Martes Santo
“Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?»
Lectura del libro del profeta
Isaías 49, 1-6
¡Escúchenme,
costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el
seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. El hizo de mi
boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una
flecha punzante, me escondió en su aljaba. El me dijo: «Tú eres mi Servidor,
Israel, por ti yo me glorificaré.» Pero yo dije: «En vano me fatigué, para
nada, inútilmente, he gastado mi fuerza.» Sin embargo, mi derecho está junto al
Señor y mi retribución, junto a mi Dios. Y ahora, ha hablado el Señor, el que
me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que
Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y
mi Dios ha sido mi fortaleza. El dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor
para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de
Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación
hasta los confines de la tierra.»
Palabra de
Dios.
SALMO Sal 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab.
15 y 17 (R.: cf. 15)
R. Mi boca
anunciará tu salvación, Señor.
Yo
me refugio en ti, Señor,
¡que
nunca tenga que avergonzarme!
Por
tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina
tu oído hacia mí, y sálvame. R.
Sé
para mí una roca protectora,
tú
que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque
tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame,
Dios mío, de las manos del impío! R.
Porque
tú, Señor, eres mi esperanza
y
mi seguridad desde mi juventud.
En
ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde
el seno materno fuiste mi protector. R.
Mi
boca anunciará incesantemente
tus
actos de justicia y salvación,
aunque
ni siquiera soy capaz de enumerarlos.
Dios
mío, tú me enseñaste desde mi juventud,
y
hasta hoy he narrado tus maravillas. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 13, 21-33. 36-38
Jesús,
estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente:
«Les aseguro que uno de ustedes me entregará.»
Los
discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
Uno
de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús.
Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere.» El se
reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?»
Jesús
le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato.»
Y
mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto
recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza pronto
lo que tienes que hacer.»
Pero
ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto. Como Judas estaba
encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra
lo que hace falta para la fiesta», o bien que le mandaba dar algo a los pobres.
Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
Después
que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y
Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo
glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho
tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que
dije a los judíos: “A donde yo voy, ustedes no pueden venir”.»
Simón
Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?»
Jesús
le respondió: «Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me
seguirás.»
Pedro
le preguntó: « ¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.»
Jesús
le respondió: « ¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes
que me hayas negado tres veces.»
Palabra del
Señor.
Para reflexionar
·
El Siervo, en el segundo «canto» de Isaías es llamado por
Dios desde el seno de su madre, con una elección gratuita, para que
cumpla su proyecto de salvación.
·
Dos comparaciones describen al Siervo: será como una espada, porque tendrá
una palabra eficaz, y será como una flecha, que el arquero guarda en su aljaba,
para lanzarla en el momento oportuno. La misión que Dios le encomienda es,
reunir a Israel y ser luz de las naciones para que la salvación de Dios llegue
hasta el confín de la tierra.
·
En este segundo canto aparece ya el contrapunto de la oposición. El Siervo,
no tendrá éxitos fáciles y más bien sufrirá momentos de desánimo. Lo salvará la
confianza en Dios. Jesús es el verdadero Siervo, luz para las naciones, el que
con su muerte va a reunir a los dispersos, el que va a restaurar y salvar a
todos.
***
·
En el contexto de esas palabras del profeta, se entiende el relato del
Evangelio de hoy. Jesús anuncia a los discípulos que uno de ellos lo
traicionará. Pero esa traición no será ocasión de muerte sino de vida. La
traición será el momento de la glorificación de Jesús.
·
La intimidad, la traición instantánea y la traición diferida, se dan cita
en esta cena que anticipa el final. Judas lo traicionará deliberadamente,
participa del alimento del Maestro, pero no comparte su vida, no resiste la
fuerza de su mirada. Por eso “sale inmediatamente”. No sabe y no puede responder al amor que recibe.
·
Pedro también lo traicionará; no ha entendido
que no se deja amar, ni tampoco deja amar: quiere que Jesús no muestre el amor por
todos los hombres. No comprende el sentido de la muerte de Jesús. Seguir a
Jesús no consiste en dar la vida por Él, sino en darla con Él, Jesús que muere
por todos los hombres. También sus otros seguidores traicionarán su confianza huyendo
al verlo detenido y clavado en la cruz.
·
Sin embargo, Jesús traicionado, permanece fiel. Abandonado por todos, no
pierde su confianza en el Padre: «ahora es
glorificado el Hijo del Hombre… pronto lo glorificará Dios».
·
Jesús entre contradicciones, nos muestra que cuando una obra está marcada
con la justicia del Padre, éste se encargará de no dejarla morir, pese a las
amenazas. Es la fe en su Padre, lo que
lleva a Jesús más allá de la traición y la derrota.
