DOMINGO DE RAMOS
CICLO C
«¡Bendito sea el Rey que viene en nombre
del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!»
Bendición y procesión
Lectura del santo Evangelio según san Lucas
19, 28-40
Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y
Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos,
diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un
asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien
les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, respondan: “El Señor lo necesita.”»
Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando
desataron el asno, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?»
Y ellos respondieron: «El Señor lo necesita.»
Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo
hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el
camino.
Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los
discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por
todos los milagros que habían visto. Y decían: «¡Bendito sea el Rey que viene
en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!»
Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: «Maestro,
reprende a tus discípulos.»
Pero él respondió: «Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
·
El Domingo de Ramos, puerta de la Semana Santa, nos sitúa ante un Jesús que
afronta con humildad y valentía a la vez el camino doloroso y triunfante de la
liberación. Como Israel en su nacimiento, los que siguen sus huellas, forman el
éxodo, la gran marcha de liberación del hombre, hacia un cielo nuevo y una
nueva tierra, en la que todos luchen por la verdadera libertad, la que
todos sean hermanos. Nadie que se diga cristiano puede estar ausente en este
camino y esta lucha hacia la vida plena; salvada y salvadora.
·
Los judíos debían acudir a la ciudad santa frecuentemente, para
celebrar las fiestas religiosas. Los evangelios nos hablan de la
intención de Jesús de culminar su vida en Jerusalén. Allí se tenía que
llevar a cabo la salvación, según la esperanza de los judíos. Hoy se
celebra la verdadera fiesta de Cristo Rey. Pero su realeza no consiste
simplemente en la posesión del dominio universal, sino que ha sido conquistada
al precio del sacrificio de su vida. Ha alcanzado la
realeza pasando por la Cruz.
·
Hoy se reactualiza la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén no de un
modo histórico, sino sacramental; nos hacemos contemporáneos de Jesús,
trascendiendo el tiempo y el espacio. No somos espectadores sino actores de esta acción sagrada en la cual revivimos
el misterio más grande de nuestra fe.
·
La fiesta de este día es también nuestra aclamación de Jesús como
Mesías. Ser cristiano significa reconocer que Jesús es el Cristo, el
Mesías salvador. En este día lo hacemos como comunidad en marcha, como
Iglesia viva que camina por el mundo.
·
El ramo que hoy llevamos en nuestras manos es el signo exterior de que
hemos optado por seguir a Jesús en el camino hacia el Padre. La presencia de
los ramos en nuestros hogares es un recordatorio de que hemos vitoreado a
Jesús, nuestro Rey, y lo hemos seguido hasta la cruz, de modo que seamos
consecuentes con nuestra fe y sigamos y aclamemos al Salvador durante toda
nuestra vida.
·
En procesión manifestamos lo que significa para nosotros ser Iglesia:
un pueblo peregrino que camina por el mundo como protagonista de una
historia de salvación. Confesar a Jesús como el Mesías significa
trabajar en el mundo para que se haga realidad su proyecto: el reino de
Dios entre nosotros y en la historia de cada día. Nuestra vida cristiana
no es una cuestión de palabras. Confesar a Jesús como
Mesías, significa asumir un compromiso con su proyecto humanizador y
salvador. Impregnar nuestro mundo con los ideales de Jesucristo, edificar
una comunidad que vive ya en la base los grandes ideales del evangelio.
·
Para volver a comprender el sentido profundo de nuestra fe
que reconoce en Jesús al Mesías, necesitamos volver a enamorarnos de los
ideales del Señor: amor, servicio, perdón. Entusiasmarnos con los secretos
profundos que él nos reveló: que Dios, su Padre, nos invita a amar la
vida, a superar la tentación de la violencia, a amar a los demás, a
superar la realidad de la injusticia.
Para discernir
·
¿A qué Jesús sigo?
·
¿Lo aclamo con mis actos de cada día?
·
¿Dejo que reine en mi corazón y en todos
mis ambientes?
Para la lectura espiritual
Esta semana en que los creyentes meditamos
y celebramos la muerte y resurrección de Jesús puede ser buena ocasión
para escuchar de manera renovada la llamada evangélica a «tomar la cruz».
Antes de nada, hemos de recordar que el
dolor y la enfermedad, los conflictos y tribulaciones de la vida no los
ha inventado Cristo ni la teología cristiana. Están ahí como parte
integrante de nuestra existencia. Tarde o temprano, todos hemos de enfrentarnos
al sufrimiento y la prueba.
Por otra parte, cuando Jesús nos llama a
“tomar la cruz”, no nos está invitando a procurarnos una vida todavía más
dolorosa y atormentada, añadiendo nuevo sufrimiento a nuestro vivir
diario. «Tomar la cruz» es descubrir cual es la manera más acertada y sana
de vivir ese sufrimiento que ha de aceptar quien quiere ser humano hasta
el final.
