“Así, los últimos serán los primeros y los
primeros serán los últimos”
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta
Isaías 55, 6-9
¡Busquen al Señor mientras se
deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino
y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva a Señor, y él le tendrá
compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.
Porque los pensamientos de
ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del
Señor -.Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis
caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
Palabra de Dios.
SALMO
Sal 144, 2-3. 8-9. 17-18 (R.: 18a)
R. El Señor está cerca de
aquellos que lo invocan
Día tras día te bendeciré,
y alabaré tu Nombre sin cesar.
¡Grande es el Señor y muy
digno de alabanza:
su grandeza es insondable! R.
El Señor es bondadoso y
compasivo,
lento para enojarse y de gran
misericordia;
el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas sus
criaturas. R.
El Señor es justo en todos sus
caminos
y bondadoso en todas sus
acciones;
está cerca de aquellos que lo
invocan,
de aquellos que lo invocan de
verdad. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos 1,
20c-24. 27a
Hermanos:
Sea que viva, sea que muera,
Cristo será glorificado en mi cuerpo. Porque para mí la vida es Cristo, y la
muerte, una ganancia. Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir
trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir. Me siento urgido de ambas
partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el
bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo.
Solamente les pido que se
comporten como dignos seguidores del Evangelio de Cristo.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san
Mateo 20, 1-16a
«El Reino de los Cielos se
parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para
trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
Volvió a salir a media mañana
y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: “Vayan ustedes también a
mi viña y les pagaré lo que sea justo.” Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a
media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando
todavía a otros, les dijo: “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer
nada?” Ellos les respondieron: “Nadie nos ha contratado.” Entonces les dijo:
“Vayan también ustedes a mi viña.”
Al terminar el día, el
propietario llamó a su mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el
jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros.”
Fueron entonces los que habían
llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los
primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un
denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: “Estos
últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros,
que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada.”
El propietario respondió a uno
de ellos: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un
denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo
mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por
qué tomas a mal que yo sea bueno?”
Así, los últimos serán los primeros
y los primeros serán los últimos.»
Palabra del Señor.
PARA REFLEXIONAR
Trabajar por el salario, trabajar para
cobrar es algo muy humano. Y trabajar por el salario no está mal,
porque si no lo cobra el que trabaja se lo queda quien tendría que pagar.
Evidentemente, pueden darse mil situaciones diversas
en las relaciones entre trabajo y recompensa, pero lo normal es que quien
trabaje más, cobre más, dentro de un mismo tipo de trabajo.
Es buena la justicia; es necesaria para empezar. Pero el problema surge cuando estos mismos criterios queremos aplicarlos
a toda realidad y sobre todo nuestra vida de fe nos convencemos de que en esta
vida no estamos para hacer méritos, sumar puntos y ganarnos la felicidad
eterna.
Son muchos los creyentes convencidos de que es el
propio esfuerzo lo que justifica al hombre ante Dios. Nuestras formas de
pensar y de actuar no siempre corresponden a las de Dios.
***
La palabra profética siempre
repiqueteó en Israel, pero muchas veces su mensaje cayó en el vacío, porque el pueblo
no quiso hacer caso. Basándose en ella, Isaías dirige a su pueblo un
mensaje de consuelo y de esperanza. Por eso el prólogo de su obra comienza
con estas palabras: “Consuelen a mi pueblo”. Pagado el crimen con el
destierro, el Señor se acuerda de su pueblo y le ofrece el camino del retorno,
de la liberación.
El profeta Isaías después de haberse dirigido a
Jerusalén, se vuelve ahora hacia los fieles que se preparan a regresar, y
precisa que una de las condiciones de este nuevo estado de cosas es “buscar
al Señor”, ponerse en estado de conversión. La conversión está al
alcance del que tiene verdadero interés de cambio.
Se presenta a Dios perdonador. La era
mesiánica que se anuncia es de características tan radicalmente
nuevas, que los planes del hombre apartado de Dios no tendrán cabida en ella.
***
La carta a los cristianos de Filipos, es la primera de las cartas llamadas de la cautividad,
quizás, una de las más personales de Pablo en la que aparecen
en ella más frecuentemente los sentimientos del Apóstol respecto a su
Señor.
Todo el sentido y la realidad de la vida de Pablo está
en Cristo. Por eso, incluso la muerte es para san Pablo una ganancia, pues así
espera llegar a unirse definitivamente con el Señor.
