15
de agosto de 2017 – TO – MARTES DE LA
XIX SEMANA
15 de agosto - La
Asunción de la Virgen María (S)
Eres bendita entre todas las mujeres
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del
Apocalipsis 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab
Se abrió el Templo de Dios que está en el
cielo y quedó a la vista el Arca de la Alianza.
Y apareció en el cielo un gran signo: una
Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce
estrellas en su cabeza.
Estaba embarazada y gritaba de dolor
porque iba a dar a luz.
Y apareció en el cielo otro signo: un
enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada
cabeza tenía una diadema. Su cola una tercera parte de las estrellas del cielo,
y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba
a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.
La Mujer tuvo un hijo varón que debía
regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado
hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había
preparado un refugio.
Y escuché una voz potente que resonó en el
cielo: «Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la
soberanía de su Mesías.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 44, 10bc. 11-12. 15b-16 (R.:
10b)
R. Es la reina,
adornada con tus joyas y con oro de Ofir.
Una hija de reyes está de pie a tu
derecha:
es la reina,
adornada con tus joyas,
y con oro de Ofir. R.
¡Escucha, hija mía, mira y presta
atención!
Olvida tu pueblo y tu casa paterna,
y el rey se prendará de tu hermosura.
El es tu señor: inclínate ante él. R.
Las vírgenes van detrás,
sus compañeras la guían,
con gozo y alegría,
entran al palacio real. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol
san Pablo
a los cristianos de
Corinto 15, 20-27a
Hermanos:
Cristo resucitó de entre los muertos, el
primero de todos. Porque la muerte vino al mundo por medio de un hombre, y
también por medio de un hombre viene la resurrección.
En efecto, así como todos mueren en Adán,
así también todos revivirán en Cristo, cada uno según el orden que le
corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a él
en el momento de su Venida.
En seguida vendrá el fin, cuando Cristo
entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo
Principado, Dominio y Poder. Porque es necesario que Cristo reine hasta que
ponga a todos los enemigos debajo de sus pies. El último enemigo que será
vencido es la muerte, ya que Dios todo lo sometió bajo sus pies.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Lucas 1, 39-56
María partió y fue sin demora a un pueblo
de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas
esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel,
llena del Espíritu Santo, exclamó:
« ¡Tú eres bendita entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi
Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi
seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de
parte del Señor.»
María dijo entonces:
«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi
espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con bondad
la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán
feliz, porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es
santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos
que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de
corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de
bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió
a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido
a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.»
María permaneció con Isabel unos tres
meses y luego regresó a su casa.
Palabra del Señor.
Para reflexionar
La Asunción de María es un acontecimiento
que nos afecta de cerca. Sobre todo hombre destinado a morir, hay una promesa
de Cristo que lo abre a una futura resurrección. El misterio de la Asunción de
la Virgen nos asegura que la muerte no es la última palabra.
Dios da señales que invitan a la
esperanza: la lucha a muerte del dragón contra la mujer y su descendencia, el
arca de la alianza como signo de la presencia de Dios en medio su pueblo. La
mujer es la asamblea del pueblo de Dios reunida ahora y aquí, en la Eucaristía
dominical. El dragón es el mal, que actúa insertándose en la historia humana,
para intentar destruir la unidad y la comunión de la asamblea dominical. El
poder de este mundo se opone al alumbramiento de la mujer (se opone a Cristo) y
quiere destruir su fruto (los cristianos). El Cristo elevado y sentado en el
Trono de Dios señala la derrota de Satanás. La Iglesia en el desierto, huye del
mal y es sostenida por Dios, como Jesús. La glorificación de Cristo, una vez
para siempre, es la garantía que nunca jamás, nada, impedirá que El sea dado a
luz por la asamblea eucarística dominical en el hoy, en el espacio-tiempo,
hasta su venida en la plenitud de la gloria. María asunta es figura de la
Iglesia, tanto la celestial como la que camina dando a luz a Cristo para el ser
humano de hoy, y prefigura la victoria final de toda la Iglesia con Cristo, por
Él y en Él.
La segunda lectura nos afirma que Cristo
es el Resucitado, el vencedor de la muerte, causa de la resurrección de los
muertos. Cristo ha derrotado la muerte en su propio terreno y le ha arrebatado
todo su poder sobre la vida, liberando a todos los que estaban bajo su poder.
El evangelio se centra en el encuentro de
las dos madres y de sus respectivos niños, se unen los relatos paralelos de la
infancia de Juan, el último profeta y de Jesús. El Espíritu marca la continuidad
del designio de Dios entre Antiguo y Nuevo Testamento. Lucas pone en boca de
María este himno inspirado en el cántico de Ana y en toda la tradición bíblica
que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios.
Son los pobres del Señor quienes, en María y con ella, alaban a Dios por las
grandes obras que ha hecho en ellos.
La «asunción» gloriosa de María que
celebramos no se trata de ninguna elevación o traslación física, de ningún
viaje sideral. No lo fue la «ascensión» de Jesús; mucho menos lo es en el caso
de María. Esa asunción gloriosa significa que en María, Dios ha dignificado a
todos los seres humanos, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra
salvífica. El ser humano había echado a perder los planes de Dios con
opresiones, violencias y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo
orden, donde todos los seres humanos son igualmente dignos y de este modo se
inaugura una nueva era de plenitud.
Esta fiesta nos invita a vivir en el
presente el futuro prometido por Dios y adelantado en la Virgen. María vivió su
existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento
de su existencia en el que el amor misericordioso del Padre no se hiciera
solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como ella,
vivían situaciones de pobreza y exclusión.