El sufrimiento no tiene ningún valor en sí
mismo. Es una experiencia negativa que ningún hombre sano ha de buscar
arbitrariamente y sin necesidad. Pero al mismo tiempo, es una experiencia
ante la cual hemos de tomar postura. Y es aquí donde el cristiano acude
al Crucificado para aprender a vivir de manera humana los diferentes
sufrimientos.
Hay, en primer lugar, un sufrimiento que
forma parte de nuestra condición humana, siempre frágil y caduca. Todos
estamos expuestos al dolor y la enfermedad. Todos vivimos amenazados por
la desgracia y la muerte. «Tomar la cruz» significa, entonces, vivir esa
experiencia dolorosa siguiendo de cerca a Cristo, sostenidos por una confianza
absoluta en un Dios que, incluso en los momentos más oscuros, está junto
a nosotros y de nuestra parte.
En segundo lugar, hay un sufrimiento
inevitable en todo aquel que busca renovarse y crecer de manera positiva.
Estamos tan arraigados en un egoísmo enfermizo que todo aquel que desea
liberarse y ser cada día más humano, debe aceptar el precio que exige esa
superación constante. «Tomar la cruz» significa, entonces, asumir y
trabajar gozosamente nuestra conversión aceptando las renuncias y sacrificios
que nos llevarán a una vida más plenamente humana.
En tercer lugar, hay un sufrimiento que es
resultado de una trayectoria fiel a Cristo y de un compromiso
inquebrantable por el evangelio. «Tomar la cruz» significa, entonces,
aceptar pacientemente el rechazo, el descrédito o la persecución que nos pueden
llegar como consecuencia del seguimiento a Cristo, sabiendo que el
destino de quien trata de humanizar la vida como Jesús es compartir
también con él la crucifixión.
Pero la cruz no es el último destino de
quien sigue a Cristo. Si los cristianos asumimos esa cruz inevitable en
todo aquel que se esfuerza por ser él mismo más humano y por construir un
mundo más habitable, es porque queremos arrancar para siempre del mundo y
de nosotros el mal y el sufrimiento. A una vida crucificada como la de Jesús
sólo le espera resurrección.
José Antonio Pagola
MISA DE LA PASIÓN
Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar
al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para
que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda
a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no
retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso,
endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.: 2a)�
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto.» R.
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.» R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Filipos
2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y
presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la
muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que
al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los
abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el
Señor.»
Palabra de Dios
EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san
Lucas 22, 7.14-23, 56
He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi pasión
C. Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les
dijo:
X «He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi
Pasión, porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno
cumplimiento en el Reino de Dios.»
C. Y tomando una copa, dio gracias y dijo:
X «Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora
no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.»
Haced esto en memoria mía
C. Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos,
diciendo:
X «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria
mía.»
C. Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo:
X «Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama
por ustedes.»
¡Ay de aquel que va a entregar al Hijo del hombre!
X «La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí. Porque el Hijo del
hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a
entregar!»
C. Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el
que iba a hacer eso.
Yo estoy entre ustedes como el que sirve
C. Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más
grande.
X Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los
que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores. Pero entre
ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte
como el menor, y el que gobierna, como un servidor. Porque, ¿quién es más
grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la
mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.
Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas.
Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí. Y en mi
Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para
juzgar a las doce tribus de Israel.»
Tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos
X «Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como
el trigo, pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después
que hayas vuelto, confirma a tus hermanos.»
C. Pedro le dijo:
S. «Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte.»
C. Pero Jesús replicó:
X «Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres
veces que me conoces.»
Debe cumplirse en mí la palabra de la escritura
C. Después les dijo:
X «Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna
cosa?»
C. Respondieron:
S. «Nada»
C. El agregó:
X «Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una
alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto
para comprar una. Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la
Escritura : Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se
refiere a mí.»
C. Ellos le dijeron:
S. «Señor, aquí hay dos espadas.»
C. El les respondió:
X «Basta.»
En medio de la angustia, él oraba más intensamente
C. En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos,
seguido de sus discípulos. Cuando llegaron, les dijo:
X «Oren, para no caer en la tentación.»
C. Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de
piedra, y puesto de rodillas, oraba:
X «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi
voluntad, sino la tuya.»
C. Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. En
medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de
sangre que corrían hasta el suelo.
Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los
encontró adormecidos por la tristeza. Jesús les dijo:
X «¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la
tentación.»
Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?
C. Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el
que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo:
X «Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»
C. Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le
preguntaron:
S. «Señor, ¿usamos la espada?»
C. Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole
la oreja derecha. Pero Jesús dijo:
X «Dejen, ya está.»
