28 de julio de
2017 – TO – VIERNES
DE LA XVI SEMANA
El que escucha
la palabra y la comprende produce fruto
Lectura del libro del
Éxodo 20, 1-17
Dios pronunció estas palabras:
Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice
salir de Egipto, de un lugar en esclavitud.
No tendrás otros dioses delante de mí.
No te harás ninguna escultura y ninguna
imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la
tierra, en las aguas. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto; porque
yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres
en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen; y
tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis
mandamientos.
No pronunciarás en vano el nombre del Señor,
tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano.
Acuérdate del día sábado para
santificarlo. Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas; pero el
séptimo es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún
trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus
animales, ni el extranjero que reside en tus ciudades. Porque en seis días el
Señor hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, pero el
séptimo día descansó. Por eso el Señor bendijo el día sábado y lo declaró
santo.
Honra a tu padre y
a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios,
te da.
No matarás.
No cometerás
adulterio.
No robarás.
No darás falso
testimonio contra tu prójimo.
No codiciarás la
casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su
esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 18, 8. 9.
10. 11 (R.: Jn 6, 68c)
R. Señor, Tú tienes
palabras de Vida eterna.
La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple. R.
Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos. R.
La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos. R.
Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal. R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 13, 18-23
Jesús dijo a sus discípulos:
«Escuchen, entonces, lo que significa la
parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la
comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su
corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
El que la recibe en terreno pedregoso es
el hombre que, al escuchar la Palabra, la acepta en seguida con alegría, pero
no la deja echar raíces, porque es inconstante: en cuanto sobreviene una
tribulación o una persecución a causa de la Palabra, inmediatamente sucumbe.
El que recibe la semilla entre espinas es
el hombre que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la
seducción de las riquezas la ahogan, y no puede dar fruto.
Y el que la recibe en tierra fértil es el
hombre que escucha la Palabra y la comprende. Este produce fruto, ya sea cien,
ya sesenta, ya treinta por uno.»
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
La tercera etapa de la historia de la
salvación la constituye la formación de Israel como pueblo peculiar, bajo la
guía de Moisés.
El decálogo que significa “las diez
palabras” es un código en el que se recogen las cláusulas del pacto o alianza
del Sinaí. Son las palabras que Israel ha de observar para ser pueblo
“consagrado” y “propiedad escogida”. Son revelación de Dios, y su objeto es
prolongar, perpetuar la relación creada en el primer conocimiento, que es el de
la liberación de servidumbre.
Es un sumario de diez preceptos absolutos.
Presenta la misma estructura y distribución que los pactos de los hititas:
tiene una introducción: “Yo soy el Señor, tu Dios”; un prólogo histórico: “que
te saqué de Egipto, de la esclavitud”; las estipulaciones o cláusulas del pacto,
la primera de carácter general y las restantes más particulares. El documento
del pacto o de la alianza, en este caso las Tablas de la Ley, se depositaba y
guardaba en el santuario.
El decálogo contiene dos clases de
preceptos: los que definen la actitud justa ante Dios y los que regulan el
comportamiento con el prójimo formando un todo indivisible: no se responde a
uno si no se responde igual al otro.
En los primeros se exige reconocer como
Dios, al único que se ha revelado salvador, que excluye la divinización de
falsos dioses y las representaciones del Dios trascendente; prohíbe hacer uso
vano de su nombre; manda recordarlo en la fiesta como creador y salvador. Los
deberes para con Dios son liberadores: «nada» material merece nuestra
adoración.
En la segunda clase de preceptos se exige
honor y respeto a la persona, comenzando por las que están cercanas desde el
mismo momento del nacimiento: la familia; y así hasta incluir la gran familia
humana. Se prohíbe toda forma de daño a la persona y a sus bienes, hasta con la
intención. Dios está de parte del hombre y quiere liberarlo de todo lo que
pueda destruir o atentar contra su vida y su desarrollo humano y social.
***
Contemplamos a Dios como un agricultor
bueno y magnánimo, que siembra a manos llenas. No ha sido avaro en la redención
del hombre, sino que lo ha gastado todo en su propio Hijo Jesucristo, que como
grano enterrado se ha convertido en vida y salvación nuestra, gracias a su
Resurrección.
La parábola del sembrador, es retomada
para mostrar lo que sucede en el hombre desde la experiencia de la Palabra, que
germina en la vida. Dios nos ofrece el don de su palabra, sin fijarse
inicialmente qué tipo de terreno somos.
La palabra se la compara con una semilla,
porque es fuerza de vida que genera Vida en la vida de quien la recibe.
Están los que no tienen el espacio
suficiente para que ella haga su efecto, y entonces se pierde rápidamente. Hay
otros oyentes distraídos, que no se dan al menos un espacio de silencio y
oración para asimilar la Palabra, o más exactamente, para “comprenderla”.
Existen dos factores que impiden en la
vida espiritual que el camino de asimilación y maduración sea siempre
ascendente y provechoso: las preocupaciones del mundo, y el apego a las cosas
que distraen el corazón de lo esencial.
Por el contrario, se encuentran en
situación de comprender la palabra los que le permiten un espacio en su vida, y
se dejan confrontar por ella. Esto provoca una experiencia vital de la Palabra
que, en como semilla, germina en nosotros y está en condiciones de dar los
frutos de vida nueva, de la cual es portadora.