Por la unión con Cristo, Pablo está dispuesto a
sacrificar ese gozo, en bien de sus hermanos. El que es capaz de sacrificarlo
todo en favor de los demás, está ya comenzando a vivir la vida de verdad,
aunque aún lo haga en la contradicción de esta vida.
***
En el tiempo en que se escribe el evangelio de
Mateo acudían a la Iglesia numerosos paganos convertidos, con
gran escándalo de parte de la mentalidad judía. Para el judío, el pagano no
tiene posibilidad de salvación, está condenado por ser pagano. Jesús
indica, por el contrario, que esos son precisamente los sujetos del reino.
La escena está tomada del medio ambiente palestino, como la mayoría de sus comparaciones. En la época de Jesús, de fuerte
crisis social, el desempleo era muy abundante, como ocurre en la actualidad.
Los obreros solían reunirse en una plaza a la salida del sol, donde acudían los
amos para buscar los braceros que necesitaban para la jornada entera.
Los primeros jornaleros contratados a las seis,
trabajan doce horas, junto a ellos hay otros que han trabajado en la viña desde
las nueve, las tres y las cinco de la tarde respectivamente.
Según las prescripciones del Antiguo
Testamento el salario debía pagarse el mismo día en que había sido
realizado el trabajo. El jornal diario solía ser un denario que era el mínimo
con el que podía subsistir un hombre con su familia. El dueño de la viña
manda a su mayordomo que pague a los obreros en orden inverso a como
habían sido contratados. Y que todos reciban la misma cantidad.
Los últimos pasan a primeros y los primeros a últimos. Al ser el mismo el pago
para todos, los últimos en cobrar comparan y exigen.
El amo de la parábola da a todos lo suficiente para vivir, a los primeros
porque se lo han ganado y a los segundos
porque él es bueno. Por eso, a las protestas de aquellos que habían trabajado más por el mismo precio, el amo contesta diciendo que él hace con su dinero lo que quiere y que si él es bueno no tienen por qué ser ellos envidiosos. Además, los que ahora protestan han recibido todo el jornal por el que voluntariamente se habían contratado.
porque se lo han ganado y a los segundos
porque él es bueno. Por eso, a las protestas de aquellos que habían trabajado más por el mismo precio, el amo contesta diciendo que él hace con su dinero lo que quiere y que si él es bueno no tienen por qué ser ellos envidiosos. Además, los que ahora protestan han recibido todo el jornal por el que voluntariamente se habían contratado.
El problema de los primeros contratados arranca precisamente de su justicia, de su obligación
cumplida, de su cumplimiento. Todo esto lo viven como derecho
adquirido, como exigencia, como superioridad.
La injusticia de que creen ser víctima no consiste en
recibir una paga insuficiente, sino en ver que el amo es bueno con los otros.
El amo de la parábola de Jesús, es Dios nuestro
Padre que no quiere establecer con los hombres, a quienes hace sus hijos,
aquellas relaciones propias que un amo tiene con sus jornaleros, relaciones de
simple justicia.
El Dios que nos presenta la parábola es el Dios
generoso, el Dios que no condiciona sus dones a nuestros méritos, el
Dios que no espera recibir para dar, el Dios gratuito que nos ama por
nosotros y no por lo que hacemos, el Dios Padre que nos ha dado a su
Hijo sólo porque nos ama y como muestra de su amor.
El Dios de la parábola es el Dios de los pobres, de
los que nada tienen y nada pueden darle, a quienes llama no
para que le aporten beneficios, sino porque no pueden aportárselo.
El Dios de la parábola, el Dios de Jesús, es el Dios
de la recompensa gratuita, el Dios que no está obligado a darnos nada y que,
sin embargo, nos lo entrega todo, hasta a su propio Hijo.
Dios quiere
crear unas relaciones instauradas en el amor y en la gracia. Por eso premia por
encima de cualquier mérito y no nos da lo que merecemos, sino lo que quiere,
porque nos quiere, lo que verdaderamente necesitamos.
En este evangelio el denario representa la
gracia de Dios que nunca se mide por los merecimientos del hombre, sino
por la inmensa bondad de Dios que nos quiere. No hay injusticia en dar el mismo
denario a los de la primera hora y a los de última hora, sino un desbordamiento
de la justicia por el colmo del amor. Dios da a todos los hombres lo que
necesitan, pero a nadie exige más de lo que puede dar.
