JUEVES DE LA XXIII SEMANA
8 de septiembre - Natividad de la Santísima Virgen María (F)
Él salvará a su
Pueblo
Lectura de la profecía de
Miqueas 5, 1-4a
Así habla el Señor:
Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los
clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se
remontan al pasado, a un tiempo inmemorial.
Por eso, el Señor los abandonará hasta el
momento en que dé a luz la que debe ser madre; entonces el resto de sus
hermanos volverá junto a los israelitas. El se mantendrá de pie y los
apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del nombre del Señor, su
Dios.
Ellos habitarán tranquilos, porque él será
grande hasta los confines de la tierra. ¡Y él mismo será la paz!
Palabra de Dios.
O bien:
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de
Roma 8, 28-30
Hermanos:
Sabemos, además, que Dios dispone todas
las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su
designio.
En efecto, a los que Dios conoció de
antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera
el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, también los
llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también
los glorificó.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 12, 6ab.
6c (R.: Is 61, 10)
R. Yo desbordo de
alegría en el Señor.
Yo confío en tu misericordia:
que mi corazón se alegre porque me
salvaste. R.
¡Cantaré al Señor porque me ha favorecido!
R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 1,
1-16. 18-23
Genealogía de Jesucristo, hijo de David,
hijo de Abraham: Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob,
padre de Judá y de sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre
de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre
de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón. Salmón fue
padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre
de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David.
David fue padre de Salomón, y la madre de
este fue la que había sido mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboám; Roboám,
padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de
Jorám; Jorám, padre de Ozías. Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz;
Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón;
Amón padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el
destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia: Jeconías
fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud;
Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor. Azor fue padre de Sadoc;
Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar,
padre de Matán; Matán, padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de
María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con
José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del
Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería
denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del
Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir
a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del
Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús,
porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo
que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz
un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: «Dios
con nosotros.»
Palabra del Señor.
O bien más breve:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 1,
18-23
Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con
José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del
Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería
denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del
Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas
recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene
del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de
Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo
que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz
un hijo a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que traducido significa: «Dios
con nosotros.»
Palabra del Señor.
Para reflexionar
Para explicar el origen de Jesús, en el
evangelio de hoy Mateo emplea un recurso literario utilizado en la antigüedad,
que es la genealogía. Las genealogías servían para conocer los antepasados de
una persona, y esto era de suma importancia en la cultura de los pueblos del
oriente antiguo, en la que el individuo se entendía a sí mismo, y era visto por
los demás, como parte de un grupo con el que establecía una relación de
parentela por los lazos de la sangre y de la carne. La familia era el depósito
de honor acumulado por todos los antepasados, y cada uno de sus miembros
participaba de dicho honor y estaba obligado a defenderlo.
La intención de Mateo al comenzar su
evangelio con esta genealogía es dar a conocer la ilustre ascendencia de Jesús,
que se remonta nada menos que a David y a Abraham, presentándolo así como un
personaje muy importante y honorable a los ojos de sus contemporáneos.
Los textos litúrgicos de la Escritura
seleccionados para honrar hoy a María no hablan de su Natividad, este hecho
quedó desde el primer momento perdido en un anonimato similar al de cientos de
hijos de Israel.
En los planes de Dios, la humildad, el
silencio, el pasar desapercibido, se hacen habituales. El misterio escondido en
el nacimiento será iluminado desde acontecimientos posteriores.
Por eso, la liturgia se fija en el gran
acontecimiento de la natividad de un Niño, de un Elegido, Predestinado, Jesús,
que, proviniendo de la casa y familia de David, da cumplimiento a cuanto en la
Biblia se dijo sobre el Mesías, Salvador.
Los textos muestran con claridad que hemos
conocido la verdadera historia de la predestinación de María a través de la
sorprendente historia de salvación que realizó su Hijo, Jesús.
Hoy nosotros, desde la salvación que Jesús
nos ofrece con su muerte y resurrección, orientamos nuestra mirada hacia la
Mujer que fue objeto de predilección, haciendo nuestra la aclamación: ¡Dichoso
el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!
Todos los títulos de grandeza de María,
desde su concepción hasta su coronación en el cielo, derivan de la misión de
Madre del Mesías. ¡Dichosa porque has creído y has sido llamada para ser Madre
de Dios y Madre nuestra!
Celebremos esta fiesta evocando en nuestra
memoria el recuerdo de aquellos que nos han marcado un camino en la fe. Que el
recuerdo de María como Madre de Jesús, parte de una familia y de un pueblo nos
ayude a asumir nuestra responsabilidad histórica de hacer crecer y pasar la
herencia de la fe.
Para discernir
¿Discierno mi vida sabiéndome inserto en
el plan de salvación de Dios?
