10 de diciembre de 2017

10 de diciembre de 2017 - ADVIENTO – II DOMINGO - Ciclo B

…Preparen el camino del Señor…

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del profeta Isaías    40,1-5.9-11.

¡Consuelen, consuelen a mi Pueblo, dice su Dios!
Hablen al corazón de Jerusalén y anúncienle que su tiempo de servicio se ha cumplido, que su culpa está paga, que ha recibido de la mano del Señor doble castigo por todos sus pecados.
Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios!
¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies!
Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor.
Súbete a una montaña elevada, tú que llevas la buena noticia a Sión; levanta con fuerza tu voz, tú que llevas la buena noticia a Jerusalén. Levántala sin temor, di a las ciudades de Judá: “¡Aquí está su Dios!”.
Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede.
Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz. 
Palabra de Dios

SALMO Sal 85 (84), 9-10.11-12.13-14. 
R: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
“Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos.”
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos. R.

SEGUNDA LECTURA
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro 3, 8-14.

Pero ustedes, queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día.
El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.
Sin embargo, el Día del Señor, llegará como un ladrón, y ese día, los cielos desaparecerán estrepitosamente; los elementos serán desintegrados por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será consumida.
Ya que todas las cosas se desintegrarán de esa manera, ¡qué santa y piadosa debe ser la conducta de ustedes, esperando y acelerando la venida del Día del Señor! Entonces se consumirán los cielos y los elementos quedarán fundidos por el fuego.
Pero nosotros, de acuerdo con la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitará la justicia. Por eso, queridos hermanos, mientras esperan esto, procuren vivir de tal manera que él los encuentre en paz, sin mancha ni reproche. 
Palabra de Dios

EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1,1-8.

Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios.
Como está escrito en el libro del profeta Isaías: Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino.
Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.
Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: “Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias.
Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”. 
Palabra del Señor 

