5 de marzo de 2017

5 de marzo de 2017 - DOMINGO I DE CUARESMA – Ciclo A

No tentarás al Señor tu Dios 

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis    2, 7-9; 3, 1-7

    El Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
    El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol de la vida en medio del jardín y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
    La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: « ¿Así que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?»
    La mujer le respondió: «Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: “No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte.”»
    La serpiente dijo a la mujer: «No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal.»
    Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera. 
Palabra de Dios.

SALMO    
Sal 50, 3-4. 5-6a. 12-13. 14 y 17 (R.: cf. 3a) 
R.    Ten piedad, Señor, porque hemos pecado.

    ¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
    por tu gran compasión, borra mis faltas!
    ¡Lávame totalmente de mi culpa
    y purifícame de mi pecado! R.

    Porque yo reconozco mis faltas
    y mi pecado está siempre ante mí.
    Contra ti, contra ti solo pequé
    e hice lo que es malo a tus ojos. R.

    Crea en mí, Dios mío, un corazón puro,
    y renueva la firmeza de mi espíritu.
    No me arrojes lejos de tu presencia
    ni retires de mí tu santo espíritu. R.

    Devuélveme la alegría de tu salvación,
    que tu espíritu generoso me sostenga.
    Abre mis labios, Señor,
    y mi boca proclamará tu alabanza. R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma 5, 12-19

    Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.
    En efecto, el pecado ya estaba en el mundo, antes de la Ley, pero cuando no hay Ley, el pecado no se tiene en cuenta. Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso en aquellos que no habían pecado, cometiendo una trasgresión semejante a la de Adán, que es figura del que debía venir.
    Pero no hay proporción entre el don y la falta. Porque si la falta de uno solo provocó la muerte de todos, la gracia de Dios y el don conferido por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, fueron derramados mucho más abundantemente sobre todos. Tampoco se puede comparar ese don con las consecuencias del pecado cometido por un solo hombre, ya que el juicio de condenación vino por una sola falta, mientras que el don de la gracia lleva a la justificación después de muchas faltas.
    En efecto, si por la falta de uno solo reinó la muerte, con mucha más razón, vivirán y reinarán por medio de un solo hombre, Jesucristo, aquellos que han recibido abundantemente la gracia y el don de la justicia.
    Por consiguiente, así como la falta de uno solo causó la condenación de todos, también el acto de justicia de uno solo producirá para todos los hombres la justificación que conduce a la Vida. Y de la misma manera que por la desobediencia de un solo hombre, todos se convirtieron en pecadores, también por la obediencia de uno solo, todos se convertirán en justos.
Palabra de Dios.

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo    4, 1-11

    Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. Y el tentador, acercándose, le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes.»
    Jesús le respondió: «Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.»
    Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra.»
    Jesús le respondió: «También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.»
    El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme.»
    Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»
    Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo. 
Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

