5 de julio de
2017 – TO – MIÉRCOLES
DE LA XIII SEMANA
Te llamo a ser luz de las naciones
Lectura del libro del
Génesis 21, 3.5. 8-20
Abraham tenía entonces cien años de edad.
El niño creció y fue destetado, y el día en que lo destetaron, Abraham ofreció
un gran banquete. Sara vio que el hijo de Agar, la egipcia, jugaba con su hijo
Isaac. Entonces dijo a Abraham: «Echa a esa esclava y a su hijo, porque el hijo
de esa esclava no va a compartir la herencia con mi hijo Isaac.» Esto afligió
profundamente a Abraham, ya que el otro también era hijo suyo.
Pero Dios le dijo: «No te aflijas por el
niño y por tu esclava. Concédele a Sara lo que ella te pide, porque de Isaac
nacerá la descendencia que llevará tu nombre. Y en cuanto al hijo de la
esclava, yo hará de él una gran nación, porque también es descendiente tuyo.»
A la madrugada del día siguiente, Abraham
tomó un poco de pan y un odre con agua y se los dio a Agar; se los puso sobre
las espaldas, y la despidió junto con el niño. Ella partió y anduvo errante por
el desierto de Berseba. Cuando se acabó el agua que llevaba en el odre, puso al
niño debajo de unos arbustos, y fue a sentarse aparte, a la distancia de un
tiro de flecha, pensando: «Al menos no veré morir al niño.» Y cuando estuvo
sentada aparte, prorrumpió en sollozos.
Dios escuchó la voz del niño, y el Ángel
de Dios llamó a Agar desde el cielo: « ¿Qué te pasa, Agar?», le dijo. «No temas,
porque Dios ha oído la voz del niño que está ahí. Levántate, alza al niño y
estréchalo bien en tus brazos, porque yo haré de él una gran nación.»
En seguida Dios le abrió los ojos, y ella
divisó un pozo de agua. Fue entonces a llenar el odre con agua y dio de beber
al niño.
Dios acompañaba al niño y este fue
creciendo. Su morada era el desierto, y se convirtió en un arquero
experimentado.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 33, 7-8.
10-11. 12-13 (R.: 7a)
R. El pobre invocó
al Señor: y él lo escuchó.
Este pobre hombre invocó al Señor:
Él lo escuchó y los salvó de sus
angustias.
El Ángel del Señor acampa
en torno de sus fieles, y los libra. R.
Teman al Señor, todos sus santos,
porque nada faltará a los que lo temen.
Los ricos se empobrecen y sufren hambre,
pero los que buscan al Señor no carecen de
nada. R.
Vengan, hijos, escuchen:
voy a enseñarles el temor del Señor.
¿Quién es el hombre que ama la vida
y desea gozar de días felices? R.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 8, 28-34
Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la
región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de
los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. Y
comenzaron a gritar: «¿Que quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí
para atormentarnos antes de tiempo?»
A cierta distancia había una gran piara de
cerdos paciendo. Los demonios suplicaron a Jesús: «Si vas a expulsarnos,
envíanos a esa piara.» El les dijo: «Vayan.» Ellos salieron y entraron en los cerdos:
estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron.
Los cuidadores huyeron y fueron a la
ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los
endemoniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le
rogaron que se fuera de su territorio.
Palabra del Señor.
Para
reflexionar
Tras el relato de la destrucción de Sodoma
y Gomorra, el texto continúa hablando del cumplimiento de la promesa del
ángel. Abraham tiene cien años cuando nace su hijo Isaac, el hijo esperado,
el hijo de la promesa, del que se espera que dé origen a una numerosa
descendencia.
La fe de Abraham, puesta a prueba tanto
tiempo, no fue en vano. Después de una larga espera, el plan de Dios se
realiza. La casa se llena de alegría. Isaac significa «Dios sonríe» o «Dios
es propicio».
Sara sintió celos porque Abraham mira con
buenos ojos a Ismael y a su madre, la esclava egipcia Agar. Ismael, el
primogénito no es el que va a prolongar la línea de la promesa.
Abraham se ve obligado a despedirlo, junto
con su madre, y ambos emprenden un amargo viaje al desierto. “Despide a esa
sirvienta y a su hijo; pues éste no ha de heredar juntamente con mi hijo Isaac”,
estas palabras disgustaron mucho a Abraham. Pero Dios le da a entender que la
promesa pasa por Isaac, pero que Ismael, también, tendrá también un destino
útil.
Agar vagó por los montes; pero Dios en su
providencia cuidó del hijo de la esclava. Dios piensa también en ese
muchacho que llegará a ser el padre de los ismaelitas, nómadas del desierto,
y los árabes.
La fe de Abraham es ejemplar, es la de un
creyente que es «padre». Su preocupación paternal viene a ser una muestra de la
Paternidad divina.
