19 de septiembre de 2016

LUNES DE LA XXV SEMANA

Sean luz

Lectura del libro de los Proverbios    3, 27-34

No niegues un beneficio al que lo necesite, siempre que esté en tus manos hacerlo. No digas a tu prójimo: «Vuelve después, mañana te daré», si tienes con qué ayudarlo.
No trames el mal contra tu prójimo, mientras vive confiado junto a ti. No litigues con un hombre sin motivo, si no te ha causado ningún mal. No envidies al hombre violento ni elijas ninguno de sus caminos.
Porque el hombre perverso es abominable para el Señor, y él reserva su intimidad para los rectos. La maldición del Señor está en la casa del malvado, pero él bendice la morada de los justos. El se burla de los insolentes y concede su favor a los humildes. 
Palabra de Dios.

SALMO    Sal 14, 2-3a. 3b-4b. 5 (R.: cf. 1b) 
R.    Señor, el justo habitará en tu santa montaña.

El que procede rectamente
y practica la justicia;
el que dice la verdad de corazón
y no calumnia con su lengua. R.

El que no hace mal a su prójimo
ni agravia a su vecino,
el que no estima a quien Dios reprueba
y honra a los que temen al Señor. R.

El que no presta su dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que procede así, nunca vacilará. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    8, 16-18

Jesús dijo a la gente:
«No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado.
Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Durante dos semanas leeremos una selección del Libro de los Proverbios, hecho de cientos de frases breves, atribuidas a Salomón o a otros sabios del AT. En este libro se nos invita a una reflexión entre humana y creyente sobre la historia y la vida. Los Libros Sapienciales son los últimos escritos del Antiguo Testamento, se escribieron justo antes de la aparición de Jesús.
Una idea subrayada es que Dios no es amigo de los malvados. Estos pueden reírse de todos, incluso de Dios, pero al final “Dios se burla de los burlones y concede su favor a los humildes”.
Esas máximas de Sabiduría se han introducido en la Biblia debido al criterio de los «sabios», que creyeron que toda «sabiduría humana» deriva de la Sabiduría de Dios, puesto que, cuando el hombre descubre una parte de verdad, participa de alguna manera de la inteligencia divina.
***
Jesús aprovechaba el enorme y rico caudal de la sabiduría popular de su pueblo para convertirlo en parte fundamental de su enseñanza. Esta lámpara que aparece en esta parábola, ilumina toda la habitación, lo mismo que la palabra de Dios, que nos es dada como semilla en la tierra de nuestra vida, tiene iluminar hasta los últimos rincones del corazón.
La luz simboliza en general todo lo referido al bien, en contraste con las tinieblas que representan al ámbito del mal. El templo, Jerusalén y el ser humano mismo pueden ser luz, pero la luz por antonomasia es Dios y Aquel a quien ha constituido “luz de las naciones y gloria de su pueblo”, a quien seguimos para “alcanzar la luz de la vida”.
Lucas subraya que la comunidad debe ser luz. Dios, en Jesús, ilumina a todo hombre que viene a este mundo, pero no sólo a los individuos sino también a la comunidad. Las comunidades cristianas necesitan dejarse iluminar para hacer brillar el proyecto de Dios.
La comunidad cristiana se forma no para ocultarse sino para que todos la vean, y pueda dar testimonio del proyecto de Dios, en medio de los hermanos.
Una comunidad cristiana tampoco se constituye para ser un círculo cerrado impenetrable, un gheto de elegidos y salvados. La buena noticia, no puede estar cautiva en las limitaciones de nuestras instituciones, sino que debe hacerse parte de la vida diaria del creyente. La vida de la fe es un don para dar, para entregar gratuita y generosamente.
La comunidad no se constituye sólo para mirarse a si misma, sino sobre todo para crecer internamente con sentido misionero, pensando en los demás. La responsabilidad de la comunidad llega a su máximo, permitir que con sus buenas obras el mundo conozca el Dios de Jesús, un Dios amor, vida, justicia, libertad… Dios no depende de nosotros para ser Dios, pero si para ser conocido y acogido. Pero esto no se hace con imposiciones o agresividad, sino con la sencillez de una vela puesta en el candelero, que sin mucho alboroto, pero con seguridad, alumbra a todos los que estén en la casa.
Se renueva la invitación de Jesús para ser luz en nuestro mundo y nuestro tiempo, oscurecidos por el odio y la violencia sin sentido, por la falta de armonía y paz, por las injusticias y la insensibilidad de muchos hombres, cegados por la ambición y la sed de poder.
Ser luz es una invitación a vivir con la impronta de la vida de Jesús en nuestro corazón, en nuestros ojos, en nuestras palabras en nuestro propio sentir, allí donde cada día debemos vivir, trabajar, crear, cantar, reír y llorar, soñar…

