LUNES DE LA XV SEMANA
El
que pierda su vida por mí, la encontrará
Lectura del libro del profeta
Isaías 1, 10-17
¡Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma!
¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios, pueblo de Gomorra!
¿Qué me importa la multitud de sus sacrificios? -dice
el Señor-. Estoy harto de holocaustos de carneros y de la grasa de animales
cebados;
No quiero más sangre de toros, corderos y chivos.
Cuando ustedes vienen a ver mi rostro, ¿quién les ha pedido que pisen mis
atrios?
No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es
para mí una abominación. Luna nueva, sábado, convocación a la asamblea… ¡no
puedo aguantar la falsedad y la fiesta! Sus lunas nuevas y solemnidades las
detesto con toda mi alma; se han vuelto para mí una carga que estoy cansado de
soportar.
Cuando extienden sus manos, yo cierro los ojos; por
más que multipliquen las plegarias, yo no escucho: ¡las manos de ustedes están
llenas de sangre!
¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad
de sus acciones! ¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el
derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la
viuda!
Palabra de Dios.
SALMO Sal 49, 8-9. 16b-17. 21 y
23 (R.: 23b)
R. Al que va por el buen
camino, le haré gustar la salvación de Dios.
No te acuso por tus sacrificios:
¡Tus holocaustos están siempre en mi presencia!
Pero yo no necesito los novillos de tu casa
ni los cabritos de tus corrales. R.
¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos
y a mencionar mi alianza con tu boca,
tú, que aborreces toda enseñanza
y te despreocupas de mis palabras? R.
Haces esto, ¿y yo me voy a callar?
¿Piensas acaso que soy como tú?
Te acusaré y te argüiré cara a cara.
El que ofrece sacrificios de alabanza,
me honra de verdad;
y al que va por el buen camino,
le haré gustar la salvación de Dios. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 10, 34-11,1
Jesús dijo a sus apóstoles:
«No piensen que he venido a traer la paz sobre la
tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al
hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el
hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es
digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de
mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su
vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que
me recibe, recibe a aquel que me envió.
El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la
recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la
recompensa de un justo.
Les aseguro que cualquiera que dé de beber, aunque
sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo,
no quedará sin recompensa.»
Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus
doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la
región.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
El sábado nos encontramos con la vocación profética de
Isaías, el profeta escritor más importante de Israel que se hace portavoz de un
Dios que se queja de su pueblo. Dios no quiere el culto o la liturgia como se está
realizando en el Templo. Lo que Dios rechaza es un culto hecho de palabras y
mucho incienso, pero «con las manos llenas de sangre».
No se puede engañar a Dios con ritos y oraciones si
esa liturgia no va acompañada de justicia social. La liturgia no puede ser
tranquilizadora de conciencias.
El mismo Dios que había ordenado esos ritos en las
prescripciones que aparecen en el libro del Levítico; es el que les dice que no
tienen ningún valor a sus ojos y le repugnan si no brotan de lo íntimo de un
corazón sincero.
Una vez más, Dios se solidariza con los débiles y
oprimidos. El verdadero culto que Dios espera está en la vida cotidiana en
servicio de los demás, especialmente de los más débiles.
En el centro del proceso de formación y preparación
misionera de los discípulos, Jesús establece criterios profundos y duros de
digerir.
Como trasfondo de este evangelio de Mateo, está la
primitiva comunidad, que vive tiempos difíciles a causa de la persecución y el
martirio. En ese contexto se trata de encontrar un sentido al sufrimiento y a
la contradicción.
Por eso la afirmación de Jesús aparece fuerte,
contundente y desconcertante. Es el Mesías de paz y afirma que ha venido a
traer la espada. Esto produce desconcierto en sus oyentes más próximos, porque
también pide ocupar el primer lugar en la escala del amor.