Para reflexionar

El profeta, no calla todo lo vivido por el pueblo en el destierro. Ha sido desterrado por sus pecados, por las idolatrías, por las injusticias sociales, por los abusos de los reyes en el poder. Y por eso Dios ha castigado a su pueblo, pero dice el profeta: “”¡Consuelen, consuelen a mi pueblo dice nuestro Dios! ¡Hablen al corazón de Jerusalén y griten que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen!”. Dios no se complace en hacer sufrir a los hombres, aunque sean pecadores. Dios permite que el hombre sienta en propia carne, la experiencia de no encontrar en las cosas de la tierra, la alegría que Él le ha dado.
***
La segunda lectura nos habla de ese destino de los hombres y de los pueblos, caminando hacia una tierra nueva y hacia unos cielos nuevos, para que no nos quedemos de rodillas, idolatrando los bienes de esta tierra, que dice que se van a consumir.
Dios inscribe en el corazón del hombre el deseo del encuentro y el mismo Dios anhela ese encuentro, porque lo que le interesa es salvar; sea niño, sea joven, sea viejo; sea en la edad presente, o sea en el futuro. Lo que espera es que toda esta familia creada, comparta con Él la alegría, la felicidad, la vida divina.
***
Adviento, el Tiempo de la Alegre Esperanza; y este domingo la liturgia se inicia con un grito cargado de esa alegría y esperanza: ¡Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos! ¡Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios! En la oración le hemos pedido a Dios que quite todos los obstáculos que puedan estorbar en este encuentro con Él.
El Adviento es la gran preparación para la venida, la preparación para un encuentro con mayúsculas. Adviento, es una preparación cariñosa para el encuentro con Dios, que viene a responder a ese deseo más íntimo del corazón del hombre: la felicidad. Y el camino que Dios usará para este encuentro es nuestra propia vida, sobre todo cuando se vive en la incesante búsqueda de la verdad, de la justicia y del amor. El encuentro de Dios con su pueblo, seguirá estas mismas coordenadas: la historia que se va haciendo cada día, como patria, como sociedad, como familia. En estos ámbitos hay que dejar que resuene la voz del Señor. “Enderecen los caminos”, ésta es la voz de Adviento, la voz de los profetas que resuena plena en Juan Bautista.
La figura de Juan es un camino, un hombre que se hace camino, que se hace luz, que se hace testimonio; que con su integridad: predica no sólo cuando levanta y señala al cordero de Dios, sino con su mismo porte de austeridad, de pobreza, de sinceridad, de sencillez, de valentía, de enfrentamiento, aunque sea al rey que después le va a cortar la cabeza. Grita y denuncia aunque le cueste la vida. Es de los hombres que son faros que señalan caminos. Hombres con grandeza que no es fruto del marketing, ni de la prensa que se compra. Hombres que pueden renunciar a que los sigan, y sacar tajada de lo que han provocado en el corazón del pueblo, diciendo: Preparen el camino del Señor, la vida la vamos construyendo con Dios y entre todos, conviértanse porque sólo así verán el día feliz, la salvación de Dios.
Dios no habla para que todo siga igual, sino para que todo cambie, para que cambie el hombre y el mundo. Dios no pasa por la historia para que dé lo mismo, pasa para que el hombre se convierta, que no es otra cosa que reconocer que sólo en Dios, y desde Dios, la vida tiene verdadero sentido, y apostar la vida en eso.
Convertirse no es reprimirse, sino apostar a lo grande, a lo bueno, a lo bello; es volver nuestra mirada hacia la Promesa ya cumplida y encaminar nuestros pasos hacia el reino de Dios que se acerca, que está viniendo y que llega. En cada gesto de Amor su reino llega.
No esperamos lo incierto, sino lo que sabemos. Jesús vino y vendrá; estamos llamados a preparar el camino y a ser camino, a señalar que existe una verdadera noticia, una noticia que no es mentirosa, noticia que nos cambia la perspectiva de todo: del nacer, del vivir y hasta de la misma muerte: ¡Dios está con nosotros! ¡Dios se acerca al hombre, Jesucristo para que el hombre pueda acercarse a Dios!
Adviento tiempo de espera: pero Jesús no es solamente aquél a quien esperamos, sino quien espera algo de nosotros. Juan el Bautista lo dice: ¡Conviértanse! háganse vulnerables a un amor como el de Cristo Salvador, de modo que puedan transparentarlo con la palabra y con el gesto oportuno.
Convertirnos es agradecer que Dios derroche gratuitamente su vida en nosotros y por eso esforzarnos por una justicia más humana; es reinventar cada día el ánimo y la esperanza, la alegría, y el optimismo realista buscando los pequeños signos del paso de Dios por la vida.
Convertirnos es querer mirar a todos como si fueran hermanos, a pesar de que haya muchos que ganen con la guerra y la división. Es buscar lo que nos une por encima de posiciones, ideas, o estilos. Convertirnos es sentir en nuestra carne y nuestra sangre todos y cada uno de los problemas y dolores del mundo y de los hombres, de modo que nada nos resulte indiferente y ajeno, y en todo intentemos poner un poco más de sinceridad, de justicia y de unidad.
Convertirnos es abandonarnos en las manos Providentes del Padre y, rompiendo todo tipo de egoísmo, sentirnos manos providentes de nuestros hermanos, es no creer que somos los dueños de la verdad y permitirle al otro que sea distinto, sin enjuiciarlo, condenarlo, despreciarlo o minusvalorarlo.
Convertirnos es ser un buen padre, un profesional responsable, un hijo sincero, un esposo o esposa fiel en los momentos de alegría y en los que la vida se hace cuesta arriba; es ser amigo honesto; es pasar por la vida identificándonos con Aquel que “pasó haciendo el bien”.
Convertirnos es no confundir en nuestra vida de fe, lo esencial con lo accesorio, hacer carne de nuestra carne el mensaje de liberación que Cristo trajo con el rostro de un Dios ternura.
Convertirnos es no aflojar de soñar y hacer nuestro el sueño de Dios: su Reino, un Reino que está en cada hombre que se ha abierto a la esperanza y cree firmemente que no está dicha la última palabra.
Cuando nuestro esfuerzo de cada día intenta vivir todo esto, y más aún, aunque sea pálidamente y a veces no sin dolor, la vida será una explosión de gracia tan grande, que todos verán la salvación de Dios, se sentirán convocados por ella y no habrá que andar buscando paliativos mentirosos a la felicidad.

