8 de enero de 2016

8 de enero de 2016 – TIEMPO DE NAVIDAD

8 DE ENERO

El Señor me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres

PRIMERA LECTURA 
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan    4, 7-10

    Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
    El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
    Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. 
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 71, 1-2. 3-4ab. 7-8 (R.: cf. 11) 
R.    Que se postren ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

    Concede, Señor, tu justicia al rey
    y tu rectitud al descendiente de reyes,
    para que gobierne a tu pueblo con justicia
    y a tus pobres con rectitud. R.

    Que las montañas traigan al pueblo la paz,
    y las colinas, la justicia;
    que él defienda a los humildes del pueblo,
    socorra a los hijos de los pobres. R.

    Que en sus días florezca la justicia
    y abunde la paz, mientras dure la luna;
    que domine de un mar hasta el otro,
    y desde el Río hasta los confines de la tierra. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos    6, 34-44

    Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
    Como se había hecho tarde, sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto, y ya es muy tarde. Despide a la gente, para que vaya a las poblaciones cercanas a comprar algo para comer.»
    El respondió: «Denles de comer ustedes mismos.»
    Ellos le dijeron: «Habría que comprar pan por valor de doscientos denarios para dar de comer a todos.»
    Jesús preguntó: « ¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver.»
    Después de averiguarlo, dijeron: «Cinco panes y dos pescados.»
    El les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde, y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta.
    Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente.
    Todos comieron hasta saciarse, y se recogieron doce canastas llenas de sobras de pan y de restos de pescado. Los que comieron eran cinco mil hombres. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios, y, a su vez, el que no ama no ha conocido a Dios, de ahí que el amor se constituye en el camino que nos acerca y nos introduce en el mundo de Dios.
«Conocer» a Dios en la mentalidad bíblica, semita, no es un acto intelectual; no es algo que pertenezca exclusivamente al mundo de la razón. Juan lo dice claramente: conoce a Dios quien lo ama. Sólo se conoce verdaderamente a Dios desde el amor.
Si Dios es amor, todo amor tiene algo de Dios. «El amor es de Dios», dice Juan en el texto concreto de hoy, tomado de su carta primera. Y «todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios». Este conocimiento no es abstracto porque Dios no se ha quedado en hermosas declaraciones. Dios ha manifestado, concretado y probado su amor. Dios ha «encarnado» su amor. Jesús es el amor de Dios por el mundo. Es el Hijo único, entregado.
Otra prueba de la veracidad y desmesura del amor de Dios, es que existe no porque lo amáramos nosotros, sino porque El nos amó a nosotros. Dios no nos ha esperado. Tomó la iniciativa de amarnos, antes incluso de conocer cómo responderíamos a ese amor. Hasta el pecador puede tener la certeza que es esperado y amado, en los momentos en que el hombre no piensa en Dios ni ama a Dios; Dios no deja de pensar en él y de amarlo.
La gratuidad total es la característica fundamental del amor divino. No está condicionado a nuestra respuesta positiva.
El amor de Dios, fue un amor «hasta el derramamiento de sangre» de Cristo que se sacrificó por nosotros. Jesús ha sido la víctima de «mis» pecados. Jesús se sacrificó, nos ama hasta el extremo de ser capaz de renunciar a su propia vida «para que vivamos».
***
Marcos inaugura una nueva sección de su Evangelio. Ya no son los primeros pasos apostólicos de Jesús, ni sus victorias sobre la enfermedad y los demonios, sino una sección en torno al tema del pan: dos multiplicaciones de panes, discusiones sobre el sentido de las abluciones antes de comer el pan, la falsa levadura, una pagana que solicita las migajas de pan, etc.
Toda la sección de los panes está concebida de tal forma que Cristo aparece como ese nuevo Moisés que ofrece el verdadero maná.
Jesús obra el milagro de la multiplicación de los panes porque siente compasión de la multitud, pero también lo hace con el fin de formar a sus apóstoles. Los compromete con los preparativos del banquete y los llevará a reflexionar sobre el alcance de este milagro.
La mirada se centra en Jesús. Los discípulos están ante el pueblo con las manos vacías, se reconocen incapaces de remediar la necesidad. No pueden hacer nada si no interviene el Señor. Jesús toma la iniciativa: va a utilizar la totalidad del alimento de que dispone el grupo. Dios quiere seguir alimentando a los demás por medio de las pobres provisiones de los hombres.
Pronuncia la bendición, “Bendito sea Dios que nos da este pan”. Era el rito judío de la santificación de la comida en la mesa: como buen judío, Jesús santifica cada uno de sus gestos con una bendición, una plegaria.
Luego, encarga a los discípulos que sirvan el pan y los peces; han de estar en la comunidad como servidores. El Espíritu que Jesús infunde, lleva a darse a los demás para comunicar vida. Los discípulos, que poseían el pan y los peces con su servicio, transmiten la generosidad y el amor de Dios creador y dador de vida.
Este milagro es un signo, un símbolo de la Iglesia que continúa hoy lo que hizo Jesús: compadecerse de los que andan como ovejas sin pastor, estar cerca de los que sufren, de los que buscan, no estar alejado del pueblo, sino en medio de él, dar lo que se tiene, no dejarse vencer por la impotencia y el egoísmo. La Iglesia tiene que ser colaboradora de Cristo en la distribución de la gracia para todos los hombres. Al igual que el Señor, la Iglesia ha de pasar haciendo el bien.
Dios se hace presente, como en este relato, cuando igual que los discípulos nos comprometemos con el pueblo hambriento y aportamos de lo propio dejando que Jesús haga el resto. Los problemas y las distintas “hambres” no sólo se solucionan con dinero; el amor es una fuerza milagrosa que hay que despertar.
El amor es entrega: Dios que entrega a su Hijo, Cristo Jesús que se entrega a sí mismo en la cruz y repite el memorial de pasión en cada Eucaristía. El pan multiplicado que nos ofrece cada día Cristo Jesús es su Cuerpo y su Sangre. Conoce lo arduo del camino y que el cansancio, el hambre y la sed acosan a lo largo de nuestra vida. Por eso quiso ser Él mismo nuestro alimento.
El pan sólo se multiplicará cuando se multiplique el amor. La Eucaristía es llamado y fuerza para hacer crecer la solidaridad, haciendo comunión, sin distinción, con los hermanos que estén a mi lado. Por eso la Eucaristía será siempre expresión del amor compasivo que Dios siente por el pueblo en una multiplicación de los panes.
En la medida en que la mesa de Cristo constituya para nosotros la experiencia del amor, en esa misma medida conoceremos a Dios revelado en su Hijo.

