TO - VIERNES DE LA IX SEMANA
EL SAGRADO
CORAZÓN DE JESUS (S)
El
Señor es mi pastor
PRIMERA LECTURA
Lectura de la profecía de
Ezequiel 34, 11-16
Así habla el Señor:
«¡Aquí estoy yo! Yo mismo voy a buscar mi rebaño y me
ocuparé de él. Como el pastor se ocupa de su rebaño cuando está en medio de sus
ovejas dispersas, así me ocuparé de mis ovejas y las libraré de todos los
lugares donde se habían dispersado, en un día de nubes y tinieblas. Las sacaré
de entre los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las traeré a su propio
suelo y las apacentaré sobre las montañas de Israel, en los cauces de los
torrentes y en todos los poblados del país. Las apacentaré en buenos pastizales
y su lugar de pastoreo estará en las montañas altas de Israel. Allí descansarán
en un buen lugar de pastoreo, y se alimentarán con ricos pastos sobre las
montañas de Israel.
Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a
descansar -oráculo del Señor- . Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la
descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma, pero exterminará a la
que está gorda y robusta. Yo las apacentaré con justicia.«
Palabra de Dios.
SALMO Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6
(R.: 1)
R. El Señor es mi pastor, nada
me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me
puede faltar.
El me hace descansar en verdes
praderas,
me conduce a las aguas
tranquilas
y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras
quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me
infunden confianza. R.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa. R.
Tu bondad y tu gracia me
acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del
Señor,
por muy largo tiempo. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma 5,
5b-11
Hermanos:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía éramos
débiles, Cristo, en el tiempo señalado, murió por los pecadores. Difícilmente
se encuentra alguien que dé su vida por un hombre justo; tal vez alguno sea
capaz de morir por un bienhechor. Pero la prueba de que Dios nos ama es que
Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Y ahora que estamos
justificados por su sangre, con mayor razón seremos librados por él de la ira
de Dios. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte
de su Hijo, mucho más ahora que estamos reconciliados, seremos salvados por su
vida. Y esto no es todo: nosotros nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro
Señor Jesucristo, por quien desde ahora hemos recibido la reconciliación.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 15, 3-7
Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta
parábola:
«Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja
acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido,
hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de
alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice:
“Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.”
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría
en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve
justos que no necesitan convertirse.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Corazón que ama y sufre
Hablar del corazón es hablar de amor, y cuando el amor deriva del Corazón de Jesús, se trata de un Amor con mayúscula, del Amor por excelencia, del Amor del Hijo de Dios que vino a compartir con nosotros la vida y la historia, vestido de nuestra naturaleza.
Hablar del corazón es hablar de amor, y cuando el amor deriva del Corazón de Jesús, se trata de un Amor con mayúscula, del Amor por excelencia, del Amor del Hijo de Dios que vino a compartir con nosotros la vida y la historia, vestido de nuestra naturaleza.
La ternura con que esta parábola está escrita revela
esa ternura del corazón de Dios y la repercusión que el amor tiene en el
corazón de Cristo. Ser persona, o comunidad, o iglesia del Reino significa
estar poseído o absorbido por la misericordia de tal manera, que es ella la
razón de todo nuestro actuar. Si después de escuchar la parábola de la oveja
perdida, nos preguntamos otra vez qué es la Gracia de Dios, la respuesta es
sencilla: es el amor mismo de Dios dándose gratuitamente incluso a quien no lo
merece.
«Va tras la descarriada, hasta que la encuentra».
En esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús no se
habla expresamente en ningún texto del corazón, pero sí de esa forma especial
de amor que solemos asociar con la idea de corazón. El evangelio lo muestra en
toda su paradoja. Un buen pastor se preocupa de todo su rebaño por igual; por
eso, ¿cómo puede comprenderse que el pastor del evangelio deje las noventa y
nueve ovejas en el campo (en el desierto) y se preocupe sólo de la oveja
descarriada? Está claro: aquí no se miden las consecuencias, no se calcula, no
se piensa en el riesgo que supone dejar a la mayoría de las ovejas sin
protección; únicamente se tiene ante los ojos el peligro que amenaza a una de
ellas, como si sólo importara ésta. No se tienen en cuenta otras posibilidades.
Para Dios no es indiferente si algunas personas se pierden, aunque se salve el
grueso de la humanidad. Un corazón humano, que aquí se convierte en receptáculo
del amor divino, no piensa así, sino que para él es importante cada hombre en
particular, pues todo hombre es un destinatario irremplazable de su amor.
