2 de junio de
2017 – VIERNES
DE LA SEMANA VII DE PASCUA
¿Me amas?
Lectura de los Hechos de los
apóstoles 25, 13b-21
El rey Agripa y Berenice llegaron a
Cesarea y fueron a saludar a Festo. Como ellos permanecieron varios días, Festo
expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:
«Félix ha dejado a un prisionero, y
durante mi estadía en Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos de los
judíos, presentaron quejas pidiendo su condena. Yo les respondí que los romanos
no tienen la costumbre de entregar a un hombre antes de enfrentarlo con sus
acusadores y darle la oportunidad de defenderse.
Ellos vinieron aquí, y sin ninguna demora,
me senté en el tribunal e hice comparecer a ese hombre al día siguiente. Pero
cuando se presentaron los acusadores, estos no alegaron contra él ninguno de
los cargos que yo sospechaba. Lo que había entre ellos eran no sé qué
discusiones sobre su religión, y sobre un tal Jesús que murió y que Pablo
asegura que vive.
No sabiendo bien qué partido tomar en un
asunto de esta índole le pregunté a Pablo si quería ir a Jerusalén para ser
juzgado allí. Pero como este apeló al juicio de Su Majestad imperial, yo ordené
que lo dejaran bajo custodia hasta que lo enviara al Emperador.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 102, 1-2.
11-12. 19-20ab (R.: 19a)
R. El Señor puso su
trono en el cielo.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios. R.
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo
temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.
R.
El Señor puso su trono en el cielo,
y su realeza gobierna el universo.
¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles,
los fuertes guerreros que cumplen sus
órdenes! R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Juan 21, 15-19
Habiéndose aparecido Jesús a sus
discípulos, después de comer, dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me
amas más que estos?»
Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que
te quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.»
Le volvió a decir por segunda vez: «Simón,
hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le respondió: «Sí, Señor, saber que te
quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.»
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo
de Juan, ¿me quieres?»
Pedro se entristeció de que por tercera
vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que
te quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
Te aseguro que cuando eras joven tú mismo
te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus
brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras.»
De esta manera, indicaba con qué muerte
Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
El nuevo gobernador romano en Judea,
Poncio Festo, mantiene detenido a Pablo en Cesarea, donde fue trasladado para
mayor seguridad. Y aprovecha la visita del rey Agripa y su hermana Berenice
para explicarles el caso de este Pablo, uno de los más curiosos que ha heredado
de su antecesor Félix.
Festo se muestra respetuoso de la ley y
deseoso de que triunfe la justicia. Como funcionario oficial, resume lo
esencial del «expediente» de Pablo, diciendo que tuvieron una discusión sobre
su religión particular y sobre un tal Jesús, que murió, y del cual Pablo afirma
que está vivo.
Para Pablo no es «un cierto hombre»: Jesús
es su razón de vivir. Pablo vive con ese «viviente». Para Pablo la resurrección
no es tan sólo una afirmación dogmática: es una experiencia vivida.
Pablo ha apelado y ni el tribunal de
Cesarea, ni el de Jerusalén tienen jurisdicción sobre él. Queda como instancia
superior ir hasta Roma.
***
Junto al lago de Tiberíades Jesús llama a
Pedro por su nombre original, “Simón hijo de Juan”. Pedro escucha atento la voz
del Señor. Su corazón ha ido madurando, y ahora comprende que Jesús no es el
Mesías político que él esperaba, sino aquel que da su vida para redimir a la
humanidad sufriente. Pedro había confesado reiteradamente una adhesión que se
sostenía en la medida que colmara sus expectativas.
A pesar de haber afirmado que no lo
abandonaría, luego lo negó tres veces, jurando que no lo conocía. Ahora, la
experiencia de la resurrección ha madurado su corazón y sus ideas, y quiere
seguirlo no al compás de sus caprichos o exaltaciones, sino animado por el
Espíritu del Resucitado.
A la pregunta de Jesús, Pedro tiene que
contestar con mucha más humildad. Pedro, el apóstol impulsivo, que quería de
veras a Jesús, aunque se había mostrado débil por miedo a la muerte, tiene
ahora la ocasión de reparar su triple negación con una triple profesión de
amor. La triple negación es ahora una triple pregunta. Esto es lo que Pedro
experimenta.
