24 de julio de 2016


Podemos llamar a Dios “¡Papá!”

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis    18, 20 – 21.23 – 32

El Señor dijo: «El clamor contra Sodoma y Gomorra es tan grande, y su pecado tan grave, que debo bajar a ver si sus acciones son realmente como el clamor que ha llegado hasta mí. Si no es así, lo sabré.»
Dos de esos hombres partieron de allí y se fueron hacia Sodoma, pero el Señor se quedó de pie frente a Abraham.
Entonces Abraham se le acercó y le dijo: « ¿Así que vas a exterminar al justo junto con el culpable? Tal vez haya en la ciudad cincuenta justos. ¿Y tú vas a arrasar ese lugar, en vez de perdonarlo por amor a los cincuenta justos que hay en él? ¡Lejos de ti hacer semejante cosa! ¡Matar al justo juntamente con el culpable, haciendo que los dos corran la misma suerte! ¡Lejos de ti! ¿Acaso el Juez de toda la tierra no va a hacer justicia?»
El Señor respondió: «Si encuentro cincuenta justos en la ciudad de Sodoma, perdonaré a todo ese lugar en atención a ellos.»
Entonces Abraham dijo: «Yo, que no soy más que polvo y ceniza, tengo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Quizá falten cinco para que los justos lleguen a cincuenta. Por esos cinco ¿vas a destruir toda la ciudad?» «No la destruiré si encuentro allí cuarenta y cinco», respondió el Señor.
Pero Abraham volvió a insistir: «Quizá no sean más de cuarenta.»
Y el Señor respondió: «No lo haré por amor a esos cuarenta.»
«Por favor, dijo entonces Abraham, que mi Señor no lo tome a mal si continúo insistiendo. Quizá sean solamente treinta.»
Y el Señor respondió: «No lo haré si encuentro allí a esos treinta.»
Abraham insistió: «Una vez más, me tomo el atrevimiento de dirigirme a mi Señor. Tal vez no sean más que veinte.»
«No la destruiré en atención a esos veinte», declaró el Señor.
«Por favor, dijo entonces Abraham, que mi Señor no se enoje si hablo por última vez. Quizá sean solamente diez.»
«En atención a esos diez, respondió, no la destruiré.»
Palabra de Dios.

SALMO         Sal 137, 1-2a. 2b-3. 6-7a. 7c-8 (R.: 3a)
R.      Señor, me respondiste cada vez que te invoqué.

         Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
         porque has oído las palabras de mi boca,
         te cantaré en presencia de los ángeles.
         Me postraré ante tu santo Templo.

         Y daré gracias a tu Nombre
         por tu amor y tu fidelidad,
         porque tu promesa ha superado tu renombre.
         Me respondiste cada vez que te invoqué
         y aumentaste la fuerza de mi alma.

         El Señor está en las alturas,
         pero se fija en el humilde
         y reconoce al orgulloso desde lejos.
         Si camino entre peligros, me conservas la vida.

         Tu derecha me salva.
         El Señor lo hará todo por mí.
         Tu amor es eterno, Señor,
         ¡no abandones la obra de tus manos!

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Colosas       2, 12-14

Hermanos:
En el bautismo, ustedes fueron sepultados con él, y con él resucitaron, por la fe en el poder de Dios que lo resucitó de entre los muertos.
Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y de la incircuncisión de su carne, pero Cristo los hizo revivir con él, perdonando todas nuestras faltas. El canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz.
Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas     11, 1-13

Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos.»
El les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación.»
Jesús agregó: «Supongamos que algunos de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: “Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle,” y desde adentro él le responde: “No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos.”
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!»
Palabra del Señor.

