26 de mayo de 2016

JUEVES VIII

Ahora hemos obtenido la misericordia

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 2-5. 9-12

    Queridos hermanos:
    Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la Palabra, que los hará crecer para la salvación, ya que han gustado qué bueno es el Señor.
    Al acercarse a él, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios, también ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo.
    Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz: ustedes, que antes no eran un pueblo, ahora son el Pueblo de Dios; ustedes que antes no habían obtenido misericordia, ahora la han alcanzado.
    Queridos míos, yo los exhorto, como a gente de paso y extranjeros: no cedan a los deseos carnales que combaten contra el alma. Observen una buena conducta en medio de los paganos y así, los mismos que ahora los calumnian como a malhechores, al ver sus buenas obras, tendrán que glorificar a Dios el día de su visita. 
Palabra de Dios.

SALMO     Sal 99,1b-2. 3. 4. 5 (R.: 1b) 
R.    Aclame al Señor toda la tierra.

    Aclame al Señor toda la tierra,
    sirvan al Señor con alegría,
    lleguen hasta él con cantos jubilosos. R.

    Reconozcan que el Señor es Dios:
    él nos hizo y a él pertenecemos;
    somos su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

    Entren por sus puertas dando gracias,
    entren en sus atrios con himnos de alabanza,
    alaben al Señor y bendigan su Nombre. R.

    ¡Qué bueno es el Señor!
    Su misericordia permanece para siempre,
    y su fidelidad por todas las generaciones. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos    10, 46-52

    Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: « ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: « ¡Hijo de David, ten piedad de mí!»
    Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Entonces llamaron al ciego y le dijeron: « ¡Animo, levántate! El te llama.» Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
    Jesús le preguntó: « ¿Qué quieres que haga por ti?»
    El le respondió: «Maestro, que yo pueda ver.»
    Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino. 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

·         Pedro pone de manifiesto el espíritu que animaba a los cristianos de los primeros siglos que los llenaba de entusiasmo y los convertían en vencedores del mundo. Todos los discípulos sabían que participaban del sacerdocio real de Cristo. Esto los llevaba a tener una conciencia profunda del lugar protagónico que tenían en los sagrados misterios.
·         No eran simplemente pasivos espectadores, su papel era activo y eficaz. Esto se apoya en la experiencia de que su vínculo con Dios no puede limitarse al momento del culto, sino que toda la vida, transformada por el Señor, de quien el discípulo es miembro, es una constante prolongación del sacrificio de Cristo, y por lo tanto, es un vivir ya en cierto modo con el Glorificado. Somos ciudadanos del cielo, a pesar de andar todavía en los caminos de esta tierra lejos de Dios, pero cada vez más cerca de la patria.
·         La posibilidad de que esta carta esté escrita para los recién bautizados nos hace comprender las imágenes claves de la leche, de la piedra y del pueblo sacerdotal. Los recién bautizados desean y necesitan la cercanía de la Palabra de Dios del mismo modo que un niño recién nacido necesita alimentarse de la leche materna.
·         El cristiano forma parte de la Iglesia como piedra viva, siendo Cristo la piedra angular y están llamados como pueblo sacerdotal a ser mediadores entre Dios y los hombres anunciando su buena noticia con una vida tal, que nos haga ser signos creíbles de su amor.
***
·         Ayer estábamos “en el camino” de Jerusalén. Hoy estamos a algunos kilómetros cerca: en Jericó. Desde allí hay todavía 20 kms. de marcha cuesta arriba. El camino de Jericó a Jerusalén es una larga “subida” por un camino muy brusco. Jericó está situada a 200 metros bajo el nivel del mar y Jerusalén está a 800 metros sobre el nivel del mar.
·         Un mendigo ciego, hijo de Timeo estaba sentado junto al camino sin más porvenir que seguir prisionero para siempre de sus tinieblas. Es un pobre, no puede trabajar, inmóvil, dependiente de los que le rodeaban. Pasa los días sentado al borde del camino, tendiendo la mano a los que pasan.
·         Ese día oyendo que pasaba Jesús de Nazaret, una esperanza desconocida lo levanta de su miseria: se pone a gritar sencillamente y sin pretensión. Usa el título más popular para hablar del Mesías: “Hijo de David”. El Mesías era esperado por el pueblo como el que debía restablecer la realeza en Israel”. Como Jesús “sube a Jerusalén”, los que están a su alrededor piensan que va allí para comenzar a reinar con poder. Es lo que la muchedumbre dirá el día de Ramos: “¡Hosana! bendito sea el reino que llega, el reino de nuestro padre, David”.
·         La gente primero reacciona perdiendo la paciencia con el pobre que grita. Bartimeo sólo pide un poco de compasión, pide poder ver, en contraste con los discípulos que en el pasaje anterior se disputan el primer lugar. Los que acompañan a Jesús lo quieren callar creyendo que Jesús se debe ocupar sólo de las cosas de Dios, olvidando que es precisamente en los pobres como Bartimeo donde se manifiesta el amor de Dios.
·         Jesús lo atiende y manda que se lo traigan. La multitud “levanta” al enfermo y lo conduce a la presencia de Aquel, en quien se cumple el oráculo de Isaías. El ciego suelta su manto, que era, sin duda, todo lo que poseía; rompe con su pasado y da un salto hacia la luz.
·         El ciego es imagen del verdadero discípulo que se despoja del manto que hasta entonces lo cegaba; deja hacer a Jesús y, desde ese momento, puede seguirlo ya por el camino que conduce a Jerusalén. La ceguera de este hombre es en el evangelio de Marcos el símbolo de una ceguera espiritual e intelectual más grave. Este episodio se sitúa en medio de escenas en que aparece la incredulidad de los judíos y la torpeza de los apóstoles.
·         La curación se convierte en signo para que los discípulos comprendan que es necesario tener una nueva mirada a fin de comprender lo que significa entregar la propia vida por los demás.
·         Todo el Evangelio nos hace saber que este camino de los ciegos y los cojos es el camino que lleva a Jerusalén: es la subida con el Hijo de Dios, es el paso por la cruz y entregada en manos del Padre. Y para cada uno de nosotros este camino toma una dirección más propia y precisa.
·         La historia de Bartimeo es nuestra propia historia, pues también nosotros estamos ciegos para muchas cosas, y Jesús está pasando junto a nuestra vida. Todos somos ciegos de nacimiento, pero no todos somos tinieblas. Cuando queremos ver y reconocemos la ceguera ya comenzamos a ver algo.
·         A menudo tenemos deformaciones de nuestro modo de ver las cosas y los demás. Tenemos una imagen falseada, y superficial. Y esta deformación nos lleva a ser injustos, duros, cerrados, a juzgar por las apariencias, a confundir nuestro punto de vista con la verdad, nuestros intereses con el Bien y nuestro mundo con el mundo. La verdadera imagen del hombre y del mundo se nos han revelado a través de Jesús de Nazaret, la luz que ha venido a este mundo. Su luz nos da esta mirada nueva que nos muestran al hombre, al mundo y a Dios en su verdad más plena.
·         El paso de Jesús por nuestra vida se hace luz que nos cura de la ceguera, nos libera de todas las visiones deformadas. Es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que sea capaz de aceptarla. La luz de Jesús es empezar un camino y un estilo de vida nuevos. Vivir en la luz significa: vivir y luchar por la bondad, por la justicia, por la verdad, que son los frutos de la luz. Vivir en nuestras vidas todos estos valores nuevos que nuestros ojos alcanzan y sacarnos de encima las obras estériles de las tinieblas. Esa es la tarea de fe, de conversión, y de renovación que estamos llamados a vivir.
·         Si de verdad nos dejamos iluminar por la luz de Jesús, si caminamos en su luz, seremos sus discípulos. Esta es nuestra grandeza y nuestra responsabilidad. Estamos llamados -siguiendo el ejemplo de Jesús a reflejar en el mundo su luz. Jesús quiere que vivamos sin miedo, siendo testigos de la luz frente a toda la oscuridad que hay en nosotros mismos y a nuestro alrededor.

