MIÉRCOLES DE
LA XXV SEMANA
San Mateo, Apóstol y Evangelista (F)
Sígueme. El se
levantó y lo siguió
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Efeso 4, 1-7. 11-13
Hermanos:
Yo, que estoy preso por el Señor, los
exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con
mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten
de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz.
Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así
como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo
con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay
un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en
todos.
Sin embargo, cada uno de nosotros ha
recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido.
El comunicó a unos el don de ser
apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros
pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en
orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre
perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 18, 2-3.
4-5 (R.: 5a)
R. Resuena su eco
por toda la tierra.
El cielo proclama la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus
manos:
un día transmite al otro este mensaje
y las noches se van dando la noticia. R.
Sin hablar, sin pronunciar palabras,
sin que se escuche su voz,
resuena su eco por toda la tierra
y su lenguaje, hasta los confines del
mundo. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 9, 9-13
Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que
estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» El
se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa,
acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus
discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: « ¿Por qué su
Maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús, que había oído, respondió: «No son
los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y
aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no
he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Mateo estaba sentado en el lugar donde
recaudaban los impuestos y Jesús lo invita a seguirlo. El oficio de recaudador
de impuestos, estaba mal visto y aquellos que lo ejercían eran considerados
publicanos y pecadores. Estaban al servicio del rey Herodes, señor de Galilea,
un rey odiado por su pueblo.
Los fariseos despreciaban a los
recaudadores porque los consideraban impuros. La impureza se daba porque
permanecían en contacto con extranjeros y porque comerciaban con monedas
romanas.
El pueblo los rechazaba porque
generalmente cobraban más de lo debido y se enriquecían de manera escandalosa.
Los publicanos estaban en una doble condición de exclusión; eran rechazados por
el pueblo y por las autoridades. Para escándalo de muchos Jesús se hace amigo
de ellos, y entra en relación con un cobrador de impuestos, con un pecador; y
en el colmo de la provocación lo invita a ser de los suyos.
El poder de la Palabra de Jesús hace que
Mateo se levante y lo siga. El seguimiento genera una relación estrecha con
Jesús, de comunión. La comunión en la mesa muestra que los vínculos que Jesús
establece hacen de la vida una fiesta, en la que las relaciones se amplían a
todos los discípulos con quienes ahora se forma comunidad.
Jesús no llamó a sus discípulos por su
buena conducta o por la pureza de sus vidas, sino por todo lo contrario: no ha
venido a llamar a justos, sino a pecadores. La escuela de Jesús es una
comunidad de personas que reconocen sus fragilidades, pero que están en camino
de crecimiento y de sanación continua gracias a Jesús.
Igual que en el relato de la vocación de
Simón Pedro, en el corazón del llamado, hay un precioso momento de perdón.
Nuestra vocación de discípulos se apoya en la misericordia del Señor con
nosotros. Responder implica ponerse en camino de conversión y reaprender la
vida con Jesús.
La misericordia, dada y recibida, es el
centro de nuestra espiritualidad y de nuestra acción evangelizadora. Porque
valoramos y nos gozamos en el extraordinario amor con que fuimos llamados,
somos capaces de compartirlo con todos con el mismo corazón de Dios.
Para discernir
¿Experimento mi vida en clave de vocación?
¿Para qué me llamó el Señor?
¿En qué momento de mi vocación se hizo
patente el gesto de misericordia de Dios?
¿Qué consecuencias tiene el llamado de
Dios?
Repitamos a lo largo de este día
…Aquí estoy Señor, envíame…
Para la lectura espiritual
El recolector de impuestos liberado para el Reino de
Dios
El publicano Mateo recibió en alimento «el
pan de vida e inteligencia» (Si 15,3); y de esta misma inteligencia hizo en su
casa un gran banquete para el Señor Jesús porque había sido hecho partícipe de
una abundante gracia, conforme a su nombre [que quiere decir «don del Señor»].
Dios había preparado un presagio de este festín de gracia: llamado cuando
estaba sentado a su puesto de recolector «siguió al Señor y le ofreció en su
casa un gran banquete» (Lc 5,29). Le ofreció, pues, un banquete, y un gran
banquete, que nosotros llamaríamos, un banquete real.
En efecto, Mateo es el evangelista que nos
muestra a Cristo Rey por su familia y por sus actos. Desde el principio, dice
en su obra «Libro de la genealogía de Jesucristo, Hijo de Dios» (Mt 1,1).
Seguidamente narra cómo el recién nacido es adorado por los Magos con el título
de rey de los judíos; después, entretejiendo todo el resto de su narración de
gestos reales y de parábolas del reino, al final acaba con estas palabras
dichas por este rey ya coronado con la gloria de la resurrección: «Me ha sido
dado toda potestad en el cielo y en la tierra» (28,18). Si examinas con
atención todo el conjunto de su redacción reconocerás que en toda ella se
respiran los misterios del Reino de Dios. Nada de extraño hay todo ello; Mateo
había sido publicano, se acordaba de haber sido llamado del servicio público
del reino del pecado a la libertad del Reino de Dios, del Reino de la justicia.
Un hombre que no quiso ser ingrato para con el gran rey que le había liberado,
sirvió fielmente las leyes de su Reino.
Comentario del Evangelio por Ruperto de Deutz (hacia
1075-1130),
monje benedictino – Las obras del Santo Espíritu, IV,
14
Para rezar
Señor, que nos diste la gracia
de pertenecer a tu Iglesia y de participar en Ella
de tu misión de salvar a los hombres,
ayudanos a conocerte mejor,
a seguirte más de cerca,
y a darte a conocer a todos los hombres.
Inspiranos valor y entusiasmo,
para hacernos amigos de todos aquellos
con quienes nos encontremos
y podamos acercarlos a Vos.
Nunca permitas que desdibujemos tu mensaje
con nuestras palabras o acciones.
Mantenenos siempre cerca tuyo
y hacé que seamos vigorosos miembros de tu Iglesia.
Fortalecé y acrecentá tu vida en nosotros,
para que cuanto hagamos sea hecho unidos a Vos
Que vivís y reinás y nos amás por los siglos de los
siglos.
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