20 de febrero de 2017

20 de febrero de 2017 – TO – LUNES DE LA SEMANA VII

Creo, Señor, pero aumenta mi fe

Lectura del Libro del Eclesiástico 1, 1-10

Toda sabiduría viene del Señor y está con él eternamente. La arena de las playas, las gotas de la lluvia, los días de los siglos, ¿quién los contará? La altura del cielo, la anchura de la tierra, la hondura del abismo, ¿quién los rastreará? Antes que todo fue creada la sabiduría; la inteligencia y la prudencia, antes de los siglos. La raíz de la sabiduría, ¿a quién se reveló?; la destreza de sus obras, ¿quién la conoció? Uno solo es sabio, temible en extremo; está sentado en su trono. El Señor en persona la creó, la conoció y la midió, la derramó sobre todas sus obras; la repartió entre los vivientes, según su generosidad se la regaló a los que lo temen. 
Palabra de Dios.

SALMO
Sal. 92, 1-2.5
 
R: El Señor reina, vestido de majestad.

El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor vestido y ceñido de poder. R.

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Marcos    9, 14-29

Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo. El les preguntó: « ¿Sobre qué estaban discutiendo?»
Uno de ellos le dijo: «Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron.»
«Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo.» Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca.
Jesús le preguntó al padre: « ¿Cuánto tiempo hace que está así?» «Desde la infancia, le respondió, y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos.»
« ¡Si puedes…!», respondió Jesús. «Todo es posible para el que cree.» Inmediatamente el padre del niño exclamó: «Creo, ayúdame porque tengo poca fe.»
Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más.» El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: «Está muerto.» Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie.
Cuando entró a la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: « ¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?»
El les respondió: «Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración.» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Empieza la lectura del libro del Eclesiástico y hoy escuchamos los primeros versículos, que son como un himno a la sabiduría. El Eclesiástico fue escrito en hebreo hacia el año 190 antes de Jesucristo en Jerusalén, por Ben-Sirac,  un judío culto y experimentado. Ben Sirac posee un sólido humanismo que llama «sabiduría», que a la vez es inseparable  de su fe. Según él, el éxito del hombre, el arte del bien vivir, procede de una  correspondencia con el pensamiento divino de Dios. “Toda sabiduría viene de Dios y está con Él eternamente”: es la primera frase del libro y la clave de todo lo restante.
La sabiduría es trascendente, misteriosa, insondable. El Señor la creó, la midió y la derramó sobre todas sus obras, en todos los  vivientes, conforme a su bondad y la regaló a los que lo temen. El «temor de Dios» no quiere decir miedo, sino  respeto, admiración y reconocimiento de la grandeza de Dios: o sea, una actitud de fe y  obediencia. Sólo los creyentes pueden tener verdadera sabiduría como participación de la de Dios.
La verdadera sabiduría no consiste en conocer muchas cosas, ni siquiera sobre sí  mismo. Porque la sabiduría de verdad, lleva en sí misma una especie de impulso  transformador del hombre al hacerle ver cómo tiene que someterse al yugo de las buenas  obras. El sabio se manifiesta sobre todo  en su buen comportamiento, fruto precisamente de la docilidad a la sabiduría.
***
Luego de bajar del monte con sus tres acompañantes, Jesús es saludado por la gente.  Quiere saber sobre que discutían un grupo de sus discípulos y la gente.
Esta vez la escena es un caso de aparente epilepsia, que es atribuido por la mentalidad de aquella época a la acción del demonio.
Atribuían a los “espíritus impuros” todo lo que atacaba al hombre de un modo más  espectacular. Por otra parte, la continuación del relato nos mostrará que este muchacho  padecía un doble mal: una epilepsia y una presencia demoníaca. Jesús llevará a cabo esta  curación en dos tiempos: hay primero un exorcismo que le libra del “espíritu impuro” y deja  al muchacho como muerto; luego la curación definitiva, hecha más sencillamente a la  manera de otras curaciones: Jesús lo tomó de la mano y lo levantó.
Para el seguimiento de Jesús no basta con dejar de ser malo. Es necesario, por la misericordia de Dios, llenarse de la fuerza del amor y ponerse de pie, en capacidad de seguir a Jesús. Pero, sobre todo, es necesario tener fe.
La falta de la verdadera fe es la que impide experimentar la salvación que Jesús ofrece. Por eso el Señor se dirige primero a todos, y los llama “generación incrédula”; después con el padre del muchacho, a quien invita a creer. Y finalmente con sus discípulos, a quien les explica su impotencia para curar: por falta de oración.
El padre del muchacho intuye las puertas que abre la fe, y, a la invitación de Jesús, hace una admirable  “profesión de fe”… llena de humildad. “¡Sí, creo! Pero, Señor, ven a robustecer mi pobre fe, pues siento ¡que no creo todavía suficiente!
Jesús aparece de nuevo como más fuerte que el mal. Tiene la fuerza de Dios. Igual que  en la montaña los tres discípulos han sido testigos de su gloria divina, ahora todos  presencian asombrados otra manifestación mesiánica: ha venido a librar al mundo de sus  males, incluso de los demoníacos, de la enfermedad y de la muerte.
En la guerra continua entre el bien y el mal, Cristo se nos muestra como vencedor y nos  invita a que, apoyados en Él -con la oración y el ayuno, no con nuestras fuerzas-  colaboremos a que esa victoria se extienda a todos, también en nuestro tiempo.
En nuestra lucha contra el mal que hay dentro de nosotros y el de los demás, sólo  puede ser eficaz si se basa en la fuerza de Dios. Sólo puede suceder desde la fe y la  oración, en unión con Cristo, el que libera al mundo de todo mal. No se trata de hacer  gestos mágicos o de pronunciar palabras que tienen eficacia por sí solas. El que salva y el  que libera es Dios. Y nosotros, sólo si nos mantenemos unidos a Él por la oración. Esta es la lección que nos da hoy Jesús.
Nuestro camino de fe se realiza trabajando a favor del Reino de Dios, hasta que éste llegue a su plenitud, en el Reino eterno. Nuestro trabajo no puede realizarse sólo con nuestros medios, por muy importantes que estos parezcan de acuerdo a los criterios de los hombres. Por eso necesitamos encontrarnos personalmente con el Señor, orar y no tener miedo incluso a ayunar, no como masoquista, sino como la mejor disposición que tenemos de abrirnos; para encontrarnos amorosamente con el Señor, libres de todo aquello que nos impide tenerlo sólo a Él como centro de nuestra vida. De ese modo podremos pedirle su sabiduría y su fortaleza para poder, así, descubrir sus caminos y seguirlos con un gran amor hecho gesto y palabra servicial y salvadora.