Pero la relación personal con Jesús, no se
cierra sobre ellos dos. Este amor lanza a Pedro hacia los demás. Jesús
restituye a Pedro delante de todos y esto le exige hacerse cargo de los demás;
ser su pastor, cuidarlos, conducirlos por el camino verdadero.
Pedro ahora responderá con la dedicación
exclusiva al servicio de la comunidad y dará testimonio de Jesús ante el
pueblo, ante los tribunales, en la cárcel y finalmente con su propio martirio
en Roma. El amor lo llevó a la obediencia y al abandono confiado.
También a nosotros el Señor nos llama a
seguirlo. Desde nuestra debilidad podemos hacer nuestras las palabras de Pedro:
«Señor, tú sabes que te amo». El amor es la raíz en que se alimenta todo
verdadero seguimiento y el seguimiento es el sello de todo verdadero amor.
Jesús quiere de nosotros un auténtico
compromiso de amor que nos lleve a amar y servir a nuestro prójimo hasta el
extremo, como nosotros hemos sido amados por Cristo. Así, como Iglesia
continuaremos, a través del tiempo, totalmente comprometida con la obra de
salvación que el Señor nos ha confiado.
Para
discernir
¿Sobre qué baso mi seguimiento y mi
fidelidad al Señor?
¿En qué siento que soy examinado por
Jesús?
¿Vivo desde el amor o el temor?
¿Experimento su llamada de amor?
Repitamos a
lo largo de este día
…Señor, tú lo sabes todo; sabes que te
quiero…
Para la
lectura espiritual
…El Señor, después de su resurrección,
aparece de nuevo a sus discípulos. Interroga a Pedro, le obliga a confesar su
amor, ya que le negó por tres veces, por miedo. Cristo resucitó en la carne,
Pedro resucitó en el espíritu. Así como Cristo murió en el sufrimiento, Pedro
murió en la negación del Señor. Cristo el Señor resucitó de entre los muertos y
ha resucitado a Pedro gracias al amor que éste le tenía. El Señor interroga el
amor de aquel que ahora declara abiertamente su amor, y le confía su rebaño.
¿Qué es lo que aporta Pedro a Cristo con su amor? Si Cristo te ama es en
provecho tuyo, no de él. Si tú amas a Cristo es en provecho tuyo también, no de
él. No obstante, Cristo el Señor, queriendo mostrarnos cómo hemos de manifestar
nuestro amor por él, nos lo revela: amando a su rebaño.
“Simón, hijo de Juan ¿me amas? – Te amo—
Apacienta mis ovejas.” (Jn 21, 16) Y esto una vez, dos veces, tres veces. Pedro
no expresa más que su amor. El Señor no le pide otra cosa que el amor; no le
confía otra cosa que sus ovejas. ¡Amémonos, pues, unos a otros, y así amaremos
a Cristo! …
San Agustín obispo de Hipona, doctor de la Iglesia
Para rezar
Sólo tu Amor me llama y me consume
en las entrañas mismas de la ausencia
sólo en Ti conozco la clemencia
del aroma fontal de tu perfume.
Sólo por Ti transito peregrino
el valle azul de la presencia ignota.
Sólo por Ti mi amor en una nota
se hace canto de amor en tu camino.
Sólo tu aroma suave en las entrañas
embriaga el hondo vivir de mi jornada
y me envuelve la música soñada
de la presencia fiel que no me engaña.
Sólo en tu honor cantaré yo en este día
la canción de la vida y la memoria
la que canta los triunfos de tu gloria
y ha vencido la muerte y me da vida.
en las entrañas mismas de la ausencia
sólo en Ti conozco la clemencia
del aroma fontal de tu perfume.
Sólo por Ti transito peregrino
el valle azul de la presencia ignota.
Sólo por Ti mi amor en una nota
se hace canto de amor en tu camino.
Sólo tu aroma suave en las entrañas
embriaga el hondo vivir de mi jornada
y me envuelve la música soñada
de la presencia fiel que no me engaña.
Sólo en tu honor cantaré yo en este día
la canción de la vida y la memoria
la que canta los triunfos de tu gloria
y ha vencido la muerte y me da vida.
Fray Alejandro R. Ferrerirós OFM. Conv.
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