MARTES DE LA
XIII SEMANA
¿Por qué tienen miedo?
Lectura de la profecía de
Amós 3, 1-8; 4, 11-12
Escuchen esta palabra que el Señor
pronuncia contra ustedes, israelitas, contra toda la familia que yo hice subir
del país de Egipto.
Sólo a ustedes los elegí entre todas las
familias de la tierra; por eso les haré rendir cuenta de todas sus iniquidades.
¿Van juntos dos hombres sin haberse puesto
de acuerdo? ¿Ruge el león en la selva sin tener una presa? ¿Alza la voz el
cachorro desde su guarida sin haber cazado nada? ¿Cae el pájaro a tierra sobre
una trampa si no hay un cebo? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado
nada? ¿Suena la trompeta en una ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una
desgracia en la ciudad sin que el Señor la provoque?
Porque el Señor no hace nada sin revelar
su secreto a sus servidores los profetas. El león ha rugido: ¿quién no temerá?
El Señor ha hablado: ¿quién no profetizará?
Yo les envié una catástrofe como la de
Sodoma y Gomorra, y ustedes fueron como un tizón salvado del incendio, ¡pero
ustedes no han vuelto a mí! -oráculo del Señor- .
Por eso, mira cómo voy a tratarte, Israel;
y ya que te voy a tratar así, prepárate a enfrentarte con tu Dios, Israel.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 5, 5-6.
7. 8 (R.: 9a)
R. Guíame, Señor,
por tu justicia.
Tú no eres un Dios
que ama la maldad;
ningún impío será
tu huésped,
ni los orgullosos
podrán resistir
delante de tu
mirada. R.
Tú detestas a los
que hacen el mal
y destruyes a los
mentirosos.
¡Al hombre
sanguinario y traicionero
lo abomina el
Señor! R.
Pero yo, por tu
inmensa bondad,
llego hasta tu
Casa,
y me postro ante
tu santo Templo
con profundo
temor. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 8, 23-27
Jesús subió a la
barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta
tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía.
Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: « ¡Sálvanos,
Señor, nos hundimos!»
El les respondió:
« ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?» Y levantándose, increpó al viento
y al mar, y sobrevino una gran calma.
Los hombres se
decían entonces, llenos de admiración: « ¿Quién es este, que hasta el viento y
el mar le obedecen?»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Algunos profetas crecieron y maduraron
junto a un maestro; Amós conoce solamente la implacable llamada de Dios, que lo
arrastra a hacer sentir sus exigencias en el corazón de la ciudad y a restituir
la totalidad de la obligación de la alianza.
Dios le exige a Israel más que a los demás
pueblos, porque también ha multiplicado con ellos, más que con cualquier otro
pueblo, sus gestos de predilección.
El profeta no puede callar, porque Dios le
ha mandado hablar y si Dios se lo manda, no puede dejar de denunciar el mal:
«habla el Señor, ¿quién no profetiza?».
Amós afirma con mucho vigor la igualdad de
todas las razas y de todas las naciones ante la justicia y la misericordia de
Dios. La elección particular de Israel es una responsabilidad y no un
privilegio, por eso Amós insiste en la necesidad de construir la Alianza en
cada momento.
El profeta denuncia el intento de
convertir a Dios en el gran encubridor de las clases corrompidas, el intento de
legitimar los privilegios, la expoliación, el afán de apoderarse de Dios para
esclavizar al hombre.
Sus palabras llenas de indignación moral
condenan el orgullo y la injusticia. Amós pide cuentas a las mujeres de
Samaría, comparándolas a las vacas de Basán, meseta de Transjordania, famosa
por sus pastos, lugar donde crecía este ganado que le recuerdan las damas de la
alta y corrupta sociedad israelita.
***
La escena presenta un contraste radical
entre la actitud de los discípulos y la de Jesús. En el momento de la tempestad
viene la prueba sobre la calidad y profundidad de la fe. Los discípulos siguen
a Jesús hasta la barca. Pero frente al temporal sienten miedo y desconfianza
mientras Jesús duerme. La agitación que provocó la tormenta no fue suficiente
para despertarlo. Los discípulos en su desesperación despertarán al Maestro.
En el dramatismo de la escena se revela
Jesús. La tormenta continuaba su furia y los discípulos continuaban llenos de
agitación. El Señor simplemente y tranquilamente, increpó a los vientos y al
mar, y sobrevino una gran calma. De la Palabra de Jesús, sigue la calma que no
iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada, sino que se dirigía sobre
todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos.
Él les hace ver la fragilidad de su fe.