Para discernir

¿Sé pedir con sencillez y humildad?
¿Me apoyo en mis fuerzas o soy capaz de abandonarme en el poder de Dios?
¿De qué manera la fe ha renovado mi vida?

Repitamos a lo largo de este día

…Todo es posible para el que cree…

Para la lectura espiritual

… «Ven y ayuda mi poca fe»
. ..”Aleja la duda de tu alma, y nunca temas dirigir a Dios tu plegaria, diciéndote: « ¿Cómo podría yo orar, cómo podría yo ser escuchado, después de haber ofendido tanto a Dios?» No razones de esta manera; sino vuélvete al Señor con todo tu corazón, y órale con plena confianza. Conocerás entonces toda la extensión de su misericordia; verás que, lejos de abandonarte, colmará los deseos de tu corazón. Porque Dios no es como los hombres que se acuerdan del mal; en él no hay ningún resentimiento, sino una tierna compasión hacia sus criaturas. Purifica, pues, tu corazón de todas las vanidades del mundo, del mal y del pecado…, y ora al Señor. Lo alcanzarás todo…, si haces tu oración con total confianza.
Pero si la duda se desliza en tu corazón, ninguna de tus peticiones verás atendida. Los que dudan de Dios son almas dobles; no consiguen nada de lo que piden… Cualquiera que dude, a no ser que se convierta, difícilmente será escuchado y salvado. Purifica, pues, tu alma de la duda, revístete de la fe, porque es poderosa, y cree firmemente que Dios escuchará tus peticiones. Y si ocurre que se retrasa un poco en escuchar tu petición, no caigas en la duda por el mero hecho de no haberlo obtenido todo inmediatamente; este retraso es para hacerte crecer más en la fe. No dejes, pues, de pedir lo que deseas… Aleja de ti la duda; es perniciosa e insensata, quita a muchos la raíz de la fe, incluso a los que estaban muy firmes en ella… La fe es fuerte y poderosa; lo promete todo y tiene éxito en todo; la duda, falta de confianza, fracasa en todo… 
Pastor de Hermas (siglo II)

Para rezar

Creemos en Dios Padre, de infinita sabiduría
poder y amor, que expresa su misericordia
en todas sus obras y que quiere siempre el bien de sus hijos.

Creemos en Jesucristo, Hijo de Dios, nacido de mujer,
don de la inagotable gracia del Padre,
fundamento de nuestra esperanza y promesa
de nuestra liberación del pecado y de la muerte.

Creemos en el Espíritu Santo, la presencia divina
en nuestras vidas, por el cual conocemos la verdad de Cristo
y hallamos fortaleza y auxilio en tiempo de necesidad.

Creemos que esta fe debe manifestarse en servicio,
movida por el amor, siguiendo el ejemplo
de nuestro bendito Señor, de manera que el Reino de

Dios se haga realidad en la tierra.


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