2 de marzo de 2017

2 de marzo de 2017 – JUEVES DE CENIZA

Pongo delante de ti la bendición y la maldición

Lectura del libro del Deuteronomio    30, 15-20

Moisés habló al pueblo diciendo:
Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas a entrar para tomar posesión de ella.
Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante otros dioses para servirlos, yo les anuncio hoy que ustedes se perderán irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después de cruzar el Jordán.
Hoy tomo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra: yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob. 
Palabra de Dios.

SALMO    Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6 (R.: 39, 5a) 
R.    ¡Feliz el que pone en el Señor toda su confianza!

¡Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los impíos,
sino que se complace en la ley del Señor
y la medita de día y de noche! R.

El es como un árbol
plantado al borde de las aguas,
que produce fruto a su debido tiempo,
y cuyas hojas nunca se marchitan:
todo lo que haga le saldrá bien. R.

No sucede así con los malvados:
ellos son como paja que se lleva el viento.
Porque el Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malvados termina mal. R.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Lucas    9, 22-25

Jesús dijo a sus discípulos:
«El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.»
Después dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?» 
Palabra del Señor.

Para reflexionar

Moisés se dirige al pueblo antes de la entrada en la tierra prometida. Han soportado la travesía a través del desierto, han comenzado el proceso de convertirse en el pueblo de Yahvé.
Han entrado en la alianza con Dios y están íntimamente unidos por la ley y el poder de Dios que se manifestó en Moisés y Josué.
A partir de sus elecciones, de su fidelidad o infidelidad, continuarán viviendo o correrán hacia la muerte y la destrucción. Sin el apoyo y la cercanía de Dios estarán desamparados frente a todo lo que deberán afrontar. No entrarán sólo en un nuevo país, sino en nuevo nivel de intimidad y de conocimiento de Dios. Es un tiempo para que elijan con un solo corazón, una sola mente y un solo objetivo.
***
Lucas en el evangelio reafirma esta necesidad de elección a los que se inclinan a seguir al Hijo de Dios, que va trazando un camino de entrega no exento de dolor, de rechazo y de cruz. Si queremos seguirlo debemos, como Èl, negarnos a nosotros mismos, tomando nuestra cruz y siguiendo sus pasos. Los primeros cristianos vivieron esta elección renunciando a los bienes y servicios personales para compartirlos con los demás miembros de la comunidad.
El segundo día de Cuaresma se nos dice que ésta debe ser nuestra disciplina diaria y una elección de por vida: optar por el bien común, que cuida la vida de los otros, que confía en Dios ante las dificultades y pruebas y por esa misma confianza se convierte en vida abundante para todos.
Es tiempo de elegir la vida y la bendición, la justicia y santidad. Al principio puede parecer abrumador, pero seguimos las huellas de Aquel que garantiza nuestros pasos y son muchos los que nos han precedido en la fe.

Para discernir

¿Qué elijo para mi vida?
¿Qué es bendición para mi vida? ¿Qué maldición? ¿Cuándo elijo una y cuando la otra?
¿Qué fuerza tienen las elecciones en mi vida?
¿Qué elijo diariamente como paso de bendición para mi vida?
¿A qué tengo que renunciar para vivir la bendición?

Repitamos a lo largo de este día

 “Si morimos con él, viviremos con él” (2 Tim 2,11).

Para la lectura espiritual

Por encima de la finitud, del espacio y del tiempo, el amor infinitamente infinito de Dios viene y nos toma. Llega justo a su hora. Tenemos la posibilidad de aceptarlo o rechazarlo. Si permanecemos sordos, volverá una y otra vez como un mendigo, pero también como un mendigo llegará el día en que ya no vuelva. Si aceptamos, Dios depositará en nosotros una semillita y se irá. A partir de ese momento, Dios no tiene que hacer nada más, ni tampoco nosotros, sino esperar. Pero sin lamentarnos del consentimiento dado, del “sí” nupcial. Esto no es tan fácil como parece, pues el crecimiento de la semilla en nosotros es doloroso. Además, por el hecho mismo de aceptarlo, no podemos dejar de destruir lo que le molesta; tenemos que arrancar las malas hierbas, cortar la grama. Y, desgraciadamente, esta grama forma parte de nuestra propia carne, de modo que esos cuidados de jardinero son una operación cruenta. Sin embargo, en cualquier caso la semilla crece sola. Llega un día en que el alma pertenece a Dios, en que no solamente da su consentimiento al amor, sino en que, de forma verdadera y afectiva, ama. Debe entonces, a su vez, atravesar el universo para llegar hasta Dios. El alma no ama como una criatura, con amor creado. El amor que hay en ella es divino, increado, pues es el amor de Dios hacia Dios que pasa por ella. Sólo Dios es capaz de amar a Dios. Lo único que nosotros podemos hacer es renunciar a nuestros propios sentimientos para dejar paso a ese amor en nuestra alma. Esto significa negarse a sí mismo. Sólo para este consentimiento hemos sido creados.
S. Weil, A la espera de Dios, Madrid 1993, 84

Para rezar

Señor, acercarme a Vos
es prepararme para la prueba.
Dame la capacidad de orientar bien mi corazón
y mantenerme firme para no confundirme
en el tiempo del dolor.
Quiero pegarme a Vos Señor y no alejarme,
aceptando lo que venga con paciencia
en los dolores y los fracasos.
Así como en el fuego se prueba el oro,
en el horno de la humildad el camino cierto.


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