C. Y tocándole la oreja, lo curó. Después dijo a los sumos sacerdotes, a
los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a
arrestarlo:
X «¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y palos? Todos los
días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora
de ustedes y el poder de las tinieblas.»
Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente
C. Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote.
Pedro lo seguía de lejos. Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron
alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos. Una sirvienta que lo vio junto al
fuego, lo miró fijamente y dijo:
S. «Este también estaba con él.»
C. Pedro lo negó diciendo:
S. «Mujer, no lo conozco.»
C. Poco después, otro lo vio y dijo:
S. «Tú también eres uno de aquellos.»
C. Pero Pedro respondió:
S. «No, hombre, no lo soy.»
C. Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo:
S. «No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es
galileo.»
C. Dijo Pedro:
S. «Hombre, no sé lo que dices.»
C. En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo. El
Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le
había dicho: «Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces.» Y
saliendo afuera, lloró amargamente.
Profetiza, ¿quién te golpeó?
C. Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban;
y tapándole el rostro,
le decían:
S. «Profetiza, ¿quién te golpeó?»
C. Y proferían contra él toda clase de insultos.
Llevaron a Jesús ante el tribunal
C. Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo,
junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el
tribunal y le dijeron:
S. «Dinos si eres el Mesías.»
C. El les dijo:
X «Si yo les respondo, ustedes no me creerán, y si los interrogo, no me
responderán. Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de
Dios todopoderoso.»
C. Todos preguntaron:
S. «¿Entonces eres el Hijo de Dios?»
C. Jesús respondió:
X «Tienen razón, yo lo soy.»
C. Ellos dijeron:
S. «¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de
su propia boca.»
C. Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.
No encuentro en este hombre ningún motivo de condena
C. Y comenzaron a acusarlo, diciendo:
S. «Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la
rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el
rey Mesías.»
C. Pilato lo interrogó, diciendo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
X «Tú lo dices.»
C. Le respondió Jesús. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la
multitud:
S. «No encuentro en este hombre ningún motivo de condena.»
C. Pero ellos insistían:
S. «Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en
Galilea y ha llegado hasta aquí.»
C. Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo. Y habiéndose
asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos
días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.
Herodes y sus guardias lo trataron con desprecio
C. Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba
verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio
en su presencia. Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada.
Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban
allí y lo acusaban con vehemencia.
Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en
ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato.
Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.
Pilato entregó a Jesús al arbitrio de ellos
C. Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y les
dijo:
S. «Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo
a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún
motivo de condena en los cargos de que lo acusan; ni tampoco Herodes, ya que él
lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que
merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.»
C. Pero la multitud comenzó a gritar:
S. «¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!»
C. A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la
ciudad y por homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a
Jesús. Pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!»
C. Por tercera vez les dijo:
S. «¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la
muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad.»
C. Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el
griterío se hacía cada vez más violento. Al fin, Pilato resolvió acceder al
pedido del pueblo. Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido
encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de
ellos.
Hijas de Jerusalén, no lloren por mí
C. Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía
del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. Lo
seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el
pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:
X «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y
por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las
estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no
amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los
cerros: ¡Sepúltennos! Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la
leña seca?»
C. Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Cuando llegaron al lugar llamado «del Cráneo», lo crucificaron junto
con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía:
X «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
C. Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.
Este es el Rey de los judíos
C.
El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían:
S. «Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de
Dios, el Elegido!»
C. También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle
vinagre, le decían:
S. «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!»
C. Sobre su cabeza había una inscripción: «Este es el rey de los judíos.»
Hoy estarás conmigo en el Paraíso
C.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú
que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque
pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo.»
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino.»
C. El le respondió:
X «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió
toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el
medio. Jesús, con un grito, exclamó:
X «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.»
C. Y diciendo esto, expiró.
Aquí todos se arrodillan, y se hace una breve pausa.
C. Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando:
S. «Realmente este hombre era un justo.»
C. Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al
verlo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. Todos sus amigos y las mujeres
que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo
sucedido.
José colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro cavado en la roca
C. Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y
justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de
Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Pilato para
pedirle el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una
sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido
sepultado. Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado. Las mujeres
que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro
y vieron cómo había sido sepultado. Después regresaron y prepararon los
bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la
Ley.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
·
Las lecturas nos centran en el modelo del camino pascual, Cristo Jesús, el
Siervo de Yahvé, solidario con sus hermanos, que se entrega hasta la muerte que
va a pasar, a través de la muerte, a la nueva vida:, y así salva a toda la
comunidad.
·
El evangelio de Mateo es la cumbre del mensaje de hoy: la comunidad escucha
una vez más, desde la fe y la admiración, el camino que ha seguido Jesús a la
cruz y a la resurrección. Un camino serio, solidario, prototipo de todo el
dolor de la humanidad y también del estilo con que Dios ha asumido nuestro mal
y nos ha querido salvar por el perdón y el amor.
