JUEVES DE LA XI SEMANA
Cuando oren digan así
Lectura del libro del
Eclesiástico 48, 1-14
Después surgió como un fuego el profeta
Elías, su palabra quemaba como una antorcha. El atrajo el hambre sobre ellos y
con su celo los diezmó.
Por la palabra del Señor, cerró el cielo,
y también hizo caer tres veces fuego de lo alto. ¡Qué glorioso te hiciste,
Elías, con tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser igual a ti?
Tú despertaste a un hombre de la muerte y
de la morada de los muertos, por la palabra de Altísimo. Tú precipitaste a
reyes en la ruina y arrojaste de su lecho a hombres insignes; tú escuchaste un
reproche en el Sinaí y en el Horeb una sentencia de condenación; tú ungiste
reyes para ejercer la venganza y profetas para ser tus sucesores; tú fuiste
arrebatado en un torbellino de fuego por un carro con caballos de fuego. De ti
está escrito que en los castigos futuros aplacarás la ira antes que estalle,
para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y restablecer las
tribus de Jacob. ¡Felices los que te verán y los que se durmieron en el amor,
porque también nosotros poseeremos la vida!
Cuando Elías fue llevado en un torbellino,
Eliseo quedó lleno de su espíritu. Durante su vida ningún jefe lo hizo temblar,
y nadie pudo someterlo. Nada era demasiado difícil para él y hasta en la tumba
profetizó su cuerpo. En su vida, hizo prodigios y en su muerte, realizó obras
admirables.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 96, 1-2.
3-4. 5-6. 7 (R.: 12a)
R. Alégrense,
justos, en el Señor.
¡El Señor reina!
Alégrese la tierra,
regocíjense las
islas incontables.
Nubes y Tinieblas
lo rodean,
la Justicia y el
Derecho son la base de su trono. R.
Un fuego avanza
ante él
y abrasa a los
enemigos a su paso;
sus relámpagos
iluminan el mundo;
al verlo, la
tierra se estremece. R.
Las montañas se
derriten como cera
delante del Señor,
que es el dueño de toda la tierra.
Los cielos
proclaman su justicia
y todos los
pueblos contemplan su gloria. R.
Se avergüenzan los
que sirven a los ídolos,
los que se glorían
en dioses falsos;
todos los dioses
se postran ante él. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 6, 7-15
Jesús dijo a sus discípulos:
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen
los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como
ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace
falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera: Padre
nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino,
que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de
cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han
ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan
sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a
ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a
ustedes.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
La historia de Israel admite diversas
interpretaciones, por eso en algunas ocasiones se ilumina el significado
religioso de los hechos por medio de algunos textos de los libros sapienciales.
Esto es lo que sucede al interrumpir la lectura de los Libros de los Reyes para
escuchar al Sirácida o Eclesiástico, que muestra su fascinación por este gran
profeta de acción.
El Sirácida escribe en el siglo IV antes
de Cristo y el resumen que hace de la vida de Elías nos recuerda su lucha
contra la idolatría y su estilo fogoso: «delante del Señor avanza fuego,
abrasando en torno a los enemigos.
Para los hebreos, como para muchos pueblos
acostumbrados a los «sacrificios», el fuego es el elemento misterioso que une
al hombre con Dios: se pasaba la víctima por el fuego para que el fuego
penetrara en ella, y se comía esa víctima en una comida sagrada, para entrar en
comunión con la divinidad. El personaje Elías es simbolizado por el «fuego».
Jesús acaba de condenar el modelo de
oración que se hace por ostentación. Su deseo, es que sus discípulos pasen a un
modelo de oración distinto, al que vienen acostumbrados. Aconseja a sus
seguidores que su oración, no sea con muchas palabras, porque Dios ya conoce lo
que le vamos a decir.
Jesús nos deja un modelo de oración: el
Padrenuestro. Esta oración es como el resumen de la espiritualidad del Antiguo
y del Nuevo Testamento sobria y equilibrada. Mateo pone el Padrenuestro en
contraste con la oración de los paganos que se caracterizaba por la acumulación
de largas y tediosas fórmulas donde se amontonaban los calificativos de Dios.
Mateo destaca, en cambio, de una manera positiva, el Padrenuestro como una
oración breve.
Primero, nos lleva pensar en Dios, que es
nuestro Padre: su nombre, su reino, su voluntad. Nos invita a mostrar nuestro
deseo de sintonizar con Dios. Luego pasa a nuestras necesidades: el pan de cada
día, el perdón de nuestras faltas, la fuerza para no caer en tentación y vencer
el mal. El Padrenuestro a pesar de ser tan breve; es una síntesis de todo lo
que Jesús vivió y sintió respecto de Dios, del mundo y de su pueblo.
El Padre nuestro se divide en dos partes.
La primera tiene como centro al Padre y la segunda a la comunidad.
En la primera parte, la comunidad pide por
la extensión del reino a la humanidad entera. Al comenzar diciendo «Padre nuestro»,
Jesús marca un estilo de petición. Existe una relación comunitaria de los
discípulos con Dios, ya no es solamente individual. Son los hijos, o los
miembros del reino, los que se dirigen a Dios como Padre porque Él es el único
que merece ese nombre.
La expresión, «que estás en los cielos»,
no aleja al Padre de sus hijos, sino que indica la trascendencia y la
invisibilidad de Dios.
La comunidad pide que la humanidad
reconozca a Dios como Padre. Antes que pensar en sí misma, la comunidad se
preocupa por la humanidad que la rodea.
La comunidad tiene experiencia del reinado
de Dios, por eso pide que se extienda a todo hombre. Pide, porque sabe que es
ella la que, con su modo de vida, hace presente en el mundo el mensaje de
salvación. Pide fidelidad al mensaje de las bienaventuranzas, y a la práctica
de esta novedad de vida.