Los cristianos que celebran la festividad del Sagrado
Corazón de Jesús no sospechan por lo general cuánto ama Dios a cada hombre.
Tanto que algunos santos han llegado a decir que Cristo habría muerto también
en la cruz si sólo hubiera tenido que salvar a una única persona. La idea nos
parece un tanto descabellada, pero saca su justificación de la parábola de la
oveja perdida. Y con no menos énfasis que la preocupación por la oveja
descarriada se describe la alegría que se produce cuando se la encuentra. En
todo caso se puede decir con seguridad que cada una de las noventa y nueve
ovejas es amada por el Buen Pastor de la misma manera: todas ellas son los
pecadores por los que Jesús muere en la cruz, no como masa anónima, sino como
personas irrepetibles.
«Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos
pecadores».
La segunda lectura abunda en lo que acabamos de decir.
La oveja descarriada de la parábola es en realidad la persona que se aleja de
Dios, la que lo rechaza y le es hostil. El amor del Buen Pastor no se basa por
tanto en una reciprocidad: es un amor que sólo mediante su entrega plena y
perfecta busca engendrar reciprocidad, correspondencia. La oveja salvada,
cuando vuelve a casa sobre los hombros de su dueño, comienza a saber cuán
preciosa es para el pastor y cuánto le debe. Pero la parábola no se pronunció
con la intención de suscitar esta reciprocidad: el amor de Dios es «sin
porqué». Y la segunda lectura tampoco habla propiamente del amor con el que
ahora se debería corresponder a los desvelos del Buen Pastor, sino solamente de
la certeza de que ahora estamos a salvo al amparo del amor divino, de que hemos
obtenido la «reconciliación». Que esta certeza nos obliga a cada uno de
nosotros a dar una respuesta de amor, o que más bien la produce espontáneamente
en nosotros, podrá inferirlo todo el que realice lo que hemos dicho.
«Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas».
El texto veterotestamentario de la primera lectura
traslada el amor del corazón de Jesús al corazón de Dios. Dios quiere «buscar
personalmente a sus ovejas», quiere sacarlas de los lugares «donde se
desperdigaron el día de los nubarrones y de la oscuridad». Esto nos muestra una
última cosa: que el corazón humano de Jesús, al que nosotros atribuimos este
amor personal único, no es el arquetipo -como si el amor de Dios sólo hubiera
obtenido esta cualidad cuando llegó el momento de la encarnación-, sino que ese
corazón es más bien simplemente la expresión comprensible para nosotros del
amor inconcebible que el Dios eterno experimenta desde siempre por sus
criaturas.
Hans Urs von Balthasar
Letanías del Sagrado Corazón de Jesús
Señor ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor ten misericordia de nosotros.
Cristo, óyenos…
Cristo, escúchanos…
Dios, Padre celestial, ten misericordia de nosotros…
Dios, Hijo Redentor del mundo…
Dios, Espíritu Santo…
Trinidad santa, que eres un solo Dios…
Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno…
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el
seno de la Virgen Madre…
Corazón de Jesús, unido sustancialmente al Verbo
divino
Corazón de Jesús, de majestad infinita…
Corazón de Jesús, templo santo de Dios…
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo…
Corazón de Jesús, Casa de Dios y puerta del cielo…
Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad. ..
Corazón de Jesús, receptáculo de justicia y amor…
Corazón de Jesús, lleno de bondad y amor. ..
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes…
Corazón de Jesús dignísimo de toda alabanza…
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones…
Corazón de Jesús, en quien están todos los tesoros de
sabiduría y ciencia…
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de
la Divinidad…
Corazón de Jesús en quien el Padre se ha complacido…
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos hemos
recibido…
Corazón de Jesús, deseo de los collados eternos.
Corazón de Jesús, paciente y de mucha misericordia.
Corazón de Jesús, rico para todos los que te invocan…
Corazón de Jesús, fuente de vida y santidad….
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados…
Corazón de Jesús, saturado de oprobios…
Corazón de Jesús, oprimido por nuestras maldades…
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte.
Corazón de Jesús, traspasado por la lanza.
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo…
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra…
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra…
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores…
Corazón de Jesús, salud de los que esperan en Ti…
Corazón de Jesús, esperanza en los que en Ti mueren…
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
óyenos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten
misericordia de nosotros.
Jesús, manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón
semejante al tuyo.
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