María encarnó todos aquellos valores que
nos permiten comprender como el futuro de Dios se puede manifestar en las
limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida
como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza
su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de
nuestra existencia.
La Asunción es la victoria de Dios
confirmada en María y asegurada para nosotros. La Asunción es una señal y
promesa de la gloria que nos espera, cuando en el fin del mundo, nuestros
cuerpos resuciten y sean reunidos con nuestras almas.
«Hoy sube al cielo la Virgen llena de
gloria, y colma de gozo a los ciudadanos celestes». « ¡Qué regalo más hermoso
envía hoy nuestra tierra al cielo! Con este gesto maravilloso de amistad —que
es dar y recibir— se funden lo humano y lo divino, lo terreno y lo celeste, lo
humilde y lo sublime. El fruto más granado de la tierra está allí, de donde
proceden los mejores regalos y los dones de más valor. Encumbrada a las
alturas, la Virgen Santa prodigará sus dones a los hombres». San Bernardo
Para discernir
¿Cómo ilumina mi fe la realidad de la
muerte?
¿Qué lugar le doy a la Virgen en mi esperanza?
La Asunción de la Virgen ¿Qué le aporta a
mi experiencia de fe?
Repitamos a lo largo de este día
…El Poderoso ha hecho grandes cosas en mí…
Para la lectura espiritual
…”El evangelio de la mañana de pascua
describe la resurrección como la capacidad de ver abiertas las tumbas y de
divisar la vida en el lugar de la muerte. Se trata de una experiencia tan
antigua y tan profundamente arraigada en los seres humanos que, probablemente,
nuestra misma conciencia, nuestra misma humanidad, nunca hubiera podido madurar
y realizarse a sí misma si, al mismo tiempo, no hubiéramos desarrollado la
capacidad de ver el mundo también de una manera diferente de como lo vemos sólo
con los ojos terrenos. Si nos consideramos únicamente hijos de este mundo,
estamos perdidos. Si la última palabra sobre nuestra existencia fuera que somos
sólo lo que vemos, es decir, un mecanismo de breve duración, una envoltura
sombría, los pocos años que estamos aquí no serían otra cosa más que un sueño
fugaz, algo irreal, incomprensible, nada más que un capricho y un juego de la
naturaleza.
Las primeras fórmulas interpretaron
unánimemente la resurrección de Jesús como una transformación de nuestra vida
ya aquí en la tierra. No es que Jesús haya fundado la fe en una prosecución de
la vida o en una continuación de la existencia. Es mucho más importante el
hecho de que Jesús vivió la vida contra la muerte y que no quería, ciertamente,
que nosotros empezáramos a vivir sólo después de haber muerto físicamente. Las
mujeres que la mañana de pascua van al sepulcro advierten la gran cantidad de
energía que emana de Jesús. Jesús tuvo dentro de él este poder gracias a su
confianza en la vida, hasta tal punto que la resurrección de la muerte puede
empezar en este momento”…
E. Drewermann, La riqueza de la vida, Brescia 1998,
pp. 268-270, passim.
Profundizamos un poco más
FUNDAMENTO DE ESTE DOGMA
El Papa Pío XII bajo la inspiración del Espíritu Santo, y después de consultar con todos los obispos de la Iglesia Católica, y de escuchar el sentir de los fieles, el primero de Noviembre de 1950, definió solemnemente con su suprema autoridad apostólica, el dogma de la Asunción de María.
Este fue promulgado en la Constitución
“Munificentissimus Deus”:
“Después de elevar a Dios muchas y
reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de
Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para
honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la
muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría
de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los
bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos,
declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre
de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue
asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo”.
El Papa Pío XII presentó varias razones
fundamentales para la definición del dogma:
1-La inmunidad de María de todo pecado: La descomposición del cuerpo es consecuencia del
pecado, y como María, careció de todo pecado, entonces Ella estaba libre de la
ley universal de la corrupción, pudiendo entonces, entrar prontamente, en
cuerpo y alma, en la gloria del cielo.
2-Su Maternidad Divina: Como el cuerpo de Cristo se había formado del
cuerpo de María, era conveniente que el cuerpo de María participara de la
suerte del cuerpo de Cristo. Ella concibió a Jesús, le dio a luz, le nutrió, le
cuidó, le estrechó contra su pecho. No podemos imaginar que Jesús permitiría
que el cuerpo, que le dio vida, llegase a la corrupción.
3-Su Virginidad Perpetua: como su cuerpo fue preservado en integridad
virginal, (toda para Jesús y siendo un tabernáculo viviente) era conveniente
que después de la muerte no sufriera la corrupción.
4-Su participación en la obra redentora de
Cristo: María,
la Madre del Redentor, por su íntima participación en la obra redentora de su
Hijo, después de consumado el curso de su vida sobre la tierra, recibió el
fruto pleno de la redención, que es la glorificación del cuerpo y del alma.
Para rezar
Decir tu nombre, María
Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda muerte
puede ser también Su Pascua.
es decir que toda muerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte Toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
es decirte Toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
Oración
Señor Dios todopoderoso, Tú que, mirando
complacido la profunda humildad de la siempre Virgen María, la elevaste a la
excelsa dignidad de ser madre de tu Hijo hecho hombre y, en este día, la
coronaste de gloria y de honor, concédenos, por su intercesión, que ya que como
María tenemos parte en tu redención, alcancemos, también como ella, la gloria
del reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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