26 de abril de
2017 – MIÉRCOLES
DE LA SEMANA II DE PASCUA
Tanto amó Dios al mundo
Lectura de los Hechos de los
Apóstoles 5, 17-26
Intervino entonces el Sumo Sacerdote con
todos sus partidarios, los de la secta de los saduceos. Llenos de envidia,
hicieron arrestar a los Apóstoles y los enviaron a la prisión pública.
Pero durante la noche, el Ángel del Señor
abrió las puertas de la prisión y los hizo salir. Luego les dijo: «Vayan al
Templo y anuncien al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida.» Los
Apóstoles, obedeciendo la orden, entraron en el Templo en las primeras horas
del día, y se pusieron a enseñar.
Entre tanto, llegaron el Sumo Sacerdote y
sus partidarios, convocaron al Sanedrín y a todo el Senado del pueblo de
Israel, y mandaron a buscarlos a la cárcel. Cuando llegaron los guardias a la
prisión, no los encontraron.
Entonces volvieron y dijeron: «Encontramos
la prisión cuidadosamente cerrada y a los centinelas de guardia junto a las
puertas, pero cuando las abrimos, no había nadie adentro.»
Al oír esto, el jefe del Templo y los
sumos sacerdotes quedaron perplejos y no podían explicarse qué había sucedido.
En ese momento llegó uno, diciendo: «Los hombres que ustedes arrestaron, están
en el Templo y enseñan al pueblo.»
El jefe de la guardia salió con sus hombres
y trajeron a los Apóstoles, pero sin violencia, por temor de ser apedreados por
el pueblo.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 33, 2-3.
4-5. 6-7. 8-9 (R.: 7a)
R. El pobre invocó
al Señor, y él lo escuchó.
Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloría en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren. R.
Glorifiquen conmigo al Señor,
alabemos su Nombre todos juntos.
Busqué al Señor: él me respondió
y me libró de todos mis temores. R.
Miren hacia él y quedarán
resplandecientes,
y sus rostros no se avergonzarán.
Este pobre hombre invocó al Señor:
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
R.
El Ángel del Señor acampa
en torno de sus fieles, y los libra.
¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
¡Felices los que en él se refugian! R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 3, 16-21
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a
su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida
eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar
al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es
condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre
del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al
mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran
malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se
acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que
obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto
que sus obras han sido hechas en Dios.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
La Palabra de Dios no se deja encadenar.
La obra iniciada con el lisiado, continúa con otros marginados que viven en la
periferia de Jerusalén. Todos, son liberados de la terrible carga que
significaba la exclusión por causa de las enfermedades físicas y mentales.
Los apóstoles han sido detenidos ya una
vez por su predicación pero reinciden. Cada detención de los apóstoles, va
seguida inmediatamente de una liberación providencial.
Hoy, es el signo de las puertas de la
prisión, las que no puedan resistir la fuerza del Espíritu. El ángel del Señor
los libera y les anima a seguir dando testimonio. El misterio de la liberación
pascual, no se les presenta ya a los apóstoles tan sólo como un acontecimiento
de la vida de Cristo: se convierte en una experiencia religiosa personal y
concreta. Los apóstoles, obedientes, se pusieron a enseñar en el templo ya de
mañana. La obra de Dios sigue adelante: no tiene barreras. Las autoridades
tienen que volver a mandar que los detengan, aunque con miedo al pueblo. La fe
en Cristo Jesús, que predican los apóstoles, la llama el ángel: «ese modo de
vida» porque no se trata sólo de un conocimiento, sino de un estilo que
revoluciona la vida entera de los hombres que lo aceptan.
***
Las palabras de Jesús en el evangelio de
san Juan, son parte de la conversación con Nicodemo que había ido a hablar con
Jesús durante la noche, evitando ser visto por sus colegas del Sanedrín y del
partido de los fariseos. Jesús con delicadeza le hace ver su cobardía: ha
preferido, como tantas veces preferimos los seres humanos, las tinieblas a la
luz.