·
En la iglesia de Jesús, hay que acostumbrarse a vivir con la posibilidad de
la traición a Jesús y al evangelio. Pero sobre todo, no nos extrañemos, que la
traición esté rondando nuestra propia casa. La traición puede generarse en cada
uno de nosotros, cuando llegamos a olvidar, lo que motivó cada momento
de la vida de Jesús, y lo que lo llevó a la muerte: el amor a todos los
hombres.
·
A nuestra medida, todos llevamos un Judas
dentro. Aquél que, suponiendo que está cerca, en realidad, está lejos… o muy
lejos de Jesús y de su Evangelio. El que, básicamente, traiciona su amistad, su
confianza, su misión. El que se vende al mejor postor porque sólo lo busca por
interés.
·
También a nuestra medida, todos llevamos
un Pedro dentro. El de las palabras bonitas, pero todavía superficiales. El que se
justifica por pertenecer a un grupo, Iglesia,
Parroquia, Congregación, Movimiento, Grupo, pero en el fondo no vive el amor por
todos los hombres.
·
Tan cerca y tan lejos, Judas, Pedro y los demás discípulos que lo
abandonan; cada uno según su forma representan esa parte de nosotros que aún
necesita convertirse. “Era de noche” dice el Evangelio. Y lo sigue siendo
cuando vivimos ahí, porque estamos hechos para cosas mayores.
·
Quien quiera seguir a Jesús, se tendrá que identificar con el amor, pero no
un amor de sólo manifestaciones externas que se agotan, sino un amor como
principio e identidad de vida, un amor que no se agota y que significa entrega,
comprensión.
·
En esa noche, “el discípulo que Jesús amaba”, reclina la cabeza sobre el
pecho de Jesús. Es un signo del conocimiento íntimo y profundo, del amor y la
entrega, de la necesidad y la confianza. Ante la posibilidad de nuestra
fragilidad se nos invita a vivir cerca del corazón de Jesús. Este debe ser
también nuestro hogar. Llega la “hora” de Dios, dejémonos empapar de su eterna
ternura y veamos toda la realidad, las personas, los acontecimientos, con los
ojos y el corazón del siervo que da su vida por todos y cada uno de los
hombres.
Para discernir
·
¿Hasta dónde doy mi vida por el Señor?
·
¿Pretendo méritos personales que justifiquen mi
amistad y el amor de Jesús?
·
¿Qué significa su pasión?
·
¿Me dejo salvar por Jesús?
Repitamos a lo largo de este día
…Dios entregó a su propio Hijo por
todos nosotros…
Para la lectura espiritual
…La miseria del hombre consiste en haber traicionado a
Dios. Ninguna injusticia humana será de verdad reparada hasta que no se repare
esta injusticia con Dios. Nos acusamos unos a otros, y todos somos culpables. Y
los más culpables somos nosotros, los cristianos mediocres. Siempre deberemos
hacer esta confesión, siempre seremos indignos de Cristo. Pero no es el momento
de procesar al hombre cuando Dios agoniza en nuestros corazones.
Ciertamente, hay necesidades materiales que debemos
satisfacer hoy, pues hay miserias corporales que no pueden demorarse ni una
hora más. Mi intención no es tanto la de atenuar el sentimiento de su urgencia
cuanto demostrar que su existencia proviene de nuestro abandono de Dios y que
su curación se derivará infaliblemente de nuestro retorno a Dios. Lo que
resulta tan grave en la hora presente —y a la vez tan grande— es que todos los
problemas conllevan, de manera muy acuciante, una resonancia mística,
comprometen el Reino de Dios y nos imponen el deber inexorable de ayudar a Dios
crucificado, condenado por nuestro egoísmo y prisionero de su Amor;
compadeciendo su dolor antes de enternecernos por el nuestro, esforzándonos por aliviar la herida que hace derramar sangre a su corazón.
compadeciendo su dolor antes de enternecernos por el nuestro, esforzándonos por aliviar la herida que hace derramar sangre a su corazón.
Ahora es el tiempo de salir a su encuentro en el
camino doloroso al que las culpas humanas le arrastran martirizando su rostro
en el alma pecadora. Es necesario que nuestro corazón se convierta en
sacramento del suyo y que ninguno de nuestros hermanos pueda lamentarse de no
haber encontrado en nosotros su ternura. Entonces disminuirán el dolor y la
sombra que proyecta sobre el rostro del Amor…
M. Zundel, El Evangelio interior, Padua 1991, 54-56.
Para rezar
“No me
tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque
lo que espero no esperara,
lo mismo que
te quiero, te quisiera”.
“¡Ay!,
¿quién podrá sanarme?
Acaba de
entregarte ya de vero;
No quieras
enviarme
De hoy, ya
más mensajero,
que no saben
decirme lo que quiero.
Y todos
cuantos vagan
de ti me van
mil gracias refiriendo
y todos más
me llagan,
y déjanme
muriendo,
un no sé
qué,
que quedan
balbuciendo”.
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