·
Las tres lecturas nos muestran la seriedad del dolor de Cristo, y de su
aceptación de la cruz. Cristo se ha solidarizado con nuestra condición humana
hasta la profundidad de la misma muerte.
·
Pero también hay un tono de esperanza. El Siervo se siente apoyado por
Dios: “Mi Señor me ayudaba… y sé que no quedaré avergonzado”. En el poema de
Pablo se asegura: “Dios lo levantó sobre todo…”
·
Acompañar a Cristo en su Semana Santa supone los dos aspectos: la muerte y
la resurrección, el dolor y la alegría, la entrega y el premio. Somos invitados
a vivir este misterio de la Pascua en nuestra existencia, aceptando con
fidelidad el esfuerzo de ser cristianos y alimentando una confianza absoluta en
el Dios que es Padre lleno de amor, y cuyo última palabra no es la muerte, sino
la vida, como en Jesús. Desde la cruz de Cristo, Dios es compañero del hombre
hasta la muerte. No es ya un Dios impasible, que contempla de lejos
nuestras tragedias y que nada quiere hacer para aliviar nuestros
sufrimientos. Por la Cruz de Cristo, se nos revela que Dios está siempre
a nuestro lado, que calla y acepta sufrir hasta el final toda amargura,
que vence la violencia con el amor y el perdón, que vence la misma muerte. Si lo acompañamos a la cruz, también participaremos de su nueva vida de
Resucitado.
·
Somos invitados a vivir este misterio de la Pascua como Iglesia. En ella
continúan los dolores de Cristo, porque la comunidad cristiana es el lugar de la
lucha contra el mal. En ella debemos recoger todos los sufrimientos de los
hombres, causados en último término por el pecado, y, luchando esperanzadamente
contra los egoísmos y las faltas de amor siendo signo de la gran compasión de
Dios. No hay ningún dolor humano que pueda ser ajeno a la Iglesia.
·
La pasión de Cristo continúa hoy en todos los hombres que sufren cualquier
clase de dolor físico o moral: hambre y desnudez, pobreza y abandono, tristeza,
desesperación, falta de comprensión y amor. Continúa, de modo especial, en
todos los hombres que son víctimas del odio de los demás hombres. Esto
significa, en último término, que el único signo
válido de la lucha de los cristianos contra el pecado es la “compasión”
efectiva de todo el inmenso dolor de la humanidad.
·
Jesús en la cruz ha destruido el mal profundo de los hombres. Con su
entrega ha destruido nuestra incapacidad para amar de verdad, con un amor de
generosa donación y no de posesión egoísta. Jesús tendido en la cruz ha rehecho
los puentes entre el Padre y los hijos dispersos. Nos ha reconciliado. El ha
vencido por nosotros; El ha iniciado la humanidad salvada y salvadora.
·
El Padre que ha resucitado victorioso a Jesús, que lo ha acogido con
alegría como el primero de muchos hermanos; en Él todos hemos sido ya, en
la certeza que nos da esperanza, acogidos y resucitados.
Para rezar
LO SABES, SEÑOR
Que con tu entrada en Jerusalén, con asno
incluido,
se cumple lo anunciado por los profetas
Que, los que hoy te aclaman, y te
exaltamos,
aun recordando tus milagros y tus hazañas,
tus palabras y tu consuelo
muy pronto, a la vuelta de la esquina,
cambiaremos las palmas por el “reo de
muerte”
LO SABES, SEÑOR
Que, como Pedro, hoy prometemos amistad
sin fisuras
te cantamos himnos y alabanzas
y, mañana, fingiremos no haberte conocido
o esconderemos nuestros rostros
en un intento de no complicarnos la vida
LO SABES, SEÑOR
Que, el arco de triunfo que hoy levantamos
pronto lo brindaremos al mejor postor
a los simples reyes de la tierra
a los que, sin tener palabras eternas,
nos seducen y nos confunden
nos alejan de Ti y nos apartan de tu
Gracia
LO SABES, SEÑOR
Que, la corona que te espera,
no es de oro, sino forjada por espinas
Que, el trono que te aguarda,
no está tallado en madera de ébano
y sí esculpida en cruz que produce vértigo
y llanto
LO SABES, SEÑOR
Que nuestro sí, mañana será un no
Que nuestros cantos, se convertirán en
silencios
Que nuestros vítores, darán lugar a
deserciones
Que nuestros gritos, se tornarán en
timidez
LO SABES, SEÑOR
Que, tu entrada en Jerusalén,
es el inicio de una aventura teñida de
sufrimiento
de sacrificio, prueba y muerte…
pero con redención final
LO SABES….SEÑOR
Javier Leoz
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.