2 de noviembre de 2016

MIÉRCOLES DE LA XXXI SEMANA

2 de noviembre - Conmemoración de los fieles difuntos

Yo soy el camino, la verdad y la vida

Lectura del libro del Apocalipsis. Ap 21,1-5a.6b-7.

Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.
Y escuché una voz potente que decía desde el trono: -Esta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado.
Y el que estaba sentado en el trono dijo: -«Ahora hago el universo nuevo». Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Los sedientos beberán de balde de la fuente de agua viva. El que ha vencido es heredero universal: yo seré su Dios y él será mi hijo. 
Palabra de Dios.

SALMO Sal 129, 1-8 
R: A ti, Señor, elevo mi alma.

¡Cuánto me han asediado desde mi juventud
que lo diga Israel,
cuánto me han asediado desde mi juventud,
pero no pudieron contra mí! R.

Clavaron un arado en mis espaldas
y abrieron largos surcos.
Pero el Señor, que es justo,
rompió el yugo de los impíos. R.

¡Retrocedan llenos de vergüenza
todos los que aborrecen a Sión:
sean como la hierba de los techos,
que se seca antes de ser arrancada! R.

Con ella, el segador no llena su mano,
ni cubre su pecho el que ata las gavillas.
Y nadie comenta al pasar:
“El Señor los ha bendecido”. R.

Descienda sobre ustedes nuestra bendición,
en el nombre del Señor. R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Corinto     15, 20-23

Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y también por medio de un hombre viene la resurrección.
En efecto, así como todos mueren en Adán, así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida.
Palabra de Dios.

EVANGELIO
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
     24, 1-8

El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.
Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: “¿Porqué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea: “Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día”". Y las mujeres recordaron sus palabras.
Palabra de Dios.

Para reflexionar

La primera lectura lleva nuestros pensamientos hacia la eternidad, se abren ante nosotros perspectivas de aquel “nuevo cielo” y de aquella “nueva tierra”, que serán la “morada de Dios entre los  hombres”; donde “Dios enjugará las lágrimas de sus ojos, y la muerte no existirá más, no habrá duelo, ni gritos, ni  trabajo, porque todo esto es ya pasado”. Esta es ya realidad vivida, por la inmensa multitud de los santos, que en el  cielo gozan del encuentro con Dios.
***
Pablo habla del hecho histórico de la resurrección de Jesucristo para resaltar su valor salvífico, viendo en esa resurrección el principio de la nueva creación. Cristo resucita, pero resucita como “primicias” de los muertos, y por su unión a Él viven ahora ya “nueva vida” y resucitarán todos los que han creído en él. Es el nuevo Adán que arrastra consigo a toda la humanidad hacia la justicia y la vida.
***
La perspectiva última para el cristiano  no es la muerte, sino la vida. Y la vida eterna; esa es su esperanza, una participación plena más allá de los límites de la vida presente y más allá de la muerte, en la vida misma infinita de Dios.
En la certeza de la resurrección de Jesús radica la serenidad del cristiano frente a la muerte. Serenidad que no se confunde con insensibilidad o resignación apática; muy por el contrario es el convencimiento firme de que la muerte, contrariamente a lo que parece, no tiene la última palabra. La muerte ha sido vencida por la vida nueva del resucitado.
Por eso, la invitación a creer que hace Jesús en el Evangelio, significa creer en un amor que está más allá de  las debilidades humanas. Un amor que es más fuerte que cualquier mal que los hombres podemos hacer. Un amor que es vida para siempre, esperanza que no falla, confianza infinita.
Creemos que Dios ha venido a vivir en medio de nosotros, creemos que Dios ha vivido nuestra misma vida, con sus angustias y dolores, con sus ilusiones y esperanzas, en la persona de su Hijo. Nuestra misma vida, vivida con un amor infinito, totalmente entregado a un amor hasta la muerte. Un amor que ha vencido, definitivamente, el mal, el dolor y la muerte misma. Un amor que es resurrección, vida nueva para siempre.
Los cristianos, cuando recordamos a nuestros difuntos, lo hacemos mirando a Jesús, muerto en la cruz por amor, que ha resucitado, y que vive por siempre, y que nos llama a todos a compartir su vida. Esto no significa que esté ausente el dolor que siempre significa recordar a las personas que ya no están entre nosotros. Pero hay una invitación a experimentar la paz, que nos da saber que nuestros difuntos, están en buenas manos, en las manos de este Dios que quiere acoger a todos sus hijos.
Creer en Dios significa recordar a nuestros difuntos, con la esperanza de que compartirán esta vida nueva de Jesús, resurrección que también nosotros compartiremos un día, si caminamos por este mundo siguiendo los pasos de Jesús, amando como Jesús, y confiando en Dios como Jesús confiaba.
Hay garantía para los discípulos, de una vida que se prolonga más allá de la muerte; si el proyecto de Jesús, su Evangelio, como camino, lo recorremos como Él mismo lo recorrió; si la Verdad de Jesús, la proclamamos como Él la proclamó; si la Vida que es Jesús, la vivimos como Él vivió. La vida traspasa las murallas de la muerte.
Porque el misterio total del hombre sólo  alcanza a vislumbrarse desde el misterio de Cristo, el enigma tremendo de nuestra muerte sólo puede ser iluminado desde la suya, asumida libre y amorosamente por nosotros y por nuestra salvación; superada luego por el poder de Dios con su resurrección gloriosa; anticipo y prenda a su vez de nuestra propia resurrección.
Dios es un Dios de vida y de vivos, no un Dios de muerte. Hoy es un día para la esperanza. Si la muerte ha sido vencida, ¿qué nos puede hacer temblar? Nada. Si vencer la muerte es posible -ha sido realidad ya en Jesucristo- ningún horizonte está cerrado. Para quien sepa ponerse confiadamente en manos de Dios, habrá desaparecido toda esclavitud, toda opresión, toda muerte. Y todo esto nos llevará a vivir en verdadera y continua esperanza, que nos lleva a trabajar con toda confianza por ese mundo nuevo, distinto, en paz, en armonía y fraternidad que todos queremos; pero que pocos ponen los medios eficaces para alumbrarlo entre nosotros.
Hoy, fiesta de los fieles difuntos, es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de esa “inmensa multitud” que celebrábamos ayer. Pero hoy, no queremos rememorar su memoria en cuanto “santos”, sino en cuanto difuntos. En esta Eucaristía que celebramos recordando a nuestros difuntos, comemos el Cuerpo de Cristo para unirnos a Él más fuertemente. Porque la Eucaristía es compartir ya ahora su vida nueva, como prenda de que un día viviremos su resurrección.