Desde siempre late en el corazón del hombre una aspiración que lo impulsa a tratar de crecer por el camino del bien, tanto de modo personal como colectivo. Muchos llaman a este proceso “humanización”. Pero por otro lado nos damos cuenta que no todo en el hombre es atracción hacia el bien. Experimentamos en muchas circunstancias la atracción hacia el mal. Así, nuestra vida se va entretejiendo por tensiones entre el bien que deseamos y mal que tantas veces buscamos.
Toda la vida se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía: el hombre se nota incapaz de dominar por sí solo los ataques del mal. Para superar esta situación se han creado «pequeños y grandes dioses» que llenan la vida y con quienes se convive con cierta tranquilidad. La tentación, en definitiva, es creer que existe un camino mágico para ser felices sin el esfuerzo cotidiano que supone elegir bien.
Niko Kazantzakis, novelista griego, escribió hace algunos años el libro: La última tentación que fue llevada a la pantalla por Martín Scorsese, con el título de La última tentación de Cristo. Presentan a Jesús siendo tentado a lo largo de toda su vida, haciendo énfasis en la última tentación, que propiamente no fue casarse con María Magdalena, como casi todo el mundo interpreta de una manera superficial, sino negarse a morir en la cruz.
***
La primera lectura resalta el intento de robar a Dios para vivir sus prerrogativas. Cada una de las situaciones planteadas en este poema de la creación del ser humano está pensada y recogida con un afán de cimentar la fe en el poder y la misericordia de DiosSu ternura superará todas las ambiciones humanas.
En la segunda lectura, san Pablo constata la triste experiencia y la desgraciada herencia que los primeros padres nos dejaron. Desde que existimos tenemos la tendencia a rebelarnos, a independizarnos, a alejarnos de Dios y sus caminos. La obediencia de Uno, que no es un hombre cualquiera, sino el que representa ante Dios a la totalidad de la humanidad: su resistencia a la tentación, su perfecta obediencia tiene tal fuerza que gracias a ella «todos serán constituidos justos».
En el Evangelio, es Jesús quien desenmascara invitaciones a practicar el mal que nos apartan de Dios y de los hermanos y que permiten que el mal se instale en la vida y en la humanidad.
***
Jesús es llevado al desierto por el Espíritu de Dios para ser puesto a prueba. Es Hijo de Dios aquel que se muestra dispuesto a vivir como tal; aunque tenga como consecuencia el enfrentamiento con el mal y con todo lo que trate de impedirlo.
El desierto en la tradición bíblica es un término «ambivalente». Es el lugar de encuentro con Dios, de la intimidad con Él, del diálogo contemplativo. En el desierto Yahvé llama a su pueblo para hacerlo escuchar su palabra y para establecer con Él una alianza. Pero el desierto es también una tierra inhóspita, árida, dura, donde todo habla de muerte. Dominio de los demonios. Lugar en donde es necesario afrontar el combate con el adversario.
El demonio invita a Jesús a manejar a Dios en beneficio propio, a no reconocer y adorar a Dios. Las tentaciones de Jesús son las tentaciones de cualquier hombre normal.
La respuesta de Jesús es clara:
No podemos contentarnos con alimentarnos sólo de las cosas de la tierra. Si así lo hacemos corremos es riego de tener siempre hambre insaciable.
No estamos hechos para poner a Dios a prueba. Lo que importa es vivir en comunión con Dios. Como un hijo en confianza absoluta. Cuando nos medimos con Dios lo único que hacemos es tomar distancia.
No estamos hechos para adorar a nadie que no sea Dios. Los ídolos y los demás hombres son solamente eso: hombres e ídolos. Cuando no reconocemos lo absoluto de Dios ponemos en juego nuestra identidad.
Como discípulos victoriosos tenemos la fuerza definitiva de la Palabra de Dios sobre las intenciones y los proyectos humanos. La realización de la justicia del Reino exige una vida en consonancia con los valores evangélicos. La propuesta del Tentador para Jesús y para toda vida cristiana es un camino alternativo.
En la búsqueda del triunfo Jesús ha optado por la victoria del servidor humilde y misericordioso. No hará nunca un milagro en favor suyo, para defenderse o para ganar gloria o adquirir nuevos discípulos. Ha decidido salvarnos, no desde el poder y la gloria, sino desde el servicio y el amor, desde la cruz.
Jesús dedicó su vida entera a anunciar la Buena Noticia de Dios y a ofrecer el amor de Dios a todos, y sobre todo a los pobres. Pero para hacerlo renunció a la vida tranquila de carpintero en su pueblito. No buscó el éxito fácil y el aplauso de la gente. Tampoco quiso imponer por la fuerza su mensaje. Jesús eligió este camino, y no el que Satanás le proponía. Como hombre nuevo no vive de los viejos instintos del orgullo, el consumo, el placer y la violencia. Esos instintos tenían que ser desarraigados y crucificados. El presenta un nuevo modelo de triunfo, la del hombre libre, servicial y entregado, el hombre de fe, el hombre para los demás.
Su vida fue vivir anunciando el amor a Dios y el amor a los demás, y mantener este amor como único objetivo realmente importante que determina el modo vivir y de obrar. Este amor implica luchar contra todo aquello que esté en contra del proyecto de un mundo transformado en reino de Dios.
La Iglesia también en la realización de su misión, sufre grandes tentaciones que no provienen siempre de sus «enemigos»; sino de su propio interior. Se deja atrapar por la tentación, cuando abandona el desierto de la soledad contemplativa, del sacrificio y de la aceptación de la persecución y se instala cómodamente en la fértil llanura de la comodidad, al amparo del poder, traduciendo el Reino de Dios en soluciones inmediatas, utilitarias, tangibles. El Reino trasciende todos los esquemas terrenos.
Debemos reconocer la presencia y el poder de Dios en la continuidad del dolor, de la pobreza, del fracaso: de la cruz.
No se puede buscar credibilidad en la Iglesia, o sostener la fe del pueblo de Dios a fuerza de milagrismos; o racionalizando el Evangelio presentándolo al gusto del mundo.
La Cuaresma es una invitación a vivir de la misma manera que Jesús vivía. Invitación a tener como objetivos de nuestra vida el amor a Dios y el amor a los demás; y una invitación a combatir todo aquello que, en nosotros mismos y en nuestro mundo, impide este amor. Son las mismas circunstancias de la vida las que ponen a prueba a todos los hombres. Las tentaciones no hay que ir a buscarlas, vienen solas. El triunfo sobre las tentaciones está siempre por alcanzar.
Todos nos encontramos con la tentación del materialismo, del egoísmo, de la soberbia, de la superficialidad, del afán de poder. En definitiva, la gran tentación del diablo es siempre aquella que
puso al primer hombre en el paraíso: “serás como Dios”.
Y no hay manera de ser como Dios que no pase por imitar lo que ha hecho Jesús de Nazaret, conquistar la vida por un camino de lucha y de fidelidad a la Palabra, arrodillarse delante de los hermanos para lavar los pies de los discípulos. Esa es la única manera de llegar a ser como Dios. La conversión cuaresmal implica comprender y aceptar esto.