Para reflexionar

El libro del Génesis nos presenta a Abrahán en diálogo confiado con Dios. Sólo ante quien se conoce en la densidad de su amor y la fuerza de su poder se puede establecer un regateo intentando beneficiar a un tercero. Con la tenacidad del comerciante oriental que intenta bajar más y más el precio a pagar, Abrahán presenta a los buenos ante Dios para que éste olvide la culpa de los malos y los perdone.
***
La carta a los Colosenses nos indica la condición para esta esperanza casi temeraria de los cristianos. Hemos sido sepultados junto con Cristo en el bautismo y hemos  resucitado con él en Pascua mediante la fe en la fuerza de Dios. De este modo entre Dios,  Señor de la alianza, y nosotros se establece una relación directa e inmediata  que elimina todos los impedimentos y las acusaciones que pesan sobre nosotros. La cruz de Cristo quita todo esto de en medio.
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El evangelio de Lucas nos ofrece hoy uno de los pasajes más bellos y entrañables de ese caminar con Jesús como discípulos. Le revela tímidamente quién es el Padre
Jesús, en el evangelio de Lucas ora muy frecuentemente y los discípulos quieren aprender. Además de querer tener una oración que los identificara ante los demás grupos religiosos que existían, sienten que Jesús se transforma. Se trata simplemente de una necesidad que tiene el Señor como hombre de estar en contacto muy personal con Dios, con Dios su Padre.
Frente a la pregunta de los discípulos, la respuesta de Jesús es sencilla: “Cuando oren, digan ¡Padre!” Esta manera tan sencilla de dirigirse a Dios contrasta con las expectativas que se habían formado a partir de los grandes títulos que se le daban a Dios al inicio de muchas oraciones judías.
El “abba”, que nos han conservado Marcos y Pablo son una invitación a tratar a Dios como Padre. Esto implica una proximidad de corazón y una conciencia de filiación, que lleva a la conciencia de fraternidad. “¡Padre Nuestro!”
Lo novedoso y fundamental de la enseñanza que les da Jesús sobre la oración es anunciar que Dios no es simplemente el Dios omnipotente y creador que premia a los buenos y castiga a los malos, sino que es el ‘Abba’, es decir, es alguien “que hace salir el sol sobre buenos y malos” porque está pendiente de nosotros, que está esperando que le dirijamos una palabra o una mirada -como diría Santa Teresa. Exactamente, como el mejor de los padres está volcado hacia su hijo pequeño.
Jesús presenta la oración como algo más que recitar unas fórmulas o poner en marcha un mecanismo “comercial” para obtener favores de Dios. La oración es sobre todo, la convicción íntima de que Dios es nuestro Padre y que quiere nuestro bien más que nosotros mismos.
Por eso podemos reconocer nuestra limitación sin miedo ni culpa y pedirle que se acuerde de nosotros, que nos fortalezca, que nos ayude, a nosotros y a todo los hijos que con ternura entrañable él ama.
Jesús enseña a rezar desde los íntimos sentimientos de su corazón de hijo que admira y se embeleza como un niño ante aquel que todo lo sabe y todo los puede. De ahí brota su deseo irreprimible de que su Padre sea santificado, conocido y amado. “¡Santificado sea tu nombre”
En Jesús, como sus hijos queridos podemos vivir en la fe de manera absoluta el sentido de la gratuidad del amor de este Dios que es Padre; por eso nuestra petición fundamental es que su bien querer manifestado en su Reino venga y sea una realidad para todos los hombres: “¡Venga tu Reino!”
La confianza en su amor de Padre que busca el bien de sus hijos y nunca “dará piedras en lugar de panes”, un bien que se hace proyecto y que no nos abandona, sino que está presente en todos los momentos nos permite sin temor alguno abandonarnos a su querer y seguir su camino, un camino que es salvación… “¡Que se haga tu voluntad!”. Que el mundo sea como siempre lo pensó y lo quiere; conoce los caminos de la vida y sabe que el amor y la fraternidad deben ser aquello que marque el latir de la vida del mundo y de los hombres. Por lo tanto, nadie debe ser excluido ni quedar al margen de una vida digna.
Que a nadie falte el pan en la mesa de cada día y tampoco el alimento del espíritu, todo lo que necesitamos para crecer como personas y como creyentes. “¡Danos nuestros pan!”
Por esta confianza en la voluntad del Padre, el corazón de Cristo se abre de par en par y se anima a no dejar sin descubrir ninguna de sus inquietudes, ni sus deseos más hondos, ni sus dolores. No puede estar ausente el dolor por aquellos que han equivocado el camino: los hermanos a quien el Padre habrá de perdonar tantas veces porque son hijos pequeños, rebeldes y débiles.
Surge enseguida confiadamente la petición del perdón acompañada de la promesa de perdón que estamos dispuestos a dar y en la que Jesús nos da el ejemplo: “Padre perdónalos…” Es el anhelo del corazón del hijo que el hombre sea capaz de amar al hombre, y el amor tiene una de sus más auténticas manifestaciones en el perdón. “¡Perdónanos como nosotros perdonamos!
Porque nos sabemos queridos y no juzgados podemos mirar nuestra realidad débil y pecadora pidiendo el sostén para no caer en la tentación. “¡No nos dejes caer en la tentación!”
Como todo Padre, Dios quiere que seamos felices; nos pone en la vida para que la vivamos creciendo libertad y asume todos los riesgos. Saber que podemos contar con Él, no quiere decir que tengamos que esperar que él nos resuelva todos los problemas ni que se ponga a favor de nuestros pequeños intereses egoístas.
Saberlo Padre quiere decir que él nos da la mano en nuestro caminar, nos da fuerza y valor. Es experimentar que está a nuestro lado y que no nos deja nunca, es poder vivir todo acontecimiento, por duro que sea, acompañado y sostenidos por un amor muy grande, pleno, infinito. Es sabernos que no mide nuestras debilidades e imperfecciones sino siempre nos anima a dar nuevos pasos con la certeza de que tiene en cuenta no lo que hayamos alcanzado, sino el empeño y el camino que hicimos y queremos hacer.  Así, rezar es experimentar la paternidad de Dios y atrevernos a estar, sin miedos, abiertos sus sorpresas, a sus caminos y a sus pensamientos, como quien busca aquello que no tiene, necesita y sabe quién puede y quiere dárselo. Así la oración aparece como regalo, como misterio, como gracia porque es estar con el Padre que nos ama gratuitamente, sin mérito de nuestra parte y sin esperar a cambio nada más que seamos sus hijos.
Lejos de ser una receta Jesús nos regala un modo de ser en la vida. El reino viene por añadidura.