Para discernir

·         ¿Desde qué luz percibimos la realidad?
·         ¿Nos dejamos iluminar por la luz de Jesús?
·         ¿Aceptamos la luz de Jesús para empezar un camino y un estilo de vida distintos?

Repitamos a lo largo de este día

…Sigamos haciendo el bien…

Para la lectura espiritual

…”Como nuestra vida «natural», también nuestro nacimiento a la Vida de Dios yace en una profundidad oscura; en el misterio del bautismo, de la gracia. En el seno de Dios. Y sentimos que este vivir adquiere relieve en la conciencia sólo de vez en cuando. Anotamos su llamada, su aviso y sus leyes. Tenemos el presentimiento de sus posibilidades eternas. Y debemos creer que este existir es real, más real aún que lo natural, lo terreno.
En nuestra persona debemos ver también la Vida de Dios y, como educadores, tener una viva solicitud por ella. La primera cuestión en la que el educador ayuda, en efecto, al educando es en la de adquirir la firme convicción de tener un destino y una posibilidad de afirmación. Así ocurre también respecto a la existencia divina en nosotros. Esa existencia está engendrada por Dios dentro de nuestra vida, y nosotros creemos que este Dios la ayudará y la conducirá a la plena libertad. Creemos que Dios nos hará encontrar las cosas que ayudan a la vida divina en nosotros; creemos que Dios alejará aquello que la perjudica y nos protegerá de la tentación. A todo ello está ligada también la firme convicción, procedente de la fe, de que el mundo no es para nada un autómata rígidamente programado, sino que está en las manos de Dios; de que el misterio de la acción del Dios vivo penetra el mundo en todo instante.
Es justo que todo esto haya sido colocado como último sello en nuestra común reflexión. Toda educación natural posee un sentido positivo. Ahora bien, lo que es único y original es el hecho de que tenga lugar en nosotros un nacimiento, un nacimiento engendrado por Dios: hay en nosotros una realidad a la que debemos prestar atención, en la que creemos y por la que debemos orar a Dios para que la guíe hasta su realización cabal. El Padrenuestro es la magna oración con la que mendigamos la Vida de Dios”…
R. Guardini, Persona y Iibertad.

Para rezar

El ciego Bartimeo
sabía que ahí estabas…
¡Pero no podía verte!
y te imploraba, y gritaba…
… hasta que Tú, al fin, lo sanaste,
y vio la luz y el amor,
y la vida… y el color…
… y te alababa… y te amaba… y saltaba… y cantaba…
Yo, Señor, también sé que estás aquí,
muy cerquita de mí
en la viña de mi vida…
… ¡pero mis ojos no te palpan!
Y este vivir estando muerto,
ni las perlas de mis lágrimas arranca.
¡Abre mis ojos, Señor!
Yo quiero verte,
yo quiero ser tu fuente sonriente…
¡Toca, Jesús, mi vida!
Yo quiero sentirte,
ser cogollo de tu dicha…
Yo quiero servirte…
¡Poda en mi viña las parras!
Que sólo den ramas dulces,
¡No más uvas amargas!

Yo quiero alabarte,
yo quiero amarte.


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