No podemos evitar que Dios nos ame. Esta es la buena noticia del evangelio, aunque nosotros insistamos en
atribuirle el metro siempre injusto de nuestra justicia humana. Es la proclamación de
la misericordia de Dios, la proclamación de la gracia Dios que
da su Reino a los pecadores, lo da a los paganos, lo da incluso a quienes, a
nuestro entender, no lo merecerían.
La tentación del hombre religioso de siempre,
es estar a nivel racional de acuerdo con las ideas y criterios de Jesús, pero
experimentar resistencias al tratar de aplicarlas a casos concretos.
El discípulo de Jesús
todo lo experimenta como don; no se entiende a sí mismo ni actúa desde lo que
está mandado, ni desde la ley del mínimo esfuerzo. El verdadero
discípulo, trabajador del reino, según el corazón del Evangelio, es el
que se desinteresa del salario y encuentra la propia
alegría en poder trabajar por el Reino porque descubre que vale la
pena y llena su vida sin mirar de reojo a los que no se sabe muy
bien si trabajan o no, deseando que aunque sea la última hora, entren a
trabajar, y cobren tanto como nosotros.
Dios llama siempre, a todas las horas, cuándo y cómo
le parece. El momento en que llegue esa llamada, pronto o tarde, no tiene
importancia. Lo importante es estar preparado para recibirla cuando llegue y
ayudar a los demás a que la reciban. No podemos mantener distinciones entre
quienes acogieron su llamada los primeros o los últimos.
Hoy la Iglesia nos urge a vivir esta palabra que
recibimos. Aparecida al llamarnos a ser discípulos y misioneros nos marca
senderos de espiritualidad y trabajo. La Iglesia, es ante todo comunión. La
vocación al discipulado misionero es convocación a la comunión en su Iglesia.
No hay discipulado sin comunión. Nuestra vida pastoral es un trabajo y esfuerzo
constante, para mostrar el derecho a la vida plena que tienen todos los
hombres.
Necesitamos dar el paso de una pastoral de
conservación a una pastoral decididamente misionera. Necesitamos transformar nuestras actitudes y estructuras
orientándolas para que sean misioneras. No podemos vivir
una pastoral clientelar, que venga el ‘cliente’, el fiel, sino
que tenemos que ir hacia donde nos necesitan, hacia donde no han
escuchado la buena nueva del Reino, hacia quienes, deseándolo y anhelándolo, no
van a venir porque que se sienten excluidos, marginados, y no a la altura de
nuestras exigencias.
Esto implica para nuestras comunidades una renovación de
modo que sean verdaderas casas y escuelas de discípulos misioneros que
vivan y trabajen como escuelas que conducen al encuentro con Jesucristo
vivo. Es Cristo que sale a nuestro encuentro, y nosotros quienes vamos a su
encuentro. Todos somos invitados a ese encuentro. En la comunión con el Señor
se gesta la comunión entre nosotros y con todos, sin excepción.
PARA DISCERNIR
¿Cuál es mi actitud frente a los que no son “de los
nuestros”?
¿Me alegra el cambio de los otros?
¿Siento envidia de los que reciben lo mismo que yo con
un esfuerzo diferente?
REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
…Para mí la vida es Cristo…
PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Id a mi viña
…”La parábola de los obreros enviados a trabajar en la
viña en horas diferentes, que reciben todos la misma paga de un denario, ha
planteado siempre problemas a los lectores del Evangelio. ¿Es aceptable el modo
de actuar del propietario? ¿No viola el principio de la recompensa justa? Los
sindicatos se sublevarían al unísono si alguien actuara como ese propietario.
La dificultad nace de un equívoco. Se considera el
problema de la recompensa en abstracto, o bien en referencia a la recompensa
eterna. Vista así, el tema contradiría en efecto el principio según el cual
Dios «dará a cada cual según sus obras» (Rm 2,6). Pero Jesús se refiere aquí a
una situación concreta. El único denario que se da a todos es el Reino de los
Cielos que Jesús ha traído a la tierra; es la posibilidad de entrar a formar
parte de la salvación mesiánica. La parábola comienza: «El Reino de los Cielos
es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana…». Es el
Reino de los Cielos por lo tanto el tema central y el fondo de la parábola. El
problema es, una vez más, el de la postura de judíos y paganos, o de justos y
pecadores, frente a la salvación anunciada por Jesús. Si bien los paganos
(respectivamente los pecadores, los publicanos, las prostitutas, etc.) sólo
ante la predicación de Jesús se decidieron por Dios, mientras que antes estaban
lejanos («ociosos»), no por esto ocuparán en el Reino una posición de segunda
clase. También ellos se sentarán en la misma mesa y gozarán de la plenitud de
los bienes mesiánicos.