Para discernir

¿Cuál es mi actitud ante la muerte? ¿La aguardo con angustia o esperanza?
¿Cómo reaccionas ante la muerte de un ser querido?
¿Cómo podemos entender la muerte desde la vida y pasión del Señor?
¿Cómo me preparo para el día en que el Señor me llame?

Repitamos a lo largo de este día

…Creo, Señor que tú eres la Resurrección y la Vida…

Para la lectura espiritual

…” ¿Creemos que nosotros gozaremos de la eterna  bienaventuranza? Somos mortales, pero quien nos lo ha  prometido es omnipotente, es Dios. Y, ¿no puede hacer un  ángel del hombre el que hizo al hombre de la nada? ¿O es  que Dios tiene al hombre por nada, habiendo muerto por él su  Hijo único? Cobre alientos la flaqueza humana, no desespere,  no se abata, no diga: “¡Es imposible!”. Dios lo ha prometido.  Apareció entre los hombres, vino a tomar nuestra muerte y a  prometernos su vida…, pues dijo: “Padre, quiero que donde  estoy yo estén también ellos conmigo”. ¡Qué inmenso amor!  Vino donde estamos nosotros, para que estemos con Él,  donde Él está. Hombre mortal, Dios te ha prometido que  vivirás eternamente. ¿No lo crees? Créelo, créelo, pues es  más lo que ha hecho que lo que te ha prometido. ¿Qué hizo?  Morir por ti. ¿Qué prometió? Que vivirás con Él. Es más  increíble que el Eterno muera que el mortal viva eternamente. 
Pues bien, lo más increíble ya ha sucedido, Dios murió por el  hombre; entonces, ¿no ha de vivir el hombre con Dios, no  vivirá eternamente el hombre mortal por quien murió el que  vive para siempre? El Verbo se hizo carne para ser cabeza de  la Iglesia. Algo nuestro ya está arriba, en el cielo: la carne que  aquí tomó el Verbo, la carne en la que murió, en la que fue  crucificado.
Tus primicias te han precedido, ¿y todavía dudas de que tú  has de seguirlas?”… 
San Agustín. Narraciones sobre los salmos, 148, 8

Para rezar

Hoy te bendice nuestro corazón,
Padre, Dios de la vida,
porque en Cristo Jesús,
vencedor del pecado y de la muerte,
vemos que el fin de nuestro camino es la vida contigo.

En Jesús radica nuestra esperanza
de vida sin término,
porque es resurrección y vida
para todo el que cree en Él.

Así la vida de los que creemos en ti, Señor,
no termina, se transforma,
y al deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos otra mansión eterna para vivir siempre a tu lado.

¡Bendito seas, Señor! Haz que nuestro
contacto con Cristo por su palabra,
por la fe y por los sacramentos,
despierte tu gesto creador

que da vida al hombre para siempre. Amén

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