24 de noviembre de 2016

JUEVES DE LA XXXIV SEMANA

Levanten la cabeza porque llega la liberación

Lectura del Libro del Apocalipsis 18, 1-2.21-23.19, 1-3.9.

Después vi que otro Angel descendía del cielo con gran poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor.
Y gritó con voz potente: “¡Ha caído, ha caído Babilonia, la grande! Se ha convertido en refugio de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros y en nido de aves impuras y repugnantes.
Y un Angel poderoso tomó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo: “Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la gran Ciudad, y nunca más se la verá”.
Ya no se escuchará dentro de ti el canto de los que tocan el arpa y de los músicos, de los flautistas y de los trompetistas; ya no se encontrarán artesanos de los diversos oficios, ni se escuchará el sonido de la rueda del molino.
No volverá a brillar la luz de la lámpara, ni tampoco se escuchará la voz de los recién casados. Porque tus comerciantes eran los grandes de la tierra, y con tus encantos sedujiste a todos los pueblos.
Después oí algo parecido al clamor de una enorme multitud que estaba en el cielo, y exclamaba: “¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. El ha condenado a la famosa Prostituta que corrompía la tierra con su lujuria, y ha vengado en ella la sangre de sus servidores”.
Y volvieron a decir: “¡Aleluya! La humareda de la Ciudad se eleva por los siglos de los siglos”. Después el Angel me dijo: “Escribe esto: Felices los que han sido invitados al banquete de bodas del Cordero”. Y agregó: “Estas son verdaderas palabras de Dios”. 
Palabra de Dios

SALMO Sal 100,2.3.4.5. 
R: Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.

“El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.” R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    21, 20-28

Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse.
¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.
Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.
Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.
Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

La escena de hoy resume toda la lucha entre el bien y el mal, entre Cristo y la Bestia. Describe la ruina de Babilonia, de Roma.
La imagen de una gran piedra que es lanzada al fondo del mar, es muy expresiva para describir la destrucción de la Bestia. En su territorio ya no habrá música, ni fiesta, ni luz de lámparas, ni voz de novio, o de novia. Silencio, oscuridad, ruina, muerte.
Por otro lado, con voces de una gran muchedumbre cantando himnos y aleluyas, la victoria.
El Apocalipsis es un libro guerrero y valiente, nos da ánimos en la lucha y nos hace mirar hacia el futuro confiados en el triunfo de Cristo y los suyos.
La comunidad del Cordero, los que no han apostatado ni se han dejado manchar por la corrupción, sigue en pie y no deja de cantar.
Entonamos aleluyas a Dios y a Cristo, lo hacemos con alegría agradecida, humildemente, con el deseo de que esta salvación sea universal, que nadie quede fuera de este cortejo, que todos puedan pasar a gozar para siempre de la vida de Dios.
***
Es la tercera vez que Jesús anuncia, con pena, la destrucción de Jerusalén. Lucas mezcla dos planos: el de la caída de Jerusalén que probablemente ya había sucedido cuando él escribe este evangelio y la segunda venida de Cristo, precedida de signos en el sol y las estrellas, el estruendo del mar, el miedo y la ansiedad “ante lo que se avecina”.
Los discípulos habían preguntado por la señal que daría paso a la restauración de Israel. Jesús les responde ahora hablándoles de señales cósmicas que ya, en los profetas, eran símbolo de la caída de un orden social injusto y la inauguración de un mundo distinto. La caída del régimen opresor judío, vendrá seguida de la caída sucesiva de los opresores paganos.
La caída de la ciudad santa es entendida como la consecuencia de haber rechazado la salvación que se le ofrecía en Jesús. Jesús expresa su compasión por las víctimas. Y pone en guardia a los discípulos para que no perezcan. Lo visto y experimentado en la caída de la ciudad se convierte en urgente invitación a aceptar aquella propuesta.
Por otro lado, el tiempo que se inaugura a partir de ese acontecimiento, deberá ser leído en clave positiva. La visión profética trata de descubrir en el desarrollo de la historia las oportunidades de salvación que se presentan, por eso, tanto la destrucción de Jerusalén y del poder de los paganos que los oprimía es también ocasión de la proclamación del anuncio de salvación.
Por eso la perspectiva ante la venida con poder del Hijo del Hombre es optimista: el anuncio no quiere entristecer, sino animar invitando a alzar la cabeza porque se acercan los tiempos nuevos marcados por la liberación.
Sea en el momento de nuestra muerte, que no es final, sino comienzo de una nueva manera de existir mucho más plena; sea en el momento del final de la historia, con la venida de Cristo no en humildad y pobreza, como en Belén, sino en gloria y majestad; sea en cada acontecimiento del presente donde descubrimos el paso de Dios somos llamados a alzar la cabeza y levantarnos, porque son tiempos de salvación. Somos nuevamente invitados a tener confianza en la victoria de Cristo Jesús: el Hijo del Hombre viene a salvar a los hombres y a renovar la creación.
Nos hace bien en este tiempo pensar que la meta es la victoria final, junto al Hijo del Hombre: Él ya atravesó en su Pascua la frontera de la muerte e inauguró para sí y para nosotros la nueva existencia, los cielos nuevos y la tierra nueva. Nos toca ahora trabajar, para alcanzarlos, llevando a cabo la misión que inició Cristo y que nos confió a nosotros. Esperar activamente, levantar la cabeza y no bajar los brazos: esto es caminar en esperanza.

