
por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, a fin de que
«vivamos también una vida nueva» (Rm 4,25; 6,4). «En el momento en que hacemos
nuestra primera profesión de fe, al recibir el santo bautismo que nos purifica,
es tan pleno y tan completo el perdón que recibimos, que no nos queda
absolutamente nada para borrar, sea de la falta original, sea de las faltas
cometidas por nuestra propia voluntad, ni ninguna pena que sufrir para
expiarlas… Sin embargo, la gracia del bautismo no libra a la persona de todas
las debilidades de la naturaleza. Al contrario, todavía nosotros tenemos que
combatir los movimientos de la concupiscencia que no cesan de llevarnos al
mal.»
«En este combate contra la inclinación al mal ¿quién será lo suficientemente valiente y vigilante para evitar toda herida del pecado?… Era necesario, pues, que la Iglesia fuese capaz de perdonar los pecados a todos los penitentes, incluso si hubieran pecado hasta en el último momento de su vida.» Por medio del sacramento de la penitencia, el bautizado puede reconciliarse con Dios y con la Iglesia…
«En este combate contra la inclinación al mal ¿quién será lo suficientemente valiente y vigilante para evitar toda herida del pecado?… Era necesario, pues, que la Iglesia fuese capaz de perdonar los pecados a todos los penitentes, incluso si hubieran pecado hasta en el último momento de su vida.» Por medio del sacramento de la penitencia, el bautizado puede reconciliarse con Dios y con la Iglesia…
No hay ninguna falta por grave que sea que
la Iglesia no pueda perdonar. «No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que
no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea
sincero.» Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que en su
Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva
del pecado.
Catecismo de la Iglesia católica – 976-982
Para rezar
Y sólo ahí,
una vez que has tocado un poquito de
suelo,
entonces te das cuenta de que es en ese
lugar,
en ese espacio de la fragilidad,
del dolor y de la duda; en ese rincón
en el que te sientes desprotegido y
vulnerable,
donde habita tu Dios de la cruz,
del camino, de la pobreza.
Y sólo ahí descubres que Dios siempre está
sobre aviso,
que a veces te quita el dolor y te pone la
cena,
aunque en ocasiones tengas que dar la
vida, una y mil veces.
Sólo ahí descubres que al caer estás
siendo abrazado,
y que en todo lo que ves se asoma
la imagen de una creación buena;
y que por debajo de todos los ruidos
hay una canción de amor de Dios por el
mundo;
y que en muchos roces hay una caricia que
despierta la esperanza…
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