Para discernir

¿Cómo es nuestro amor a los hermanos?
¿Somos capaces de entregarnos por los demás?
¿Termina nuestro amor apenas decrece el interés o empieza el sacrificio? 

Repitamos a lo largo de este día

…Dios es amor…

Para la lectura espiritual

..”Dios mío, bienaventurada Trinidad, deseo amaros y haceros amar, trabajar por la glorificación de la santa Iglesia, salvando las almas que viven sobre la tierra y librando a las que sufren en el purgatorio.
Deseo cumplir perfectamente vuestra voluntad y llegar al grado de gloria que me habéis preparado en vuestro Reino; en una palabra: deseo ser santa, pero siento mi impotencia y os pido, Dios mío, que seáis vos mismo mi santidad.
Puesto que me habéis amado hasta darme vuestro único Hijo para que fuese mi Salvador y mi Esposo, los tesoros infinitos de sus méritos son míos: yo os los ofrezco con alegría, suplicándoos que no me miréis sino a través de la Faz de Jesús y en su corazón abrasado de amor. Siento en mi corazón inmensos deseos y os pido con confianza que vengáis a tomar posesión de mi alma. No quiero amontonar méritos para el cielo, sino trabajar sólo por vuestro amor, con el único fin de agradaros, de consolar vuestro corazón sagrado y de salvar almas que os amen eternamente.
En la tarde de esta vida compareceré ante vos con las manos vacías. No os pido, Señor, que contéis mis obras. Todas nuestras justicias son imperfectas a vuestros ojos. Quiero, por ello, revestirme de vuestra propia justicia y recibir de vuestro amor la posesión eterna de Vos mismo. No quiero otra cosa que Vos, mi Amado”… 
Santa Teresita del Niño Jesús.

Para rezar

Señor quisiera

Señor, quisiera ser de aquellos
que arriesgan su vida, que dan su vida.
Señor, Tú que naciste al azar de un viaje,
y moriste como un malhechor,
tras haber recorrido sin dinero,
todas las rutas del destierro,
del peregrinaje y las predicaciones caminantes,
arráncame de mi egoísmo y de mi confort.
He de empeñar mi vida, Jesús, por tu palabra.
He de empeñar mi vida, Jesús, por tu amor.
Ya pueden los demás ser cuerdos,
Tú me has hecho para que crea en el amor.
Otros creen que hay que conservar,
Tú me has dicho que más vale dar.
Otros se instalan,
Tú me has exhortado a marchar,
dispuesto a la alegría y al dolor,
al fracaso y al éxito,
a vivir la vida cristiana
sin preocuparme de sus consecuencias.
A no poner mi confianza en mí, sino en ti,
y finalmente, a arriesgar mi vida

contando sólo con tu amor.

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