La comunidad pide que se cumpla el
designio de Dios, designio histórico de Dios sobre la humanidad: llevar a su
plenitud la ley y realizar la obra redentora.
La decisión de la salvación está tomada
por Dios, pero tiene que realizarse en la tierra. Le pedimos a Dios que lo que
Él ya ha decidido en el cielo, se realice en la tierra. La comunidad vuelve a
pedir por el mundo; su primera preocupación es la misión que Jesús le confía.
En la segunda parte la comunidad reza por
sí misma. La palabra «pan», es equivalente a alimento. «El pan del mañana» hace
referencia al banquete mesiánico final. Jesús describió su presencia con los
discípulos como un banquete de bodas, en contrapartida a la tristeza del ayuno
practicado por los discípulos de Juan y los fariseos. Se pide que el gozo de
ese momento, lo pueda experimentar esta comunidad presente.
En la petición del perdón del las ofensas
aparece una exigencia para la comunidad. El perdón del Padre está condicionado
al perdón mutuo, expresión del amor. Quien se cierra al amor de los otros se
cierra al amor de Dios, que se manifiesta en el perdón. La división en la
comunidad impide la presencia en ella del amor del Padre. Se pide, pues, la
manifestación continúa de ese amor que se traduce en el perdón mutuo. En los
deudores quedan incluidos los enemigos y perseguidores.
«No nos dejes caer en la tentación»,
remite a las tentaciones de Jesús en el desierto, no se trata de una tentación
única y determinada. El sentido de «tentación» se refiere a las mismas que
experimentó Jesús. Aquéllas pretendían desviar su mesianismo. La comunidad
puede experimentar en su misión, que continúa la de Jesús, las mismas
tentaciones que éste: usar sus dones para propio beneficio sin atender al plan
de Dios; caer en la irresponsabilidad, pero, sobre todo, caer en la tentación
de la gloria y el poder.
En la petición final del Padrenuestro,
rogamos que el Padre no permita que la comunidad ceda a las seducciones del
Malo que es la personificación del poder del mundo.
Insiste Jesús en la necesidad del perdón.
La unión en la comunidad asegura la experiencia del amor del Padre y es
condición para su existencia. No es que Dios se niegue a perdonar; es el hombre
que no perdona, quien se hace incapaz de recibir el amor.
Esta oración nos debe ir afirmando en
nuestra condición de hijos para con Dios, y también en nuestra condición de
hermanos de los demás, dispuestos a perdonar cuando haga falta, porque todos
somos hijos del mismo Padre.
El Padre Nuestro no es la oración
institucionalizada. A Dios nadie lo puede encerrar en palabras. Dios lo
desborda todo. Lo que quiere Jesús con el “Padre Nuestro” es que confrontemos
nuestra vida personal y comunitaria con su proyecto original: que con nuestro
proceder, hagamos que el Reino de Dios se desarrolle y crezca.
Para discernir
¿Qué rezo cuando rezo el Padre nuestro?
¿Qué experimento ante cada una de las
peticiones?
¿Qué relación hay entre la oración del
Señor y mi proyecto de vida en la fe?
Repitamos a lo largo de este día
…Padre, venga tu Reino…
Para la lectura espiritual
…”La primera parte del Padre nuestro va,
de una manera atrevida, del tú al Dios que se ha revelado como amor. Se trata
de una oración de agradecimiento llena de júbilo por el hecho de que podamos
llamar, amar y alabar de manera confiada al Santísimo como Nuestro Padre y como
nuestro tú. Expresa el compromiso de verificar nuestras aspiraciones y nuestras
acciones, a fin de ver si y hasta qué punto se toman en serio y honran el
nombre del Padre y nuestra vocación de hijos a hijas suyos. Y, no por último,
nos pone sobre todo frente a nuestra misión de promover, para honor del único
Dios y Padre, la paz y la solidaridad salvífica entre todos los hombres [...].
Recitar el Padre nuestro significa
preguntarse por la seriedad con la que tomamos, intentamos comprender y
confesamos con actos concretos el plan salvífico de Dios. Un rasgo fundamental
e imprescindible del compromiso que hemos asumido en virtud del Espíritu Santo
y con la mirada puesta en el Hijo predilecto es el de amar a Dios en todo y por
encima de todo y cumplir su voluntad santa y amorosa.
La segunda parte del Padre nuestro habla
del amor al prójimo en unión con Jesús. Se trata del «Nosotros», de vivir de
manera radical la solidaridad salvífica de Jesús con todos los hombres y en
todos los campos de la vida. La conciencia adquirida de que la recitación del
Padre nuestro nos introduce, de manera semejante al bautismo de Jesús en el
Jordán, en la vida trinitaria de Dios, así como nuestra opción fundamental en
favor de la solidaridad salvífica en todos los campos, nos ayudarán, sin la
menor duda, a conferir un perfil cada vez más claro y convincente a nuestro
programa de vida”…
B. Häring, II Padre nuestro. Alabanza, oración
programa de vida, Brescia 1995.
Para rezar
Este es tu reino entre nosotros, Señor,
vivir en tu amor ser tus hijos
y contemplar tu rostro,
tal como lo manifestó tu hijo amado,
Jesús.
Ahora sabemos que la santidad a la que nos
llamás
está amasada de vida diaria, de trabajo,
de alegrías y penas,
de un caminar constante hacia un mundo
nuevo
que renace a su liberación y a la paz
definitiva.
Porque esta santidad no nos saca del mundo
sino que nos hace vivir en plenitud
dando sentido a nuestra vida
para volcarnos a un gran proyecto:
una nueva humanidad.
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