PARA DISCERNIR

¿Reconozco las tentaciones que me acechan?
¿Cuáles son las tentaciones más grandes a las que me siento sometido?
¿Dónde busco soluciones para los momentos de dificultad o prueba?

REPITAMOS Y VIVAMOS HOY LA PALABRA

“Danos fuerza por tu Palabra”.

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…La tentación más grave es la de la desesperación; es la que nos hace dudar de poder ser todavía perdonados y amados por el Padre. Ahí nos quiere llevar la astucia del diablo: a la desesperación.
Si desconfiamos de Dios, nosotros mismos nos separamos de él. Es tremenda esta tentación. La tentación de la desconfianza está en el origen de la trágica caída de los primeros padres y aparece a lo largo de todas las etapas de la historia de salvación. La encontramos desde el primer libro de la Biblia (Gn 3), donde la serpiente tentadora induce a Adán y Eva a desconfiar de Dios, hasta el Apocalipsis (cc. 3 y 12), donde el dragón se encona contra la Iglesia, dispuesto a devorar a los santos, los hijos engendrados en la gracia. La envidia empuja continuamente al maligno, aunque ya vencido por Cristo, a la tentativa desesperada de hacer caer a los hijos de Dios. Por eso el cristiano
debe estar siempre alerta, dispuesto al combate que tiene que mantener con la armadura que Dios le procura (cf. Ef. 6,12-18).
La Iglesia está sometida a la tentación lo mismo que todo cristiano; pero si perseveramos en la fe y en la oración, el Señor nos promete el auxilio para que no sucumbamos a la tentación (cf. Ap 3,10-12). La tentación es necesaria porque, después de la primera caída, todos deben someterse a la prueba. Nuestro corazón adolece de inconstancia y necesita robustecerse mediante una terapia intensiva y estimulante: la tentación libera nuevas y prodigiosas energías espirituales. El amor, en la prueba, se purifica y fortalece.
El Señor nos promete su ayuda: no seremos tentados por encima de nuestras Fuerzas; el apóstol nos dice: “Dios es fiel, no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; al contrario, junto con la prueba os proporcionará fuerzas suficientes para superarla” (1 Cor 10,13). El ancla de salvación es la cruz, ala que debemos estar fuertemente abrazados. Cristo padeció por nosotros la tentación y ha vencido.   
A. M. Cánopi, Meditación sobre el Padrenuestro, Milán 1999, 114-116, passim.

PARA REZAR

Señor
No nos dejes caer en la tentación,
no nos permitas entrar en ella.
No nos dejes tomar el camino errado.
No nos dejes caer en la tentación,
porque nuestra vida está luchando
entre bien y el mal, la gracia y el pecado.
No nos dejes caer en la tentación,
te pedimos Dios sabiduría y fuerza para resistirla.
No nos dejes caer en la tentación,
te pedimos sabiduría, para tener un juicio cierto
y distinguir entre la “prueba buena”,
necesaria para crecer,
y la “tentación mala”,
que conduce al error y al pecado.
No nos dejes caer en la tentación,
te pedimos sabiduría para desenmascarar
la mentira de la tentación mala
que se presenta con apariencia de bien,
deseable, buena para dar vida,
mientras que su fruto es la muerte.
No nos dejes caer en la tentación,
te pedimos fuerza porque el pecado
implica una decisión del corazón
y nadie puede servir a dos señores.  
No nos dejes caer en la tentación,
te pedimos Padre fuerza para dejarnos
conducir por el Espíritu Santo.
No nos dejes caer en la tentación,
te pedimos Padre que no permitas
que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas.

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