Nunca debemos olvidar que el éxito de la
cosecha, no radica en nuestras estrategias humanas, sino en la iniciativa
salvadora de Dios “rico en misericordia”, y en la eficacia del Espíritu Santo,
que puede transformar nuestras vidas; para que demos generosos frutos de
caridad y de alegría contagiosa.
Para
discernir
¿Qué nos muestra la parábola del
sembrador?
¿Con cuál de los cuatro tipos me
identifico?
¿Qué decisiones necesito para dar fecundidad
evangélica a mi vida?
Repitamos a
lo largo de este día
…Que te escuche, Señor, y me convierta…
Para la
lectura espiritual
Tú eres lo único que deseo, Señor: que
ningún ídolo se interponga entre tú y yo: ni el ídolo de mi yo, sordo y ciego,
ni el ídolo de la riqueza y del prestigio, sino que te reconozco a ti, y sólo a
ti, como verdaderamente digno de ser servido, amado, adorado.
Purifica, Señor, mi corazón y mis labios
para que nunca llegue a nombrarte sin respeto y veneración. Que nunca deshonre,
con una conducta indigna de un hijo, tu santo nombre de Padre, que tu Hijo
unigénito ha revelado y glorificado con la obediencia hasta la cruz.
Tuyo es el tiempo, oh eterno Creador: que
toda mi existencia discurra en el único día que Cristo, al resucitar de la
muerte, ha abierto sobre la cabeza del género humano. Y que el recuerdo de tus
beneficios constituya la dulce fiesta de toda mi vida.
Toda paternidad y toda maternidad proceden
de ti, oh Dios, fuente y plenitud de la vida: infunde en mí una profunda
veneración y gratitud hacia todo el que, con santo temor y humildad, participa
del poder generador de tu amor.
Que ningún pábulo de violencia, Señor, se
insinúe en mis pensamientos, en mis sentimientos, en mis acciones dirigidas a
los hombres mis hermanos. Haz que, viendo en ellos tu misma imagen, los trate
con suma reverencia, sea cual sea su color y su condición. Si los matara,
aunque sólo fuera en mi corazón con el rechazo o con la indiferencia, el grito
de su angustia llegará, a tu rostro e infligiré un infinito dolor a tu corazón
de Padre, que me verá más muerto que aquellos a quienes yo haya matado, un
infinito dolor por la enormidad de mi pecado.
«No cometerás actos impuros». Este
mandamiento nos sorprende hoy: ¿por qué no dejar a nuestra naturaleza que se
desfogue libremente? No podemos olvidar que la malicia ha corrompido el corazón
humano, que el amor ha degenerado en concupiscencia, la gratuidad en egoísmo
posesivo.
Señor, que yo no robe tu gloria jactándome
de lo que no es mérito mío; que no sustraiga a mis hermanos cuanto les has
concedido para la vida física y moral: la estima, la libertad, el pan, la
salud… Que goce yo más con su bien que con el mío, porque, teniéndote a ti,
nada me falta.
Que toda mi conducta vital sea tal que refleje
tu justicia y tu misericordia, Señor. Que la mentira o la ambigüedad nunca
oscurezcan el espejo de mi conciencia.
Que mi corazón sea sencillo y puro, a fin
de que también mi mirada se pose sobre todas las criaturas sin contaminarlas.
Que todo yo vea tu luz, Señor, con el virginal candor de tu belleza.
Presérvame, Señor, de la codicia, del
ansia de poseer y de gozar, de la envidia por los bienes de mi prójimo. Que mi
corazón se encuentre de verdad allí donde está mi tesoro: Tú, sumo bien,
nuestra eterna bienaventuranza.
A. M. Cánopi, Obediencia a la Palabra, Isola S. Julio.
2001
Para rezar
Alabanza sin fin
Quiero ensalzarte,
Rey mío y Dios mío,
y bendecir tu nombre para siempre.
Deseo bendecirte cada día
y cantarle a tu nombre para siempre.
Pues grande es el Señor,
digno de recibir toda alabanza,
y no puede medirse su grandeza.
Rey mío y Dios mío,
y bendecir tu nombre para siempre.
Deseo bendecirte cada día
y cantarle a tu nombre para siempre.
Pues grande es el Señor,
digno de recibir toda alabanza,
y no puede medirse su grandeza.
Una generación le habla a otra
muy bien de tus hazañas,
le cuenta tus proezas,
Hablan de tu esplendor
y de la gloria de tu majestad,
nos refieren tus hechos milagrosos.
muy bien de tus hazañas,
le cuenta tus proezas,
Hablan de tu esplendor
y de la gloria de tu majestad,
nos refieren tus hechos milagrosos.
Nos cuentan el poder de tus prodigios,
nos narran tus grandezas.
nos narran tus grandezas.
Nos harán recordar tu gran bondad,
y anunciarán, alegres, tu justicia.
y anunciarán, alegres, tu justicia.
El Señor es clemente y compasivo,
lento para enojarse y lleno de bondad.
lento para enojarse y lleno de bondad.
Bueno es el Señor para con todos,
y compasivo con todas sus obras.
El hace lo que quieren aquellos que lo temen
escucha su llamado y los salva.
y compasivo con todas sus obras.
El hace lo que quieren aquellos que lo temen
escucha su llamado y los salva.
Que mi boca recite en alta voz
la alabanza del Señor,
que todos los mortales
bendigan su santo nombre,
por los siglos de los siglos.
la alabanza del Señor,
que todos los mortales
bendigan su santo nombre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
Georgio Di Capitani
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