Más aún, puesto que los paganos se muestran más
dispuestos a acoger el Evangelio que los llamados «justos» (los fariseos y los
escribas), se realiza aquello que Jesús dice como conclusión de la parábola:
«Los últimos serán primeros y los primeros, últimos». Una vez conocido el
Reino, esto es, una vez abrazada la fe, entonces sí que hay lugar para las
diferenciaciones. No es idéntica la suerte de quien sirve a Dios toda la vida,
haciendo rendir al máximo sus talentos, respecto a quien da a Dios sólo las
sobras de la vida, con una confesión reparadora, en cierto modo, en el último
momento.
Aclarado este punto central, es legítimo sacar a la
luz las otras enseñanzas de la parábola. Una es que Dios llama a todos y a
todas horas. ¡Existe una llamada universal a la viña del Señor! Se trata, en
resumen, del problema de la llamada más que del de la recompensa. Este es el
modo en que nuestra parábola es utilizada en la exhortación de Juan Pablo II
«sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo»
(«Christifideles laici»): «Los fieles laicos pertenecen a aquel Pueblo de Dios
representado en los obreros de la viña… “Id también vosotros a mi viña”» (n.
1-2).
La parábola evoca también el problema del desempleo:
«¡Nadie nos ha contratado!»: esta respuesta desconsolada de los obreros de la
última hora podrían hacerla propia millones de desempleados. Todos sabemos lo
que significa estar desempleado para quien tiene familia o para un joven que
quiere casarse y no puede porque falta trabajo y con él la mínima garantía de
poder mantener dignamente a la familia. Si falta trabajo para muchos, uno de
los motivos (no el único, no el principal, pero ciertamente relevante) es que
algunos tienen demasiado. Acumulando diferentes trabajos, todos, en modo
distinto, retribuidos.
Otra enseñanza se puede sacar de la parábola. Aquel
propietario sabe que los obreros de la última hora tienen las mismas
necesidades que los demás, tienen también sus niños que alimentar, como los de
la primera hora. Dando a todos la misma paga, el propietario muestra no tener
en cuenta tanto el mérito como la necesidad. Muestra ser no sólo justo, sino
también «bueno», generoso, humano”…
Raniero Cantalamessa OFM comentarios a Mt 20,1-16.
PARA REZAR
¡DIOS MÍO, QUÉ GRANDE ERES!
Hoy, Señor, quiero darte las gracias
porque tu justicia no es como la nuestra:
la tuya es verdadera justicia,
la nuestra suele ser mezquina.
¡Gracias porque tus caminos no son nuestros caminos!
¡Gracias porque tus planes no sólo distan de los
nuestros,
sino que además son más altos, mejores, mucho
mejores…,
aunque cuando los nuestros se parecen torcer
nos turbamos e incluso nos enfadamos!
¡Gracias por la grandeza de tus planes sobre mi vida,
por lo inapreciable de tus designios
y por la maravilla de tus proyectos sobre toda
criatura!
¡Gracias porque para ti, Dios justo,
no son más los primeros que los últimos en llegar “a
tus filas”!
Tu amor es igual con todos.
Tu mirada, misericordiosa y tierna con todos.
Tu sonrisa, alegre y viva con cada uno.
Tú, en persona, sales a mi encuentro,
me invitas a gozar de tu amor cada día,
cada instante desde que amanece,
al mediodía, a media tarde, al caer el sol…
Ayúdame, Dios de bondad,
a asimilar que Tú amas a todos, sin excepción alguna,
incluso a los que no entiendo cómo puedes amarlos,
“siendo como son”.
Tú los amas, Tú me amas, Tú nos amas.
¡Qué grande eres, Dios mío!
¡Concédeme la gracia de ir viviendo una justicia como
la tuya!
¡Gracias porque no te cansas de buscarme,
gracias porque tu bondad conmigo no tiene fin!
¡Derrochas tu gracia sobre mí
y me encargas el cuidado de tu viña!
Sí, iremos a la viña
y con gozo se desgastarán nuestras fuerzas,
se cansarán nuestras piernas,
encallecerán nuestras manos,
y haremos nuestra tu viña
y tu Reino se irá construyendo también
con nuestras vidas de jornaleros agradecidos.
¡Cuánta tu confianza en mí!