Para discernir

¿Estoy atento a los signos que Dios me va mostrando en la vida cotidiana?
¿Mi esperanza se agota en esta vida?
¿Experimento el llamado a construir los cielos nuevos y la tierra nueva?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

…Quiero seguirte y vivir en esperanza Señor…

Para la lectura espiritual

«Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación»

…”«Aclamen los árboles del bosque, delante del Señor que ya llega, ya llega a regir la tierra» (Sl 95 12-13). El Señor vino una primera vez y vendrá de nuevo. Vino una primera vez «sobre las nubes» (Mt 26,64) en su Iglesia. ¿Cuáles son las nubes que lo trajeron? Los apóstoles, los predicadores… Vino una primera vez llevado por sus predicadores, y llenó toda la tierra. No nos resistamos a su primera venida si no queremos temer la segunda…
¿Qué es lo que debe hacer, pues, el cristiano? Aprovecharse de este mundo, pero no servirse de este mundo. ¿En qué consiste esto? «Poseer como si no se poseyera». Es eso lo que dice san Pablo: «Hermanos, el momento es apremiante… Desde ahora, los que lloran como si no lloraran; los que están alegres como si no lo estuvieran; los que compran como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina. Quiero que os ahorréis preocupaciones» (1C 7, 29-32). El que está libre de preocupaciones espera con confianza la venida de su Señor. Porque ¿ama uno a su Señor si teme su venida? Hermanos míos, ¿no enrojecemos? Le amamos ¿y tememos su venida? Verdaderamente le amamos ¿o es que más bien amamos nuestros pecados? Odiemos, pues, nuestros pecados, y amemos a Aquel que ha de venir…
«Aclamen los árboles del bosque, delante del Señor que ya llega», porque el Señor vino una primera vez… Vino una primera vez, y volverá para juzgar la tierra; entonces encontrará llenos de alegría a todos los que habrán creído en su primera venida. 
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia - Disertación sobre el salmo 95

Para rezar

Espera en Dios. Espera.
El no se desdice. El no te miente.
El Dios de la Paz te dará la Paz.
El Dios del Amor te dará Amor.
Amor para recibir, para dar, para vivir.
El Dios gozoso te hará gozoso.
El no se guarda sus tesoros.
El no escatima sus dones.
El no olvida sus promesas.
Él te conoce.
Él te nombra y te ama.
Él te amó primero.
Él se dejó encontrar.
Confía.
No te perderás sus riquezas.
Pasarás en paz. El Caos no te alcanza.
Porque Dios es tu escudo.
Le invocas. Él viene.
Le llamas. Él está ya en tu puerta.
Le pides y Él ya te lo dio.
Estiras las manos y Él ya las colmó.


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