¿He tenido experiencia que los caminos de
Dios no son mis caminos? ¿Lo he vivido con docilidad y humildad?
¿Qué pasos de profundidad tengo que dar en
mi pertenencia a la Iglesia?
Repitamos a
lo largo de este día
…El plan del Señor subsiste para siempre…
Para la lectura espiritual
Fiesta de la de la Natividad de la Santísima virgen María
“Una fiesta como la de la Natividad de la
Santísima Virgen María, por la época en que se celebra —es decir, cuando el
tiempo, después de los calores estivales, se hace más suave, y cuando la uva y
tantos otros frutos llegan a madurar— expresa muy bien dos conceptos: el de la
“plenitud de los tiempos” (Cf. Gál 4,4; Ef. 1,10; Heb 9,26) y el del alivio
beneficioso aportado por el nacimiento de María.
Todo en el AT converge hacia el tiempo de
la Encarnación, y en este punto comienza el NT. En ese momento de plenitud se
inserta María, La Natividad de María —comenta san Andrés de Creta en la homilía
sobre la segunda lectura del oficio de la fiesta (Cf. Sermón 1: PG 97, 810) —
“representa el tránsito de un régimen al otro, en cuanto que convierte en
realidad lo que no era más que símbolo y figura, sustituyendo lo antiguo por lo
nuevo”.
La liturgia de la fiesta de la
Natividad de la Santísima Virgen María reafirma en diversos tonos la idea de la
plenitud de los tiempos: en la primera lectura del oficio se preanuncia el gran
momento de la aparición de la íntima colaboradora de aquel que conseguiría la
victoria definitiva sobre la serpiente infernal, aparición, por ello, destinada
a iluminar a toda la iglesia.
a) María es “la virgen que concebirá”. La profecía de Miqueas representa una de las profecías mesiánicas más conocidas. El profeta ha anunciado la ruina de los reinos del norte y del sur como castigo de sus pecados; pero en medio de las tinieblas he aquí que brilla una luz… ¡Siempre es así! Dios entregará a los hijos de Israel al poder de otro hasta que… El autor parece que se quiere hacer el misterioso, el enigmático, porque sabe que va a decir una cosa ya muy sabida: que de Belén de Efratá “saldrá” el abanderado, el nuevo guía.
Verdaderamente, el autor piensa en Belén,
patria de David, y en el Mesías, descendiente de David como si la historia se
hubiese detenido y empezase otra vez con un nuevo David, el Mesías. Pero ya en
los tiempos de Jesús (Cf. Mt 2,5-6) la expresión era entendida no sólo en el
sentido teológico de un recomenzar la historia, sino en sentido geográfico
verdadero y propio. Miqueas, de una manera que podría parecer cuando menos
curiosa, presenta, más que al nuevo guía, a la mujer que lo va a dar a luz. Del
guía dice que será un dominador que pastoreará con la gracia del Señor, y que
su reino será un reino de paz universal. De la madre dice palabras más
maravillosas todavía y envueltas en un cierto halo de misterio, pero que sus
contemporáneos ya estaban en condiciones de comprender y valorar: “…hasta el
tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz” (5,2). Es evidente que Miqueas,
y con él sus destinatarios, pensarían en el célebre oráculo de la álmah de Is
7,14s pronunciado unos treinta años antes. El mismo VAT II reconoce “apertis
verbis” que la profecía de Miqueas encuentra cumplimiento en María: “Ella es la
Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo, cuyo nombre será Emmanuel” (Cf. Is
7,14; Miq 5,2-3; Mt 1,22-23). “Ella misma sobresale entre los humildes y pobres
del Señor, que de Él esperan con confianza la salvación. En fin, con Ella,
excelsa hija de Sión, tras larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de
los tiempos y se inaugura la nueva economía, cuando el Hijo de Dios asumió de
Ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante los
misterios de su carne” (LG 55).
b) María es la “madre del Hombre nuevo”.
La segunda lectura está tomada de Rm.8, 28-30 y trata de la justificación que
encuentra su culminación en la vida futura. En esta visión se inscribe el papel
de la Virgen, destinada ab aeterno a ser la madre del Salvador, el alma
colaboradora en toda la obra de la salvación. Hay que precisar que Pablo no
separa nunca a Dios creador del Dios salvador, de modo que el hombre creatura
está ligado al hombre que hay que salvar, y toda la creación, unida a su vez al
hombre, está destinada asimismo a la salvación. La creación entera está
sometida a la vanidad o caducidad en el sentido de que el hombre está llamado a
dar significado y valor a la creación, y cuando el hombre no se sirve de ella
según los planes de Dios, las creaturas, violentadas, gimen y sufren. La
creación, por tanto, está sometida al destino del hombre y, por consiguiente,
está fundamentada sobre la condición, o sea sobre la esperanza de la
liberación del hombre, liberación futura. Se trata de un mundo nuevo en
gestación en el actual, y que supera a éste en plenitud.