Para discernir

¿Qué experimento al rezar la oración de Jesús?
¿Me experimento hijo o esclavo?
¿Es más fuerte el temor o el amor?

Repitamos a lo largo de este día

….Quiero tener tus sentimientos y tus palabras en mi boca y en mi corazón….

Para la lectura espiritual

En el evangelio Jesús se dirige a Dios con la seguridad del que sabe que el Padre le  «escucha siempre» (Jn 11,42). Y, como está en oración, sus discípulos le piden que les  enseñe a orar. Jesús les enseña su propia oración, el Padrenuestro, y además les cuenta la  parábola del hombre que despierta a su amigo a medianoche para pedirle que le preste tres  panes. En la parábola el hombre tiene que insistir hasta llegar a ser importuno para obtener  lo que desea. Con Dios en realidad sobra la indiscreción, pero se exige la constancia en la  oración, en la búsqueda: hay que llamar a la puerta para que Dios Padre abra a sus  criaturas. Dios no duerme, está siempre dispuesto a «dar su Espíritu Santo a los que se lo  piden», pero no arroja sus preciosos dones a los que no los desean o sólo los demandan  con tibieza y negligencia. Lo que Dios da es su propio amor inflamado, y éste sólo puede ser  recibido por aquellos que tienen verdadera hambre de él. Pedir a Dios cosas que por su  esencia El no puede dar (un «escorpión», una «serpiente») es un sinsentido; pero toda  oración que es según su voluntad y sus sentimientos, Él la escucha, incluso infaliblemente,  incluso inmediatamente, aunque no lo advirtamos en nuestro tiempo pasajero. «Cualquier  cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis» (Mc 11,24).  «Si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo  que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que le hayamos pedido» (1 Jn  5,14s).
Hans Urs von Balthasar

Para rezar

Hijo mío
que estás en la tierra, preocupado, solitario
desorientado. Yo conozco perfectamente
tu nombre, y lo pronuncio
santificándolo porque te amo.
No, no estás solo, sino
habitado por Mi y juntos
construiremos este Reino.
del que vas a ser heredero.
Me gusta que hagas mi Voluntad,
porque mi Voluntad,
es que tú seas feliz.
Cuenta siempre conmigo y
tendrás el pan para hoy
no te preocupes
Solo te pido que sepas
compartirlo con tus hermanos.
Sabes que te perdono todas tus ofensas,
antes incluso que las cometas, porque te pido que
hagas lo mismo
con los que a ti te ofenden
Para que nunca caigas en la tentación,
tómate fuerte de mi mano
y Yo te libraré del mal.
Te quiere desde siempre
Tu Padre



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