***
Jesús llega a la ciudad helenística de
Gadara que se encontraba cerca del mar de Galilea. Atraídos por su presencia,
van a su encuentro dos hombres endemoniados, poseídos por un espíritu
inmundo. Los poseídos acuden a Jesús desde el cementerio; salen de los
sepulcros, lugar de la muerte, para acercarse a Él; desean ver en
Jesús una posibilidad de vida nueva.
En el mundo antiguo, judío y pagano, se
atribuían frecuentemente a los demonios los trastornos para los que
acostumbradamente no había explicación. Los endemoniados gritan y protestan
porque creen descubrir en Jesús, hostilidad hacia ellos, como la que habían
encontrado en los demás. Estos endemoniados se resisten a la acción de Jesús,
como lo muestran sus gritos, pero reconocen al mismo tiempo su condición
divina. Es el “Hijo de Dios”, el Mesías; el único liberador que
puede sacarlos de la situación miserable en que se encuentran.
Cerca del lugar había una piara de cerdos;
se trata evidentemente de país pagano. El cerdo es el animal más impuro; y por
lo tanto el lugar natural para los demonios. En la mentalidad judía, el
cerdo no tenía valor y nadie sufría por su pérdida. Los demonios le
suplican a Jesús para que los envíe a la piara de cerdos. Los demonios entraron
en la piara y de inmediato se precipitaron en el mar y murieron junto con los
cerdos.
Los exorcismos demuestran cómo los
demonios no tienen realmente poder alguno y quedan sometidos
instantáneamente a la palabra de Jesús.
Hay un solo poder con el que los hombres
deben contar, y es el poder de Dios que vence cualquier otro poder.
Dios nos ama principalmente con un amor de
Padre. Sin embargo, su infinito poder llega hasta donde se lo permite nuestra
“poderosa” libertad. Los lugareños muestran la estrechez y mezquindad de las
que es capaz el corazón humano, cuando lo que se le presenta contradice sus
planes o intereses.
A Dios, no se le escapa el mundo de las
manos. Dios siempre “dispone todo para el bien
de aquellos que ama”, a pesar de los impedimentos que le podamos poner. De
hecho, nuestros impedimentos son, antes que nada, impedimentos para nosotros
mismos. Dios sigue siendo Señor de la historia. En eso apoyamos nuestra fe,
nuestra esperanza y nuestra fuerza para seguir caminando.
Para
discernir
¿Qué cosas me han incomodado del paso de
Dios por mi vida?
¿Desconfío de las promesas de Dios?
¿Qué impedimentos pongo en la construcción
del reino?
Repitamos a
lo largo de este día
…Jesús confío en Ti…
Para la
lectura espiritual
…”La cuestión de saber qué es el
cristianismo y quién es Cristo para nosotros hoy, me preocupa constantemente.
El tiempo en que se podía decir todo a los hombres, por medio de palabras
teológicas o piadosas, ha pasado, lo mismo que el tiempo de la espiritualidad y
de la conciencia, es decir, el tiempo de la religión en general. Vamos al
encuentro de una época totalmente irreligiosa; los hombres, tal como son,
simplemente ya no pueden seguir siendo religiosos; incluso los que se declaran
honestamente religiosos no practican en modo alguno su religión; por
consiguiente, es probable que entiendan el término en un sentido completamente
diferente.
Si la religión es sólo un vestido del
cristianismo -y este vestido ha asumido también aspectos muy distintos en
diferentes tiempos-, ¿Qué será un cristianismo no religioso? ¿Qué significado
tienen el culto y la oración en la irreligiosidad? ¿Adquiere tal vez una nueva
importancia en este punto la disciplina del arcano o, bien, la distinción entre
penúltimo y último? Debemos restablecer una disciplina del arcano que proteja
de la profanación los misterios de la fe cristiana”…
Dietrich Bonhoeffer, edición española:
Resistencia y sumisión, Sígueme, Salamanca 1983.
Para rezar
Gracias, Jesús
Tu eres el Hijo de Dios que te hiciste hermano y amigo nuestro.
Gracias, Jesús porque me quieres.
Tu viniste a enseñarnos el camino del cielo
Tu viniste a salvarnos del pecado y de la muerte.
Tú viniste a decirnos que Dios es un Padre que nos ama.
Tú viniste a enseñarnos a construir un mundo más digno del hombre.
Tu viniste a animarnos y hadarnos fuerza para ser mejores.’
Tú viniste a consolarnos en nuestras tristezas y a traer alegría a
nuestra vida.
Tú viniste a enseñarnos como amarnos y perdonarnos unos a otros.
Padre Dios, Tu nos amaste tanto que nos enviaste a Jesús, tu propio
Hijo, para salvarnos; ayúdanos a escuchar y cumplir siempre lo que El
nos dice.
Te lo pedimos por el mismo Cristo Jesús. Amén.
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