María Concepción López
LECTIO DIVINA
¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?
+ Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo según san Mateo 19, 30--20, 16
Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea
justo". Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?" Ellos les respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña".
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?" Ellos les respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña".
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo:
"Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y
terminando por los primeros".
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron
cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir
algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban
contra el propietario, diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que
una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del
trabajo y el calor durante toda la jornada".
El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto
contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete.
Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a
disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea
bueno?"
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».
Palabra
del Señor.
1. LECTURA
- ¿QUÉ DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Guías para la
lectura:
En
esta parábola, los trabajadores convocados a la mañana recibieron la promesa de
un pago determinado y ellos estuvieron de acuerdo. Terminada la jornada, el
dueño de la viña les pagó lo que les había prometido. Pero el dueño de la viña
quiso pagarles la misma suma a los que sólo habían estado una hora trabajando
en la viña. Al hacerlo no fue injusto con los primeros, ya que a éstos les
había pagado lo que correspondía. Pero eran corazones egoístas, incapaces de
alegrarse con el bien ajeno. Cuando se escribió este texto, se dirigía sobre
todo a los judíos que se habían hecho cristianos, y seguían sintiéndose orgullosos
de sus viejas tradiciones, pero les costaba aceptar que a sus comunidades
cristianas se agregaran paganos convertidos y de golpe tuvieran los mismos
derechos que ellos. Pero ahora esta parábola tiene una enseñanza también para
nosotros.
Los
que se han acercado a Dios y han trabajado para él, y se han esforzado por ser
fieles, reciben de Dios muchos bienes espirituales, y muchos dones de todo
tipo; reciben de Dios la fuerza que necesitan para ser felices y para enfrentar
las dificultades, y recibirán un premio de vida y de felicidad eternas. Pero
Dios podría conceder lo mismo a los que se han acercado a él después de muchos
años de pecado y de maldad, y podría ser generoso con ellos también si se
acercaran a él en el último instante de sus vidas. En este caso, los servidores
de Dios que de verdad tienen el corazón abierto, capaces de amar al hermano y
de desear su felicidad, se alegrarían profundamente contemplando la generosidad
de Dios, que se derrama gratuitamente. Pero no siempre sucede así. El egoísmo
suele oscurecer tanto la mirada, que les lleva a pretender un Dios a la medida
pequeña de esa incapacidad de amar. El reproche final de Dios pone el dedo en
la llaga: “¿Por qué miras mi bondad con un ojo tan malo?” Esa mirada
egoísta mancha de maldad y echa por tierra todo el camino que se ha hecho
antes, porque “aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las
llamas, si no tengo amor no me sirve para nada” (1 Cor 13,3).
Párrafos
extraídos de “El Evangelio de cada día” – Víctor M. Fernández – Editorial San
Pablo – Página 279.
2. MEDITACIÓN
- ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO BÍBLICO?
|
· Preguntas
para la meditación:
·
¿He objetado, aún con el pensamiento la justicia de Dios para con su pueblo?
·
¿Me considero merecedor de mayor consideración de parte del Señor?
·
¿Tengo tendencia a no valorar la tarea de otros hermanos?
3. ORACIÓN
- ¿QUÉ LE DIGO A DIOS A PARTIR DEL TEXTO BÍBLICO?
|
“Ayúdame
Señor, sana mi egoísmo, para que tenga siempre una mirada buena, capaz de
desear el bien de los demás, capaz de alegrarme con su felicidad, deseoso de
compartir gratuitamente con ellos lo que pude alcanzar en mi vida”
4. CONTEMPLACIÓN
- ¿CÓMO INTERIORIZO EL TEXTO BÍBLICO?
|
Recreo
la escena de las contrataciones de los trabajadores a distinto tiempo y trato
de percibir el clima tenso por el desagrado egoísta sobre el pago
igualitario.
Reflexiono
sobre estas enseñanzas para mi vida.
5. ACCIÓN
- ¿CÓMO VOY A VIVIR EL TEXTO BÍBLICO?
|
·
Preguntas para la acción:
·
¿Cómo evitaré constituirme en “juez” de Dios mismo?
·
¿Cómo trabajaré con entusiasmo para el Señor sin mirar comparativamente a mi
hermano?
·
¿Cómo eliminaré de mi pensamiento todo vestigio de mezquindad egoísta sobre la
tarea de otros hermanos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Te invitamos a dejarnos tus comentarios, sugerencias u observaciones. Gracias por hacerlo.