Con la fuerza de su palabra es capaz de controlar la tempestad. Los discípulos
pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba
de asistir a algo impensable hasta entonces.
En los momentos de tranquilidad nos
sentimos seguros y confiados de todo. ¡Cómo nos cuesta mantenernos firmes, ante
las adversidades de la vida! Pero cuando se nos mueve el piso y sentimos
nuestra seguridad amenazada nos desesperamos.
Pero Jesús, igual que en el evangelio,
viaja con nosotros. Su presencia es imperceptible. Necesitamos recurrir a Él
porque es nuestra única y verdadera carta de navegación.
Que nuestra constante admiración por lo
que cotidianamente hace por nosotros, y por todos los hombres, nos ayude a
viajar por este mundo con la certeza de su presencia silenciosa, pero fiel y
segura. Cuando sintamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro
Salvador es Dios mismo hecho hombre, que ha querido ser Dios con nosotros, y
nos aseguró su compañía hasta el fin de los tiempos. ¿Quién es el que puede
calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones
de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar
órdenes a los vientos y al mar como Dios».
(Nicetas de Remesiana).
Para discernir
¿A quién acudimos en las dificultades?
¿Vacila mi fe en las pruebas?
¿Me angustio ante las contrariedades de la
vida?
Repitamos a lo largo de este día
…Aumenta mi fe…
Para la lectura espiritual
…”Consideremos el insomnio [...]. El
insomnio se caracteriza por la conciencia de que esta situación no acabará
nunca, esto es, que no existe ya ningún medio para salir de la vigilancia a la
que estamos obligados. Una vigilancia sin objeto. [...]. Con todo, es preciso
que nos preguntemos si la conciencia se deja definir por la vigilancia, si la
conciencia no es, más bien, la posibilidad de sustraernos a la vigilancia; si
el sentido propio de la con-ciencia no consiste tal vez en ser una vigilancia
puesta al abrigo de una posibilidad de dormir; si el particular modo de ser del
yo no consiste en el poder de salir de la situación de la vigilancia
impersonal. La conciencia participa ya, en efecto, en la vigilancia. Sin
embargo, lo que la caracteriza de modo particular es el hecho de reservarse
siempre la posibilidad de retirarse «detrás», para dormir. La conciencia es el
poder de dormir. En esta fuga plena consiste, en cierto sentido, la paradoja
misma de la conciencia”…
E. Lévinas, edición española: El tiempo y el otro,
Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona 1993.
Para rezar
Dios, en tus manos me abandono
Yo me abandono ¡Dios! en tus manos.
Toma este barro y trabájalo,
como arcilla entre las manos del alfarero,
dale una forma y después, rómpela, si quieres
como es despedazada la vida de tantos hermanos.
Pide, ordena ¿Qué quieres que haga?
¿Qué quieres que no haga?
Ensalzado o humillado, perseguido,
incomprendido,
calumniado, alegre o triste,
o inútil para todo, sólo diré,
a ejemplo de tu Madre:
“Hágase en mí según tu palabra”.
Dame el amor por excelencia,
el amor de la cruz.
Pero no de las cruces heroicas
que podrían nutrir mi vanidad,
sino de las cruces vulgares que,
sin embargo, llevo con repugnancia.
De esas que se encuentran cada día
en la contradicción,
en el olvido, en los juicios falsos,
en la frialdad del alma,
en los desaires y desprecios de los demás;
en el malestar y defectos del cuerpo,
en la oscuridad de la mente
y en el silencio y aridez del corazón.
Entonces sólo Tú sabrás que te amo,
aunque ni yo lo sepa, con eso me basta.
Amén
Toma este barro y trabájalo,
como arcilla entre las manos del alfarero,
dale una forma y después, rómpela, si quieres
como es despedazada la vida de tantos hermanos.
Pide, ordena ¿Qué quieres que haga?
¿Qué quieres que no haga?
Ensalzado o humillado, perseguido,
incomprendido,
calumniado, alegre o triste,
o inútil para todo, sólo diré,
a ejemplo de tu Madre:
“Hágase en mí según tu palabra”.
Dame el amor por excelencia,
el amor de la cruz.
Pero no de las cruces heroicas
que podrían nutrir mi vanidad,
sino de las cruces vulgares que,
sin embargo, llevo con repugnancia.
De esas que se encuentran cada día
en la contradicción,
en el olvido, en los juicios falsos,
en la frialdad del alma,
en los desaires y desprecios de los demás;
en el malestar y defectos del cuerpo,
en la oscuridad de la mente
y en el silencio y aridez del corazón.
Entonces sólo Tú sabrás que te amo,
aunque ni yo lo sepa, con eso me basta.
Amén
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