Para discernir

¿Mis caminos son los de Dios?
¿Qué necesito cambiar en el camino de mi vida para alcanzar la felicidad que Dios me ofrece?
¿Busco la presencia de Dios en mi caminar de cada día?

Repitamos a lo largo de este día

…Preparemos un camino al Señor…

Para la lectura espiritual

Una voz grita en el desierto

…”Una voz grita en el desierto: «Preparad un camino al Señor, allanad una calzada para nuestro Dios.» El profeta declara abiertamente que su vaticinio no ha de realizarse en Jerusalén, sino en el desierto; a saber, que se manifestará la gloria del Señor, y la salvación de Dios llegará a conocimiento de todos los hombres.
Y todo esto, de acuerdo con la historia y a la letra, se cumplió precisamente cuando Juan Bautista predicó el advenimiento salvador de Dios en el desierto del Jordán, donde la salvación de Dios se dejó ver. Pues Cristo y su gloria se pusieron de manifiesto para todos cuando, una vez bautizado, se abrieron los cielos y el Espíritu Santo descendió en forma de paloma y se posó sobre él, mientras se oía la voz del Padre que daba testimonio de su Hijo: Éste es mi Hijo, el amado; escuchadlo.
Todo esto se decía porque Dios había de presentarse en el desierto, impracticable e inaccesible desde siempre. Se trataba, en efecto, de todas las gentes privadas del conocimiento de Dios, con las que no pudieron entrar en contacto los justos de Dios y los profetas.
Por este motivo, aquella voz manda preparar un camino para la Palabra de Dios, así como allanar sus obstáculos y asperezas, para que cuando venga nuestro Dios pueda caminar sin dificultad. Preparad un camino al Señor: se trata de la predicación evangélica y de la nueva consolación, con el deseo de que la salvación de Dios llegue a conocimiento de todos los hombres.
Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén. Estas expresiones de los antiguos profetas encajan muy bien y se refieren con oportunidad a los evangelistas: ellas anuncian el advenimiento de Dios a los hombres, después de haberse hablado de la voz que grita en el desierto. Pues a la profecía de Juan Bautista sigue coherentemente la mención de los evangelistas.
¿Cuál es esta Sión sino aquella misma que antes se llamaba Jerusalén? Y ella misma era aquel monte al que la Escritura se refiere cuando dice: El monte Sión donde pusiste tu morada; y el Apóstol: Os habéis acercado al monte Sión. ¿Acaso de esta forma se estará aludiendo al coro apostólico, escogido de entre el primitivo pueblo de la circuncisión?
Y esta Sión y Jerusalén es la que recibió la salvación de Dios, la misma que a su vez se yergue sublime sobre el monte de Dios, es decir, sobre su Verbo unigénito: a la cual Dios manda que, una vez ascendida la sublime cumbre, anuncie la palabra de salvación. ¿Y quién es el que evangeliza sino el coro apostólico? ¿Y qué es evangelizar? Predicar a todos los hombres, y en primer lugar a las ciudades de Judá, que Cristo ha venido a la tierra”…
Eusebio de Cesarea, sobre el libro de Isaías (Cap. 40)

Para rezar

¿Qué quieres que haga?
Ahora que te siento vivo en mis adentros,
ahora que escucho tu palpitar en lo que me envuelve,
ahora que te desvelas en mis silencios…
Señor… ¿qué quieres que haga?
Aquí estoy
dispuesto a hacer tu voluntad.
Ayúdame a descubrirla entre los ruidos y prisas,
a saber discernir entre cada instante,
en cada circunstancia,
en cada presente.
Hazme ver, Señor, la parte que me corresponde;
el lugar que debo ocupar al servicio de mis hermanos.
Que sea tu Espíritu el que guíe mis pasos
y no mis enmascarados egoísmos.
Abre caminos,
marca senderos,
donde pueda serte fiel testigo del Evangelio,
donde pueda ser fiel continuador
de tu obra de amor,
desde lo que yo soy.
Sé que desde siempre cuentas conmigo
para colaborar contigo,
en la edificación del reino.
Ante ti, Señor,
tal como soy,
desde mi nada…  
¿qué quieres que haga?


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