El hombre deberá salvarse con la creación
y en la creación; su quehacer de salvarse, con la gracia de Dios, se refiere a
su alma y a su cuerpo, más aún: a todas las creaturas. El esfuerzo del hombre
consiste en mejorar el mundo; por eso aquellos que aman a Dios colaboran en
ello activamente. Es un quehacer extraordinario y comprometido. Para conseguir
realizarlo, el hombre debe ser una copia de la imagen del Hijo de Dios: debe
asociarse con Cristo, transformarse en él, asumiendo sus directrices y sus
comportamientos.
Como consecuencia de esta semejanza con
Cristo se seguirá una relación de fraternidad, porque “Cristo es el primogénito
entre muchos hermanos”. En este punto Pablo pone en relación encadenada los
diversos estadios de la iniciativa divina, considerándolos, sin embargo, más
allá de la actuación en el tiempo; por eso usa siempre el aoristo: “… ha
conocido…, ha predestinado…, ha llamado…, ha justificado…, ha glorificado…”
(Cf. vv. 29-30).
En esta visión el nacimiento de la
Virgen aparece íntimamente ligado a la salvación del hombre y de la creatura
entera. María es verdaderamente la aurora de un mundo nuevo, mejor: del mundo
nuevo tal como había sido pensado por Dios desde la eternidad. “Ella, la Mujer
nueva, está junto a Cristo, el Hombre nuevo, en cuyo misterio solamente
encuentra verdadera luz el misterio del hombre” (MC 57; GS 22).
c) “José, el esposo de María, de la
cual nació Jesús, llamado Cristo”. El relato evangélico (Mt.1, 1-16.18-23)
presenta una genealogía de Jesús a primera vista no necesaria, y refiere cómo
José asume la paternidad legal de Jesús. Después de haber relatado lo referente
al nombre del protagonista de su evangelio, Jesucristo, Mateo nos ofrece una
demostración de la realidad singular del mismo con una genealogía
voluntariamente artificiosa: el mismo número “14″ (7 + 7) de los tres grupos en que subdivide la
prehistoria de Cristo indica perfección y plenitud. En nuestro caso la perfección es la providencia especial de Dios en la
disposición de la historia salvífica, que culmina en Cristo: historia
presentada en sus orígenes, en sus momentos más importantes y en su
coronamiento y plenitud”.
Benedicto XVI
Conocemos algo más
Esta fiesta mariana tiene su origen en la
dedicación de una iglesia en Jerusalén, pues la piedad cristiana siempre ha
venerado a las personas y acontecimientos que han preparado el nacimiento de
Jesús. María ocupa un lugar privilegiado, y su nacimiento es motivo de gozo
profundo. En esta basílica, que había de convertirse en la iglesia de Santa Ana
(siglo XII), san Juan Damasceno saludó a la Virgen niña: “Dios te salve,
Probática, santuario divino de la Madre de Dios… ¡Dios te salve, María, dulcísima
hija de Ana!”. Aunque el Nuevo Testamento no reporta datos directos sobre la
vida de la Virgen María, una tradición oriental veneró su nacimiento desde
mediados del siglo V, ubicándolo en el sitio de la actual Basílica de “Santa
Ana”, en Jerusalén. La fiesta pasó a Roma en el siglo VII y fue apoyada por el
Papa Sergio I. Su fecha de celebración no tiene un origen claro, pero motivó
que la fiesta de “La Inmaculada Concepción” se celebrara el 8 de diciembre (9
meses antes). El Papa Pío X quitó esta celebración del grupo de las fiestas de
precepto.
Para rezar
Poesía a la Natividad de María
Canten hoy, pues nacéis Vos,
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.
Digan, Señora, de Vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.
Canten y digan, por Vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Y nosotros, que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también,
el corazón y las manos.
Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios. Amén.
los ángeles, gran Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Canten hoy, pues a ver vienen
nacida su Reina bella,
que el fruto que esperan de ella
es por quien la gracia tienen.
Digan, Señora, de Vos,
que habéis de ser su Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Pues de aquí a catorce años,
que en buena hora cumpláis,
verán el bien que nos dais,
remedio de tantos daños.
Canten y digan, por Vos,
que desde hoy tienen Señora,
y ensáyense, desde ahora,
para cuando nazca Dios.
Y nosotros, que esperamos
que llegue pronto Belén,
preparemos también,
el corazón y las manos.
Vete sembrando, Señora,
de paz nuestro corazón,
y ensayemos, desde ahora,
para cuando nazca Dios. Amén.
Lope de Vega
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