Para discernir

¿Dejo iluminar las distintas realidades de mi vida por la Palabra de Jesús?
¿Soy consciente de la responsabilidad que se me ha confiado de ser luz?
¿Qué zonas de mi vida me cuesta más iluminar?

Repitamos a lo largo de este día

…Quiero dar tu luz Señor…

Para la lectura espiritual

“Ustedes son la luz del mundo”

Mis queridos jóvenes: 
La impresionante ceremonia que se realiza esta noche está llena del más hondo significado. En lo alto de un cerro, bajo las miradas de nuestro Padre Dios y protegidos por el manto maternal de María, que eleva sus manos abiertas a lo alto intercediendo por nosotros, se reúne, caldeada de entusiasmo, una juventud ardiente, portadora de antorchas brillantes, llena el alma de fuego y de amor, mientras a los pies la gran ciudad yace en el silencio pavoroso de la noche.
Esta escena me recuerda otra, ocurrida hace casi dos mil años, también sobre un monte al caer las tinieblas de la noche… En lo alto, Jesús y sus apóstoles, a los pies una gran muchedumbre, y más allá las regiones sepultadas en las tinieblas y en la oscuridad de la noche del espíritu (cf. Sal 106,10). Y Jesús conmovido profundamente ante el pavoroso espectáculo de las almas sin luz, les dice a sus apóstoles «ustedes son la luz del mundo» (Mt 5,14). Ustedes son los encargados de iluminar esa noche de las almas, de caldearlas, de transformar ese calor en vida, vida nueva, vida pura, vida eterna…
También a ustedes, jóvenes queridísimos, Jesús les muestra ahora esa ciudad que yace a sus pies, y como entonces se compadece de ella: «Tengo compasión de la muchedumbre» (Mc 8,2). Mientras ustedes –muchos, pero demasiado pocos a la vez– se han dado cita de amor en lo alto… ¡Cuántos, cuántos… a estas mismas horas ensucian sus almas, crucifican de nuevo a Cristo en sus corazones, en los sitios de placer, desbordantes de una juventud decrépita, sin ideales, sin entusiasmo, ansiosa únicamente de gozar, aunque sea a costa de la muerte de sus almas…! Si Jesús apareciese en estos momentos en medio de nosotros, extendiendo compasivo su mirada y sus manos sobre Santiago y sobre Chile, les diría: «Tengo compasión de esa muchedumbre…» (Mc 8,2).
Allí a nuestros pies yace una muchedumbre inmensa que no conoce a Cristo, que ha sido educada durante años y años sin oír apenas nunca pronunciar el nombre de Dios, ni el santo nombre de Jesús.
Yo no dudo, pues, que si Cristo descendiese al San Cristóbal esta noche caldeada de emoción les repetiría mirando la ciudad oscura: «Me compadezco de ella», y volviéndose a ustedes les diría con ternura infinita: «Ustedes son la luz del mundo… Ustedes son los que deben alumbrar estas tinieblas”…

Discurso del padre Hurtado a los jóvenes reunidos en la cima del Cerro San Cristóbal, en octubre de 1938.

Para rezar

Luz nacida de la Luz,
Jesús, Verbo desde toda la eternidad,
ilumina nuestra historia,
sé la palabra que nos inicia en los secretos del Reino.
Bendito seas, Padre de bondad:
hemos acogido la palabra de tu Hijo
y comulgado su cuerpo.
Danos el deseo de caminar tras El
y de hacer nuestra la palabra que El le dio vida:
que ella sea nuestra herencia y gozo,

y así conoceremos el gozo de vivir como hijos.

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