Si Jesús fue causa de profundas contradicciones,
también lo serán sus seguidores. La persecución y el martirio serán
consecuencia de la coherencia y fidelidad en el seguimiento del maestro. El
evangelio vivido prioritariamente, siempre es motivo de rechazo y conflicto
porque entra a cuestionar el estilo de vida y eso, desde luego, incomoda.
Tomar la cruz para seguirlo, en una opción que rechaza
el mal en todas sus formas, y expresa el amor en gestos sencillos y concretos,
dirigidos a los más pequeños, nos hace experimentar la dignidad de los hijos de
Dios.
Todo esto es imposible con el sólo deseo o esfuerzo,
es fruto en nuestra vida de un amor que nos amó primero hasta dar la vida.
El que nos invita a cargar la cruz y seguirlo; ha
cargado primero, por amor a nosotros, la cruz siguiendo obedientemente la
voluntad del Padre.
Para discernir
¿Acepto las implicancias del seguimiento de Cristo?
¿Qué lugar ocupa en mi escala de valores mi amor por
Él?
¿Cargo con confianza la cruz?
Repitamos a lo largo de este día
…El que pierda su vida por Jesús, la conservará…
Para la lectura espiritual
…”El Carmelo era mi aspiración desde hacía casi doce
años. Al recibir el bautismo el día de Año Nuevo de 1932, no dudaba de que este
fuera una preparación para mi ingreso en la orden. Pero después, algunos meses
más tarde, al encontrarme por vez primera frente a mi querida madre después del
bautismo, entendí que ella no habría estado en condiciones, por ahora, de soportar
este segundo golpe: no habría muerto de dolor, no, pero su alma habría quedado
literalmente inundada de tal amargura que no me sentía capaz de cargar con
semejante responsabilidad [...].
El último día que pasé en casa era el 12 de octubre.
Mi madre y yo nos quedamos solas en la habitación, mientras mis hermanas se
ocupaban de lavar los platos y poner todo en orden. Escondió el rostro entre
sus manos y empezó a llorar. Me puse detrás de su silla y fui apretando contra
mi seno su cabeza de plata. Nos quedamos así mucho tiempo, hasta que conseguí
persuadirla de que se fuera a la cama; la llevé y le ayudé a desvestirse… por
primera vez en toda mi vida [...].
A las cinco y media salí como siempre de casa para
escuchar la santa misa en la iglesia de San Miguel. Después nos reunimos para
el desayuno; Erna llegó hacia las siete. Mi madre intentaba tomar algo, pero
pronto alejó la taza y empezó a llorar como la noche anterior. Me acerqué de
nuevo a ella y me abracé a ella hasta el momento de marcharme. Entonces le hice
una señal a Erna para que ocupara mi puesto. Tras ponerme el abrigo y el
sombrero en la pieza de al lado… llegó el momento del adiós. Mi madre me abrazó
y me besó con mucho afecto [...].
Finalmente, el tren se puso en marcha. Ahora se había
hecho realidad lo que apenas me hubiera atrevido a esperar. No se trataba, a
buen seguro, de una alegría exuberante que pudiera apoderarse de mí… ¡lo que
había pasado era demasiado triste! Pero mi alma se encontraba en una paz
perfecta: en el puerto de la voluntad de Dios”…
E. Stein.
Para rezar
No te inquietes por las dificultades de la vida,
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado;
a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.
Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz. Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda:
cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas
apesadumbrado, triste,
ADORA Y CONFÍA…
por sus altibajos, por sus decepciones,
por su porvenir más o menos sombrío.
Quiere lo que Dios quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo,
acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado
si Dios te considera plenamente realizado;
a su gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios
que te quiere para sí.
Y que llegará hasta ti, aunque jamás le veas.
Piensa que estás en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico.
Vive en paz. Que nada te altere.
Que nada sea capaz de quitarte tu paz.
Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro
una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor
continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda:
cuanto te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida
y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas
apesadumbrado, triste,
ADORA Y CONFÍA…
Padre Teilhard de Chardin
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