En este diálogo, Jesús llega a una mayor
profundidad en la revelación de su propio misterio: claramente, dice que todo
es iniciativa de Dios, que ha demostrado históricamente su amor que quiere la
vida eterna para todos. Por eso ha enviado a su Hijo único como mediador y
salvador.
Lo propio de Dios no es condenar, sino
salvar. Jesús lo mostró continuamente durante su vida: recibió a los pecadores,
perdonó a la adúltera, buscó la oveja descarriada con toda la ternura del Buen
Pastor; tanto al hijo que se fue como al que se quedó, el Padre les ofrece
gratuitamente su amor.
Dios quiere que el hombre continúe su
proyecto, su plan de salvación. A cada uno de nosotros y a todos como su
pueblo, nos ofrece y nos encomienda su realización. La salvación consiste en
entrar en ese plan. Los hombres frente a la propuesta de salvación, debemos
tomar posición a través de nuestras opciones libres. Quien cree en la persona
de Jesús no es condenado, pero quien lo rechaza y no cree en el nombre del Hijo
de Dios hecho hombre, ya está condenado. La causa de la condena es una sola: la
incredulidad, mantener el corazón cerrado y sordo a la Palabra de Jesús. Juan
utiliza la imagen luz y la oscuridad.
La realidad de la luz y las tinieblas no
se juega en el terreno de los conocimientos, sino en el de las obras. Obrar en
la verdad es la mejor manera de vivir en la luz. Y obrar en la verdad es vivir
en el amor.
Al discípulo no le queda otra cosa que
hacer suya la invitación a la conversión y al cambio radical de vida. Quien
acepta a la persona de Jesús y deja sitio a un amor que lo trasciende,
encuentra lo que nadie puede conseguir por sí mismo: poseer la verdadera vida.
La Pascua que estamos celebrando nos recuerda que tanto me ha amado Dios, que
ha entregado a su Hijo para que creyendo en Él, y siguiéndolo, alcancemos la
salvación.
Quien se deja llevar por esa corriente de
Vida, tendrá vida en abundancia.
Para
discernir
¿Me doy cuenta de la “no medida” del amor
de Dios?
¿En qué me cambia?
¿En qué se manifiesta?
Repitamos a
lo largo de este día
…Dios me amó y se entregó por mí…
Para la
lectura espiritual
…”La Buena Noticia se convierte en mala
noticia cuando es anunciada sin paz ni alegría. Todo el que proclama el amor de
Jesús, que perdona y cura, con un corazón amargado es un falso testigo.
Jesús es el salvador del mundo. Nosotros,
no. Nosotros estamos llamados a dar testimonio, siempre con nuestra vida y, en
ocasiones, con nuestras palabras, de las grandes cosas que Dios ha hecho en
favor de nosotros. Ahora bien, ese testimonio debe proceder de un corazón
dispuesto a dar sin recibir nada a cambio. Cuanto más confiemos en el amor
incondicionado de Dios por nosotros, más capaces seremos de anunciar el amor de
Jesús sin condiciones internas ni externas”…
H. J. M. Nouwen, trad. esp.: Pan para el viaje, PPC,
Madrid 1999.
Para rezar
Oración de amor a Dios
Te amo, Oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
Hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios,
Y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno
Porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor,
Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo, por lo menos quiero
que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo,
Y de amarte mientras que sufro, y el día que me muera
No solo amarte pero sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora
final aumentes y perfecciones mi amor por Ti. Amén.
Mi único deseo es amarte
Hasta el último suspiro de mi vida.
Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios,
Y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti.
Te amo, oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno
Porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor,
Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir
cada instante que te amo, por lo menos quiero
que mi corazón lo repita cada vez que respiro.
Ah, dame la gracia de sufrir mientras que te amo,
Y de amarte mientras que sufro, y el día que me muera
No solo amarte pero sentir que te amo.
Te suplico que mientras más cerca estés de mi hora
final aumentes y perfecciones mi amor por Ti. Amén.
San Juan María Vianney
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